OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (384)

Jesús con Marta y María

Hacia 1652 (?)

Rembrandt

Holanda

Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Levítico

Homilía VIII: Sobre la mujer que concibe y da a luz. Sobre la lepra y su purificación

Quinta clase de lepra

9[1]. Hay una quinta especie de lepra, cuando “el contagio se produce en la cabeza o en la barba del hombre 0 (en la cabeza) de la mujer, de modo que la infección aparece más hundida que la piel del cuerpo; y ésta es la lepra de la cabeza o de la barba” (cf. Lv 13,29-30).

Mira, por tanto, si no se puede considerar (que tiene) en sí la lepra de la cabeza a quien no tiene a Cristo por cabeza (cf. 1 Co 11,3), sino a algún otro; por ejemplo, a Epicuro predicando la voluptuosidad como sumo bien; ¿no te parecen impuras la cabeza y la barba de un tal hombre? Pero también esto, que cuando debe ser un hombre y obrar como perfecto, si acaso es fácilmente vencido y cual un niño (cf. 1 Co 13,11) por el pecado, también de éste se debe decir que tiene la lepra de la barba; porque cuando debía vencer al Maligno y progresar con el honor sacerdotal, que se designa con la barba, impedido por los vicios de la adolescencia, padecía la lepra de la barba. Y la mujer, que en la Escritura simboliza el alma, que no puede tanto dar la semilla de la palabra cuanto recibirla, como a menudo ha sido dicho; se interpreta que (tiene) la lepra en la cabeza, si tiene como marido, cabeza de la mujer (cf. 1 Co 11,3), a un doctor contaminado e impuro, seguidor de Marción, de Valentín o algún otro semejante.

Sexta especie de lepra

10. El sexto y ya último género de lepra: la que se forma en la calvicie o en la media calvicie[2] (cf. Lv 13,42); éstos, en cuanto a sí mismos, son puros. Porque así lo dice la Ley: “Si a alguien, dice, se le caen los cabellos de la cabeza, es calvo, es puro. Pero si se le caen de lo alto de la frente, es medio calvo, es puro” (Lv 13,40).

Y convenientemente esto se aplica al alma, de modo que cuando ella deja y abandona sus obras muertas por naturaleza, se la llama pura. Pero si después de esto, la que antes estaba purificada, vuelve a pulular en cosas sórdidas y bajas respecto de lo que exige la dignidad de la pureza, el alma vuelve a ser inmunda y leprosa.

Prescripciones dadas a los leprosos

Ahora, de manera general para todo leproso que tenga el contagio de la lepra y que su señal parezca más hundida que el resto de la piel (cf. Lv 13,30) -puesto que todo vicio del alma está más hundido que el resto de la virtudes-, la Ley, que es espiritual (cf. Rm 7,14), ordena esto: “Sus vestimentas, dice, estén rasgadas, su cabeza descubierta y su boca cubierta” (Lv 13,45).

Las vestimentas desgarradas

Por lo cual se indica que quien es leproso en el alma, esto es herido por los pecados, no debe coser sus vestimentas y ocultar las vergüenzas del pecado. Porque como aquel cuyas ropas están rasgadas, lleva desnuda y descubierta la vergüenza del cuerpo, así conviene que quien está rodeado por algunos pecados, no oculte sus males y pecados con el remiendo de las palabras, ni con el velo de las excusas; para que no sea “un sepulcro blanqueado, que aparece por fuera hermoso para los hombres, pero adentro está lleno de huesos de muertos y de toda clase de inmundicias” (cf. Mt 23,27).

La cabeza descubierta

La Ley divina, por consiguiente, quiere que el pecador no sólo no cosa las vestimentas, sino que también no se cubra la cabeza, de forma que si hay un delito de la cabeza, es decir, si ha cometido alguna (ofensa) contra Dios, si hay un pecado en la fe, que no los tenga cubiertos sino que los manifieste a todos, para que por la intercesión y la reprensión de todos se enmiende y obtenga el perdón.

La boca cubierta

Sin embargo, a ese leproso se le ordena cubrir solamente la boca(cf. Lv 13,45): ¿qué es esto que manda tener desnudas todas las partes del cuerpo y prescribe sólo tapar la boca? ¿No es evidente y manifiesto que a quien está con la lepra del pecado, se le clausura la palabra, se le cierra la boca, para excluir la confianza de la palabra y la autoridad de la enseñanza? En efecto, «Dios dice al pecador: “¿Por qué recitas mis preceptos y tienes mi alianza en tu boca?”» (Sal 49 [50],16). Por tanto, que el pecador tenga la boca cerrada, porque quien no se enseña a sí mismo, no puede enseñar a otro (cf. Rm 2,21); y por eso se le ordena tener su boca tapada a quien, obrando mal, perdió la libertad de hablar.

Afuera del campamento

“Será impuro, dice (la Escritura), y separado habitará afuera, fuera del campamento estará su morada” (Lv 13,46). Es claro que todo impuro es expulsado de la asamblea de los buenos, y separado de la congregación y del campamento de los santos; y por eso se dice que “su morada estará fuera del campamento”. Y si tal vez fuera purificado, no va al sacerdote espontáneamente y por sí mismo, sino que, dice (la Escritura), la ofrenda es hecha por otro y (aquél) no entra en el campamento (cf. Lv 14,4). Porque no era conveniente que “el mismo día en que fuere purificado” (cf. Lv 14,2), antes que se hicieran (los ritos) adecuados, entrara en el campamento (cf. Lv 14,8).



[1] Fragmento griego: «“En la cabeza o en la barba” (cf. Lv 13,29). Mira si puedes atribuir la lepra de la cabeza al que no tiene a Cristo por cabeza (cf. 1 Co11,3), sino alguna otra doctrina; considera entonces que su cabeza (es) leprosa e impura. Pero también si ahora debe ser un hombre y en cambio se muestra vencido por el niño (cf. 1 Co 13,11), peca, no como un niño, sino que peca como hombre, de modo que tiene la lepra de la barba. Y la mujer, esto es el alma, que no produce las semillas de las palabras sino que las recibe, tiene sobre el rostro y en la barbilla (lit.: barba) lo que la Ley de modo peculiar llama herida o concusión» (Origenes Werke…, pp. 406-407; cf. Procopio de Gaza, Comentario al Levítico, 13,29; PG 87,735-738).

[2] Recalvities: la calvicie sólo por la frente.