OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (297)

El juicio final, la parábola de los talentos, la parábola de las vírgenes sabias y necias, Mene, Mene, Tekel Upharsin.

Siglo XV

Glasgow, Inglaterra

Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Génesis 

Homilía XII: Sobre la concepción y el parto de Rebeca

1. En el curso de cada una de las lecturas, “cuando se lee a Moisés” (cf. 2 Co 3,15), debemos pedir al Padre del Verbo que cumpla también en nosotros aquello que está escrito en los salmos: “Quita el velo de mis ojos y contemplaré las maravillas de tu Ley” (cf. Sal 118 [119],18). Porque si Él no abre nuestros ojos, ¿cómo podremos ver estos grandes misterios que están prefigurados en los patriarcas y representados tanto en los pozos como en las bodas, tanto en los partos como también en las esterilidades?

La esterilidad de algunas mujeres en la Sagrada Escritura

En efecto, la presente lectura refiere que “Isaac suplicó por Rebeca, su esposa, porque era estéril; Dios le oyó y (ella) concibió. Y sus hijos, dice, saltaban en su seno” (Gn 25,21-22).

Ante todo, examina por qué la Escritura dice de muchas santas mujeres que fueron estériles como la misma Sara (cf. Gn 11,30) y ahora Rebeca. Pero también Raquel, la amada de Israel, fue estéril (cf. Gn 29,31). Y también de Ana, la madre de Samuel, se escribió que fue estéril (cf. 1 S 1,2). Pero incluso en los Evangelios se recuerda que Isabel fue estéril (cf. Lc 1,7). Para todas estas mujeres se menciona un solo título (de honor): que todas, después de su esterilidad, dieron a luz un (hijo) santo.

Así, por tanto, también de ésta de la que ahora (se habla), de Rebeca, se dice que fue estéril; pero “Isaac, dice, suplicó al Señor por ella; le escuchó y concibió. Y sus hijos, añade, saltaban en su seno” (Gn 25,21-22). ¿(Ves) lo que ha concebido esta esterilidad? Los hijos de la estéril exultan antes de nacer y la que había desesperado de tener hijos lleva en su seno naciones y pueblos. Porque así dice: «Rebeca, afirma, fue a interrogar al Señor, y el Señor le dijo: “Dos naciones están en tu seno y dos pueblos se separan de tu vientre”» (Gn 25,22-23).

Sería muy largo querer investigar ahora la agitación de los infantes que todavía habitan en el seno (materno). Sería muy largo presentar las interpretaciones y (palabras) enigmáticas que escribió el Apóstol: qué misterio (o) qué motivos contengan, por qué “antes de que nazcan los hijos o hagan algún bien o mal en este mundo” (cf. Rm 9,11), se dice de ellos: “Un pueblo será superior al (otro) pueblo y el mayor servirá al menor” (Gn 25,23); por qué, antes de salir del seno de la madre, se dice por medio del profeta: “He amado a Jacob y odiado a Esaú” (Ml 1,2. 3; Rm 9,13). Estas cosas superan nuestra lengua y la comprensión de ustedes.

Sentido alegórico de la consulta de Rebeca: pasar de las primeras enseñanzas a aquellas superiores

2. Veamos ahora, entretanto, qué es lo que se dice: “Rebeca fue a consultar al Señor” (Gn 25,22). “Fue”. ¿A dónde fue? ¿Del lugar en el que no estaba el Señor fue al lugar en el que estaba? Porque esto es lo que parece indicarse cuando se dice: “Fue a consultar al Señor”. ¿No está el Señor en todas partes? ¿No dijo Él mismo: “Yo lleno el cielo y la tierra, dice el Señor” (Jr 23,24). ¿A dónde fue, entonces, Rebeca?

Yo pienso que no fue de un lugar a otro, sino que pasó de una vida a otra vida, de una acción a otra acción, de lo bueno a lo mejor; progresó de lo útil a lo más útil, que se dirigió con celeridad de lo santo a lo más santo. Porque es absurdo pensar que Rebeca, que se había educado en la casa del sabio Abraham, bajo su doctísimo marido Isaac, fuese tan ignorante e indocta que creyese que el Señor estaba encerrado en un determinado lugar y fuese allá para preguntarle por el sentido de la agitación de los bebés en su seno.

Pero ¿quieres advertir que es costumbre entre los santos, cuando ven que Dios les muestra alguna cosa, decir “que van” y “que pasan”?

