OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (389)

El evangelista san Lucas

Hacia el año 700

Evangeliario

Lindisfarne, Inglaterra

Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Levítico

Homilía IX: Sobre los sacrificios de propiciación, los dos cabritos y el ingreso del pontífice en el Santo de los santos

Los sacrificios del Primer Testamento son figuras y tipos

2. Pero ante todo mostremos de qué modo esto que se escribe sobre los sacrificios, el Apóstol dice que son figuras y tipos (cf. 1 Co 10,6), por cuales la verdad es mostrada en otras realidades, no sea que los oyentes supongan que nosotros consideramos en otro sentido incluso lo que está escrito la Ley de Dios, doblándola violentamente, como si en esto que afirmamos en nada nos precediera la autoridad apostólica. Pablo, por tanto, escribe a los hebreos, quienes sin duda leían la Ley, la habían meditado y la conocían bien, pero carecían de la comprensión sobre cómo debían interpretarse los sacrificios, de este modo: “Porque Jesús no entró en un santuario hecho por mano (humana), sino en el cielo mismo, para estar ahora ante el rostro de Dios (intercediendo) por nosotros” (Hb 9,24). Y de nuevo, sobre las víctimas, dice: “Esto, en efecto, lo hizo de una vez por todas, ofreciéndose a sí mismo como víctima” (Hb 7,27). ¿Pero por qué buscar uno por uno estos testimonios? Habría que recensionar toda la misma Epístola escrita a los Hebreos, y en especial este pasaje donde compara el pontífice de la Ley con el pontífice de la promesa, sobre quien está escrito: “Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (Hb 5,6); se comprende (entonces) cómo todo este pasaje del Apóstol muestra que las cosas que están escritas en la Ley son “ejemplos y tipos” de aquellas realidades vivientes y verdaderas.

La túnica de la carne de Cristo

Por consiguiente, nosotros debemos buscar el pontífice que una vez al año (cf. Lv 16,34), esto es por todo el tiempo presente, ofrece el sacrificio a Dios vestido con la vestimenta de la cual, con la ayuda de Dios, mostraremos su cualidad.

“Él se revestirá, dice (la Escritura), con una túnica de lino santificada” (Lv 16,4). El lino tiene su origen en la tierra, en consecuencia Cristo, verdadero pontífice, se reviste con una túnica de lino santificada cuando asume la naturaleza de un cuerpo terrestre; porque sobre el cuerpo se dice que “es tierra y a la tierra irá” (cf. Gn 3,19). Por tanto, queriendo mi Señor y Salvador resucitar esto que irá a la tierra, tomó un cuerpo para elevarlo de la tierra y llevarlo al cielo. Y la figura de este misterio está (contenida) en lo que está escrito en la Ley: que el pontífice se revista con una túnica de lino. Pero lo que se agrega: “Santificada”, no se oye en vano. En efecto, la túnica de la carne de Cristo fue santificada, porque no fue concebida de una simiente de varón, sino que fue engendrada por el Espíritu Santo.

Los “femoralia”

“Y los calzones[1] de lino, dice (la Escritura), estén sobre su cuerpo” (cf. Lv 16,4). Y los calzones son una vestimenta que cubre las partes pudendas del cuerpo y se usan para ceñirlas. Por tanto, si consideras que nuestro Salvador ciertamente tomó un cuerpo y puesto en un cuerpo realizó actos humanos, es decir, comió, bebió y otros semejantes, pero no realizó el solo acto que pertenece a las partes pudendas del cuerpo, y su carne no se prestó ni a las nupcias, ni a la procreación de hijos, encontrarás en qué sentido tenía calzones de lino santificados, de modo que verdaderamente de él debe decirse: “Nuestros miembros más deshonestos reciben el mayor honor” (cf. 1 Co 12,23). Sin embargo, considera también el hábito mismo del pontífice, porque lo que por naturaleza parece lo menos honorable, revestidos los calzones de lino y ceñidos por el cinturón, incluso según la letra conviene decir: “Nuestros miembros menos honorables reciben el mayor honor”. Así, por consiguiente, también todos los que viven en castidad imitan a Cristo, desconociendo solamente éste entre los actos humanos, revistiendo asimismo “calzones de lino santificados”, y rodeando sus miembros menos honorables con mayor honor.

El cinturón

Se reviste, entonces, con una túnica de lino y calzones de lino están sobre su cuerpo. Pero para que no suceda que estos calzones, que cubren las partes pudendas, se deslicen abriéndose y revelen o descubran la desnudez, “no subirás al altar -dice (la Escritura)- no sea que en ello se revele tu desnudez” (cf. Ex 20,26); por tanto, para que no se revele tu vergüenza al deslizarse los calzones, que éstos[2] estén ceñidos, dice (la Escritura), con un cinturón. Como también en otro tiempo Juan Bautista y también Jeremías, porque Jeremías sin duda (tenía) un cinturón (cf. Jr 13,1-2), y Juan un cinturón de piel alrededor de los riñones (cf. Mc 1,6), según la Escritura; y hemos demostrado suficientemente de qué modo por estos signos se declara la parte aquella del cuerpo que en estos hombres (estaba) tan muerta que no (podía) creerse que hubiera un levita ni algún otro en sus riñones (cf. Hb 7,10. 5), sino sólo la castidad y la perfecta pureza.

La tiara de lino

El pontífice entonces “se ceñirá con un cinturón de lino y pondrá sobre su cabeza una tiara de lino” (cf. Lv 16,4), todo (es) de lino. Lo que se llama tiara, es un cierto ornato que se pone sobre la cabeza (cf. Hom. VI,5), que es utilizado por el pontífice u otros sacerdotes en las ofrendas de las víctimas. Pero también cada uno de nosotros debe adornar su cabeza con los ornamentos sacerdotales. Y puesto que “Cristo es la cabeza de todo hombre” (cf. 1 Co 11,3), quienquiera que obre de forma que procure gloria a Cristo por sus actos, adorna su “cabeza que es Cristo” (cf. Ef 4,15). Puede comprenderse también de otro modo el ornato de la cabeza en nosotros. Puesto que en nosotros el primero, lo más elevado y la cabeza de todo es el espíritu, adorna su cabeza con la dignidad del pontífice si adorna su espíritu con las enseñanzas de la sabiduría. Por eso se prescribe al pontífice que se revista con estas vestiduras, y sólo así entrar entonces en el santuario (cf. Lv 16,3), no sea que muera por no tenerlas.



[1] Femoralia (o: feminalia): todo lo que sirve para cubrir los muslos, para lo cual en la antigüedad se usaban fajas. Cf. Hom. VI,6.

[2] Lit.: femoralia.