OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (367)

Jesús con la mujer acusada de adulterio

Siglo X

Evangeliario

Reichenau, Alemania

Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Levítico

Homilía V: Sobre el sacrificio por el pecado y por la falta. El sacrificio de salvación

Quién puede ofrecer la víctima de salvación

12. Después de esto: «El Señor habló a Moisés diciendo: “Habla a los hijos de Israel diciéndoles: el que ofrece su sacrificio de salvación al Señor, presente al Señor su ofrenda como sacrificio de salvación. Sus manos ofrecerán la víctima al Señor, la grasa que está sobre el pecho y la parte del hígado, y las ofrecerá así: poniéndolas como un don ante el Señor. Y el sacerdote pondrá la grasa, que está sobre el pecho, sobre el altar, y el pecho será para Aarón y sus hijos. Y la pierna derecha la darán (como ofrenda) reservada al sacerdote, por sus sacrificios de salvación. Quien ofrezca la sangre de salvación y la grasa de entre los hijos de Aarón, para ése mismo será como parte (suya) el hombro[1] derecho. Porque el pecho presentado y la pierna reservada, las tomo de los hijos de Israel, de sus sacrificios de salvación, y las doy al sacerdote Aarón y a sus hijos, conforme a la ley perpetua de los hijos de Israel”» (Lv 7,18-24 [7,28-34]).

Es el sacrificio que se llama “de salvación”. Sacrificio que nadie ofrece al Señor sino el que está sano y consciente de su salvación, dando gracias al Señor. Por tanto, nadie que esté enfermo en el espíritu y sea indolente[2] en las obras puede ofrecer el sacrificio de salvación. ¿Quieres ver por qué nadie enfermo e indolente puede ofrecer este sacrificio? Aquél leproso, que se describe en el Evangelio que el Señor lo curó, no podía ofrecer el sacrificio mientras tuviera la enfermedad de la lepra; pero cuando se acercó a Jesús y fue curado, entonces el Señor le ordena presentar la ofrenda en el altar: “Lo que ordena Moisés, (le) dice, en testimonio para aquellos” (Mt 8,3. 4). Has oído quién debe ofrecer la víctima de salvación; escucha ahora cómo debe ofrecerla.

Ofrecer “todo fruto”

“Sus manos, dice, ofrecerán la víctima al Señor” (Lv 7,20 [7,30]). ¿Acaso el legislador no proclama evidentemente que no es el hombre quien ofrece la víctima, sino sus manos, esto es, sus obras? Porque también son las obras las que recomiendan la víctima ante Dios. Puesto que si tu mano está cerrada para dar y abierta para recibir, tu lepra todavía está dentro de ti y no puedes ofrecer el sacrificio de salvación. Por tanto, sus manos ofrecerán el sacrificio de salvación y sus manos ofrecerán lo que debe ofrecerse al Señor, es decir, “la grasa que está sobre el pecho y la parte del hígado” (cf. Lv 7,19 ss. [7,29 ss.]). En este lugar, donde nosotros tenemos: “Sus manos ofrecerán la víctima al Señor” (Lv 7,20 [7,30]), en lugar de víctima el griego tiene: olokarpómata, que significa “todo fruto”; por lo que se muestra que no puede ofrecer al Señor “todo fruto” quien no tiene fruto[3], quien no produce “un fruto de justicia” (cf. St 3,18), un fruto de misericordia o incluso “un fruto del Espíritu”, de aquellos que enumera el Apóstol: “caridad, gozo, paz, penitencia, concordia” (cf. Ga 5,22), y otros semejantes. De donde también en otro lugar dice el profeta: “Y que tu holocausto sea pingüe” (Sal 19 [20],4).

Quitar los malos pensamientos y los vicios

Por consiguiente, ofrece “la grasa que está sobre el pecho y la parte del hígado” (Lv 7,20 [7,30]), las cuales las pone sobre el altar. Sobre la grasa ya hemos hablado a menudo. Pero de lo que dice: “La grasa que está sobre el pecho”, comprende tu pecho, que es tu corazón, del cual debes quitar todos “los malos pensamientos” (cf. Mc 7,21) -porque de allí provienen- y entregarlos al fuego del altar, a fin de que tu corazón pueda ser purificado para ver a Dios (cf. Mt 5,8). Pero también “la parte del hígado” (cf. Lv 7,20 [7,30]) manda ofrecerla. Dijimos antes (cf. Hom. III,5) que (esa) parte del hígado se interpreta como el lugar de la iracundia o de la concupiscencia; por tanto, ofrece “la parte del hígado” quien corta de sí todo vicio de cólera y de furor.

Sentido espiritual del pecho y del hombro tomados del sacrificio de salvación

Luego, “la grasa que está sobre el pecho” es colocada sobre el altar; en cambio, “el pecho mismo (es) para Aarón y sus hijos”. Pero también se ordena separar el hombro derecho y, como presente para ellos, separarlo del (resto) del sacrificio de salvación (cf. Lv 7,20 ss. [7,30 ss.]). Mira con qué presentes se honra al sacerdote. Recibe el pecho (y) el hombro, pero el hombro derecho. ¿Pensamos que hay alguna razón por la cual de entre todos los miembros de los animales, que se degüellan en los sacrificios, estos miembros son diferenciados especialmente? Yo pienso que si alguien se dice sacerdote de Dios, y no tiene un pecho elegido entre todos sus miembros, no es sacerdote; y si no tiene un hombro derecho, no puede ascender al altar de Dios ni ser llamado sacerdote. Por consiguiente, ¿qué es o de qué cualidad el pecho del sacerdote? Yo pienso que debe ser tal que esté lleno de sabiduría, lleno de ciencia, lleno de toda inteligencia divina. ¿Y qué digo, lleno de inteligencia? Más bien que esté lleno de Dios. Tal es también el hombro del sacerdote, el que ofrecen los hijos de Israel por su salvación, para ser salvados (cf. Lv 7,22 [7,32]).

