OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (270)

Cristo y los discípulos de Emaús

Hacia 1250-1260

Gradual

Limoges, Francia

CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, ¿QUÉ RICO SE SALVA?

Primera parte: sobre el uso de las riquezas (conclusión)

   El Señor exige desprendimiento total para seguirle

22.1. «Jesús respondió: “En verdad les digo que quien dejare sus casas y a [sus] padres, hermanos y riquezas por mi causa y por causa del Evangelio, recibirá cien veces más”» (Mc 10,29-30).

22.2. Pero ni esto ha de turbarnos, ni tampoco lo que sea más duro que eso, (puesto que) está expresado con palabras en otro lugar: “El que no odia a [su] padre, a [su] madre y a [sus] hijos, y aún también a la propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lc 14,26).

22.3. Porque no propone odio ni separación de los seres queridos el Dios de la paz (cf. Rm 15,33), puesto que exhorta a amar a los enemigos (cf. Mt 5,44; Lc 6,27. 35).

22.4. Pero si hay que amar a los enemigos, de forma análoga hay que hacerlo también con aquellos familiares por la sangre. O si hay que odiar a los familiares por la sangre, el razonamiento descendente enseña que habrá que proponer [el odio] mucho más a los enemigos, de modo que los razonamientos contradiciéndose se destruirían unos a otros.

22.5. Pero no se destruyen ni de cerca, porque por el mismo espíritu, disposición y con la misma medida odiará al padre y amará al enemigo quien no rechaza al enemigo ni respeta al padre más que a Cristo.

22.6. Porque ciertamente, en aquel pasaje destruye el odio y el mal obrar, y en este otro el apego (lit.: el respeto, la falsa vergüenza) a los familiares, si [nos] perjudicaran respecto a la salvación.

22.7. Por tanto, si alguien tuviera un padre, un hijo o un hermano ateo y deviniera un obstáculo para la fe y un impedimento para la vida de arriba, con ése no debería reunirse ni ser del mismo parecer, sino que debería desligar el parentesco carnal mediante la enemistad espiritual.

Es a Cristo a quien debemos escuchar

23.1. Piensa (en) un pleito difícil. Imagina que se presenta tu padre para decir: “Yo te engendré y te alimenté, sígueme, acompáñame en la maldad y no obedezcas la ley de Cristo”, y cuanto pudiera decir un hombre blasfemo y muerto en la naturaleza [espiritual].

23.2. Pero por otro lado, escucha al Salvador: «Yo te engendré de nuevo (cf. 1 P 1,3), después que el mundo te engendrara de mala manera para la muerte; yo te liberé (cf. Jn 8,36; Rm 8,2), te sané y te redimí (cf. Tt 2,14); yo te daré una vida sin fin, eterna, sobrenatural (cf. Jn 10,28); yo te mostraré el rostro de Dios, Padre bueno (cf. Mc 10,18); no llames [a nadie] padre tuyo sobre la tierra (cf. Mt 23,9); los muertos que entierren a sus muertos, pero tú sígueme (cf. Mt 8,22; Lc 9,60).

23. 3. Porque yo te llevaré al descanso (cf. Mt 11,28-29) de bienes desconocidos e inefables, que “ni ojo vio, ni oído oyó, ni corazón humano alcanzó” (1 Co 2,9), sobre los que desean inclinarse para mirar los ángeles (cf. 1 P 1,12), como para ver también los bienes que Dios preparó a los santos e hijos suyos que le aman (cf. 1 Co 2,9).

23.4. Yo (soy) tu padre nutricio, que me doy a mí mismo como alimento (cf. Jn 6,50-51), nadie que guste de ese (alimento) tendrá jamás experiencia de la muerte (cf. Jn 6,58), y te daré cada día una bebida de inmortalidad (cf. Jn 6,54); yo soy maestro de enseñanzas superiores al cielo; por ti me luché hasta la muerte, y pagué la muerte que tú debías por tus pecados pasados y tu infidelidad hacia Dios (cf. Col 2,14)».

23.5. Oídos estos discursos de una y otra parte, juzga sobre ti mismo y da la sentencia sobre tu propia salvación; y si un hermano, hijo, mujer o quien fuere hablare de esa manera, por delante de todos está en ti Cristo, que será vencedor, puesto que por ti lucha.

“El Señor no es envidioso”

24.1. Se puede también estar por encima de las riquezas. Reflexiona, y Cristo no te aleja de las riquezas; el Señor no es envidioso. Pero, ¿ves cómo tú mismo eres vencido y derribado por ellas? Abandona, rechaza, aborrece, renuncia y huye.

