OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (376)

Pentecostés

Siglo XIII

Evangeliario

Ereván, Armenia

Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Levítico

Homilía VII: La prohibición de beber vino y bebidas fermentadas a Aarón y sus hijos cuando ofician en la carpa del encuentro

Sobre los alimentos y los animales puros e impuros

4. Pero veamos ya también algo sobre lo que se ha leído acerca de los alimentos y de los animales puros e impuros; y como en la explicación de la copa ascendimos desde la sombra hacia la verdad de la copa espiritual, así también de los alimentos, que son llamados sombra, ascendamos a aquellos que son los verdaderos alimentos según el espíritu. Pero para esta investigación necesitamos los testimonios de las divinas Escrituras para que nadie piense -porque los hombres aman “aguzar sus lenguas como una espada” (cf. Sal 63 [64],4)- ni crea, digo, que yo hago violencia a las Escrituras divinas, y lo que sobre los animales se afirma en la Ley, cuadrúpedos o aves o peces puros o impuros, lo aplico a los hombres e imagino que esas afirmaciones se dicen sobre los hombres. Porque, tal vez, alguien del auditorio diga: “¿Por qué haces violencia a la Escritura? Se habla de animales, que se comprenda (referido) a los animales”. Por tanto, para que nadie crea que (que se trata) de una interpretación adulterada por el ingenio humano, hay que evocar en este asunto la autoridad apostólica. 

“Una sombra de los bienes futuros”

Escucha, por consiguiente, en primer lugar, de qué modo habla Pablo sobre esto. “Porque todos, dice, pasaron por el mar, todos fueron bautizados en Moisés, en la nube y en el mar, todos comieron el mismo alimento espiritual y todos bebieron la misma bebida espiritual. Puesto que bebieron de la roca espiritual que los seguía; pero la piedra era Cristo” (1 Co 10,1-4). Esto dice Pablo, “Hebreo entre los hebreos, según la Ley, fariseo (Flp 3,5), instruido a los pies de Gamaliel” (cf. Hch 22,3), y ciertamente nunca se hubiera atrevido a hablar de comida espiritual y bebida espiritual, si no hubiera aprendido por la ciencia de una doctrina muy verdadera, que le fue transmitida, que tal es el sentido del legislador. De donde también agrega, en cuanto (hombre) confiado y seguro acerca del sentido de los alimentos puros e impuros, que hay que observarlos no según la letra sino espiritualmente, y dice: “Por tanto, que nadie los juzgue en (materia) de alimento, o de bebida, o sobre los días de fiesta, o de luna nueva, o de sábados, que son sombra de los bienes futuros” (Col 2,16-17). Ves, entonces, cómo todo eso de que habla Moisés sobre alimento o bebida, Pablo, que había aprendido mejor estas cuestiones que esos que ahora se jactan de ser doctores, dice que todo eso es “una sombra de los bienes futuros” (cf. Col 2,17). Así también, como lo dijimos, debemos ascender de esa sombra a la verdad. (Esta) palabra es de un cristianos a los cristianos, a quienes debe ser cara la autoridad de las palabras apostólicas; pero si alguien hinchado por la arrogancia menosprecia o desdeña las palabras apostólicas, ¡qué vea él mismo! Para mí, en cambio, además de a Dios y a nuestro Señor Jesucristo, lo bueno es adherirse (cf. Sal 72 [73],28) también a sus Apóstoles, y recibir la comprensión de las divinas Escrituras de su misma tradición.

El recurso a los apóstoles Pedro y Pablo

Pero habrá, tal vez, un tiempo oportuno, si tal es la voluntad de Dios y si lo permite la tranquilidad de los acontecimientos -“porque no conocemos a la que da a luz el día de mañana” (Pr 27,1)-, en que también por el Antiguo Testamento mostremos, según lo que vieron los Apóstoles, que la comprensión de los alimentos puros e impuros, pero incluso de los animales, aves, peces, sobre los cuales se escribe en la Ley, se refiere a los hombres. Pero ahora puesto que no hay tiempo para una explicación más amplia, contentémonos con los testimonios de las dos luminarias de los apóstoles, Pedro y Pablo.

