OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (504)

Jesucristo con los fariseos y los escribas

1896-1897

Ilustración

Francia

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XIV (Nm 22,15-28)

La disposición de la voluntad divina se cumple incluso por encima de los mezquinos deseos de los seres humanos

3.1. Este Balaam, como hemos dicho más arriba, era adivino, es decir, alguien que preveía el futuro, gracias al ministerio de los demonios y al arte mágico (cf. Nm 22,6). Solicitado por el rey Balac para que maldijera al pueblo de Israel, llegan los legados, traen en las manos los objetos adivinatorios (cf. Hom. XIII,6,2), permanecen las naciones atónitas y ansiosas, esperando qué respondería Balaam, acerca del cual tenían la persuasión de que sería digno de los divinos coloquios. Mira ahora de qué modo la sabiduría de Dios hace que este vaso preparado para la vileza (cf. 2 Tm 2,20) aproveche para la utilidad no solo de una única nación, sino de casi todo el mundo, y a éste, al que solían mostrarse los demonios, se le muestra Dios, prohibiéndole el viaje para hacer una obra mala (cf. Nm 22,12). Balaam queda estupefacto y se admira de la autoridad del que le prohíbe, porque el mal no solía desagradar a los demonios. Mientras tanto, despide a los legados, diciendo que no puede hacer nada, salvo decir la palabra que Dios ponga en su boca. Vuelven los legados, él pregunta de nuevo, de nuevo importuna, de nuevo quiere oír (cf. Nm 22,18. 38), puesto que no es fácil que el hombre ávido renuncie a su paga. ¿Y qué es lo que oye de Dios por segunda vez? “Si estos hombres –dice- han venido para llamarte, levántate y vete con ellos” (cf. Nm 22,20). En lo cual Dios cede a su voluntad de lucro, para que se cumpla aquello que está escrito: “Los abandonó al deseo de su corazón, caminarán según sus antojos” (Sal 80 [81],13). Sin embargo, se cumple la disposición de la voluntad divina, porque se le dice: “Cualquier palabra que yo ponga en tu boca, ésa proclamarás” (cf. Nm 22,35).

Dios pone su palabra en la boca, no en el corazón de Balaam

3.2. Si Balaam fuese digno de ello, Dios no habría puesto su palabra en “su boca”, sino en su corazón. Pero como en su corazón estaba el deseo de la paga y el ansia de lucro, no se pone la palabra de Dios en el corazón, sino en su boca. Se trataba, en efecto, de una dispensación admirable y grandiosa, ya que, puesto que las palabras de los profetas, que se contenían dentro del santuario de Israel, no podían llegar a los paganos, mediante Balaam -en el cual tenían fe todas las naciones- fueran manifiestos también a las naciones los misterios secretos acerca de Cristo, y entregarles un gran tesoro, llevado no tanto en el corazón y en la mente[1], cuanto en la boca y en las palabras. Pero, para no detenernos en cada punto -porque no es el momento de resolver todo- iba Balaam por el camino montado en su asna y se le aparece un ángel (cf. Nm 22,22), sin duda alguna aquel que velaba por los hijos de Israel. Él abrió la boca del asna (cf. Nm 22,28)[2], para que ella denunciara a Balaam y por las voces de una bestia muda fuese confundido aquel que parecía adivino y sabio.



[1] O: espíritu (sensu).

[2] Orígenes atribuye al ángel no a Dios el que abriera la boca del asna, lo mismo hace más adelante en 4,3 (SCh 442, nota 2).