OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (472)

Entrada de Jesús en Jerusalén

Siglo XVII

Halychina (Galicia de los Cárpatos), Ucrania

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía X (Nm 18,1-7)

La tarea de los sacerdotes 

3.1. Después de esto sigue: “Y tú, dice (la Escritura), y tus hijos recibirán los pecados del sacerdocio de ustedes. Y toma contigo a tus hermanos, a la tribu de Leví, el pueblo de tu padre, para que se te unan a ti y te sirvan; y tú y tus hijos contigo, observarán ante el Tabernáculo del Testimonio, sus guardias y la guardia del Tabernáculo” (Nm 18,1-3). Observar diligentemente y aplicarse a las cosas que están escritas, concierne principalmente a aquellos que se glorían de pertenecer al orden sacerdotal, de modo que sepan qué es lo que la Ley divina les manda observar. “Tú -dice- y tus hijos contigo, ante el Tabernáculo del Testimonio, observen sus guardias, y la del altar y del Tabernáculo” (Nm 18,2-3). Las órdenes, sin duda precisas y claras, son que debemos observar los turnos del Tabernáculo, del altar y del sacerdocio. Quién sea el que de verdad observe y cumpla las cosas que se han mandado a los sacerdotes, y quién sea el que use del orden y del honor del sacerdocio, pero sin observar las obras y el ministerio del sacerdocio, solo puede conocerlo el que escruta el corazón y los riñones (cf. Sal 7,10; Ap 2,23). Pero se mandan observar no solo las cosas que están afuera, sino también aquellas -dice- que han de cuidar principalmente los sacerdotes, (las) que están hacia adentro del velo (cf. Nm 18,7), como si dijese: sea preocupación de los sacerdotes el cumplir los mandatos claros y manifiestos de la Ley divina, y considerar con toda perspicacia sus misterios escondidos y velados.

El Tabernáculo del Testimonio referido al hombre

3.2. Pero si quieres, (podemos) referir al hombre el Tabernáculo del Testimonio, ya que Pablo le llama tienda al cuerpo del hombre, diciendo: “Puesto que los que estamos en este tabernáculo, gemimos agobiados; en el que no queremos ser despojados, sino revestidos” (2 Co 5,4). Por tato, si referimos al hombre el Tabernáculo, la parte interior del velo, donde se cubren las realidades inaccesibles, diremos que es la facultad principal del corazón[1], la única que puede recibir los misterios de la verdad y la única que es capaz de los secretos de Dios.

Orar con el espíritu, orar con la mente

3.3. Los dos altares, esto es, el interior y el exterior, puesto que el altar es símbolo de la oración, considero que significan aquello que dice el Apóstol: “Oraré con el espíritu, oraré también con la mente” (1 Co 14,15). Porque cuando quiera orar en el corazón, entraré en el altar interior, y eso considero que es también lo que el Señor dice en los Evangelios: “Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto y cierra tu puerta y ora a tu Padre en lo escondido” (Mt 6,6). Quien, por consiguiente, así ora, como dije, entra en el altar del incienso, que está en el interior (cf. Ex 27,1; Hb 9,3). Cuando, en cambio, alguien dirige su plegaria a Dios con voz clara y palabras en voz alta, como para edificar a los oyentes, este ora con el espíritu (cf. 1 Co 14,15), y parece ofrecer la víctima sobre el altar que está afuera, destinado a los holocaustos del pueblo (cf. Ex 20,24). Conviene, entonces, que los sacerdotes cuiden y custodien principalmente los objetos que se esconden detrás del velo, para que no se encuentre allí nada manchado, nada inmundo; esto es, que cuiden el interior del hombre y las partes secretas del corazón, para que allí permanezcan inmaculados.



[1] Principale cordis: la función rectora del corazón (el hegemonikón de los estoicos, que designa una función intermediaria entre la inteligencia y la voluntad); cf. SCh 415, p. 286, nota 1.