OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (284)

La barca en medio de la tormenta en el lago

Hacia el año 1000

Evangeliario

Reichenau, Alemania

Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Génesis 

Homilía V: Lot y sus hijas (continuación)

   Explicación alegórica

5. Pero, por lo que concierne a la alegoría, sé que algunos han transferido a Lot a la persona del Señor y a sus hijas a los dos Testamentos. Pero no comprendo que pueda aceptar de buena gana esta interpretación el que sepa lo que la Escritura dice sobre los ammonitas y moabitas, que descienden de la estirpe de Lot. En efecto, ¿cómo se puede aplicar a Cristo que los que son engendrados de su linaje “hasta la tercera y la cuarta generación” (cf. Ex 34,7) “no entrarán en la asamblea del Señor” (cf. Dt 23,3)?

Lot, figura de la Ley

Pero nosotros, por lo que nos es dado comprender, proponemos a Lot como figura de la Ley.  (Y) que no parezca incongruente, porque si entre nosotros la palabra ley se declina en género femenino, en griego conserva el género masculino[1].

Como mujer de éste ponemos (o: proponemos) a aquel pueblo que, salido de Egipto y liberado del Mar Rojo y de la persecución del Faraón como de las llamas de Sodoma, pero deseando de nuevo las carnes y “los ajos de Egipto, y las cebollas y los pepinos” (cf. Nm 11,5), se volvió con la vista hacia atrás y cayó en el desierto, convirtiéndose también él en un “memorial de concupiscencia en el desierto” (cf. Sal 105[106],14). Allí, por tanto, la Ley (perdió y abandonó) a aquel primer pueblo como Lot perdió y abandonó a (su) mujer por mirar (ésta) hacia atrás.

Desde allí Lot viene a vivir a Segor, de la cual dice: “Esta ciudad es pequeña, y mi alma se salvará en ella, y no es pequeña” (Gn 19,20). Veamos, entonces, qué significa, por lo que se refiere a la Ley, “ciudad pequeña y no pequeña”.

Es llamada ciudad por el género de vida de muchos, dado que una ciudad congrega y contiene las vidas de una muchedumbre[2]. Por tanto, los que viven en la Ley tienen una manera de vivir mezquina y pequeña, mientras entienden la Ley según la letra. Puesto que nada grande es observar carnalmente los sábados, los novilunios (lit.: las neomenias), la circuncisión de la carne y la distinción de los alimentos. Pero si uno empieza a entender espiritualmente, esas mismas observancias, que según la letra eran mezquinas y pequeñas, según el espíritu no serán mezquinas, sino grandes.

Las hijas de Lot, figura del pueblo carnal

Por tanto, después de esto, Lot sube al monte y allí “habita en una cueva”, como dice la Escritura, él y sus dos hijas (Gn 19,30). También debe pensarse que la Ley subió, porque mediante el templo construido por Salomón se le añadió un ornamento, cuando pasó a ser “casa de Dios, casa de oración” (cf. Is 56,7; Lc 19,46), pero sus malvados habitantes hicieron de ella “una cueva de ladrones” (Jr 7,11; Mt 21,13). “Lot y sus dos hijas habitaron, entonces, en una cueva” (Gn 19,30). Evidentemente éstas son las dos hijas que el profeta describe, diciendo que Oola y Ooliba eran dos hermanas, y que Oola era “Judá” y Ooliba era “Samaría” (cf. Ez 23,4). En efecto, el pueblo, dividido en dos partes, hizo dos hijas de la Ley. Éstas, deseosas de propagar la progenie carnal y de fortificar las fuerzas del reino terrestre con una posteridad numerosa, adormeciendo al padre e induciéndole al sueño, es decir, recubriendo y obscureciendo su sentido espiritual, sacan de él sólo la inteligencia de la carne. De ahí que conciban y engendren hijos tales que el padre ni considera (o: percibe, siente), ni reconoce. Y no era éste, en efecto, el sentido o la voluntad de la Ley: engendrar carnalmente; pero la Ley es adormecida para que sea engendrada una posteridad tal que “no entre en la asamblea del Señor. Porque los ammonitas y moabitas, dice (la Escritura), no entrarán en la asamblea del Señor hasta la tercera y la cuarta generación y hasta (el fin) del siglo” (cf. Dt 23,4 y Ex 34,7), dando a entender que la generación carnal de la Ley no entra en la Iglesia de Cristo ni en la tercera generación -por la Trinidad-, ni en la cuarta -por los Evangelios-, ni hasta (el fin) del siglo, sino tal vez, después del siglo presente, cuando “haya entrado la totalidad de los gentiles y así todo Israel haya sido salvado” (Rm 11,25-26).

Esto (es) lo que obtuvimos, como pudimos, sobre Lot, su mujer y sus hijas según el sentido alegórico, (no) prejuzgando en absoluto (lit.: nada) a quienes sobre esto puedan (tener) un pensamiento más profundo.

Exhortación a la vigilancia

6. Por lo que respecta (a nuestra interpretación) moral, dada anteriormente (cf. Homilía V,2), en la que hacíamos de Lot el sentido racional y el alma viril, y de su mujer que volvió la vista atrás, dijimos que (era) la carne entregada a las concupiscencias y a los placeres, no recibas esto negligentemente, oh tú que me escuchas. Debes, en efecto, estar atento no sea que, cuando hayas escapado de las llamas del mundo y del incendio de la carne y hayas superado a “Segor, ciudad pequeña y no pequeña” (cf. Gn 19,20), que es un cierto medio y un progreso para una ciudad, y hayas ascendido a la altura de la ciencia[3]como a la cima de un monte, mira que no te insidien estas dos hijas que no se apartan de ti, sino que te acompañan incluso cuando subes al monte, es decir, la vanagloria y su hermana mayor, la soberbia. Mira de que estas hijas no te estrechen en sus abrazos mientras, entre sueños y adormilado, te parece que no sientes y no entiendes. Por esto precisamente son llamadas hijas, porque no nos sobrevienen desde fuera, sino que proceden de nosotros y de nuestros actos como cierta unidad integral. Vigila, por tanto, cuanto puedas y cuídate de no engendrar hijos de ellas, porque los que de ellas hayan nacido “no entrarán en la Iglesia del Señor” (cf. Ex 34,7 y Dt 23,4). Pero tú, si quieres engendrar, engendra en el espíritu, porque “el que siembra en el espíritu, del espíritu cosechará la vida eterna” (Ga 6,8). Si quieres abrazar, abraza la sabiduría y “di que la sabiduría es tu hermana” (cf Pr 7,4), para que también la Sabiduría diga de ti: “El que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mt 12,50). Esta Sabiduría es Jesucristo, nuestro Señor, “al cual la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén” (cf. 1 P 4,11).



[1] La aclaración es de Rufino.

[2] Rufino traduce aquí dos palabras que en griego conservan la misma raíz pólis = civitas = ciudad, y políteyma = conversatio = género de vida. Ni el latín ni el castellano disponen de esa semejanza morfológica y fonética que permite a Orígenes pasar con toda naturalidad del sentido literal al sentido espiritual.

[3] Scientia: perfección moral, ciencia de la vida espiritual aplicada; no un conocimiento teórico o meramente intelectual, sino un conocimiento en el que el hombre se compromete con todo su ser. En terminología paulina: la ciencia de Cristo crucificado.