OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (278)

Cristo le entrega las llaves a san Pedro

1395-1398

Antifonario

Florencia, Italia

Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Génesis 

Homilía II: El arca de Noé

   Lo que dice el texto

1. Empezando a hablar sobre el arca que fue construida por Noé según el mandato de Dios, veamos ante todo lo que se dice de ella según la letra y, al proponer las cuestiones sobre las que muchos suelen (hacer) objeciones, busquemos las soluciones de los mismos a partir de aquello que nos transmitieron los antiguos (o: mayores), de modo que, puestos tales fundamentos, podamos elevarnos (o: ascender) del relato histórico (o: del texto literal) al sentido místico y alegórico de la inteligencia espiritual y, si allí se encuentra (o: se contiene) algún misterio, abrirlo (con la ayuda) del Señor, que nos revela la ciencia de su palabra.

En primer lugar, por tanto, propongamos eso mismo que está escrito: «Y el Señor dijo a Noé: “El fin de todo hombre ha venido delante de mí, porque la tierra está llena de iniquidades por su causa; y he aquí que yo los voy a destruir a ellos y a la tierra. Hazte, entonces, un arca de maderas cuadradas, y en el arca harás nidos y nidos, y la untarás por dentro y por fuera de betún. Y así harás el arca: harás el arca combinando su longitud de trescientos codos, su anchura de cincuenta codos y su altura de treinta codos, y en lo más alto la terminarás con un codo. Harás luego la puerta del arca en el lateral; harás la parte inferior de dos pisos y la superior, de tres”» (Gn 6,13-16). Y poco después dice: “Y Noé hizo todo lo que le había mandado el Señor Dios, así lo hizo” (Gn 6,22).

La forma exterior del arca

Indaguemos, por tanto, en primer lugar, cómo deba comprenderse el aspecto mismo y la forma del arca. Por lo que se desprende de la descripción, la imagino elevándose desde los cuatro ángulos y estrechándose paulatinamente desde la base hacia la cúspide y, allí, reducida a la dimensión de un codo. Porque así se refiere que en la base se pusieron trescientos codos de longitud y cincuenta de anchura, levantándose treinta codos de altura; pero que culminaba en un vértice tan estrecho que no tenía más que un codo de largo y de ancho.

El interior del arca

Por dentro, la que se dice parte inferior está hecha de dos compartimentos, es decir, contiene dos habitaciones, pero la superior es de tres compartimentos, es decir, construida con tres estancias. Pero esta separación de los compartimentos (o: habitaciones) parece hecha para esto: para poder repartir más fácilmente en cada uno de los alojamientos a los diversos géneros de animales y bestias, y para mantener apartadas de las bestias feroces a las mansas y débiles. Por tanto, estas estancias (o: habitaciones) separadas se llaman nidos.

Los materiales

Se dice que las tablas de madera eran cuadradas, para que se pudiesen adaptar más fácilmente unas a otras y, con la inundación del diluvio, se frenase todo la invasión de las aguas, al estar embadurnadas las junturas con betún por dentro y por fuera.

