OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (296)

Grabado de la Basílica de San Juan de Letrán

1748

Roma

Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Génesis

Homilía XI: Abraham desposa a Queturá. Estancia de Isaac junto al pozo de la visión (continuación)

   La muerte de Abraham

3. “Y sucedió, dice (la Escritura), que, después de la muerte de Abraham, Dios bendijo a su hijo Isaac y él habitó junto al pozo de la visión” (Gn 25,11).

Sobre la muerte de Abraham, ¿qué más podemos añadir nosotros a lo que contiene la palabra del Señor en los Evangelios, diciendo: «Y acerca de la resurrección de los muertos, ¿no han leído cómo [la Escritura] dice en (el pasaje) de la zarza: “El Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?”. Dios, por tanto, no es (un Dios) de muertos, sino de vivientes. Puesto que todos viven para Él» (Mc 12,26-27; Lc 20,37-38)? Deseemos, por tanto, también nosotros una muerte de este género, para que también, como dice el Apóstol, “muramos al pecado y vivamos para Dios” (cf. Rm 6,10). Así, en efecto, debe entenderse la muerte de Abraham: ella ha dilatado en tal medida su seno que todos los santos, que vienen de las cuatro partes de la tierra, “son llevados por los ángeles al seno de Abraham” (cf. Lc 16,22).

El pozo de la visión

Pero veamos ya cómo, después de su muerte, “el Señor bendijo a su hijo Isaac” y cuál es esta bendición.

Dice (la Escritura): “El Señor bendijo a Isaac, y habitó junto al pozo de la visión” (Gn 25,11). Esta fue toda la bendición con la que el Señor bendijo a Isaac: habitar “junto al pozo de la visión”. Para quienes lo entienden, esta bendición es grande. ¡Ojalá que el Señor me diese a mí también esta bendición: para que (yo) mereciese habitar “junto al pozo de la visión”!

¿Quién puede conocer y comprender cuál es la visión “que vio Isaías, hijo de Amós” (cf. Is 1,1 ss.)? ¿Quién puede conocer cuál es la visión de Nahúm? (cf. Na 1,1 ss.) ¿Quién puede entender el contenido de aquella visión que Jacob vio en Bethel, cuando se dirigía a Mesopotamia, donde dijo: “Esta es la casa de Dios y la puerta del cielo” (Gn 28,17)? Y si alguno puede conocer y comprender cada una de las visiones, sea las que están en la Ley o en los profetas, ese habita “junto al pozo de la visión”.

Pero considera más diligentemente esto: Isaac mereció recibir del Señor una bendición tan grande que habitó “junto al pozo de la visión”. ¿Pero nosotros: cuándo podremos merecer lo suficiente para poder pasar al menos por “el pozo de la visión”? Él mereció permanecer y habitar en la visión; nosotros, apenas si podemos captar o imaginar algo de cada visión, iluminados por la misericordia de Dios.

Sin embargo, si puedo tener una cierta comprensión de las visiones de Dios, parecerá que he pasado un día “junto al pozo de la visión”; si puedo alcanzar algo no sólo según la letra, sino también según el espíritu, parecerá que he permanecido “junto al pozo de la visión” dos días; si también alcanzo el sentido moral, habré pasado tres días[1]. Y ciertamente también si no puedo entenderlo todo, sin embargo, siendo asiduo a las Escrituras divinas, y (si) “medito día y noche en la ley de Dios” (cf. Sal 1,2) y no desisto nunca de buscar, meditar, examinar (y), sin duda, lo que es más importante, de rogar a Dios y de pedir inteligencia a Aquel “que enseña al hombre el saber” (cf. Sal 93[94],10), parecerá que también yo habito “junto al pozo de la visión”.

Exhortación a aplicarse a la escucha de la palabra de Dios

Pero si (soy) negligente y no practico la palabra de Dios en casa, ni voy a la iglesia con frecuencia para escuchar la palabra, como veo que (hacen) algunos de entre ustedes, que vienen a la iglesia sólo en los días solemnes, los que son así no habitan “junto al pozo de la visión”. Yo temo, además, que los que son de este modo negligentes, también cuando vienen a la iglesia, no beben del pozo de la vida ni reparan sus fuerzas, sino que se dedican a los asuntos de su corazón y a los pensamientos que traen consigo, y se alejan de los pozos de la Escritura todavía sedientos.

Por tanto, apresúrense y hagan cuanto sea necesario para que venga a ustedes esta bendición del Señor, para que puedan habitar “junto al pozo de la visión”, a fin de que el Señor abra los ojos de ustedes y vean “el pozo de la visión” y tomen de él “el agua viva” (cf. Gn 26,19), que se haga en ustedes “una fuente de agua que salta hasta la vida eterna” (cf. Jn 4,14). Pero si alguno raramente viene a la iglesia (y) raramente saca (agua) de las fuentes de las Escrituras, y si, alejándose en seguida y ocupándose de otros negocios, olvida lo que oye, éste no habita “junto al pozo de la visión”.

¿Quieres que te muestre quién es el que nunca se aparta del pozo de la visión? El apóstol Pablo, que decía: “Pero todos nosotros, con rostro descubierto, contemplamos la gloria del Señor” (cf. 2 Co 3,18).

Por tanto, tú también, si escrutas siempre las visiones de los profetas, si siempre buscas, si siempre deseas aprender, si meditas estas cosas (y) permaneces en ellas, tú también recibes la bendición del Señor y habitas “junto al pozo de la visión”. Puesto que también a ti se te aparecerá el Señor Jesús “en el camino” y te abrirá el sentido de las Escrituras, para que digas: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24,32). Pero Él se aparece a los que piensan en Él y en Él meditan y se dedican “a su ley día y noche” (cf. Sal 1,2). “A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén” (cf. 1 P 4,11; Ap 1,6).



[1] Aquí vemos reunidos los tres sentidos de la Escritura, según Orígenes, en orden ascendente: el literal (que supone un primer contacto con la letra), el espiritual (que profundiza el sentido de la letra) y el moral (que completa la comprensión de la Escritura). El ascenso hacia la visión de Dios guarda perfecta sintonía con la mayor comprensión de los textos sagrados y con la mejor aplicación de los mismos a la vida de cada creyente.