OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (321)

Alegoría del buen y del mal pastor

Hacia 1190-1200

Brujas, Bélgica

Orígenes, Trece homilías sobre el Éxodo

Homilía VI: Sobre el cántico que cantaron Moisés con el pueblo y María con las mujeres (continuación)

Dios quiere plantarnos en lugares elevados 

10. “Conduciéndolos, plántalos en el monte de tu heredad” (Ex 15,17). No quiere Dios plantarnos en Egipto ni en lugares bajos y despreciables, sino que quiere plantar, a los que Él planta, en el monte de su heredad. Por eso el añadir: “Conduciéndolos, plántalos”, ¿no te parece como si hablara sobre los niños, que son conducidos a la escuela, conducidos a la las letras, a toda clase de erudición? Comprende, por ende, por estas cosas -si tienes oídos para oír (cf. Mt 13,43)- cómo planta Dios, no sea que, cuando oigas que Él conduce y planta, pienses que hunde en la tierra brotes de higuera o de otro tipo. Oye, también en otros (pasajes), cómo planta Dios. Dice el profeta: “Trasladaste una viña desde Egipto, expulsaste a las gentiles y la has plantado. Preparaste (lit.: abriste) un camino ante ella, plantaste sus raíces y ha llenado la tierra. Cubrió los montes con su sombra, y con sus ramas los cedros de Dios” (Sal 79 [80],9-11). ¿Te das cuenta ya de cómo planta Dios y dónde planta? No planta en los valles, sino en los montes, en lugares altos y elevados. A los que saca de Egipto, a los que conduce del mundo a la fe, no quiere colocarlos de nuevo en lugares bajos, sino que quiere que su vida[1] sea sublime. Quiere que habitemos en los montes, pero también no quiere que, incluso en las mismas montañas, nos arrastremos por tierra, ni quiere que su viña tenga los frutos tirados por el suelo, sino que sus vástagos sean conducidos hacia arriba, sean colocados en lo alto, lleguen a ser sarmientos, y no sarmientos sobre cualquier árbol despreciable, sino sobre los excelsos y altísimos cedros de Dios. Yo pienso que los profetas y los apóstoles (son) cedros de Dios, si nos unimos a ellos, (nosotros), la viña que Dios ha transportado desde Egipto, y por sus ramas se extienden nuestros vástagos, y si apoyados en ellos, llegamos a ser como sarmientos unidos por vínculos de caridad recíproca, produciremos sin duda fruto abundante. Puesto que “todo árbol que no da fruto será cortado y arrojado al fuego” (Lc 3,9; cf. Jn 15,6).

Entrar en la morada del Señor

11. “En tu morada preparada, la que tú has preparado, Señor” (Ex 15,17). Mira la bondad del clemente Señor. No quiere llevarte a trabajar, no quiere que tú mismo te hagas tu morada, te conduce a una habitación ya preparada. Escucha al Señor que dice en el Evangelio: “Otros trabajaron y ustedes entraron en el trabajo de ellos[2]” (Jn 4,38).

La encarnación del Señor

12. “Santuario, Señor, que prepararon tus manos” (Ex 15,17). Se llama santuario al tabernáculo o templo de Dios que santifica a los que se llegan a él. Le llama no hecho por mano de hombre (cf. Hb 9,24), sino por la mano de Dios. ¿Por qué? Para ti Dios planta y edifica; se hace agricultor, se hace constructor, para que no te falte nunca nada. Escucha también decir a Pablo: “Son la agricultura de Dios, son su edificación” (1 Co 3,9). ¿Qué es, por tanto, este santuario que no ha sido hecho por mano de hombres, sino preparado por las manos de Dios? Oye a la Sabiduría que dice que se construyó a sí misma una casa (cf. Pr 9,1). Pero yo creo que (es) correcto entender esto acerca de la encarnación del Señor. Porque no ha sido hecha por mano de hombre, esto es, no por obra humana se ha edificado el templo de la carne (cf. Jn 2,21) en la Virgen, sino, como había predicho Daniel, “la piedra extraída sin ayuda de las manos, creció y se hizo un gran montaña” (cf. Dn 2,34. 35). Éste es el santuario de la carne asumida y sin manos, esto es, sin obra de los hombres, sacado de la montaña de la naturaleza humana y de la substancia de la carne.

Por siempre jamás

13. “Señor, que reinas por los siglos de los siglos y por siempre jamás” (Ex 15,18). Cada vez que se dice por los siglos, se indica una cierta cantidad de tiempo, pero que tiene un fin; y si se dice por otro siglo, (se indica) con toda seguridad un tiempo más largo, (y) sin embargo se pone un fin; y cada vez que se dice por los siglos de los siglos se indica un término, que, aunque desconocido para nosotros, de alguna manera ha sido fijado por Dios. Lo que se añade en este lugar: por siempre jamás no permite ningún sentido de término o de fin. Porque a pesar de lo que puedas pensar que implica para ti la existencia de un fin, siempre la palabra profética te dice: por siempre jamás, como si te hablase a ti y te dijese: ¿Piensas que Dios va a reinar por los siglos de los siglos?: También por siempre jamás. ¿Crees que por los siglos de los siglos?: Por siempre jamás. Y digas lo que digas sobre la duración de su reino, siempre te dice el profeta: Por siempre jamás.

Caminar por el lugar seco

14. “Porque la caballería del Faraón, con sus carros y jinetes, entró en el mar, y el Señor los cubrió con el agua del mar[3]; pero los hijos de Israel caminaron por el lugar seco en medio del mar” (Ex 15,19).

También tú, si eres hijo de Israel, puedes caminar por el lugar seco en medio del mar; si estuvieras “en medio de una nación corrompida (o: perversa) y depravada como la luz del sol que contiene la palabra de la vida para la gloria” (Flp 2,15-16), puede ocurrir que, marchando tú en medio de los pecadores, no te moje el agua del pecado; puede ocurrir que, caminando tú por este mundo, no te salpique (lit.: moje) ninguna ola de lujuria, no te sacuda ningún arrebato de pasión. Pero el que es egipcio y sigue al Faraón, ése es sumergido por las olas de los vicios. En cambio, el que sigue a Cristo y como Él caminó, así también él mismo camina, las aguas levantan a su derecha y a su izquierda una muralla, y él camina en medio por el lugar seco (cf. Ex 14,22). “No se desvía a derecha ni a izquierda” (cf. Dt 17,20), hasta que salga a la libertad y cante un himno de victoria al Señor diciendo: “Cantaré al Señor, porque se ha glorificado gloriosamente” (Ex 15,1), por Jesucristo nuestro Señor, “a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén” (cf. 1 P 4,11).



[1] Conversatio.

[2] La traducción es literal. Otra forma menos apegada al texto: “Otros trabajaron, y ustedes aprovecharon (o: se beneficiaron) su trabajo”.

[3] Lit.: “echó sobre ellos el agua del mar”.