OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (484)

La parábola de la semilla de mostaza

1684

Evangeliario

Egipto

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XI (Nm 18,8-32)

9.1. “Y de todos sus dones” (Nm 18,9), dice (la Escritura). Quien ofrece un presente a Dios, y además han de ofrecerse al Pontífice las primicias por el don. En la exposición alegórica, considero que esto podría concretarse así: si uno reparte generosamente a los menesterosos o hace alguna obra buena, ofrece un don a Dios según el mandato. Pero ofrece las primicias de este don, si no solo entrega comidas o dinero, por ejemplo, sino que tiene el sentimiento de conmiserarse y compadecerse; porque esto es lo que Dios requiere del hombre, que su mismo espíritu[1] se llene y se modele con sentimientos piadosos y misericordiosos.

La oración es nuestra inmolación a Dios

9.2. “Y de todas sus inmolaciones” (Nm 18,9). La inmolación espiritual es aquella de la que leemos: “Inmola a Dios un sacrificio de alabanza, y cumple tus votos al Altísimo” (Sal 49 [50],14). Por tanto, alabar a Dios y ofrecer votos de oración, es inmolar a Dios. Pero las primicias de esta inmolación son ofrecidas por el Pontífice, si no solo oramos con las palabras y la voz, sino también con la mente y el corazón, según lo que advierte el Apóstol: “Oraré con el espíritu, oraré también con la mente: diré un salmo con el espíritu, un salmo diré también con la mente” (1 Co 14,15).

La oración en espíritu y en verdad 

9.3. Porque también nos acompañan ahora los ángeles de Dios, cultivadores y agricultores de nuestro corazón, y buscan si hay en alguno de nosotros una mente de este modo tan solícita, tan atenta, que haya recibido ávidamente la palabra de Dios como una semilla divina; si muestra el fruto apenas nos ponemos en pie para la oración, esto es, si recogidos y congregados dentro de sí los sentidos, ora a Dios; si no vaga con la mente y vuela con la imaginación, de modo que, mientras se incline con el cuerpo en la oración, discurra con los pensamientos por diversos lugares. Si alguien –digo- advierte atenta y directamente su súplica, y se siente asistiendo ante la misma presencia de Dios y ante aquella inefable luz, y allí esparce sus oraciones y súplicas, peticiones y acciones de gracias (cf. 1 Tm 2,1), sin ser solicitado por una imagen de fantasía externa, este conocerá que, por medio del ángel que asiste al altar, ha ofrecido las primicias de su inmolación al gran y verdadero Pontífice, Cristo Jesús, Señor nuestro, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén (cf. Ga 1,5).



[1] O: mente, pensamiento (mens).