OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (488)

Los apóstoles salen a anunciar el Reino

1412-1416

Liturgia de las Horas

Chantilly, Francia

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XII (Nm 21,16-23)

Pozos de betún son, en un valle de sal, las herejías

2.2. ¿Pero quieren que les muestre a partir de las Escrituras, a qué pozos vienen esos? Existe un valle de sal, en cuyo valle hay pozos de betún (cf. Gn 14,10): luego toda herejía y todo pecado está en el valle, y en un valle de sal. Porque el pecado y la iniquidad, no suben a lo alto, sino que descienden siempre a lo bajo y más bajo. El pensamiento herético y todo acto de pecado están situados en el valle y son salados y amargos. En efecto ¿qué dulzura y agrado puede tener el pecado? Pero hay algo más. Porque, si accedes al pensamiento herético, si acudes a la amargura del pecado, has ido a los pozos de betún. El betún es yesca y alimento del fuego. Por tanto, si gustaras el agua de estos pozos, si asumieras el pensamiento herético, si hicieras tuya la amargura del pecado, atizarías en ti el fuego y prepararías los ardores de la gehena. Y por eso a los que no quieren beber el agua de este pozo que excavaron los príncipes y los reyes (cf. Nm 21,18), sino de aquellos que están en el valle de pecado y alimentan materiales de fuego, se les dice: “Caminen a la luz de su fuego y de la llama que han encendido para ustedes” (Is 50,11).

Excavar y perforar 

2.3. ¿Qué se canta, entonces, junto a este pozo? Dice la Escritura: «Entonen en su honor: “Este pozo, lo cavaron los príncipes, lo perforaron los reyes”» (Nm 21,17-18). Príncipes y reyes pueden parecer los mismos; pero, si es necesario distinguirlos, habrá que entender por príncipes los profetas. Porque ellos pusieron la inteligencia y la profecía sobre Cristo, hundida y sumergida en lo profundo de la letra, y por eso decía alguno de ellos: “A no ser que escuchen en lo secreto, llorará su alma” (Jr 13,17). También dice al Señor otro profeta: “Qué grande es la abundancia de tu dulzura, Señor, que escondiste para los que te temen” (Sal 30 [31],20). Esos son, por tanto, los príncipes que cavaron este pozo; los reyes, en cambio, son los que lo perforaron. Lo que dice (la Escritura): “perforaron”, ha sido dicho de perforar, no de extraer; puesto que perforar se dice de lo que en la roca se corta o se forma. Por consiguiente, los príncipes, como un tanto inferiores, se dice que han cavado el pozo, esto es, como si en la tierra blanda hubieran ahondado hasta cierta profundidad. Pero esos a los que llama reyes, como más fuertes y eminentes, no solo penetran en lo profundo de la tierra, sino que perforan la dureza de la roca, para poder llegar a las aguas más profundas y escrutar allí, por así decir, las mismas venas del abismo, sabedores de que los juicios de Dios son un gran abismo (cf. Sal 35 [36],7).

Jesucristo: Rey de reyes 

2.4. Por tanto, esos reyes, que pueden escrutar tan profundas y tan secretas realidades del pozo, podríamos llamarlos con propiedad Apóstoles, de uno de los cuales decía alguien: “Pero a nosotros Dios nos lo reveló por el Espíritu Santo. Puesto que el Espíritu todo lo escruta, incluso las profundidades de Dios” (1 Co 2,10). Ya que, pues, por el Espíritu pueden ellos escrutar también las profundidades de Dios y penetrar los sublimes y profundos misterios del pozo, por eso se dicen reyes, que incluso en la piedra han perforado este pozo, y han penetrado los duros y difíciles secretos de la ciencia. El que también se puedan denominar reyes los Apóstoles, pienso que puede ser fácil probarlo, por el hecho de que se dice de todos los creyentes: “Ustedes son estirpe real, sacerdocio grande, pueblo santo” (1 P 2,9). Si, entonces, llaman reyes a los que creyeron por la palabra de ellos, ¡cuánto más han de tenerse por reyes los que hacen reyes! Pero todavía se puede deducir fácilmente de esto: si, en efecto, los reyes se dicen reyes por regir, se llamarán con razón reyes todos aquellos que rigen las Iglesias de Dios, y con mucha más razón los que, con sus dichos y escritos, rigen a aquellos por los cuales se rigen las Iglesias. Y por esto el Señor es llamado con razón Rey de reyes (cf. Ap 19,16); a no ser que también estos y quienes los imitan fueran reyes, Él no aparecería como Rey de reyes. Pero el mismo Apóstol Pablo, escribiendo a los Corintios y como corrigiéndoles, dice con cierta ironía: “Sin nosotros, reinan, y ojalá reinaran de tal modo que también nosotros podamos reinar con ustedes” (1 Co 4,8). En lo cual afirma que debían ser reyes los Corintios, y que él quería reinar con ellos, pero denuncia la pretensión de un honor todavía no suficientemente merecido.

“La ciencia del pozo”

2.5. Por tanto, cavan todos estos príncipes ese pozo y lo perforan los reyes de las naciones (cf. Nm 21,18). Porque los Apóstoles son por antonomasia los reyes de las naciones, que han congregado a los pueblos para la obediencia de la fe y han hecho patente a todos la ciencia de Cristo, “en quien están escondidos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia de Dios” (Col 2,3), recorriendo el orbe de la tierra, según el precepto del Señor, y cumpliendo lo que fue mandado, “que enseñen a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,19-20), y de este modo perforaron, esto es, descubrieron la ciencia del pozo, y la llevaron al conocimiento de todas las naciones.