OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (453)

Las vírgenes necias y las vírgenes prudentes

Hacia 550

Evangeliario

Siria (Antioquía?)

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía VII (Nm 12,1-15; 13,18-34; 14,1-8)

La lepra del pecado 

2.5. “Y la ira del Señor enfurecido vino sobre ellos y se retiraron. Y la nube se alejó del Tabernáculo y he aquí que María se volvió leprosa como la nieve” (Nm 12,10). La cólera del furor del Señor viene sobre aquellos que hablan mal y denigran. Pero en lo que respecta a lo que dice, que “la nube se alejó del Tabernáculo y he aquí que María se volvió leprosa como la nieve”, hay que considerar diligentemente que primero se alejó la nube, y así (ella) se llena de lepra (cf. Nm 12,9), para mostrar que, incluso si hay en alguien la gracia del Espíritu Santo, si murmura y denigra, (la nube) se aleja de él (como) consecuencia de la murmuración y así su alma se llena de lepra. Puesto que también aquel primer pueblo tuvo en sí la gracia de Dios, pero, después de que extendieron las lenguas de su blasfemia sobre el verdadero Moisés, nuestro Señor Jesucristo, se alejó de ellos la nube y pasó a nosotros en el monte excelso, cuando nuestro Salvador «fue transformado y una nube refulgente cubrió a sus discípulos y salió una voz de la nube, diciendo: “Éste es mi Hijo amado, en quien me he complacido”» (Mt 17,5). Después de esto, entonces, María se volvió leprosa como la nieve. María no era leprosa mientras estaba la nube, sino cuando ésta se apartó. Mientras proseguía la visita de Dios a aquel pueblo, no era leproso; pero cuando se alejó, le cubrió la ignominia de su rostro. Pero también nosotros temamos, no sea que alejemos de nosotros esta nube hablando mal, actuando mal, pensando mal; y entonces aparezca en nosotros la lepra del pecado, cuando nos haya abandonado la gracia de Dios.

El sentido alegórico del aborto del que se habla en la Escritura 

3.1. «Y Aarón volvió su vista hacia María, y he aquí que estaba leprosa. Y dijo Aarón a Moisés: “Te ruego, Señor, que no nos imputes el pecado, porque ignorábamos que pecábamos. No se vuelva ella semejante a un muerto, y como un aborto expulsado de la matriz de la madre, que le devora la mitad de su carne”» (Nm 12,10-12). (La Escritura) quiere mostrar con esto que el pueblo aquel fue formado en la matriz de su madre la sinagoga, pero no pudo llegar a una parto perfecto e íntegro. Así, por tanto, como el aborto es un parto imperfecto e inconcluso, así también aquel pueblo fue puesto durante algún tiempo dentro de la matriz de su madre, o sea, dentro de la institución de la sinagoga; pero, al sobrevenir los pecados, no pudo formarse íntegramente y vivificarse, y por eso ha sido expulsado como un aborto imperfecto e inmaduro, al cual el pecado, como dice (la Escritura), ha consumido mitad de su carne.

Sin embargo, algunas veces hay un aborto bueno. Se dice que el aborto es bueno cuando se compara con otras cosas, como indica el Eclesiastés: “Y dije: Bueno es el aborto, más que él” (Qo 6,3). ¿Qué él? “Quien procede en la vanidad -dice- y camina en las tinieblas” (Qo 6,4). Por consiguiente, no se dice que el aborto sea bueno de modo absoluto, sino que es bueno más que la vida que se lleva en la vanidad y en las tinieblas de la ignorancia. Y así se establece una cierta comparación entre los dos.

“Están muertos con Cristo”

3.2. Dice en otro lugar el mismo Eclesiastés: “Mejor es estar muertos que vivos” (Qo 7,1). Entonces, si comparas con ellos el aborto, dirás que es mejor que unos y otros. Si, por tanto, consideras quiénes son los vivos y quiénes los muertos, mejor que los cuales es el aborto, por el hecho de no haber gustado sin duda los comienzos de la vida del mundo, hallarás en esta comparación cuáles son esas diferencias. Considera, por consiguiente, que allí no denomina vivientes sino a aquellos de los que se dice en los Salmos: “Sin embargo, es vanidad todo hombre que vive” (Sal 38 [39],6). De ahí que (el aborto es mejor) que todo hombre que vive en la vanidad; puesto que no toda vida es vida en la vanidad, sino aquella vida que es según la carne y según los errores y las voluptuosidades del mundo, esto es, la vida de vanidad y por encima de ella está todo el que ha muerto a esta vida y que dice: “Para mí el mundo está crucificado, y yo para el mundo” (Ga 6,14), y del cual se dice: “Por tanto están muertos con Cristo” (Col 3,3). Estos, son, por ende, mejores que aquéllos vivientes. Pero sobre ellos se dice que está el aborto, porque, aunque parezca que venía en carne, sin embargo, no asume ningún inicio de la vanidad de esta vida. Con todo, introduce el Eclesiastés a otro, también éste mejor, según parece, sobre el cual se dice: “Y el mejor de todos estos es el que todavía no ha nacido” (Qo 4,3), es decir, el que ni siquiera ha llegado a la prisión de la matriz carnal y a la incomodidad del nacimiento corporal.

La muerte que se alaba, es la muerte al pecado 

3.3. Pero también esto mismo que dice el Eclesiastés: “He alabado a todos los muertos más que a los vivientes, a los que viven hasta ahora” (Qo 4,2), ¿acaso no muestra claramente que llama mejores a los que han muerto para el mundo, y declara inferiores a los que viven para el mundo? Puesto que si lo quieres comprender según la letra, ¿cómo van a ser dignos de alabanza los muertos más que vivientes? Porque suele alabarse a quien actúa con buena voluntad y con (buena) intención. Sin embargo, esta muerte común no viene por voluntad o intención de nadie. ¿Cómo puede considerarse a alguien, entonces, digno de alabanza en aquello que padece contra su intención? De ese modo, se alabará también al faraón, rey de Egipto, que fue sumergido en el mar, más que a Moisés, que escapó vivo del mar. Serán alabados también los egipcios, que murieron en las aguas, sobre el pueblo de Dios, que pasó a pie (como) por tierra seca en medio del mar (cf. Ex 14,21 ss.). Por tanto, no lo entiendas así, sino que debes saber que se te alabará como muerto, cuando puedas decir: “Estoy crucificado con Cristo. Vivo yo, pero ya no yo, sino que vive Cristo en mí” (Ga 2,20). Si has renunciado al mundo, si has rechazado los vicios, si ya no te inclinas hacia el pecado, sino que has muerto al pecado, eres mejor que aquel que vive para el pecado, y esta muerte será en ti laudable. Puesto que en razón de esa muerte común que llega a cada uno por la ley de la naturaleza, nadie será alabado.