OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (412)

El sermón de la montaña

Siglo XIII

París

Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Levítico

Homilía XIII: Sobre los días de fiesta, la lámpara, el candelabro, el aceite para la luz, la mesa y los panes de la proposición

Los panes de la proposición 

3. Pero veamos ahora lo que también está escrito en los que sigue sobre los panes de la proposición. “Tomarán, dice, la flor de harina y harán con ella doce panes; cada uno de los panes será de dos décimas; y los colocarán en dos filas, seis panes por cada fila, sobre la mesa pura ante el Señor. Y pondrán sobre cada fila incienso puro y sal, y serán panes ofrecidos al Señor en memorial. El día sábado estarán puestos constantemente delante del Señor por los hijos de Israel: alianza eterna. Serán para Aarón y sus hijos; y los comerán en un lugar santo, porque son muy santos. Esto será para ellos una parte de lo que se ofrece al Señor: una ley perpetua” (Lv 24,5-9).

El sentido de los panes de la proposición

Según eso que está escrito, parece que con los doce panes se hace ante el Señor una conmemoración de las doce tribus de Israel, y se da este precepto: que sin interrupción esos doce panes estén dispuestos en presencia del Señor (cf. Lv 24,8); para que también siempre haya ante Él un memorial de las doce tribus, como si fuera una cierta súplica y oración por cada una. Pero pobre y débil es una intercesión de esta clase. Porque, ¿cuánto aprovecha a la propiciación -hay que considerarlo- que cada una de las tribus (presente) los frutos por un pan y las obras por los frutos?

La auténtica propiciación

Pero si se refiere esto a la magnitud del misterio, encontrarás que esta conmemoración tiene un ingente efecto propiciatorio. Si te vuelves hacia aquel pan que desciende del cielo y da vida a este mundo (cf. Jn 6,33), ese pan de la proposición que “Dios propuso (como) propiciación, por medio de la fe, con su sangre” (cf. Rm 3,25), y si consideras aquella conmemoración sobre la cual dice el Señor: “Hagan esto en memoria mía” (1 Co 11,25), encuentras que esta conmemoración (cf. Lv 24,7) (es) la única que hace a Dios propicio a los hombres. Por consiguiente, si recuerdas con mayor atención los misterios de la Iglesia, encuentras en eso que prescribe la Ley una imagen anticipada de la verdad futura (cf. Hb 10,1). Pero sobre esto no es necesario hablar más, basta un solo recuerdo para comprender. 

Diferentes clases de panes

Pero también podemos dar otra interpretación. Toda palabra de Dios es un pan, mas hay una diferencia entre los panes. Porque hay una palabra que puede ser expuesta al auditorio común e instruir al pueblo sobre las obra de misericordia y de entera beneficencia, y este es el pan que parecería común. En cambio, hay otra que contiene los secretos, trata sobre la fe en Dios y el conocimiento de las realidades (celestiales). Este es el pan puro, hecho con flor de harina. Este “está puesto siempre en presencia de Dios y colocado sobre una mesa pura” (cf. Lv 24,5. 8. 6); está reservado sólo para los sacerdotes y adjudicado a los hijos de Aarón como ofrenda perpetua. Pero para que no creas que esta es una narración pensada por mis propias facultades y que no la he observado en los libros divinos, te presentaré por medio de las Escrituras de qué modo en los diversos hombres se conserva una diversidad de panes conforme al mérito de cada uno. Se refiere en el Génesis que el patriarca Abraham dio hospedaje a los ángeles y de modo semejante también Lot (cf. Gn 18,1 ss.: 19,1 ss.). Pero Abraham, que lo sobrepujaba en méritos, se describe que ofreció panes de flor de harina (cf. Gn 18,6), que también llamó egkryphías, esto es ocultos o recónditos. En cambio, Lot, que no tenía flor de harina, dio panes de harina a sus huéspedes (cf. Gn 19,3); no que él fuera pobre, sino porque no tenía flor de harina, ya que en riquezas no está escrito (que fuera) inferior a su tío (cf. Gn 13,5 ss.), pero la diferencia de méritos de uno y otro es indicada por estos signos. Uno, a quien ciertamente serían revelados los misterios por el Señor y al que se le decía: “No ocultaré a mi siervo Abraham lo que voy a hacer” (Gn 18,17), que estaba instruido y formado en las realidades ocultas y en los secretos de Dios; este, está escrito, tenía panes de flor de harina. En cambio, aquel al que nada sobre los sacramentos le era manifestado, sino la explicación de la salvación y de la vida presente, está escrito que tenía panes comunes, hechos de harina (cf. Gn 18,6 y 19,3). Y tú, por tanto, si tienes el conocimiento de los secretos, si puedes disertar sabia y cautamente sobre la fe, sobre el misterio de Cristo, sobre la unidad del Espíritu Santo, ofreces al Señor panes de flor de harina; pero si haces exhortaciones comunes al pueblo y saber tratar únicamente una cuestión moral, que a todos concierne, sabrás que ofreces un pan común.