OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (470)

Jesús dialoga con Nicodemo

1851-1860

Estampas bíblicas

Múnich, Alemania

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía X (Nm 18,1-7)

Pablo reprende por sus faltas a los corintios

1.4. Por consiguiente, a estos a los que llama “santificados” y “santos”, escucha de cuántos pecados los reprende. Puesto que dice en lo que sigue: “Dado que hay entre ustedes envidias y contiendas, ¿no son acaso carnales y caminan según el hombre?” (1 Co 3,3). Y de nuevo: “Ya se han hecho ricos, reinan sin nosotros, y ¡que reinen!” (1 Co 4,8). Y un poco después: “Como si yo no debiera ir a ustedes, algunos se han engreído” (1 Co 4,18); y más adelante: “Mucho se oye hablar de que hay entre ustedes fornicación, y una fornicación tal que no la hay ni entre los gentiles” (1 Co 5,1). Y en lo que sigue: “Pero ustedes -dice- se han engreído y no han hecho más bien duelo” (1 Co 5,2). En lo cual sí que nadie queda exento, puesto que atribuye a unos el pecado de la fornicación, y a los otros el del engreimiento y la soberbia. Les reprocha también, en lo que sigue, su manía de pleitear, y dice: “Es ya un verdadero delito por su parte el que haya juicios entre ustedes” (1 Co 6,7). 

1.5. Acusa a estos a los que había denominado “santos”, de comer de lo inmolado a los ídolos (cf. 1 Co 8,7), y, como profiriendo una sentencia contra ellos, dice: “Así, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, pecan contra Cristo” (1 Co 8,12). Pero acerca de ello, también les echa en cara el que no solo consuman carne sacrificada, sino también el que beban el “cáliz de los demonios”, y dice: “No pueden beber el cáliz del Señor y el cáliz de los demonios; no pueden participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios” (1 Co 10,21). Les dice asimismo: “Oigo que hay divisiones entre los que se reúnen en asamblea” (1 Co 11,18); y todavía (más): “Porque a la hora de comer, cada cual se adelanta a tomar su propia cena, y, mientras que uno pasa hambre, otro, en cambio, está ebrio” (1 Co 11,21). Y, a propósito de estos delitos, dice: “Por eso hay entre ustedes muchos débiles y enfermos y muchos han muerto. Y, si nos examináramos a nosotros mismos, no seríamos juzgados” (1 Co 11,30-31).

“Hay muchas diferencias entre los santos”

1.6. Sin embargo, después de esto, ya no les echa en cara delitos morales, sino su pecado contra la fe. Dice, en efecto: “¿Cómo dicen algunos de entre ustedes que no hay resurrección de los muertos?” (1 Co 15,12); y más: “Si Cristo no resucitó, vana es su fe, y están todavía en sus pecados” (1 Co 15,17). Cierto que sería largo y no adecuado al momento presente el que aleguemos muchos testimonios sobre este asunto, por los cuales se pruebe que no se puede entender que estos que se denominan “santos” sin más estén sin pecado; pero opinan esto aquellos que no prestan atención de modo solícito ni diligente a las Divinas Escrituras; en las cuales se enseña que hay muchas diferencias entre los santos, como ya hemos dicho nosotros en otros tratados de modo más extenso, y que ahora expondremos según lo requiere el lugar.

Santos y pecadores 

1.7. Se llaman “santos”, y a la vez también pecadores, aquellos que ciertamente se han consagrado a Dios y han retraído su (propia) vida del modo de vivir del vulgo, para servir al Señor. Por consiguiente, un hombre así, que, eliminadas las demás actividades, se emancipó al servicio del Señor, se llama santo; pero puede suceder que, en ese servicio suyo al Señor, no haga todo como procede hacerse, sino que falte en algunas cosas y peque. En efecto, el que se aparta y se retira de toda actividad, para conseguir, por ejemplo, la ciencia de la medicina o de la filosofía, no será perfecto de inmediato en cuanto se entrega a sí mismo a tales disciplinas, hasta el punto de que no se encuentre que yerra en algo; más todavía, difícilmente llegará alguna vez a la perfección sino errando a menudo, y, sin embargo, apenas se entrega de este modo a tales estudios, cierto es que se cuenta entre los médicos o entre los filósofos. Así también hay que entenderlo acerca de los santos, que inmediatamente después de que uno se entrega a los trabajos de la santidad, según se lo haya propuesto, se le llame santo. Pero por el hecho de que errará necesariamente en muchas (cosas), hasta que, por el ejercicio, la disciplina y la diligencia, se retraiga de él la costumbre de pecar, también se le llamará pecador, como hemos dicho más arriba.

El deseo de la santidad

1.8. Por lo que a mí respecta, también voy a añadir algo más: que, a no ser que uno tenga el santo propósito y tienda con dedicación a la santidad, cuando peque no sabrá hacer penitencia por el pecado, no sabrá buscar el remedio de la culpa. Los que no son santos, mueren en sus pecados; los que son santos hacen penitencia por sus pecados, sienten sus heridas, comprenden la caída, buscan un sacerdote, piden con insistencia la salud, procuran la purificación por medio del Pontífice. Por eso, entonces, de modo cauto y significativo, la palabra de la Ley no dispone que los Pontífices y los sacerdotes carguen los pecados de cualesquiera (cf. Nm 18,1), sino solo de los santos; porque santo es aquel que cura su pecado mediante el Pontífice.