OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (348)

Santas y Santos

1455-1474

Misal

Clermont, Francia

Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Levítico

Homilía II: Sobre el rito de los sacrificios

Mira la misericordia de Dios

3. Estas son las indicaciones generales; pero ahora veamos la división por especies: “Si el pontífice, dice (la Escritura), que ha sido ungido, peca y hace pecar al pueblo, ofrecerá al Señor un ternero del ganado vacuno sin defecto” (Lv 4,3). Terror y misericordia se muestran a un mismo tiempo en las leyes divinas. Sí, finalmente nada está en un lugar seguro, ni siquiera el pontífice; ¿y qué pontífice? El mismo que ha sido ungido, el mismo que pone[1] los fuegos sagrados en los altares divinos, el que inmola a Dios las ofrendas y las víctimas salutíferas; el que, mediador entre Dios y los hombres, interviene como propiciador; ni siquiera éste, digo, permanece inmune del contagio del pecado. Pero mira la misericordia de Dios y conócela mejor por lo que enseña Pablo. En efecto, él mismo escribiendo a los Hebreos dice: “Porque todo pontífice tomado de entre los hombres, es establecido a favor de los hombres para ofrecer víctimas a Dios” (Hb 5,1). Y poco después: “La Ley, dice (la Escritura), establece (como) sacerdotes a hombres que son débiles[2]” (Hb 7,28), para que puedan ofrecer tanto por sus debilidades como también por las del pueblo. Ves, por tanto, la economía de la sabiduría divina: establece (como) sacerdotes no a aquellos que no pueden pecar en modo alguno -de otro modo no serían hombres-, sino a los que deben imitar a Aquél “que no pecó” (cf. 1 P 2,22), y “ofrecer víctimas primero por sus pecados, después también por los del pueblo” (cf. Hb 7,27). ¿Pero qué se debe admirar principalmente en este sacerdote? No que no peque, lo cual es imposible, sino que reconozca y comprenda su pecado. Porque nunca se corrige quien piensa no haber pecado. Puesto que, al mismo tiempo, puede perdonar más fácilmente a los pecadores aquel a quien le remuerde la conciencia de su debilidad.

Los dos sacrificios del ternero

¿Pero cuál es la ofrenda del sacerdote por el pecado? “Un ternero, dice, para el holocausto” (cf. Hb 4,3. 7). Encontramos dos veces un ternero ofrecido en holocausto por el pontífice, una vez en ofrenda, otra vez por el pecado. Pero aquel que se presenta en ofrenda se consume sobre el altar del holocausto (cf. Lv 1,3. 5). En cambio, el que (se ofrece) por el pecado, se ordena quemarlo “fuera del campamento con la piel, las entrañas y el estiércol en un lugar puro”, ofreciendo sobre el altar sólo las grasas y los riñones (cf. Lv 4,3. 12. 11. 9). Aunque separar y discernir cada uno de estos aspectos esté por encima de nuestras fuerzas y por encima de la comprensión de ustedes, sin embargo, intentaremos buscar con ustedes algunas ocasiones para comprender y exponer (el asunto). 

Los dos campamentos

Mira, entonces, no suceda que Jesús, quien, según dice Pablo, pacificó por su sangre no sólo lo que (está) en la tierra, sino también lo que está en el cielo (cf. Col 1,20), sea ese mismo ternero que fue presentado en el cielo, no por el pecado sino como ofrenda; pero en la tierra, donde desde Adán hasta Moisés reinó el pecado (cf. Rm 5,14), fue ofrecido por el pecado. Y esto es padecer fuera del campamento[3] (cf. Lv 4,12; Hb 13,12), fuera de ese campamento, opino, que vio Jacob el campamento celestial de los ángeles de Dios, sobre el que está escrito en el Génesis: «Y levantando los ojos vio el magnífico campamento de Dios, y los ángeles de Dios fueron a su encuentro, y cuando los vio, Jaco dijo: “Éste es el campamento de Dios”» (Gn 32,1-2). Por tanto, fuera de ese campamento celestial está todo este lugar terreno en el que nosotros habitamos, en el cual Cristo padeció en (su) carne.

Tomó nuestra condición

Cuando dice que se quemado con los excrementos y las entrañas (cf. Lv 4,11), mira si no (es) por comparación con los cuerpos celestiales que este cuerpo de (su) naturaleza humana figuradamente es llamado excremento. Porque es tierra y tomado de la tierra (cf. Gn 3,19). Pero también aquella canasta con estiércol que se puso en las raíces de la higuera que iba a ser cortada (cf. Lc 13,7), ¿qué otra cosa muestra sino el misterio de la economía[4] asumido en su cuerpo? Sin embargo, no se dice que careciera de entrañas. Puesto que, aunque “tomó la forma vil del servidor” (cf. Flp 2,7), no obstante, “habitaba en él la plenitud de la divinidad” (Col 2,9).

Aunque esta sea una audaz interpretación, con todo, el entendimiento[5]de los fieles debe ser alimentado siempre para mayores (elevaciones). Y la misma interpretación vale también para el ternero (ofrecido) por la comunidad (cf. Lv 4,13).



[1] Succendo: da fuego, quema, incendia.

[2] Infirmitatem habentes.

[3] Castra, que también podría traducirse por: campo.

[4] Dispensatio.

[5] Lit.: auditus, el oído.