Los compartimentos

Nos ha sido transmitido, y no sin verosimilitud, que la parte inferior, que más arriba dijimos había sido construida doble y que en otro lugar fue llamada “de dos compartimentos”, mientras que a la parte superior se la denomina “de tres compartimentos”, era doble por este motivo: porque todos los animales pasarían un año entero en el arca y, por tanto, era necesario proveer a los víveres para todo el año, y no sólo alimentos, sino disponer los lugares para los excrementos, de modo que ni los animales mismos, ni sobre todo los hombres, fuesen atormentados por el hedor del estiércol. Se transmite, por tanto, que el espacio inferior, en el fondo, fue reservado a las necesidades de este género, mientras que la parte superior y contigua, ésta se destinaba a la conservación de los alimentos, ya que parecía necesario introducir desde fuera animales para las bestias a las que la naturaleza había dado alimentarse de carnes, de modo que, nutriéndose de estas carnes, pudiesen conservar la vida al objeto de asegurar la posteridad; para los demás (animales), en cambio, había que conservar otros alimentos requeridos por su uso natural. Se refiere, por ende, que las partes inferiores, dichas “de dos compartimentos”, habían sido distinguidas para estos usos, mientras que las partes superiores se habían destinado para habitáculo de las bestias y los animales; la parte más baja servía de habitáculo para las bestias feroces y salvajes y las serpientes, mientras que los lugares superiores contiguos eran los establos de los animales más mansos; y por encima de todos, en lo más alto, estaba colocada la habitación para los hombres, puesto que ellos, por el honor y la razón, sobrepasan todas las cosas, de modo que, como se dice que el hombre, por su razón y sabiduría, tiene el dominio de todos los seres que están en la tierra, así también fuese colocado en el lugar más elevado y por encima de todos los seres animados que estaban en el arca.

La puerta

Transmiten también que la puerta, que según se dice se hizo en el lateral, estaba en aquel lugar por tener debajo las partes inferiores, dichas “de dos compartimentos”, mientras que las superiores, dichas «de tres compartimentos», fueron llamadas superiores en relación con la posición de la puerta. Entrando por ella, todos los animales se repartían por sus lugares respectivos con la división conveniente, conforme a lo que dijimos más arriba.

Pero no son ya medios humanos los que aseguran la protección de la puerta. ¿Cómo, en efecto, después que se cerró la puerta y en el exterior del arca no había ningún hombre, pudo ser calafateada por fuera, sino sin duda por obra de la potencia divina, para que las aguas no penetrasen por un acceso que la mano del hombre no había protegido? Por eso, la Escritura, después de haber dicho de todas las demás cosas que Noé hizo el arca e introdujo a los animales así como a sus hijos con sus mujeres, de la puerta no dice que Noé cerró la puerta del arca, sino que dice que “el Señor Dios cerró por fuera la puerta del arca, y así se produjo el diluvio” (Gn 7,16-17). Notemos, sin embargo, que después del diluvio no se dice que Noé abriese la puerta, sino “la ventana”, cuando mandó al exterior “al cuervo para ver si había cesado el agua sobre la tierra” (cf. Gn 8,6. 8).

Las provisiones

Por lo que concierne a la comida que Noé introdujo en el arca para todos los animales y las bestias que habían entrado con él, oye lo que dice el Señor a Noé: “Tú, dice (la Escritura) toma de todos los alimentos comestibles y haz provisión de ellos junto a ti, y te servirán de comida tanto a ti como a ellos mismos” (Gn 6,21). Y que Noé hizo lo que le mandó el Señor, óyelo de la Escritura que dice: “Y Noé, afirma, hizo todo lo que le había mandado el Señor, así hizo” (Gn 6,22).

Los lugares de los excrementos

Por lo que respecta al hecho de que la Escritura no refiera nada de los lugares que hemos dicho separados para el estiércol de los animales, aunque lo sostiene la tradición, parece oportuno que se haya guardado silencio sobre este punto, porque la razón se bastaba para enseñar sus consecuencias. Y puesto que podrá adaptarse menos dignamente a la inteligencia espiritual, con razón la Escritura, que aplica más sus narraciones a las interpretaciones alegóricas, guardó silencio sobre esto.

Perfección general del arca

Sin embargo, por cuanto atañe a la necesidad de las aguas y del diluvio, no pudo darse al arca forma más adecuada y conveniente que aquélla que permitía a las aguas de la lluvia resbalar desde lo más alto como desde un techo que culmina en una cima estrecha, y que mantenía la estabilidad apoyando profundamente los cuatro lados en las aguas, de modo que ni la fuerza de los vientos, ni el ímpetu de las olas, ni la agitación de los animales que estaban dentro, pudiesen inclinarla o sumergirla.

