OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (463)

Jesús llama a los discípulos

Hacia 1020

Bologna, Italia

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía IX (Nm 17,1-28 LXX)

La bondad de Dios

4.1. «Y dice Moisés a Aarón: “Toma el incensario y pon en él fuego del altar, y ponle incienso, y llévalo velozmente al campamento y suplica a favor de ellos, porque que ha salido ira de la presencia del Señor y ya ha comenzado a devastar al pueblo”» (Nm 17,11). Puesto que hemos alcanzado estos lugares, quiero advertir a los discípulos de Cristo sobre la bondad de Dios, no sea que alguno de ustedes se deje confundir por los herejes, si alguna vez aconteciere una controversia, diciendo ellos que el Dios de la Ley no es bueno sino justo, y la Ley de Moisés no contiene bondad sino justicia. Vean, por consiguiente, aquellos detractores de Dios y de la Ley a la vez, de qué modo Moisés mismo y Aarón fueron los primeros en hacer lo que después enseñó el Evangelio. He aquí que Moisés ama a los enemigos y ora por sus perseguidores (cf. Mt 5,44), como Cristo ciertamente enseña a hacer en los Evangelios. Oigan, en efecto, cómo, postrados con la faz en tierra, oran por aquellos que se habían rebelado para matarlos. Así por tanto, la fuerza del Evangelio se encuentra en la Ley, mientras que los Evangelios se entienden apoyados en el fundamento de la Ley. Ni siquiera denomino yo Antiguo Testamento a la Ley, si la entiendo espiritualmente.

“Ambos Testamentos son para nosotros nuevo Testamento”

4.2. La Ley solo se vuelve Antiguo Testamento para aquellos que quieren entenderla de modo carnal; y para ellos necesariamente se ha vuelto antigua y ha envejecido, porque no puede obtener sus fuerzas. En cambio,  para nosotros, que la entendemos y exponemos espiritualmente y en sentido evangélico, siempre es nueva; y ambos Testamentos son para nosotros Nuevo Testamento, no por el tiempo cronológico, sino por la novedad del entendimiento. ¿O no siente lo mismo el Apóstol Juan en su Epístola, cuando dice: “Hijitos, les doy un mandamiento nuevo, que se amen los unos a los otros” (cf. 1 Jn 2,8; 3,23), cuando sin duda sabía que antiguamente se había dado el mandato del amor en la Ley (cf. Lv 19,18)? Pero, como la caridad nunca desaparece (cf. 1 Co 13,8), ni el mandato de la caridad envejece nunca, esto, que nunca envejece, afirma su perpetua novedad; puesto que vuelve siempre nuevos en espíritu a los que observan y custodian el mandato de la caridad; pero para el pecador y para el que no guarda el pacto de la caridad, incluso los Evangelios envejecen. Ni puede ser nuevo un Testamento para aquel que no “depone el hombre viejo y se reviste del hombre nuevo y creado según Dios” (cf. Ef 4,22. 24).

Moisés envía a Aarón a incensar al pueblo para impedir “el quebranto”

4.3. Entonces Moisés exhorta al Sumo Sacerdote a que ofrezca “incienso en el campamento y pida por el pueblo. Porque -dice- el pueblo ya ha comenzado a ser devastado” (cf. Nm 17,11). Moisés veía en espíritu las cosas que acontecían. Vio que salía hacia el campamento una Potencia[1] que devastaba y hacía perecer a los pecadores; y por eso se exhorta al Pontífice “a tomar el incensario, echar fuego del altar, y, una vez puesto el incienso, salir” (cf. Nm 17,11), y situarse entre los muertos y los vivos, para que no vaya más allá la devastación, o bien, como más exactamente dice la palabra de la Escritura, el quebranto[2](cf. Nm 17,13).



[1] Es decir, un ángel destructor (cf. SCh 415, p. 242, nota 1).

[2] Confractio del verbo confringo: hacer pedazos. El texto de la LXX lee thraysis: acción de romper, machacar, oprimir. Plaga, es la traducción del hebreo que adoptan la mayor parte de las Biblias.