OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (436)

La parábola del sembrador

Siglo XII

Alsacia, Francia

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía III (Nm 3,5-39)

Ubicación de los levitas en los campamentos de las doce tribus

3.1. Pero si (te) parece, tratemos todavía el orden de la historia, que se refiere en los Números, y, desde él, indaguemos dónde y cómo se debe contemplar el misterio de los primogénitos. Por ende revisemos con más atención de qué modo se distribuyen las doce tribus por ternas en cuatro partes, para establecerse cada una de ellas con cierta determinación uno de los cuatro puntos cardinales (cf. Nm 2,1 ss.); y encontramos que Judá se estableció al Oriente, con Isacar y Zabulón (cf. Nm 2,3 ss.); Rubén, al Occidente, con Simeón y Gad (cf. Nm 2,10 ss.); en el Mediodía, Efraím, con Benjamín y Manasés (cf. Nm 2,18 ss.); (y) en el Norte, Dan, con Neftalí y Aser (cf. Nm 2,25 ss.). Respecto de todos éstos, colocados casi en círculo de los cuatro puntos cardinales, en medio de ellos, en cuanto que son los más próximos a Dios, cerca del tabernáculo mismo de Dios, se establecen los levitas. En el campamento de Judá, que (está) al Oriente, están Moisés y Aarón (cf. Nm 3,38); en el campamento de Rubén, Gersón (cf. Nm 3,23); en el campamento de Benjamín, Caath[1] (cf. Nm 3,29); donde estableció su campamento Dan, está escrito que se sitúa Merarí (cf. Nm 3,35). Y así, en medio de los hijos de Israel, por todas partes y todo alrededor, como mezclados y entrelazados con los otros, parecen estar los hijos de Leví. 

Ascender hacia las realidades superiores en la lectura – escucha de la palabra de Dios

3.2. Estas realidades son las que la letra de la Ley nos expone, para que, recogiendo de ellas las semillas de misterios, como por ciertos grados subamos desde lo más bajo hasta lo sublime, y desde las cosas terrenas a las celestiales. Por tanto, asciende ahora si puedes, oh oyente, y elévate de los pensamientos terrenos, por la mirada del espíritu y la agudeza del corazón. Olvídate un poco de las cosas terrenas, avanza por encima de las nubes y del mismo cielo con el esfuerzo de la inteligencia. Busca allí el tabernáculo de Dios, donde entró Jesús como precursor por nosotros (cf. Hb 6,20) y donde ahora está presente ante el rostro de Dios, intercediendo en nuestro favor (cf. Hb 9,24 y 7,25). Allí, digo, busca esos cuatro órdenes y las ubicaciones de los campamentos; distingue allí el ejército israelita y las patrullas de los santos, y allí busca con sumo cuidado los misterios de los primogénitos, que ahora buscamos aquí.

Subimos guiados por el apóstol Pablo

3.3. Pero yo no me atrevo a subir allá solo, no me atrevo a sumergirme en esos lugares ocultos tan secretos de los misterios sin la autoridad de algún gran doctor. No puedo subir hasta allá, a no ser que me preceda Pablo, y él mismo me muestre el itinerario de este nuevo y arduo viaje. Por consiguiente, él mismo, el más grande de los apóstoles, que sabía que, no sólo en la tierra, sino también en los cielos, eran muchas las Iglesias -de las cuales Juan enumera siete (cf. Ap 1,4. 11)- sin embargo, el mismo Pablo queriendo mostrar que hay además una Iglesia de los primogénitos, dice, escribiendo a los hebreos: “Porque no se han aproximado a un fuego ardiente y tangible, sino que accedieron al monte Sión y a la ciudad del Dios viviente, la Jerusalén Celestial, y a la multitud de los ángeles en alabanza[2], y a la Iglesia de los primogénitos inscrita en los cielos” (Hb 12,18. 22-23). Por eso Moisés describe en la tierra el pueblo de Dios, distribuido en cuatro campamentos, y el Apóstol describe cuatro órdenes de santos en el cielo, a cada uno de los cuales dice que nos acercaremos cada uno de nosotros. Puesto que no todos se aproximan a todos, sino que unos se acercan al monte Sión; los que son un poco mejores que éstos, acceden a la ciudad del Dios viviente, la Jerusalén celestial; pero los que son todavía más eminentes que ellos, se acercan a la multitud de los ángeles en alabanza; mas los que están por encima de todos estos, acceden a la Iglesia de los primogénitos inscrita en los cielos. 

Sentido espiritual de la elección de los hijos de Leví

3.4. Si, entonces, has comprendido a través de estas cosas qué es el orden de los primogénitos, y qué es el misterio de este nombre, prepárate y esfuérzate cuanto te sea posible, para progresar lo que puedas en acciones, vida, costumbres, fe y principios, para que puedas acceder a la Iglesia de los primogénitos, que está inscrita en los cielos. (Y) si no puedes tanto, sino que eres un poco inferior, acércate a la multitud de los ángeles en alabanza. Si ni a este orden puedes acercarte, procura apresurarte hacia la ciudad del Dios viviente, la Jerusalén celestial. Pero si no eres apto para esto, al menos apresúrate hacia el monte Sión, para que te salves en la montaña (cf. Gn 19,17). Basta con que no residas en la tierra, no permanezcas en los valles, no continúes en los (lugares) sumergidos y profundos. Así me parece que hay que entender el tomar como primogénitos a los hijos de Leví (cf. Nm 3,6-7), que sirven a Dios y realizan el servicio en su altar y en su tabernáculo, y celebran los divinos ministerios con incesantes vigilias.



[1] Kaath en la versión griega de los LXX; o Quehat en hebreo.

[2] Lit.: colaudantes (collaudantium), que también podría traducirse: en fiesta.