OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (371)

Jesús resucitado se aparece a los apóstoles junto al lago de Tiberíades

Siglo XII

Salzburg, Austria

Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Levítico

Homilía VI: Sobre las vestimentas del pontífice y de los sacerdotes

Sacerdocio inferior y sacerdocio superior

6. En cambio, en lo que dice (la Escritura): “Y Moisés hizo acercarse a los hijos de Aarón, los vistió con túnicas,  los ciñó con cinturones y les impuso las tiaras, como lo había ordenado el Señor a Moisés” (Lv 8,13), hay que notar cuál sea la diferencia entre los sacerdotes inferiores y los sacerdotes superiores. A ésos no se les ponen dos vestimentas, ni el humeral, ni el pectoral, ni el ornato de la cabeza, sino sólo la tiara y los cinturones, para ajustar la túnica (cf. Lv 8,7 ss.). Por tanto, estos reciben la gracia del sacerdocio, cumplen el ministerio, pero no como aquellos que están adornados con el humeral y el pectoral, que resplandece con la manifestación y la verdad, que está decorado con el ornamento de la una lámina de oro. De donde considero que una cosa (es) para los sacerdotes cumplir el ministerio, otra estar instruido en todo y adornado. Porque cualquiera puede ejercer un ministerio solemne ante el pueblo, pero pocos están adornados con (buenas) costumbres, instruidos en la doctrina, doctos en la sabiduría, idóneos para manifestar la verdad de las cosas y sacar el conocimiento de la fe, sin (omitir) el adorno de los significados y el fulgor de las afirmaciones, lo cual se designa por el ornato de la lámina de oro en la cabeza. Por consiguiente, uno es el nombre del sacerdocio, pero no (es) una la dignidad conforme al mérito de vida o las virtudes del alma. Y así en esto que prescribe la Ley divina, como en un espejo debe examinarse cada sacerdote para desde allí colegir los grados de sus mérito; si se ve revestido con todos los ornamentos pontificales que más arriba expusimos; si tiene conciencia de ser eminente[1] en ciencia, en actos o en la doctrina, sepa que obtiene el sumo sacerdocio no sólo de nombre, sino también por los méritos. De otra manera, sepa que está ubicado en el grado inferior, aunque reciba el nombre de primero.

La diferencia en el número de las vestimentas sacerdotales

Nosotros ciertamente no debemos dejar a un lado también esta (dificultad), que un lector estudioso puede poner de relieve, sobre la cual incluso yo mismo a menudo he dudado. En efecto, leyendo el Éxodo, donde se prescribe sobre las vestiduras sacerdotales (cf. Ex 28,2 ss.), encuentro que son ocho especies las que se preparan para el pontífice; pero aquí sólo se enumeran siete. Busco, por consiguiente, cuál sea la que se ha omitido. Allí se presenta una octava clase: los pantalones cortos[2], o como leemos en otro lugar: los calzoncillos de lino[3] (cf. Ex 28,42), sobre la cual aquí, entre las otras vestimentas, no se habla. Por tanto, ¿qué decimos? ¿Admitir un olvido en las palabras del Espíritu Santo, que cuando expone por segunda vez todas las demás vestimentas, una especie de las expuestas más arriba le quedó oculta? No me atrevo a pensar esto sobre las palabras sagradas. Pero veamos si acaso, como lo dijimos anteriormente, este género de vestimenta no puede ser un signo de la castidad, con el cual cubrir los muslos o ceñir los riñones y la cintura[4]; no sea, digo, que los que eran sacerdotes en ese entonces, no siempre tuvieran estrechamente ceñidas aquellas partes del cuerpo; porque algunas veces hacían concesiones por la posteridad del género humano y para proveer a la descendencia. Pero para los sacerdotes de la Iglesia yo no introduciría una interpretación de este tipo; veo que otra cosa se presenta en el rito[5].

