OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (438)

La parábola de la perla

1900

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía IV (Nm 3,39 - 4,49)

Sobre lo que está escrito: “Se encontró que el número de levitas era de veintidós mil, mientras que los primogénitos de los hijos de Israel eran veintidós mil doscientos setenta y tres” (cf. Nm 3,39. 43).

¿Hay algún sentido oculto en los números que propone este pasaje?

1.1. El libro que se nos lee es el de los Números, un libro en el cual están escritas muchas diferencias de números sobre los hijos de Israel. Pero, después de los hijos de Israel, se enumeran también los levitas, aparte. Porque no habían sido censados con los hijos de Israel, y se considera un número de ellos separado y principal respecto del número de los demás, por lo cual se refiere que, todos juntos, fueron hallados veintidós mil (cf. Nm 3,39), de tal modo que no pudo encontrarse ni uno más ni uno menos. Después de esto, mandó el Señor contar también los primogénitos de los hijos de Israel en el mismo orden en que habían sido contados los levitas, o sea, desde un mes para arriba, y se encontraron veintidós mil doscientos setenta y tres primogénitos de los hijos de Israel (cf. Nm 3,43). ¿Crees que Moisés nos ha querido enseñar solamente una historia del número, y que en esa diversidad de números no ha encerrado, según su costumbre, algún misterio? ¿No te parece que existirá una razón por la que se diga que se prescribe que los primogénitos de Israel excedan sólo en doscientos setenta y tres a los levitas, que llegan a veintidós mil, ni uno más ni uno menos?

El número 22

1.2. Si uno observa, encuentra que en las divinas Escrituras sin duda el número veintidós se menciona frecuentemente en motivos fundamentales. En primer lugar, dicen que veintidós son, entre los hebreos, las letras del alfabeto. En segundo lugar, veintidós son los padres que hubo desde Adán, el protoplasto, hasta Jacob, de cuya semilla toman inicio las doce tribus. Dicen también que las especies de todas las criaturas de Dios se reúnen en el número veintidós. Pero también si se examina con más diligencia, se descubrirán otros muchos casos en las Escrituras consagrados a este número. Por eso, por consiguiente, también los levitas, o sea, los que sirven a Dios, y los primogénitos de los hijos de Israel, son mencionados con este admirable y sagrado número.

Los números y “el misterio de la generación humana”

1.3. Y que se añadan entre los hijos de Israel doscientos setenta y tres, tampoco me parece ocioso ni discierno claramente un camino fácil de solución, a no ser que el Señor se digne abrir y retirar para nosotros aquel velo impuesto por Moisés (cf. 2 Co 3,16) sobre estas letras.

Puesto que la reproducción del humano linaje en la carne, como afirman los que son peritos en tales cosas, se encierra nueve meses en la matriz, pero no lleva a moverse para el parto antes de que pase además el tercer día del décimo mes; y así se encuentra que este número, esto es, doscientos setenta y tres, indica aquellos días en que se reúnen de los nueve meses y los tres días del décimo mes, y hacen juntos esos doscientos setenta y tres días, por los cuales se ofrece al género humano el ingreso en este mundo. Y así, en el número veintidós se reúne místicamente la suma de todas las criaturas; y en los que se encuentran de más en los primogénitos de Israel, también se expone el misterio de la generación humana.

Sobre “los órdenes” de los hijos de Leví

1.4. Después de esto, cuando los hijos de Leví se dividieron en tres órdenes, y cada orden fue censado bajo los nombres de los tres jefes, también en estas realidades se añaden algunas diversidades no exentas de misterios. Porque se considera el primer orden, y con razón, el de los hijos de Caath[1](cf. Nm 4,2); puesto que de él descienden Moisés y Aarón, a los cuales se confía el sumo sacerdocio. “Porque de aquél nació Amrán, y de Amrán (nacieron) Moisés y Aarón” (cf. Nm 26,59). El segundo orden es el de Gersón, sin duda (es) el primero en el nacimiento, pero se considera el segundo en rango, puesto que así dice la Escritura: “Los hijos de Leví: Gersón, Caath y Merarí” (Nm 3,17). Pero de los hijos de Caath salen otros dos órdenes: los que descienden de Aarón, ejercen el sacerdocio (cf. Nm 3,4), en cambio la parte restante se ordena a servir a los sacerdotes (cf. 3,6 ss.); de ahí que los oficios de los levitas se dividan en cuatro partes: para ejercer el sacerdocio, Aarón y sus hijos (cf. Nm 3,3); los restantes del pueblo de Caath, para que lleven en sus hombros al Santo de los santos (cf. Nm 4,4; 7,9); los hijos de Gersón procuran las cosas que pertenecen al tabernáculo del testimonio o a sus atrios, y las pieles o también los velos y cualquier cosa que sea menos sólida y más ligera de peso (cf. Nm 4,24-28); en cambio las columnas del tabernáculo, sus bases y cerrojos las llevarán los hijos de Merarí (cf. Nm 4,29-33). Por eso también la Escritura, al referirse a ellos, los recuerda expresamente, para que se reconozca la fuerza de Merarí, porque se requiere fuerza para llevar de ese modo tales cargas.



[1] Transliteración del griego: Kaath.