OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (359)

Las bodas de Caná

1332

Evangeliario

Crimea

Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Levítico

Homilía IV: El sacrificio de reparación por el daño causado al prójimo

La santísima carne de Cristo

8. En consecuencia, el sacrificio único y perfecto, en vistas del cual le precedieron todos los sacrificios en tipo y figura, es “Cristo inmolado” (cf. 1 Co 5,7). De este sacrificio si alguien toca la carne, de inmediato es santificado si está impuro; es sanado si tiene una enfermedad. Así, por ejemplo, aquella, de la cual poco antes recordamos (cf. Hom. III,3) que, “padeciendo hemorragias de sangre” (cf. Mt 9,20; Mc 5,25), comprendió que (Cristo) mismo era la carne del sacrificio y la carne santísima, y porque comprendió verdaderamente que era la carne santísima, por eso se acercó. Y ciertamente esa misma carne santa no se atrevió a tocarla, porque todavía no había sido purificada, ni comprendido[1] las (realidades) que son perfectas, sino que tocó el borde de la vestimenta, con la que estaba cubierta la carne santa, y por el contacto creyente hizo salir de la carne una fuerza que la santificó[2] de la impureza y la curó de la enfermedad que padecía (cf. Mc 5,25 ss.). ¿No te parece que es más bien en este sentido que se debe comprender la sentencia de Moisés que dice: “Todo el que toque la carne santa, será santificado” (cf. Lv 6,18 [6,11])?

Tocar la carne de Jesús con una fe total

Porque esta carne, según hemos explicado, es la que tocaron todos los gentiles que creyeron (cf. Hch 15,19). Esta (es) la que tocó asimismo aquél que dijo: “Porque también nosotros en otro tiempo fuimos insensatos, incrédulos, extraviados, servidores de los deseos y de diversos placeres, viviendo en la maldad y la envidia, aborrecibles, odiándonos los unos a los otros. Pero cuando resplandeció la bondad de Dios nuestro Salvador y (su) amor a los hombres, nos salvó por medio del baño de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo” (Tt 3,3-5). Y en otro lugar dice: “Y esto, afirma, ciertamente fueron, pero han sido santificados, pero han sido justificados en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (1 Co 6,11). Puesto que si, como dijimos, quien toca la carne de Jesús del modo en que lo expusimos más arriba, con una fe total, en completa obediencia, accede a Jesús como al Verbo hecho carne (cf. Jn 1,14), éste toca la carne del sacrificio y es santificado.

La comprensión espiritual de la Ley

Pero toca también la carne de Cristo[3] aquel sobre el cual dice el Apóstol: “El alimento sólido es para los perfectos, para quienes, según su capacidad para recibir, tienen ejercitada la percepción[4] para discernir entre el bien y el mal” (Hb 5,14). Por consiguiente, toca también aquella carne del Verbo de Dios quien examina los (sentidos) interiores[5] y puede explicar los misterios ocultos. Y nosotros, si tenemos una tal comprensión, que podemos discernir por una interpretación espiritual cada detalle de los que está escrito en la Ley; y conducir a la luz, con un conocimiento más sutil, el misterio oculto de cada una de las palabras; si así podemos a la Iglesia, para que nada de lo que se lee permanezca ambiguo, tal vez también se puede decir de nosotros que tocamos la santa carne del Verbo de Dios, que hemos sido santificados.