No sembrar la palabra de Dios en terreno inapropiado

También en la Iglesia los sacerdotes y doctores pueden engendrar hijos, como aquél que decía: “Hijos míos, que de nuevo engendro, hasta que Cristo se forme en ustedes” (Ga 4,19). Y de nuevo en otro lugar dice: “Aunque tengan muchos miles de pedagogos en Cristo, no tienen muchos padres. Porque yo los engendré en Cristo Jesús por medio del Evangelio” (1 Co 4,15). Por tanto, estos doctores de la Iglesia, en este modo de procrear descendencia, usan ceñidos los calzoncillos y se abstienen de engendrar, cuando encuentran auditores tales en quienes saben que no se puede producir fruto. En fin, también en los Hechos de los Apóstoles se refiere sobre algunos que dicen: “No pudimos anunciar la palabra en Asia” (cf. Hch 16,6), esto es, que se pusieron los calzoncillos y se abstuvieron de engendrar hijos, porque evidentemente los auditores eran tales que la semilla hubiera perecido en ellos y una descendencia no era posible. Así, por tanto, los sacerdotes de la Iglesia cuando vean oídos incapaces, o cuando observen auditores que fingen o hipócritas, que se pongan los pantalones cortos, que utilicen los calzoncillos (cf. Ex 28,42); que no perezca la semilla de la palabra de Dios, porque también el mismo Señor ordena y dice: “No arrojen lo santo a los perros, ni sus perlas a los cerdos, no sea que las pisen con las patas y dándose vuelta los destrocen” (Mt 7,6).

Aprender de las Sagradas Escrituras y enseñar al pueblo fiel

Por eso, entonces, si alguien quiere ser pontífice no tanto por el nombre cuanto por el mérito, que imite a Moisés, que imite a Aarón. En efecto, ¿qué se dice sobre ellos? Que “no se apartaban del tabernáculo del Señor” (cf. Lv 10,7). Moisés, por tanto, estaba continuamente en el tabernáculo del Señor. ¿Pero en qué obra se ocupaba él? O en aprender algo de Dios, o en enseñar él mismo al pueblo. Éstas son las dos obras del pontífice: aprender de Dios leyendo las Escrituras divinas y meditándolas a menudo, o enseñar al pueblo. Pero que enseñe aquello que ha aprendido de Dios mismo, no del propio corazón (cf. Ez 13,2), o de un sentido humano, sino de lo que el Espíritu enseña.

Orar por el pueblo que combate contra los amalecitas invisibles

Hay también otra obra, que hace Moisés. No va a la guerra, no lucha contra los enemigos. ¿Pero qué hace? Ora, y mientras él reza, su pueblo vence. Si se relaja y baja las manos, su pueblo es vencido y puesto en fuga (cf. Ex 17,11). Por consiguiente, que también ore continuamente el sacerdote de la Iglesia, para que el pueblo que está a su cuidado venza a los enemigos, los invisibles amalecitas, que son los demonios, que combaten a esos “que quieren vivir piadosamente en Cristo” (cf. 2 Tm 3,12).

Meditar y orar día y noche

Y por eso nosotros meditando en estos (textos), y ello “día y noche” (cf. Sal 1,2), volviendo a llamarlos a la memoria, diligentes en la oración y vigilantes en ella, supliquemos al Señor para que se digne revelarnos el conocimiento de eso mismo que leemos, y mostrarnos cómo observar la Ley espiritual, no sólo con la inteligencia sino también con las acciones, para que iluminados por la Ley del Espíritu Santo merezcamos conseguir la gracia espiritual, en Cristo Jesús nuestro Señor, a quien sean la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén (cf. 1 P 4,11; Ap 1,6).



[1] Tantus ac talis sit.

[2] Campestre: prenda que bajaba hasta la mitad del muslo.

[3] Femoralia (calzones, calzoncillos que cubrían el muslo) linea. Campestre y femora son sinónimos para Orígenes (cf. Hom. IV,6; y la nota de SCh 286, pp. 292-293).

[4] Lit.: los lomos (lumbus).

[5] O: misterio (sacramento).