Objeción de Apeles

2. Pero a todas estas cosas, compuestas con tanto arte, algunos oponen objeciones, y sobre todo Apeles, que fue discípulo de Marción, pero inventor a su vez de una herejía mayor que la que había recibido de su maestro. Porque él, en su deseo de hacer ver que los escritos de Moisés no contienen en sí ninguna sabiduría divina y ninguna operación del Espíritu Santo, exagera este tipo de discurso y dice que en manera alguna tan poco espacio habría podido contener a tantas especies de animales con alimentos suficientes para un año entero. Se dice que en el arca se introducen “de dos en dos” (cf. Gn 6,19) los animales impuros, esto es, dos machos y dos hembras -tal es lo indicado por la repetición de la palabra-, y “de siete en siete” (cf. Gn 7,2), es decir, siete parejas, los animales puros; ¿cómo pudo suceder, dice (él), esto en un espacio del que se ha escrito que apenas podían caber solamente cuatro elefantes? Y, después de haber hecho la misma objeción para cada una de las especies, agrega a todo eso estas palabras: “Es, por tanto, seguro que se trata de una fábula inventada; y, si es así, resulta evidente que esta Escritura no es de Dios”.

Respuesta a la objeción de Apeles

Pero, en respuesta a esta (objeción), nosotros ofreceremos a los oyentes la noticia de lo que aprendimos de hombres prudentes (o: sabios), expertos en las tradiciones hebreas, y de antiguos maestros. Los antiguos decían que Moisés, que, según el testimonio de la Escritura, “había sido instruido en toda la sabiduría de los egipcios” (cf. Hch 7,22), puso en este lugar el número de los codos conforme a la ciencia geométrica en la que los egipcios son especialmente expertos. Los geómetras, en efecto, tienen un valor (o: una forma de contar) que ellos llaman “potencia”; y según (ese valor), aplicado a un sólido y a un cuadrado, un codo corresponde a seis, si se considera en modo general, y a trescientos, si se entiende por grados. Luego si se tiene en cuenta este valor, se hallarán espacios tan grandes en longitud y anchura que realmente podrían contener los gérmenes de regeneración de todo el mundo y las semillas redivivas de todos los seres animados.

Queden dichas estas cosas, por cuanto se refiere al sentido literal, contra los que intentan impugnar las Escrituras del Antiguo Testamento como si contuviesen cosas imposibles e irracionales.

Explicación espiritual. El diluvio, figura de la venida de Cristo

3. Pero ahora, al tiempo que suplicamos al único que puede quitar el velo de la letra del Antiguo Testamento (cf. 2 Co 3,14), intentemos indagar también qué contenga de edificación espiritual esta magnífica construcción del arca.

Yo pienso, por cuanto la pequeñez de mi entendimiento me lo permite, que aquel diluvio que entonces casi puso fin al mundo sea la figura de ese fin del mundo que verdaderamente llegará. El mismo Señor lo anunció diciendo: “Así como en los días de Noé compraban, vendían, edificaban, se casaban, y vino el diluvio y todos perecieron, así será también la venida del Hijo del hombre” (cf. Lc 17,26-27; Mt 24,27).

(Es) evidente que con estas palabras designa de la misma y única forma el diluvio que ha precedido y el fin del mundo que anuncia para el futuro. Por tanto, como entonces se dijo a aquel Noé que hiciese un arca e introdujese en ella consigo no sólo a sus hijos y parientes, sino también a los animales de toda especie, así también a nuestro Noé, que es realmente el único justo (cf. Gn 6,9) y el único perfecto, el Señor Jesucristo, le fue dicho por el Padre al final de los tiempos que hiciera para sí un arca de tablas cuadradas y le diese medidas llenas de misterios celestiales. Esto, en efecto, se indica en el Salmo, donde dice: “Pídemelo, y te daré en herencia las naciones, en posesión los confines de la tierra” (Sal 2,8).

