OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (487)

Jesús predicando

1299

Antifonario

Padua (¿o Venecia?), Italia

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XII (Nm 21,16-23)

Vayamos frecuentemente a los pozos del Verbo de vida

1.9. Cuando el siervo de Abraham va a buscar una esposa, que promete y lleva a Isaac, encuentra junto a los pozos a Rebeca (cf. Gn 24,10-16), que significa paciencia; (y) esta se convierte en esposa de Isaac no en otro lugar, sino junto a los pozos (cf. Gn 24,62 ss.). De modo semejante, también Jacob, cuando fue a Mesopotamia siguiendo el mandato de su padre de que no tomara esposa de un pueblo extranjero y de sangre extraña, también encontró junto a los pozos a Raquel (cf. Gn 29,3 ss.). Moisés halló también a Séfora junto a los pozos (cf. Ex 2,15-21). Por tanto, si has entendido quiénes y de qué calidad son las mujeres de los santos, también tú, si quieres tomar por esposa a la paciencia, la sabiduría y aquellas virtudes del alma, y decir lo que se ha dicho de la sabiduría: “Yo la he buscado para tomarla como esposa” (Sb 7,10), sé asiduo, ven frecuentemente junto a los pozos y encontrarás allí una esposa tal. Junto a las aguas vivas, esto es, junto a las corrientes del Verbo viviente[1], es cierto que habitan todas las virtudes del alma. 

La Ley nos convoca a la fe en Cristo

1.10. Hay, por tanto, muchos pozos que hemos dicho que están dentro del alma. Hay también otros muchos que se descubren en las diversas palabras y sentidos de las Escrituras. Pero es eminente y eximio entre los demás este pozo acerca del cual dice la Escritura en el presente lugar que lo habían excavado no hombres comunes cualesquiera, sino príncipes y todavía más elevados que ellos, a los que llama reyes (cf. Nm 21,18), por lo cual se canta a Dios un himno junto a este mismo pozo (cf. Nm 21,17). Y por eso está escrito: “Ve -dice- al pozo”. Este es el pozo del que dijo el Señor a Moisés: “Reúne al pueblo, y les daré agua del pozo [dice el Señor]” (Nm 21,16). Se manda que Moisés congregue al pueblo, para que acuda al pozo y beba agua. Ahora bien, hemos mostrado repetidamente que Moisés debe entenderse como la Ley. Es, por consiguiente, la Ley de Dios la que te convoca para que acudas al pozo. ¿A qué pozo, sino a aquel, del que hemos dicho arriba, Jesucristo, Hijo de Dios, que subsiste por su propia sustancia, y que, sin embargo, es denominado, junto con el Padre y el Espíritu Santo, una fuente única de la divinidad? A este pozo, entonces, esto es, a la fe de Cristo, nos convoca la Ley; puesto que Él mismo dice: “Moisés escribió acerca de mí” (Jn 5,46). ¿Para qué nos convoca? Para que bebamos las aguas y le cantemos el cántico, esto es, para que con el corazón creamos para la justicia y con la boca confesemos para la salvación (cf. Rm 10,10).

Colocar el pozo al comienzo de todo

2.1. “Comiencen -dice (la Escritura)- para él un pozo” (Nm 21,17). El sentido es este: pongan el pozo -dice- al comienzo de todo, como indica el Apóstol, porque Él es el principio y el primogénito de toda criatura, y en Él mismo han sido creadas todas las cosas. “Comiencen, por tanto, para él un pozo”, esto es, reconozcan que el comienzo de todo es el pozo. Puede, sin embargo, entenderse de este otro modo, de suerte que las palabras parezcan dirigidas desde la persona de Moisés, que exhorta al pueblo y le dice: Denle un principio a su corazón, para que comience a entender cuál es el pozo, del que hay que extraer las aguas espirituales y (dónde) sea restaurado el pueblo de los creyentes. Comiencen, entonces, para él, esto es, para Israel, con este pozo, de modo que, si alguno ve a Dios en su corazón, pueda sacar de lo profundo el sentido místico.

Somos congregados por la Ley y los Profetas 

Que Moisés, esto es, la Ley, nos congregue, por consiguiente, en este pozo, no parece que se diga inútilmente, porque puede suceder que alguien parezca que viene a este pozo, pero, si no es congregado por Moisés, no es aceptado por Dios. Cree Marción que ha venido a este pozo y también Basílides y Valentín; pero, como no vinieron por Moisés, ni acogieron la Ley y los Profetas, no pueden alabar al Señor Dios desde las fuentes de Israel. No vienen, por tanto, los que son de este modo, al pozo que cavaron los príncipes y perforaron los reyes (cf. Nm 21,18).



[1] O: de la Palabra viva (viventis Verba).