OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (498)

Jesús bendice a los niños

1262

Evangeliario

Armenia

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XIII (Nm 21,24-35 y 22, 1-14)

Balaam y el rey que lo había mandado llamar

5.3a[1]. Por esto, entonces, le envía el rey a decirle: “Ven ahora y maldíceme a este pueblo, porque es más fuerte que nosotros, a ver si podemos golpear a algunos de ellos y expulsarlos de la tierra” (Nm 22,6). Me parece que ese rey no confiaba totalmente en el adivino Balaam; aterrado, creo, por la gran fama de los milagros que escuchaba (decir) se habían producido en el pueblo de Dios; y por eso dice a ver si las maldiciones de Balaam llegan a golpear a algunos de ellos, y hacer huir amedrentados a los otros, y expulsarlos así de su tierra.

Los impíos no saben bendecir

6.1. Añade además: “Porque sé -dice- que a los que bendigas serán benditos y a los que maldigas serán malditos” (Nm 22,6). Yo no creo que tuviera el rey supiera que aquellos a los que bendijera Balaam, serían benditos; pero me parece que diría eso por adularlo, de modo que, ensalzando y engradeciendo su arte, se volviera más pronto favorable a su malvado intento; puesto que el arte de la magia no sabe bendecir, porque tampoco los demonios saben hacer el bien. Saben bendecir Isaac y Jacob (cf. Gn 27,4; 48,9)  y todos los santos, pero ninguno de los impíos sabe bendecir.

La Sagrada Escritura excluye por completo la adivinación

6.2. Finalmente llegan los legados a donde Balaam. “Llegaron, pues, dice, los ancianos de Moab y los ancianos de Madián, con los instrumentos para adivinar en sus manos” (Nm 22,7). En esas artes de adivinación, que ha inventado el ingenio humano, hay algunos objetos que la Escritura denominó adivinatorios[2], mientras que la costumbre pagana los llama trípodes o calderas u otros vocablos semejantes, que, como consagrados a tal cometido, suelen ser movidos y manejados por ellos. La Escritura, ciertamente divina, denomina en los profetas, con una palabra vernácula, al ephod (cf. Os 3,4), que según la tradición es la indumentaria de los que profetizan. Una cosa, sin embargo, según las Divinas Escrituras, es la profecía, y otra la adivinación; porque dice: “No habrá auspicios en Jacob, ni adivinación en Israel. A su debido tiempo se dirá a Jacob y a Israel lo que hará Dios” (Nm 23,23). Se excluye, por tanto, absolutamente la adivinación, puesto que, como hemos dicho más arriba, se ejerce por obra y ministerio de los demonios.

Dios le da una orden a Balaam

6.3. Entonces, una vez tomados por Balaam los instrumentos adivinatorios, aunque solían ir a él los demonios, los ve que huyen, mientras que se presenta Dios; y por eso dice que interroga a Dios (cf. Nm 22,8), porque no ve por ninguna parte a los demonios que solían acercarse a él. Va, por consiguiente, Él mismo a Balaam, no porque (éste) fuera digno de que hubiera ido Dios a él, sino para que huyeran aquellos que acostumbraban a presentársele para maldecir y hacer mal; así, ya desde aquel momento, Dios velaba por su pueblo. Se presenta, por tanto, Dios, «y le dice: “¿A qué vinieron estos hombres junto a ti?”. Y dijo Balaam a Dios: “Balac, hijo de Sephor, rey de Moab, me los envió, diciendo: He aquí que ha salido de Egipto un pueblo que ha cubierto la faz de la tierra; y aquí se ha establecido junto a mí. Entonces, ven ahora y maldícemelo, a ver si pudiéramos golpearle y echarle”. Y dijo Dios a Balaam: “No vayas con ellos, ni maldigas a este pueblo, porque es bendito”» (Nm 22,9-12).



[1] Agrego este número que no se encuentra en la edición de SCh.

[2] La versión de los LXX dice: “con las adivinaciones (manteia) en sus manos”. El pasaje es difícil, tal vez haga referencia a que llevaban el pago de las adivinaciones; cf. Natalio FERNÁNDEZ MARCOS y María Victoria SPOTORNO DÍAZ-CARO (Coordinadores), La Biblia Griega Septuaginta, Salamanca, Eds. Sígueme, 2008, vol. I, p. 346, nota b (Biblioteca de estudios bíblicos, 125). Llamativa la forma divinicula adoptada por Rufino en su traducción. La Vulgata, siguiendo el texto hebreo, traduce: habentis divininationes pretium in manibus.