Por qué sólo los varones pueden comer la carne santa

Y así entiendo también aquello otro que ha sido dicho: “Todo varón de entre los sacerdotes comerá esa (carne)” (Lv 6,18 [6,11]). Porque ninguna mujer, ningún alma remisa y disoluta puede comer la carne santa del Verbo de Dios. Se requiere un hombre para que la coma. Varones son en consecuencia los que se cuentan en el censo (cf. Nm 1,2); nunca se mencionan las mujeres, nunca los niños. Por donde también el Apóstol decía: “Cuando me hice hombre, dejé las cosas que eran de niño” (1 Co 13,11). Por tanto, este (es) el hombre y este el varón que se busca, el que puede comer la carne santa, y comerla no en cualquier lugar, sino “en el lugar santo, dentro del atrio del tabernáculo” (cf. Lv 6,16 [6,9]). Escuchen estas (palabras) los que dividen las Iglesias e introducen doctrinas extrañas y perversas, pensando poder comer la carne sagrada fuera del templo de Dios y fuera de la asamblea del Señor. Impíos son sus sacrificios, realizados contra la ley del mandamiento. Se manda comer en un lugar santo, dentro del atrio del tabernáculo del testimonio. Atrio del tabernáculo del testimonio que rodea el muro de la fe, que sostiene las columnas de la esperanza, que dilata la amplitud de la caridad. Donde éstas no están, no se puede tener ni comer la carne santa.

Ofrecer a mano llena

9. También (es) bueno que la ofrenda de flor de harina se ofrezca “con una mano llena, con aceite e incienso, en olor de suavidad al Señor” (Lv 6,15 [6,8]). Este pasaje lo explica brevemente el apóstol Pablo diciendo a los filipenses: “Estoy en la abundancia, habiendo recibido por medio de Epafrodito lo que ustedes me enviaron, olor de suavidad, sacrificio agradable, grato a Dios” (Flp 4,18). En lo que se muestra que ciertamente la misericordia para con los pobres infunde aceite en el sacrificio para Dios, y que el servicio que se presta a los santos añade la suavidad del incienso. Pero esto se prescribe que debe hacerse a mano llena. Porque así también lo dice el Apóstol: “Quien siembra mezquinamente, recoge también mezquinamente; quien siembra con generosidad, cosechará con abundancia” (2 Co 9,6).

Rumiar la palabra de Dios

Sin embargo, en la ofrenda misma hay algo que se llama memorial, que se dice es ofrecido al Señor. Si yo pudiera “meditar en la Ley del Señor día y noche” (cf. Sal 1,2), y memorizar todas las Escrituras, ofrecería al Señor el memorial de mi sacrificio. (Pero) ciertamente si no podemos (retener) todo, al menos lo que ahora se enseña y se lee en la iglesia, confiémoslo a la memoria, para que al salir de la iglesia, haciendo obras de misericordia y cumpliendo los divinos preceptos, ofrezcamos un sacrificio “con incienso y aceite en memorial al Señor” (cf. Lv 6,15 [6,8]). Por tanto, de esto instrúyanse: lo que oyen en la iglesia, como (sucede) entre los animales puros, cual rumiantes, las palabras que fueron dichas, tráiganlas de nuevo a la memoria, y evóquenlas[6] en sus corazones.

Si algo escapa de su memoria y sobrepasa la comprensión de ustedes, hagan lo que ordena la autoridad del presente mandato diciendo: “Lo que quede lo comerán Aarón y sus hijos” (Lv 6,16 [6,9]). Si algo sobrepasa y excede tu comprensión o tu memoria, resérvalo para Aarón, esto es, resérvalo para el sacerdote, resérvalo para el doctor, para que él lo coma, lo examine, lo exponga; como también en otro lugar lo dice el mismo Moisés: “Interroga a tus padres y te lo anunciarán, a tus ancianos y te lo dirán” (Dt 32,7). Porque ellos saben cómo deben comerse esos ázimos, y ser intérpretes “en ázimos de sinceridad y verdad” (cf. 1 Co 5,8).



[1] O: tocado, tomado (apprehendo).

[2] He optado por la traducción literal del vocablo (sanctificaret); otra posible versión: “la purificó”.

[3] Lit.: las carnes del Verbo (carnes Verbi), que optamos por traducir habitualmente por: carne del Verbo.

[4] Sensus; con mayor amplitud podría traducirse: sentido moral.

[5] Interiora eius discutit.

[6] Cum corde vestro… conferatis.