OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (452)

Cristo es acusado por las autoridades judías ante Pilatos

Hacia 550

Evangeliario

Siria (Antioquía?)

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía VII (Nm 12,1-15; 13,18-34; 14,1-8)

Los detractores se denigran a sí mismos al denigrar a los demás 

2.1. Escucha, por tanto, en los (versículos) siguientes, lo que refiere y con qué alabanzas ensalza el Espíritu Santo a Moisés. «Y descendió -dice- el Señor en la columna de nube y permaneció a la puerta del Tabernáculo del Testimonio; y fueron llamados Aarón y María y ambos permanecieron también. Y les dijo: “Escuchen mis palabras: si hubiera entre ustedes un profeta del Señor, lo reconoceré en visiones y le hablaré en sueños. No así como a mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa y que ha visto la gloria del Señor: le hablaré a él boca a boca, en persona y no en enigma. ¿Y por qué no temieron denigrar a mi siervo Moisés?”. Y la ira del furor de Dios enfurecido cayó sobre ellos, y se retiraron. Y la nube se apartó del Tabernáculo, y he aquí que María se volvió leprosa como la nieve» (Nm 12,5-10). ¿Ven qué penas se procuran los detractores, y en cambio qué alabanzas han proporcionado a quien habían denigrado? Obtuvieron para ellos la torpeza, para él el esplendor; para ellos la lepra, para él la gloria; para ellos el oprobio, para él la magnificencia.

Sobre la realidad y el enigma

2.2. Sin embargo antes de que Moisés recibiera a la Etíope no está escrito que Dios le hubiera hablado en persona y no en enigma; pero, cuando recibió a la Etíope, entonces dice Dios acerca de él: “Le hablaré boca a boca, en persona y no en enigma” (Nm 12,8). Porque poco ha, cuando Moisés vino a nosotros y se unió a esta nuestra Etíope, la Ley de Dios, ya no se reconoce en figuras y en imágenes como antes, sino en la misma realidad de la verdad. Y lo que antes se designaba en enigma, ahora se cumple en realidad y en verdad. Por eso, aquel que interpretaba las formas de las figuras y de los enigmas, dice: “Sabemos que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y que todos fueron bautizados en Moisés en la nube y en el mar, y que todos comieron la misma comida espiritual y que todos bebieron la misma bebida espiritual. Puesto que bebían de la piedra espiritual que les seguía; y esa piedra era Cristo” (1 Co 10,1-4). Ves cómo resuelve Pablo los enigmas de la Ley y enseña las realidades de los enigmas, y dice que en el enigma la piedra estaba en Moisés antes de unirse a esta nuestra Etíope. Ahora en la realidad la piedra es Cristo. Porque ahora habla boca a boca por la Ley de Dios. Antes existió el bautismo en enigma, en la nube y en el mar; ahora, en cambio, la regeneración es en realidad en el agua y el Espíritu Santo (cf. Tt 3,5). Entonces existía en enigma el maná para la comida; ahora, sin embargo, en realidad la carne del Verbo de Dios es verdadera comida, como Él mismo dice: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida” (Jn 6,55). Así, por tanto, ahora ya Moisés, situado entre nosotros y unido a esta Etíope, sea Él mismo a nosotros o sea Dios a Él mismo, no habla en enigma, sino en realidad.

No debemos denigrar ni a Moisés ni a la Ley

2.3. A eso se añade: “Y vio, dice (la Escritura) la gloria del Señor” (Nm 12,8). ¿Cuándo vio Moisés la gloria del Señor? Yo digo: cuando el Señor fue transfigurado en el monte, y le acompañaban Moisés y Elías y hablaban con Él (cf. Mt 17,1 ss.; Mc 9,2 ss.). Y por eso rectamente se agrega en (los versículos) siguientes: “¿Y por qué no tuvieron miedo a denigrar a mi siervo Moisés?” (Nm 12,8). Lo cual se dirige evidentemente a los que parecen recibir el Evangelio, pero que denigran a Moisés, y con razón les arguyen que, aprendiendo por el Evangelio que Moisés, junto con Elías, vio la gloria de Dios, se han atrevido a denigrar la Ley y los Profetas. Y por eso nosotros no denigremos a Moisés ni difamemos su Ley, sino que seamos no sólo oyentes de la Ley, sino también cumplidores de ella (cf. St 1,23), para que con Moisés mismo merezcamos ser conglorificados (cf. Rm 8,17).

“Convirtámonos al Señor, para que retire de nosotros el velo de la letra”

2.4. Pero yo también creo que ofrecen materia para denigrar a Moisés aquellos que, por ejemplo, cuando se lee el libro del Levítico o un pasaje de los Números no muestran cómo estas cosas, que han sido escritas en enigma, deben ser comprendidas en la realidad, esto es, que no exponen espiritualmente las cosas que en la Ley se leen. Porque es inevitable que los que oyen que se proclama en la Iglesia el rito de los sacrificios o la observancia de los sábados u otras cosas semejantes, se escandalicen y digan: “¿Qué necesidad hay de leer esto en la Iglesia? ¿De qué nos sirven a nosotros los preceptos judíos y las observancias de un pueblo desechado? Estas cosas pertenecen a los judíos: ¡que se ocupen ellos de ellas!”. Por tanto, para que no sucedan a los oyentes escándalos semejantes, hay que dedicarse a la ciencia de la Ley y, teniendo en cuenta que la Ley es espiritual (cf. Rm 7,14), hay que entender y explicar (los textos) que se leen, no sea que, por causa de los doctores, o quizás por su desidia y negligencia, sea denigrado Moisés por los inexpertos e ignorantes. Convirtámonos más bien al Señor, para que retire de nosotros el velo de la letra (cf. 2 Co 3,16), de modo que no nos aparezca deforme el rostro de Moisés, sino glorioso y espléndido, y así no sólo no lo denigremos, sino que también, por la grandeza de sus pensamientos, le tributemos alabanza y gloria.