El servicio espiritual del sacerdote

Cada una de estas disposiciones que se escribe en la Ley (es figura) de lo que debe hacerse en la Iglesia. De otra manera no es necesario que esto se lea en la Iglesia, a no para suministrar alguna edificación a los oyentes. Por tanto, un sacerdote de la Iglesia por (sus) palabras, (su) doctrina y su mucha solicitud, y el trabajo de las vigilias, puede convertir a un pecador y enseñarle a seguir una camino mejor, a volver al temor de Dios, a pensar en la esperanza futura, a abandonar las malas acciones y convertirse hacia las buenas; si -digo- hiciere tal obra, se sigue que ése mismo que ha salvado con su esfuerzo, dé gracias a Dios y ofrezca un sacrificio de salvación por haber conseguido la salvación.

En esa víctima “el pecho y el hombro derecho” (cf. Lv 7,18 ss. [7,28 ss.] devienen la parte del sacerdote: para que haya un indicio de que el pecho y el corazón de ustedes que antes pensaban mal, convertidos por el esfuerzo del sacerdote, reciban buenos pensamientos y así estén purificados, para también poder ver a Dios (cf. Mt 5,8). De modo semejante asimismo en aquel hombro hay un indicio de que sus malas obras e izquierdas, que son ciertamente malas y no buenas, se conviertan en derechas, para que sean según Dios; y esto es el hombro derecho, que se dice es la parte del sacerdote. Pero también les suplicamos, a quienes oyen esto: den sus pechos, ofrezcan sus corazones a los sacerdotes de Dios, para que quiten de ellos todo lo que es grasoso, para que devengan esa parte sacerdotal. Den también sus hombros, pero les pedimos los hombros derechos; nada queremos del izquierdo, les solicitamos las obras rectas[4].

“Común” y “separado”

Pero se agrega también esto: “el pecho presentado”, dice, y “el hombro separado”, lo que veo dicho no sin motivo. Y por eso quiero buscar qué es lo que hay que agregar al pecho, para se haga un pecho presentado. Después que fuere quitado de tu corazón todo lo que es graso, y fuere limpiado de todo lo que lo cubre, lo cual debe ser entregado al fuego, falta que se le aplique la gracia del Espíritu Santo, y entonces se hará un pecho de presentación, pero también un hombro separado o quitado (cf. Lv 7,24 [7,34]). ¿Cómo será asimismo un hombro separado? Si sabes y comprendes la distinción que hay entre obras de la luz y obras de las tinieblas (cf. Rm 13,12), y separas de las tinieblas tus acciones, para que tus obras estén en la luz, tu hombro se convierte en un hombro separado; o cuando te separas de todo hermano que camina desordenadamente (cf. 2 Ts 3,11), o ciertamente cuando, según el profeta, “se separan y salen de en medio de los pecadores, quienes llevan los vasos del Señor” (cf. Is 52,11). Y, en resumen, es una costumbre propia de la Escritura llamar “común” a lo que es impuro; así también la voz del cielo le dice a Pedro: “Lo que Dios purificó, tú no lo llames común” (Hch 10,15). Por tanto, consecuentemente si esto, que es impuro, es llamado común, se denominará santo a lo que está separado.

Pero añadimos también esto. Si alguien es servidor de Dios solo, no puede ser llamado común. En cambio, si alguien es común, no hay duda que pertenece a muchos, y por eso se dice común. Grande es el misterio en este lenguaje, del que Israel según la carne ciertamente tiene el uso, pero no tiene la comprensión. También ellos llaman común al hombre impuro (cf. Hch 10,28), pero ignoran por qué se le dice común. Aprendan, entonces, de la Iglesia de Dios por qué, quien es santo, es de Dios solo y con nadie es común. En cambio, quien es pecador e impuro, es de muchos. Puesto que muchos demonios lo poseen y por eso es llamado común. En fin, aquél que en el Evangelio fue curado por el Señor, cuando fue interrogado: «“¿Cuál es tu nombre?”. Dijo: “Legión, porque somos muchos”» (Mc 5,9).

Conclusión

Aunque estas precisiones son una digresión[5], sin embargo, parecen un agregado necesario, para enseñarnos por qué se escribió el misterio del pecho que se presenta y del hombro separado (cf. Lv 7,24 [7,34]). Es la parte perpetua dada a los sacerdotes, de la cual (Dios) se digne hacernos dignos, para que por la pureza de corazón y la honradez de las obras, merezcamos tener parte en el divino sacrificio, por el eterno pontífice, nuestro Señor y Salvador Jesucristo, por quien sean la gloria y el poder a Dios Padre con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén (cf. 1 P 4,11; Ap 1,6).



[1] Lit.: brazo (bracchium, o: brachium), que traduce el término griego utilizado por la LXX: brachíon. En la mayor parte de las Biblias encontramos la traducción: pierna. En la misma línea de la versión de SCh 286, nota 1, pp. 256-257, he optado por traducir hombro, a fin de poder sostener el simbolismo desarrollado por Orígenes

[2] Languidus.

[3] Lit.: infructuoso (infructuosus).

[4] Lit.: derechas (dextra).

[5] Haec licet in excessu quodam.