La visión de Pedro en Jope

Cuando el apóstol Pedro estaba en Jope y quería orar, ascendió a lo alto (cf. Hch 10,9). De inmediato recibo también yo como significativa la palabra del hecho mismo: no quería orar en lo bajo, sino que subió a lo alto. Puesto que el parecer de un tan gran apóstol de elegir lo alto para orar no (es) superfluo, sino, en cuanto yo lo pienso, muestra que Pedro, que “estaba muerto con Cristo, buscaba las realidades que son de lo alto, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios, y no aquellas que son de la tierra” (cf. Rm 6,8; Col 3,1. 2). Subió allí, a aquel techo, a aquella altura, sobre los cuales también dice el Señor: “El que esté en el techo, que no descienda para sacar algo de la casa” (Mt 24,17). Y además para que sepas por qué nada sospechoso hay en esto que decimos sobre Pedro, que subió a lo alto, lo que sigue te lo probará: “Ascendió a lo alto, dice (la Escritura), para orar y vio el cielo abierto” (Hch 10,9. 11). ¿No te parece que Pedro subió a lo alto no sólo con el cuerpo, sino también con la mente y el espíritu? «Vio, dice (la Escritura), el cielo abierto y un objeto como un lienzo posarse en tierra, en el cual había cuadrúpedos, reptiles y pájaros del cielo. Y oyó una voz que le decía: “Levántate, Pedro, y come”» (Hch 10,11-13); sin duda, se le ordenaba comer de esos (animales): cuadrúpedos, reptiles y volátiles, que estaban puestos en el lienzo y eran llevados desde el cielo hacia él. Pero aquél dijo: «“Señor, tú sabes que nada inmundo o impuro ha entrado en mí”. Y la voz, dijo, le dijo de nuevo: “Lo que Dios ha hecho puro tú no lo llames inmundo. Y esto sucedió tres veces. Y después de eso, dice, el lienzo fue recibido en el cielo» (Hch 10,14-16).

Tres veces

Sobre eso de los animales puros e impuros la explicación es: de estas realidades el Apóstol aprende la ciencia de las cosas del cielo, porque ciertamente no había en la tierra alguien más eminente y más importante que él, y aprende no de una voz ni de una visión, sino de tres. Yo no acepto que eso mismo que por tres veces se le dijo (cf. Hch 10,16), (sea) una mención ociosa. Por tres veces se le dijo, y por él a todos nosotros: “Lo que Dios ha hecho puro, tú no lo llames inmundo” (Hch 10,15). Porque lo que es purificado no es purificado, ni por una invocación, ni por una segunda, porque si no se pronuncia también una tercera invocación, nadie es purificado. Puesto que si no se es purificado por el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, no se puede ser puro. Por eso, entonces, lo que se mostraba para la purificación, no se mostraba una vez, ni dos sino tres veces, y se daba la orden tres veces (cf. Hch 10,16). Estaban, entonces, sobre aquel lienzo “cuadrúpedos reptiles y aves del cielo” (Hch 10,12).

Interpretación de la visión que tuvo Pedro 

Y después de eso “pensaba Pedro, dice (la Escritura), dentro de sí mismo qué significaba[1] aquello” (Hch 10,17). Y todavía (estaba) pensando (cuando) “llegaron los que habían sido enviados, dice (la Escritura), por el centurión Cornelio” (Hch 10,17) desde esa ciudad, esto es de Cesarea a Jope. Porque allí estaba Pedro, “hospedado en lo de un cierto Simón, curtidor” (cf. Hch 10,6). Convenientemente Pedro permanecía en lo de un curtidor, tal vez por aquello que dice Job: “Me has vestido de piel y carne” (cf. Jb 10,11). Pero esto sea dicho como una digresión. Mientras tanto llegaron los que había enviado Cornelio a ver a Pedro; éste los recibió, los escucho y supo por ellos lo que Cornelio le pedía.

Y descendiendo de lo alto fue hasta Cornelio (cf. Hch 10,21). Descendió, porque Cornelio todavía estaba abajo y permanecía en las realidades inferiores. Fue, por consiguiente, a Cesarea, “encontró a muchos congregados” allí, en casa de Cornelio, «y después de muchas cosas les dijo: “Dios me ha mostrado que no hay que llamar a ningún hombre inmundo o impuro”» (Hch 10,27. 28). ¿No te parece que el apóstol Pedro hizo una clara transposición de todos aquellos cuadrúpedos, reptiles y volátiles hacia el hombre, comprendiendo como hombres a esos que le fueron mostrados en el lienzo que descendía del cielo?



[1] Lit.: qué era eso.