OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (372)

Jesús el buen pastor

1863

Stories of old or Bible narratives

New York, USA

Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Levítico

Homilía VII: La prohibición de beber vino y bebidas fermentadas a Aarón y sus hijos cuando ofician en la carpa del encuentro

Introducción

Sobre lo que se manda a Aarón y sus hijos, que “no beban vino y bebida embriagadora, cuando van a ingresar en el tabernáculo del testimonio, o cuando acceden al altar”; y sobre “el pecho de la presentación y el hombro separado” (cf. Lv 10,9. 14 ss.); y sobre los animales o los alimentos puros e impuros (cf. Lv 11,1 ss.).

1. Ciertamente de las muchas cosas leídas en la lectura precedente, obligados por la brevedad del tiempo, sólo explicamos unas pocas. Porque ahora no cumplimos con el ministerio de la explicar las Escrituras, sino con el de edificar la Iglesia; por más que, también lo que fue tratado antes por nosotros, pueda (hacer) descubrir a cada auditor avisado los caminos evidentes para la comprensión[1]. Y por lo mismo de lo que ahora se nos ha leído, puesto que no podemos (ver) todo, sin embargo, recogemos lo que edifica a los oyentes, como las florecillas “de un campo fértil que bendice el Señor” (cf. Gn 27,27).

Por consiguiente, qué es lo que ahora se nos ha leído: «El Señor habló a Aarón diciendo: “No beberán vino ni bebida embriagadora[2], tú y tus hijos contigo; cuando entren en el tabernáculo del testimonio, o cuando accedan al altar, y (así) no morirán. Ley eterna para su generaciones, para discernir entre santo y lo contaminado, entre lo impuro y lo puro, e instruir a los hijos de Israel en todas las leyes que el Señor les dio por medio de Moisés”» (Lv 10,8-11).

Condiciones impuestas a los sacerdotes para acceder al altar

Una ley evidente es dada a los sacerdotes y al príncipe de los sacerdotes, para que cuando accedan al altar se abstengan del vino y de toda bebida que pueda embriagar, que la divina Escritura acostumbra a llamar con el apelativo vernáculo de sicera (bebida fermentada). Por tanto, la palabra divina quiere que los sacerdotes del Señor sean sobrios en todo, puesto que quienes “se acercan al altar de Dios deben orar por el pueblo” (cf. Lv 9,7) e interceder por las faltas de otros, (y) tienen heredad en la tierra, sino que el Señor mismo es su heredad. Porque así dice sobre ellos la Escritura: “A los hijos de David, dice, no se les dará parte en medio de sus hermanos, porque yo soy la heredad de ellos, el Señor Dios de ellos mismos” (Nm 18,20). Quiere, entonces, que éstos, para quienes la heredad es el Señor mismo, sean sobrios, temperantes, vigilantes en todo tiempo, pero sobre todo cuando están delante del altar para orar y sacrificar en presencia del Señor

La ebriedad es madre de la lujuria

Esos mandatos conservan su fuerza y deben ser cumplidos con estricta observancia, como que también el Apóstol mismo los confirma con las leyes del Nuevo Testamento (cf. 1 Tm 5,23). De manera similar el Apóstol, poniendo asimismo para los sacerdotes y los príncipes de los sacerdotes las reglas de vida, les dice que no deben entregarse a beber mucho vino, sino ser sobrios (cf. Tt 1,7. 8; 2,2. 3). Porque la sobriedad es la madre de todas las virtudes, como por el contrario la ebriedad lo es todos los vicios. Porque abiertamente el Apóstol lo proclama diciendo: “El vino, en el que está la lujuria” (Ef 5,18), para mostrar que de la ebriedad se genera la lujuria como hija primogénita.

Evitar la ebriedad y la crápula

Además de eso, también el Salvador por su autoridad de Señor y Rey, constituyendo las leyes y reglas para los sacerdotes al mismo tiempo que para los pueblos, dice: “Presten atención, no sea que graven sus corazones con la ebriedad, la crápula[3] y las preocupaciones por cosas del mundo, y venga sobre ustedes improvisamente la muerte” (Lc 21,34). Oyeron el edicto del Rey eterno, y aprendieron el lamentable fin de la ebriedad y la crápula. Si un médico perito y sabio les prescribe estas mismas palabras y les dice: estén atentos, no sea que alguien, tal vez, beba un exceso de jugo, de estas o aquellas hierbas, porque si sucede, de inmediato le sobrevendrá la muerte; por lo cual no dudo que cada uno, cuidando la propia salud, observará las recomendaciones prescritas por el médico. Pero ahora el médico de las almas y los cuerpos, y al mismo tiempo Señor, ordena evitar la hierba de la ebriedad y la crápula, precaviéndose igualmente de las solicitudes mundanas como de jugos mortíferos. Y no sé si alguno de nosotros no se consume en esto, para no decir que se hiere.

La ebriedad corporal

Hay, por tanto, una ebriedad de vino perniciosa en todas las formas: ella es la única que debilita al mismo tiempo el cuerpo con el alma. Porque en otros casos puede suceder que, según el Apóstol, cuando se enferma el cuerpo, entonces más fuerte está el espíritu (cf. 2 Co 12,10), y cuando se corrompe el hombre exterior, aquel (hombre) que está dentro[4], se renueva (cf. 2 Co 4,16). En cambio, en la enfermedad de la ebriedad se destruye el cuerpo al mismo tiempo que el alma, el espíritu juntamente con la carne se corrompen. Todos los miembros (son) débiles: los pies, las manos; la lengua se paraliza; las tinieblas (cubren) los ojos; la mente se vela con el olvido, de modo que no sepa ni sienta que es un hombre. Por tanto, en primer lugar, tiene esta decadencia la ebriedad corporal.