Moisés, cuando vio que la zarza ardía y no se consumía, admirado por la visión, dijo: “Pasaré y veré esta visión” (Ex 3,3). No quería decir, ciertamente, que iba a pasar a una cierta distancia, ni a escalar montañas, ni a bajar las pendientes abruptas de los valles. La visión le era cercana, estaba delante de él y ante sus ojos. Pero dice: “Pasaré”, para mostrar que, advertido por la visión celestial, debe ascender a una vida superior y “pasar” del estado en que estaba a uno mejor.

Así, por tanto, se dice de Rebeca que “fue a consultar al Señor” (cf. Gn 25,22), lo cual debe entenderse, como ya dijimos, que fue no con los pasos de los pies, sino con los progresos del espíritu[1].

Por tanto, también tú, si empiezas a considerar no “las cosas que se ven, sino las que no se ven” (cf. 2 Co 4,18), es decir, no las (realidades) carnales, sino las espirituales, no las cosas presentes, sino las futuras, se dirá que fuiste “a consultar al Señor”. Si te separas del viejo modo de vivir y del consorcio de aquellos con los que torpe y notablemente vivías, y te das a acciones honestas y piadosas, cuando se te busque entre los aliados de la infamia y no se te encuentre dentro de las bandas de los malhechores, se dirá también de ti: “Fue a consultar al Señor” (cf. Gn 25,22).

Así, entonces, los santos no van de un lugar a otro, sino de una vida a otra vida y de las primeras enseñanzas a enseñanzas superiores.

Los dos hijos de Rebeca: interpretación moral

3. El Señor, entonces, le dijo: “Dos naciones hay en tu vientre, dos pueblos que, al salir de tu seno se dividirán. Y un pueblo dominará sobre el (otro) pueblo y el mayor servirá al menor” (Gn 25,23).

También los judíos mismos, aun sin ser creyentes[2], saben cómo “un pueblo ha dominado sobre el (otro)”, es decir, la Iglesia sobre la Sinagoga, y cómo “el mayor sirve al menor”. Considero, por tanto, superfluo hablar sobre estas cosas que a todos son manifiestas y muy conocidas[3]. (Pero), si les agrada, añadamos aquello que puede edificar e instruir a cada uno de nosotros, que esto oye.

Yo pienso que sobre cada uno de nosotros se puede decir esto: que “dos naciones y dos pueblos” están dentro nuestro. Porque dentro de nosotros está el pueblo de las virtudes no menos que el pueblo de los vicios: “De nuestro corazón, en efecto, proceden los malos pensamientos, los adulterios, los robos, los falsos testimonios” (Mt 15,19), pero también “los engaños, las contiendas, las herejías, las envidias, las comilonas y cosas semejantes” (Ga 5,20-21). ¿Ves qué pueblo de maldades está dentro nuestro? Pero si somos dignos de decir lo que dijeron los santos: “Por causa de tu temor, Señor, concebimos en el vientre y dimos a luz, hemos traído a la tierra el espíritu de tu salvación” (Is 26,18), entonces se encuentra también dentro nuestro el otro pueblo, el engendrado en el espíritu. Porque “los frutos del Espíritu son la caridad, la alegría, la paz, la paciencia, la bondad, la mansedumbre, la continencia, la castidad” (Ga 5,22-23) y cosas semejantes.

Ves al otro pueblo que está también dentro de nosotros; pero mientras que éste es menor, aquél es mayor; puesto que los malos son siempre más que los buenos y los vicios más numerosos que las virtudes. Pero si somos como Rebeca y merecemos concebir de Isaac, esto es, del Verbo de Dios, también en nosotros “un pueblo dominará sobre el (otro) pueblo y el mayor servirá al menor” (cf. Gn 25,23); en efecto, la carne servirá al espíritu y los vicios cederán a las virtudes.

Dice (la Escritura): “Y se le cumplieron los días de dar a luz y en su seno había dos mellizos” (Gn 25,24). Esta expresión: “Se le cumplieron los días de dar a luz”, nunca se usa, a no ser para las santas mujeres. Esto se dijo sobre nuestra Rebeca, sobre Isabel, la madre de Juan (cf. Lc 1,57), y sobre María, la madre de nuestro Señor Jesucristo (cf. Lc 2,6). De donde me parece que un parto de este género muestra algo eximio y fuera de lo común[4]y que la plenitud de los días indica el nacimiento de una descendencia perfecta.



[1] Interpretación espiritual y alegórica del “ir a consultar”: no un progreso local, sino moral.

[2] Se sobreentiende: en Cristo.

[3] Para Orígenes, es manifiesto y muy conocido el significado tipológico del versículo. Por eso, se propone descifrar su sentido moral, para edificación de los oyentes.

[4] Lit.: más allá de los demás hombres.