OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (468)

La Transfiguración de Cristo

Hacia 904

Evangeliario

Armenia

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía IX (Nm 17,1-28 LXX)

Los grados de crecimiento de quienes creen en Cristo

9.1. Pero volvamos a lo que habíamos comenzado a decir sobre las varas. Ahora podemos también entender las diferencias de los que han germinado en la vara. Todo el que cree en Cristo, primero muere y después renace; y es asimismo esa figura lo que la vara seca germina después. Es, por tanto, el primer brote, la primera confesión de fe en Cristo por parte del hombre. En segundo lugar, se cubre de fronda cuando, renacido, recibe el don de la gracia, por la santificación del Espíritu de Dios. Después produce flores, cuando comienza a hacer progresos y a ser adornado con la suavidad de las costumbres y a destilar la fragancia de la misericordia y de la benignidad. Por último, produce también frutos de justicia, por los cuales no solo vive él, sino que además da la vida a otros. Porque cuando, llegue a la perfección y haya sacado de sí mismo la palabra de la fe, la palabra de la ciencia de Dios, y haya hecho partícipes a otros de su ganancia, eso será haber producido frutos, con los cuales se nutran los otros.

Cristo se adapta a nuestras necesidades espirituales, para ayudarnos a progresar en la vida según el Espíritu

9.2. Así, por tanto, cada uno de los creyentes brota de la vara de Aarón, que es Cristo; las cuatro diferencias entre ellos se designan en otros lugares de la Escritura como cuatro edades, que incluye el Apóstol Juan en su Epístola, con una distinción mística. Dice, en efecto: “Les he escrito a ustedes, niños (…); les he escrito a ustedes, adolescentes (…); les he escrito a ustedes, jóvenes (…); y les he escrito a ustedes, padres” (1 Jn 2,12-14). En las cuales no pone las diferencias en las edades corporales, sino en el progreso de las almas, como también hemos observado que se designaba en este brote de la vara sacerdotal. Se producen, por consiguiente, estas cosas no tanto en la vara de Aarón cuanto en aquella “vara que ha salido de la raíz de Jesé y una flor de su raíz sube, sobre la cual reposa el Espíritu de Dios” (Is 11,1-2). Aquí, ni siquiera parece ocioso el que se diga que sale la vara y que sube la flor, porque aunque Cristo sea uno por razón de la sustancia, sin embargo para cada uno se hace distinto, en la medida en que lo necesite aquel en quien actúe. Para quien, por tanto, es más bien remiso y negligente, Cristo se vuelve[1] vara de corrección, y en la vara no se dice subir, sino salir. Quien es inactivo y perezoso, deberá, por ende, salir de ese estado, en el cual no se halla rectamente, y pasar a otro estado, como golpeado por la vara, esto es, amonestado por la severidad de una doctrina más rígida. Para quien, en cambio, es justo, ya que el justo florecerá como una palmera (Sal 92 [93],13), se dice que Cristo sube. Así, entonces, para quien necesita castigo, sale hacia él la vara; en cambio, quien progresa hacia la justicia, sube a él como flor[2]. Pero sube hasta que le traiga los frutos del Espíritu, que son la caridad, el gozo, la paz, la paciencia (cf. Ga 5,22) y las otras virtudes, en Cristo Jesús, nuestro Señor, a quien sean la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén (cf. 1 P 4,11).



[1] Lit.: (se) hace (fit).

[2] Lit.: en flor (in florem).