OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (497)

La confesión de san Pedro

Hacia 1007-1012

Evangeliario

Reichenau, Alemania

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XIII (Nm 21,24-35 y 22, 1-14)

Nuestro Dios nos sana después del sufrimiento

4.5. Los encantadores de los egipcios (cf. Ex 7,22) hicieron que el agua se convirtiese en sangre, pero no pudieron convertir de nuevo la sangre en agua; mientras que la fuerza de Dios convierte en sangre no el agua, sino todo un río (cf. Ex 7,21), y de nuevo, por la oración de Moisés, lo restituyó a las límpidas y naturales corrientes. Y otra vez los magos de los egipcios produjeron mosquitos, pero no los pudieron expulsar (cf. Ex 8,18); Moisés, en cambio, produjo mosquitos y los rechazó, porque nuestro Dios hace sufrir y de nuevo sana[1], mientras que la fuerza enemiga puede hacer algo malo, pero no puede volverlo al estado anterior.

El poder de Balaam no procedía de Dios

4.6. Hemos antepuesto todas estas consideraciones, para que podamos comprender las obras de Balaam y sus palabras; porque hay algunas diferencias entre los magos: algunos pueden más y otros menos. Este Balaam era famosísimo en el arte mágico y muy poderoso en los encantamientos maléficos. Puesto que tenía poder o arte de palabras para bendecir, pero lo tenía para maldecir, porque los demonios son invitados para maldecir, no para bendecir. Y por eso era considerado como experto en tales asuntos, a juicio de todos los que había en Oriente. En efecto, si no fuera porque habían precedido muchos de sus experimentos, por los que frecuentemente con sus maldiciones ponía en fuga al enemigo armado, no hubiera anticipado el rey que pudiera realizarse con palabras lo que apenas podría cumplirse con hierro y armas. Por tanto, seguro de ello, Balac, y habiéndolo experimentado frecuentemente, omitidos todos los instrumentos y auxilios bélicos, le envía un legado, para decirle: “He aquí que ha salido de Egipto un pueblo que ha cubierto la faz de la tierra; y este pueblo se ha establecido junto a mí” (Nm 22,5).

La fuerza de la oración y de las súplicas a Dios

4.7. Pero pienso que también habría algo más importante que moviera al rey, puesto que parece haber oído que los hijos de Israel suelen vencer a los enemigos con la oración, no con las armas, no tanto con el hierro cuanto con las súplicas. Porque Israel no levanta las armas contra el Faraón, sino que le fue dicho: “El Señor luchará por ustedes, y ustedes guardarán silencio” (Ex 14,14). Pero ni siquiera contra los Amalecitas valió tanto la fuerza de las armas cuanto la oración de Moisés; puesto que, cuando Moisés elevaba las manos a Dios, era vencido Amalec, mientras que, (al estar) declinadas y caídas, era vencido Israel (cf. Ex 17,11). Ciertamente Balac, rey de Moab, había oído decir estas cosas, porque está escrito: “Lo oyeron las naciones y se encolerizaron; invadieron los dolores a los habitantes de la Filistea. Entonces se dieron prisa los generales de Edom y los príncipes de los Moabitas, y el terror los invadió” (Ex 15,14-15). Ves que llegó a ellos lo que Moisés predijo en el Cántico, cuando pasaron el Mar Rojo. Había oído, por tanto, el rey de Moab que este pueblo vence con las oraciones y lucha contra los enemigos con la boca, no con la espada, y por esto sin duda pensó para sí, diciendo: “Ya que no pueden hacer nada las armas frente a las oraciones y las preces de este pueblo, por eso me resulta necesario buscar tales armas de las palabras y tales oraciones, que puedan vencer a las oraciones de ellos.

Israel combate con la boca y con los labios

5.1. Y para que sepas que algo así pensaba el rey, entiéndelo a partir de las palabras de la Escritura, cuya explicación he aprendido de un maestro de origen hebreo, que llegó a creer. Está, por consiguiente, escrito: «Y dijo Moab a los ancianos de Madián: “Ahora esta asamblea devorará a todos los que están a nuestro alrededor, como devora el novillo la hierba del campo”» (Nm 22,4). Decía, entonces, aquel maestro que de los hebreos había pasado a la fe: “¿Por qué se ha valido (la Escritura) de tal ejemplo, diciendo como devora el novillo la hierba del campo? Sin duda por esto: porque el novillo corta con la boca la hierba del campo, y con la lengua, como una hoz, corta todo lo que encuentra; así también este pueblo lucha con la boca y con los labios como un novillo, y tiene las armas en las palabras y en las súplicas. Por eso, sabiendo esto el rey, manda una embajada a Balaam, para que él mismo oponga palabras a las palabras, y súplicas a las súplicas”.

El cristiano no puede invocar a los demonios

5.2. Ni te admires si hay algo así en el arte mágico: puesto que existe tal arte lo indica también la Escritura; pero prohíbe usar de él. Señala asimismo la Escritura que existen demonios, pero prohíbe honrarlos e invocarlos (cf. Lc 11,19). Con razón, entonces, también prohíbe usar de la magia, porque los ministros de los magos son los ángeles rebeldes, los espíritus malignos y los demonios inmundos, porque ninguno de los espíritus de los santos obedece al mago. No puede invocar un mago a Miguel, no puede invocar a Rafael ni a Gabriel; con mayor razón no puede invocar el mago a Dios omnipotente, ni a su Hijo Jesucristo, nuestro Señor, ni a su Espíritu Santo. Solo nosotros hemos recibido el poder de invocar (a Dios Padre y) a su Unigénito, Jesucristo. Pero esto les digo: quien ya ha recibido la potestad de invocar a Cristo, no puede de nuevo invocar a los demonios, y quien ha sido hecho partícipe del Espíritu Santo, no debe llamar en adelante a los espíritus inmundos; porque, si invocara a los espíritus inmundos, huiría de él el Espíritu Santo.



[1] Lit.: restituye (restituit).