OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (399)

Jesucristo y Zaqueo

Siglo XII

Alemania


Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Levítico

Homilía X: Sobre el ayuno que se hace en el día de la propiciación; y sobre el chivo que se manda al desierto (cf. Lv 16,10)

El ayuno según la Ley de los judíos

2. Por donde también ahora debemos decir asimismo algunas (palabras) a aquellos que creen, por causa del mandato de la Ley, que incluso deben practicar el ayuno de los judíos; y ante todo me serviré de las palabras de Pablo diciendo que, si se quiere guardar una de las observancias de la Ley, “se está obligado a cumplir toda la Ley” (cf. Ga 5,3). Por tanto, quien observa estos ayunos también asciende tres veces al año a Jerusalén, para presentarse ante el templo del Señor (cf. Ex 23,17), para ofrecerse al sacerdote; busca el altar, que yace en el polvo; y ofrece víctimas sin la presencia de ningún pontífice. Porque está escrito que mientras ayuna el pueblo ofrece en sacrificio dos chivos (cf. Lv 16,5), sobre los cuales deben echarse las suertes, para que uno sea la parte del Señor (cf. Lv 16,9) y se ofrezca como víctima al Señor; en cambio, el otro tendrá por suerte ser enviado vivo al desierto (cf. Lv 16,10), y lleva sobre sí los pecados del pueblo. Estas son todas las acciones que consecuentemente debe cumplir quien quiera observar el ayuno según el precepto de la Ley; sobre ello ciertamente disertamos, según nuestras posibilidades, en la homilía precedente.

Sobre el sentido espiritual de los dos chivos

Sin embargo, como la palabra del Señor es rica y, según la sentencia de Salomón, no una vez, ni dos veces sino “tres veces debe ser escrita en el corazón” (cf. Pr 22,18. 20), tratemos también ahora de agregar algo a lo que ya se dijo en la medida de nuestras fuerzas, para mostrar de qué modo en “el tipo de los bienes futuros” (cf. 1 Co 10,11; Hb. 11,1) también ese primer chivo es ofrecido como víctima al Señor y el otro es despachado vivo. Oye en los Evangelios a Pilato diciendo a los sacerdotes y al pueblo de los judíos: “¿A quién quiere que libere, a Jesús, que es llamado Cristo, o a Barrabás?” (Mt 27,17). Entonces todo el pueblo clamó que liberara a Barrabás, pero que Jesús fuera entregado a la muerte (cf. Mt 27,21 ss.). Aquí tienes al chivo, que fue enviado vivo al desierto, llevando consigo los pecados del pueblo que clamaba y decía: “¡Crucifícalo, crucifícalo!” (Lc 23,21). Este es, por tanto, el chivo vivo enviado al desierto, y aquel es el chivo ofrecido al Señor como víctima propiciatoria por los pecados y que hace la verdadera propiciación por los pueblos que creen en Él. Y si preguntas quién sea el que conduce ese chivo al desierto, para probar que también esté lavado y purificado, (es) Pilato mismo que puede verse como “el hombre preparado” (cf. Lv 16,21. 22). Porque era el juez de la nación misma, quien por su sentencia lo envió al desierto. Pero escucha de qué modo estaba lavado y purificado (cf. Lv 16,24); cuando dice al pueblo: “¿Quieren que les libere a Jesús, que es llamado Cristo?” (cf. Mc 15,9; Mt 27,17), y todo el pueblo gritó diciendo: “Si liberas a ese no eres amigo del César” (Jn 19,12), entonces «Pilato, dice (el Evangelio), pidió agua y se lavó sus manos ante el pueblo diciendo: “Estoy puro de esta sangre; ustedes verán”» (Mt 27,24). Así, por consiguiente, lavando sus manos pensaba haber quedado puro.

Cristo es maestro de humildad

Luego, a nosotros que no servimos a la sombra y a la imagen[1](cf. Hb 8,5), sino a la verdad, esto es al día de la propiciación, en el cual se nos dio la remisión de los pecados, cuando “Cristo nuestra Pascua fue inmolado” (1 Co 5,7); ¿cómo, entonces, conocida la verdad, “volver de nuevo a los elementos débiles y pobres de este mundo, a los cuales quieren servir otra vez como al principio, observando los meses, los tiempos y los años?” (Ga 4,9-10). Oye de qué modo también el profeta repudia esta clase de ayuno y dice: “No elegí este ayuno, dice el Señor, ni (este) día, para que el hombre humille su alma” (cf. Is 58,5). Tú, si quieres ayunar según Cristo y humillar tu alma, todo el tiempo de todo el año está abierto para ti; más aún, tienes todos los días de tu vida para humillar tu alma, si al menos aprendiste del Señor nuestro Salvador, “porque Él es paciente y humilde de corazón” (Mt 11,29). Por consiguiente, ¿cuándo no es para ti un día de humillación, (tú) que sigues a Cristo, que es humilde de corazón y maestro de humildad?



[1] Lit.: copia, ejemplo, modelo (exemplum).