OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (490)

La multiplicación de los panes

Hacia 980

Evangeliario

Tréveris, Alemania

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XII (Nm 21,16-23)

Segunda etapa

3.3. Desde Mathanaim llegamos a Nahaliel, que significa “de Dios”. ¿Y qué es eso “de Dios”? Después de que hayamos ofrecido lo que es nuestro, llegamos al punto de conseguir las cosas que son de Dios. Porque, cuando le hayamos ofrecido nuestra fe y nuestro amor, entonces también Él nos concede los diversos dones del Espíritu Santo, de los que dice el Apóstol: “Todas las cosas son de Dios” (cf. 1 Co 8,6). 

Tercera etapa 

Y de Nahaliel llegamos a Bamoth, que significa “llegada de la muerte”. ¿De qué muerte debemos entender aquí la llegada, sino de aquella en la cual con Cristo morimos, para que también con Él vivamos (cf. 2 Tm 2,11), y por la cual debemos mortificar nuestros miembros, que están sobre la tierra (cf. Col 3,5); y de nuevo: somos, por consiguiente, consepultados con Cristo en la muerte, por el bautismo (cf. Rm 6,4)? Si alguno, por tanto, sigue el orden de este camino de salvación, debe realizar el camino por cada una de estas etapas que hemos mencionado, y llegar después de muchas (vicisitudes) a este lugar que hemos dicho significa “llegada de la muerte”. Según nos enseñan las Escrituras, hay una cierta muerte enemiga de Cristo y otra amiga de Él. No se trata, en efecto, de aquella muerte enemiga de Cristo, de la que se dice: “El último enemigo en ser destruido será la muerte” (1 Co 15,26), que es el diablo, sino de aquella muerte en la que conmorimos con Él, para que también con Él vivamos, de cuya muerte dice Dios: “Yo mataré y haré vivir” (Dt 32,29). Porque mata para que conmuramos con Cristo; y hace vivir para que merezcamos ser vivificados con Cristo.

Cuarta etapa

3.4. “Y de Bamoth -dice (la Escritura)-, al bosque que está en la llanura de Moab, después de la cima del monte cortado, que mira del lado del desierto” (Nm 21,20). Si realizamos este viaje, que, según muestra el sentido de nuestra explicación, no consiste tanto de vocablos de los lugares cuanto de progresos del alma, después de todo esto llegamos al bosque, o, como se dice en otros ejemplares, a Janam, que significa “ascenso”, o “cumbre de la montaña”. Por estas etapas, entonces, se llega o a aquel famosísimo bosque del divino paraíso y a las amenas delicias de la antigua morada, o bien ciertamente a la cumbre de la perfección y a la cima de la santidad, de modo que puedas decir también tú mismo que “nos resucitó con Él y nos hizo sentar con Cristo en las alturas celestiales” (Ef 2,6). ¿Ves hasta dónde se llega desde el pozo? ¿Ves por qué etapas, o más bien por qué progresos se prepara el camino del alma al cielo? Si pones en ello una mirada atenta, examinando en ti mismo los progresos cotidianos, advertirás en qué lugares te hallas y lo cerca que te encuentras del Reino de los cielos, como también aquel del que dijo el Señor: “No estás lejos del Reino de Dios” (Mc 12,4).

Seón, rey de los amorreos

4.1. Sigue a ésta otra historia. Dice: «Y envió Moisés -o, como se contiene en algunos ejemplares: “Y envió Israel”- legados a Seón[1], rey de los Amorreos, diciendo con palabras de paz: “Vamos a pasar por tu tierra, seguiremos nuestra ruta, no nos desviaremos ni hacia los campos (de cultivo) ni hacia las viñas; no beberemos agua de tus cisternas; seguiremos la vía real, hasta que hayamos superado tus confines”. Pero no permitió Seón que Israel pasara por su territorio; y reunió Seón a todo su pueblo y salió a luchar contra Israel en el desierto; y llegó a Assaar y entró en batalla contra Israel. Y le golpeó Israel a muerte con la espada, y dominaron en su tierra» (Nm 21,21-24).



[1] Mantengo la lectura del texto latino: Seon, que es una transliteración de la LXX; el texto hebreo, en cambio, lee: Sijón.