Los compartimentos del arca y las manifestaciones de la fe

Construye, por tanto, el arca y en ella hace “nidos”, es decir, una suerte de compartimentos (o: carpas, refugios) para recibir a las diferentes especies de animales. Sobre los cuales también dice el profeta: “Vete, pueblo mío, entra en tus carpas, escóndete un instante hasta que pase el furor de mi ira” (Is 26,20). Se compara, por tanto, a este pueblo que es salvado en la Iglesia con todos aquellos, hombres y animales, que se fueron salvados en el arca.

Pero, puesto que el mérito y el progreso en la fe no es el mismo para todos, por eso tampoco aquel arca ofrece la misma morada a todos, sino que en la parte inferior hay dos compartimentos y en la superior tres, y en ella se distinguen “nidos”, para mostrar que también en la Iglesia, aunque todos estén incluidos (lit.: contenidos) dentro de la misma fe y se hayan lavado en el mismo bautismo, sin embargo, no todos progresan juntos ni del mismo modo, “sino cada uno en su orden” (cf. 1 Co 15,23).

Los diversos seres encerrados en el arca y los grados de perfección

Los que viven (según) la ciencia racional y son idóneos no sólo para regirse a sí mismos, sino también para enseñar a otros (cf. 2 Tm 2,2), porque se encuentran muy pocos, son figura de los pocos que se salvan con el mismo Noé y que mantienen con él la más estrecha relación de parentesco, como nuestro Señor Jesucristo, el verdadero Noé, tiene pocos íntimos (o: próximos), pocos hijos y parientes, que sean partícipes de su palabra y capaces de su sabiduría. Estos son los que fueron puestos en el grado más alto y están colocados en la cúspide (o: cima) del arca.

La muchedumbre de los restantes animales o bestias irracionales está en los lugares inferiores, y sobre todo la de aquéllos cuya feroz crueldad no fue aplacada siquiera por la dulzura de la fe. Un poco por encima de estos están los que, teniendo menos racionalidad, conservan sin embargo mucha simplicidad e inocencia.

El verdadero Noé: Jesucristo

Y así, ascendiendo por cada uno de los peldaños de las moradas (o: habitaciones), se llega al mismo Noé, que significa “reposo” o “justo”, que es Cristo Jesús. Puesto que a aquel Noé no le conviene lo que dice Lamec, su padre: “Este nos dará reposo, dice, de los trabajos y de las fatigas de nuestras manos, y de la tierra que maldijo el Señor Dios” (Gn 5,29). ¿Cómo, en efecto, tener por verdadero que aquel Noé haya dado reposo a Lamec o al pueblo que se encontraba entonces en la tierra, o cómo han podido cesar el trabajo y las fatigas en tiempos de Noé o pudo ser suprimida de la tierra la maldición que había pronunciado el Señor, cuando más bien parece acrecentarse la ira divina y se refiere que Dios dice: “Porque me arrepiento de haber hecho al hombre sobre la tierra” (Gn 6,7); y de nuevo dice: “Destruiré toda carne que está sobre la tierra” (cf. Gn 6,7. 12), y se da la muerte de los vivientes como prueba máxima de la magnitud de la ofensa?

Pero si miras a nuestro Señor Jesucristo, del cual se dice: “He aquí el cordero de Dios, he aquí el que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29), y de nuevo sobre Él se dice: “Hecho por nosotros maldición, para rescatarnos de la maldición de la ley” (cf. Ga 3,13), y otra vez cuando dice: “Vengan a mí ustedes que están cansados y agobiados y yo los aliviaré, y hallarán descanso para sus almas” (Mt 11,28-29), encontrarás que Él es el que realmente ha dado reposo a los hombres y ha liberado a la tierra de la maldición con que la maldijo el Señor Dios.

Luego a este Noé espiritual, que dio reposo a los hombres y quitó el pecado del mundo, se dice: “Te harás un arca de tablas cuadradas” (Gn 6,14).