OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (431)

Santísima Trinidad

Siglo XV

Liturgia de las Horas

Suffolk, Inglaterra

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía II (Nm 2,1-34) 

Recapitulación de la homilía precedente

1.1. La primera lectura de los Números nos ha enseñado que el ejército de Dios, que salió de la tierra de Egipto y que hizo camino por el desierto, fue inspeccionado, esto es, contado por Moisés y Aarón; y, separado por tribus, fue clasificado bajo un número preciso (cf. Nm 2,32); lo cual, exponiéndolo simultáneamente con todo el contenido del libro, dijimos que era una figura de cómo el pueblo de Dios saliendo del Egipto de este mundo se apresura hacia la tierra de promisión, o sea, es conducido o bien al lugar de las virtudes o bien a la gloria y a la heredad del reino de los cielos, de acuerdo con determinados rangos y según los grados de los méritos. Mediante estas cosas hemos mostrado la grandeza de los bienes futuros (cf. Hb 10,1), esbozada bajo las imágenes de la Ley.

“Hay un cierto orden en el alma” 

1.2. Ahora, el inicio de esta lectura que hoy ha sido proclamada, nos enseña cómo se dispone el orden del campamento, por aquellos que han sido emancipados para Dios y no se implican en asuntos terrenos (cf. 2 Tm 2,4). Y dice: «Y habló el Señor a Moisés y Aarón, diciendo: “Los hijos de Israel colocarán sus campamentos cada uno según su rango y según sus insignias, (y) según la casa de sus familias: de frente, alrededor de la tienda del testimonio se colocarán los hijos de Israel”» (Nm 2,1-2). Dice Moisés: “Cada uno colóquese en el campamento según su rango y según sus enseñas y según las casas de sus familias”; y Pablo dice: “Hágase todo honestamente y según el orden” (1 Co 14,40). ¿Y no te parece que es el mismo Espíritu de Dios el que habla en Moisés y el que habla en Pablo?. Moisés manda colocarse en el campamento según el orden; y Pablo manda que en la Iglesia se realice todo según el orden. Moisés, que ciertamente servía a la Ley, manda que en el campamento se observe el orden; en cambio, Pablo, como servidor del Evangelio, quiere que el cristiano sea ordenado no sólo en las acciones, sino en el propio hábito, y de un modo semejante dice: “Las mujeres igualmente, con hábito ordenado” (Tt 2,3). Por ello, yo considero que no sólo quieren que se guarde el orden en los oficios y en el hábito, sino que dan a entender que también hay un cierto orden en el alma, sobre el cual se dice que “cada uno debe caminar según su orden” (cf. Nm 2,34).

El orden está dado por la grandeza de los pensamientos

1.3. Este orden se indica principalmente sin duda por los frutos de las obras, pero también por la magnificencia de los pensamientos. Porque sucede con frecuencia que aquel que es portador de un pensamiento humilde y abyecto, y que gusta de lo terreno, ocupa un elevado grado en el sacerdocio o una cátedra de doctor, y aquel que es espiritual y tan libre del proceder terreno que pueda examinarlo todo y él mismo no ser juzgado por nadie (cf. 1 Co 2,15), tenga un rango de ministerio inferior o incluso sea relegado entre la multitud de fieles. Pero esto es despreciar los mandatos de la Ley y del Evangelio, y no realizar nada según el orden.

Hacer todo con orden

Pero también en lo que atañe a cada uno de nosotros, si uno está preocupado por la comida y la bebida, y tiene toda su ansia en las cosas terrenas, aunque también dedique a Dios en todo el día una o dos horas, y viene a la iglesia a la oración o escucha de paso la palabra de Dios, mientras que dedica su preocupación principal a la solicitud del mundo y del vientre (cf. Flp 3,19), éste no cumple el mandato que dice que “cada hombre avance según su orden” (Nm 2,2), o el que dice que “todo se haga con orden” (1 Co 14,40). Porque el orden ha sido establecido por Cristo: “Buscar primero el reino de Dios y su justicia” (Mt 6,33), y creer que, en segundo lugar, esto nos será dado por Dios (cf. Mt 6,33). Por tanto, que el hombre avance según su orden.

Coherencia de vida 

1.4. ¿O crees que quienes ejercen el sacerdocio y se glorían en el orden sacerdotal, avanzan según su orden y realizan todo lo que es digno de aquel orden? De modo semejante, ¿piensas también que los diáconos proceden según el orden de su ministerio? Y ¿de dónde viene el que a menudo oigamos blasfemar a la gente y decir: “¡Fíjate qué obispo o qué presbítero o qué diácono!”. ¿No dicen esto cuando el sacerdote o el ministro de Dios fue visto contravenir en algo su orden, o realizar algo contra el orden sacerdotal o levítico? ¿Y qué decir también de las vírgenes, de los ascetas o de todos los que se hallan en la profesión religiosa? Acaso, si alguno actuara de modo impúdico o petulante, si realizara algo indecente, ¿no le reprendería inmediatamente Moisés y le diría: “Que cada hombre avance según su orden” (Nm 2,2-4)? Reconozca, entonces, cada uno su rango y comprenda qué digno sea el orden que recibió; y así sopese sus actos y modere también sus palabras, y el mismo modo de caminar y el hábito, para que concuerde con el orden que profesa, no sea que oiga decir de parte de Dios que “por su causa se blasfema mi nombre entre las naciones” (Rm 2,24).