La dañina ebriedad de las pasiones

Pero si ya examinamos de qué formas se puede embriagar el espíritu humano, encontraremos ebrias incluso a personas que se creen sobrias. La cólera embriaga el alma, pero el furor la hace más que ebria, si no obstante alguna cosa puede sobrepasar la ebriedad. La codicia y la avaricia vuelven al hombre no sólo ebrio sino también rabioso. Y las concupiscencias obscenas embriagan el alma, como por el contrario también las santas concupiscencias la embriagan, pero de aquella santa ebriedad sobre la cual decía uno de los santos: “Y tu copa embriagadora, ¡qué excelente es!” (Sal 22 [23],5). Pero después trataremos sobre (esta) diferente ebriedad. Mientras tanto mira cuántas son (las pasiones) que embriagan el alma; también el temor la embriaga, y la vana sospecha; pero la envidia y el odio la quebrantan más que toda ebriedad. Pero no se pueden enumerar cuántas son (las pasiones) que afectan con el vicio de la ebriedad a la pobre alma.

El verdadero pontífice y los verdaderos sacerdotes

Entre tanto tratemos sobre los sacerdotes, a quienes la Ley ordena abstenerse de vino cuando se aproximan al altar. Y ciertamente en cuanto atañe al precepto histórico, bastan estas cosas que se han dicho. Pero en lo que respecta a la comprensión mística, más arriba está nuestra declaración que, según la autoridad del apóstol Pablo, nuestro Señor y Salvador es llamado “pontífice de los bienes futuros” (cf. Hb 9,11). Por consiguiente, Aarón es Él mismo; en cambio, sus hijos son sus apóstoles[5], a los cuales Él mismo decía: “Hijitos, todavía por un poco (de tiempo) estoy con ustedes” (Jn 13,33). Por tanto, lo que la Ley prescribía a Aarón y sus hijos: que no bebieran vino ni bebida embriagadora cuando accedían al altar (cf. Lv 10,9), veamos cómo aplicarlo[6] a Jesucristo nuestro Señor y a sus sacerdotes e hijos, nuestros apóstoles.

Y consideremos en primer lugar, antes que se aproxime al altar, de qué modo ese pontífice verdadero bebe vino con sus sacerdotes; en cambio, cuando comienza a acercarse al altar e ingresa en el tabernáculo del testimonio, se abstiene del vino. ¿Piensas que podemos encontrar el por qué de tal gesto de su parte? ¿Piensas que podemos acomodar las formas de los instrumentos antiguos[7] a los actos y palabras del Nuevo Testamento? Podemos, si el mismo Verbo de Dios se ayudarnos e inspirarnos. Busquemos, entonces, de qué modo nuestro Señor y Salvador, que es el verdadero pontífice, con sus discípulos, que son los verdaderos sacerdotes, antes de acercarse al altar bebe vino, pero cuando se empieza a acercarse, no bebe.

La ebriedad espiritual

El Salvador vino a este mundo para ofrecer su carne en sacrificio por nuestros pecados (cf. Ef 5,2; Ga 1,4). Antes de ofrecerla, en el período de la dispensación[8], bebía vino. Y por eso se le llamaba “hombre glotón y bebedor de vino, amigo de los publicanos y pecadores” (cf. Mt 11,19). Pero cuando llegó el tiempo de su cruz  y estaba por acceder al altar, donde inmolaría su carne en sacrificio, «tomó, dice (la Escritura), el cáliz, lo bendijo y lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomen y beban de él”» (Mt 26,27). Ustedes, dice, beban, los que no van a acceder de inmediato al altar. Pero él mismo como está por acceder al altar dice sobre sí: “En verdad les digo que no beberé del fruto de esta vid hasta que beba el (vino) nuevo con ustedes en el reino de mi Padre” (Mt 26,29).

Si alguno de ustedes accede a la escucha con oídos purificados, que contemple lo recóndito de un inefable misterio. ¿Qué es lo que dice: “Porque no beberé del fruto de esta vid hasta que beba el (vino) nuevo con ustedes en el reino de mi Padre” (Mt 26,29)? Hablábamos más arriba la promesa dada a los santos de esa buena embriaguez, cuando dicen: “Y tu copa embriagadora, ¡qué excelente es!” (Sal 22 [23],5). Pero también en muchos otros lugares de la Escritura leemos (textos) semejantes: “Se embriagarán de la abundancia de tu casa, y del torrente de tus delicias les darás de beber” (Sal 35 [36],9). En Jeremías también dice el Señor: “Y embriagaré a mi pueblo” (cf. Jr 31 [38 LXX],14). E Isaías dice: “He aquí que quienes me sirven beberán, pero ustedes tendrán sed” (Is 65,13). Y sobre esta clase ebriedad encontrarán muchas menciones en las divinas Escrituras. Esta embriaguez sin duda debe ser entendida como el gozo del alma y la alegría del espíritu[9], como la distinción que también recuerdo hice en otro lugar entre la ebriedad de noche (cf. 1 Ts 5,7) y la ebriedad de día.



[1] O: interpretación (ad intelligendum).

[2] Sicera, que también puede traducirse por bebida fermentada, cerveza.

[3] Crapula: embriaguez, borrachera, ebriedad, aturdimiento de cabeza por haber bebido mucho.

[4] O: el hombre interior (ille qui intus est).

[5] O, menos literalmente: los hijos de Aarón son sus apóstoles.

[6] Apto: acomodar, ajustar, adaptar.

[7] O: las expresiones de la antigua legislación (veteris instrumenti formas).

[8] Inter dispensationum moras, que también puede traducirse: en el período de la economía.

[9] Mens, que podría traducirse también por entendimiento, mente, inteligencia.