OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (459)

La Anunciación, la Visitación,

Natividad de nuestro Señor Jesucristo

Inicios del siglo XIII

Salterio

Norte de Francia

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía IX (Nm 17,1-28 LXX[1])

Sobre los braseros[2] de Coré y la sedición del pueblo contra Moisés; y sobre las varas, entre las cuales brotó la de Aarón.

Solo los de estirpe sacerdotal pueden imponer el incienso ante el Señor

1.1. En Dios, como se da a entender, nada hay inútil, nada ocioso, sino que las cosas que a los hombres parecen propias de enajenar y rechazar, se encuentra que tienen algo de una obra necesaria. Este pensamiento nos sugiere la presente lectura, que conmemora los braseros de Coré y de los otros que con él pecaron: que ni siquiera Dios manda desecharlos, sino que hagan con ellos láminas dúctiles y que circunden con ellas el altar (cf. Nm 17,3). Refiere, por tanto, la Escritura, que, por un precepto de Dios, “recibió Eleazar, dice (la Escritura), hijo del sacerdote Aarón, los braseros metálicos, que habían ofrecido los que fueron consumidos por el fuego, e hicieron con ellos brazaletes[3] y los aplicaron al altar, como memorial para los hijos de Israel, de modo que ningún extraño -uno que no sea de la estirpe de Aarón-, imponga incienso ante el Señor, no le acontezca como a Coré y a los que con él conspiraron, como habló el Señor por medio de Moisés” (Nm 17,4. 5).

Incluso en las herejías hay que preservar las palabras de la Sagrada Escritura

1.2. El Señor dice claramente en algún lugar, por el profeta: “No son mis designios como sus designios, ni mis pensamientos como sus pensamientos” (cf. Is 55,8-9). Si se discutiese hoy esta cuestión ante los hombres, y ante los jefes de las Iglesias se sometiese a un examen, por ejemplo, el caso de aquellos que, por enseñar doctrinas contrarias a las de sus Iglesias, incurren en la sanción del castigo divino, ¿no se juzgaría que, si algo dijeron, si algo enseñaron, si algo también dejaron escrito, todo debería perecer, juntamente con sus propias cenizas? Pero no son los juicios de Dios como nuestros juicios. Escucha, en efecto, cómo de los braseros de quienes se habían rebelado contra el profeta de Dios, se mandan hacer brazaletes y fijarlos alrededor del altar. Coré representa la figura de aquellos que se rebelan contra la fe de la Iglesia y la doctrina de la verdad. Está, por tanto, escrito sobre Coré y su círculo, que ofrecieron incienso de fuego ajeno (cf. Nm 26,61) en braseros metálicos. Por (orden) de Dios se manda que aquel fuego ajeno sea dispersado y esparcido fuera, pero “los braseros -dice (la Escritura)-, porque han sido santificados, hagan láminas dúctiles con ellos y circunden con ellas el altar, porque fueron ofrecidos delante del Señor y están santificados” (cf. Nm 17,1-3). Para mí, por esta figura se quiere mostrar que estos braseros, que la Escritura denomina metálicos, contienen la figura de la Escritura Divina. Los herejes, introduciendo un fuego ajeno a aquella Escritura, esto es, un sentido y un entendimiento ajeno a Dios y contrario a la verdad, ofrecen a Dios un incienso no de olor suave, sino execrable. Y por eso se da una norma a los sacerdotes de las Iglesias, para que, si alguna vez se originara algo semejante, todo lo que sea ajeno a la verdad sea totalmente apartado de la Iglesia de Dios; y si en las palabras de los propios herejes se encuentran insertados pensamientos de la Escritura Divina, no se les rechace junto con aquellos que son contrarios a la verdad y a la fe; puesto que (las palabras) que provienen de la Escritura Divina son santas, y han sido ofrecidas al Señor.



[1] Tener presente que la Vulgata sigue otra numeración: Nm 17,1-15 = 16,36-50 (Vulg.); y Nm 17,16-28 = 17,1-13 (Vulg).

[2] Cf. la amplia nota que le dedica la edición de SCh (n. 415, pp. 222-223, nota *) al vocablo batillum. Sigo habitualmente la opción elegida por la versión francesa de traducir por: brasero; pero también es válida otra posibilidad: incensario, y en ocasiones usamos este vocablo.

[3] Circulus: anillos de una cadena, o collares; la versión francesa traduce: láminas.