OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (445)

La parábola del servidor desagradecido

1795

Bowyer Bible

Bolton, Inglaterra

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía V (Nm 4,1-49)

El salmo noventa debe aplicarse a los justos, no al Salvador

3.4. El diablo creyó que este dicho había que entenderlo acerca del Salvador, pero, cegado por la malicia, no comprendió las palabras místicas; puesto que mi Salvador no precisaba de ángeles para que no tropezara su pie con la piedra (cf. Sal 90 [91],12). Calumnia el diablo a la Escritura divina, cuando refiere al Salvador estas palabras, no sobre Él se dice, sino de todos los santos, porque a sus ángeles mandó Dios en favor de su pueblo, para que no tropiece su pie contra la piedra. Pero también, todo lo que ha sido escrito en este salmo conviene a los justos, más que al Salvador. En efecto, libra el Señor de la ruina y del demonio meridiano (cf. Sal 90 [91],6) no al Salvador -lejos de nosotros el entenderlo así-, sino a todo justo. Porque los justos son quienes necesitan la ayuda de los ángeles de Dios, para que no sean sometidos por los demonios y para que sus corazones no sean traspasados por la flecha que vuela en las tinieblas (cf. Sal 90 [91],5).

Bajo este mismo misterio confirma Pablo que algunos habrán de ser llevados por los mismos ángeles en las nubes, cuando dice: “Pero también nosotros, los que vivimos, los que quedamos, junto con Él seremos arrebatados al encuentro de Cristo en el aire” (1 Ts 4,15-17). Son arrebatados, entonces, por los ángeles, los que se han purificado interiormente y se han aligerado de sus culpas; pero son llevados los que todavía están sobrecargados por algunos restos de (sus) faltas.

Conclusión de la homilía

3.5. Por tanto, son llevadas por algunos, las columnas del tabernáculo y los atrios y el resto de las cosas que refiere la Escritura (cf. Nm 4,31 ss.). Sin embargo, no son llevadas por los israelitas, sino por los levitas, según el sentido que nos parece hemos mostrado brevemente de paso, dejando al pensamiento de los oyentes que, si alguno de éstos ardiese de mayor deseo, encienda para sí la luz de la ciencia e interprete con ojo más perspicaz cosas más grandes que éstas. El Señor nos conceda a nosotros que, llevados y levantados por tales obreros, seamos liberados y defendidos de la flecha que vuela en las tinieblas y de la ruina y del demonio meridiano, no sea que tropiece nuestro pie contra la piedra (cf. Sal 90 [91],5. 6. 12), hasta que lleguemos al lugar de promisión de los santos, por Cristo nuestro Señor, al cual pertenecen el honor y el imperio por los siglos de los siglos. Amén (cf. 1 P 4,11).