24.2. “Y si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo inmediatamente” (Mt 5,29; cf. Mc 9,47); es mejor para quien tiene un solo ojo el reino de Dios (que no) el fuego para quien (está) intacto (cf. Mt 5,29); aunque (se trate) de la mano (cf. Mt 5,30), del pie (cf. Mc 9,45) y de la vida (cf. Mc 8,35), ódialos (cf. Lc 14,26). Porque si aquí se pierde por Cristo, se salvará allí (cf. Mc 8,35; Mt 10,39; 16,25; Lc 9,24; 17,33).

Las persecuciones contra los creyentes

25.1. Y semejante a esta idea es lo que sigue: “Tener ahora en este tiempo campos, riquezas, casas y hermanos con persecuciones” (Mc 10,30), ¿para qué?

25.2. Porque [el Señor] no llama a la vida a los que no tienen riquezas, ni hogar y tampoco hermanos, sino que también ha llamado a los ricos, pero del modo que antes dijimos, y a hermanos relacionados consigo mismos, como a Pedro con Andrés (cf. Mt 4,18-19), a Santiago con Juan, los hijos de Zebedeo (cf. Mt 4,21-22), pero que tenían el mismo parecer entre ellos y con Cristo.

25.3. Pero el tener todo esto “con persecuciones” lo rechaza [el Señor]; hay una persecución que viene de fuera, la de los hombres que maltratan a los creyentes por enemistad, por envidia, por afán de lucro o por acción diabólica.

25.4. Sin embargo, la persecución más difícil de soportar es la que viene de dentro, movida contra cada uno por su propia alma, maltratada por deseos impíos y placeres varios, por falsas esperanzas y sueños vacíos, cuando, al tratar de poseer siempre más y furiosa por amores salvajes e inflamada como por aguijones o tábanos adheridos a ella, [el alma] se ensangrienta de pasiones por un loco celo, desesperación de la vida y desprecio de Dios.

25.5. Ésta es la persecución más pesada y difícil, puesto que parte de dentro, siempre presente, y el perseguido no puede huir, puesto que lleva consigo (o: está en él) al enemigo por todas partes.

25.6. Lo mismo que el fuego que se lanza desde fuera produce una prueba (cf. 1 Co 3,13), el de dentro produce la muerte. También una guerra que es externa cesa pronto, pero la [originada] en el alma dura hasta la muerte.

25.7. Si tuvieres riqueza sensible con esta persecución, aunque se trate de hermanos de sangre y de (cualquier) otra garantía, abandona toda posesión de esas cosas que es para mal, procúrate la paz en ti mismo, libérate de una gran persecución, vuélvete de todas aquellas cosas al Evangelio, elige antes que a todos al Salvador, que es abogado y consolador (paráclito) de tu alma, príncipe (prýtanis: presidente, jefe) de la vida infinita.

25.8. “Porque las cosas visibles (son) pasajeras, y en cambio las invisibles, eternas” (2 Co 4,18); ciertamente en el tiempo presente, (todo es) fugaz e inestable, “pero en el siglo venidero hay vida eterna” (Mc 10,30).

“El lugar del amarre prometido”

26.1. “Los primeros serán últimos, y los últimos, primeros” (Mc 10,31). En verdad, esto (contiene) muchas cosas respecto al significado y a la explicación; sin embargo, en el momento presente no lo reclama la investigación, porque no sólo se dirige a los que poseen muchas cosas, sino sencillamente a todos los hombres que han recibido la fe de una vez para siempre. Por ello, pues, no es tenido en cuenta ahora.

26.2. Pero pienso que lo que nos hemos propuesto se ha demostrado que no es inferior a la promesa, y, miradas las riquezas y su posesión en sí mismas, el Salvador no ha excluido de la salvación en absoluto las riquezas en sí mismas ni la abundancia de posesiones, si sólo se puede y se quiere obedecer los mandamientos de Dios, se prefiere la vida a las cosas temporales (cf. 2 Co 4,18) y se mira al Señor con vista atenta, como quien mira la indicación de un buen piloto: qué quiere, qué manda, qué indica, qué señal da a los marineros, dónde y cómo (es) el lugar del amarre prometido.

26.3. ¿Qué injusticia comete uno, si reflexiona y considera que ha llevado una vida fácil antes de [abrazar] la fe? O también, lo que es menos irreprochable, ¿si en el momento mismo en que Dios le da el alma, es instalado en casa de esos hombres [ricos] y es de linaje noble (lit.: fuerte), influyente por sus riquezas y poderoso por su opulencia?

26.4. Porque, si por un nacimiento involuntario en medio de la riqueza es excluido de la vida, más bien (recibiría) una injusticia de Dios, que le ha hecho nacer, puesto que ha sido digno de una placentera vida pasajera, pero ha sido privado de una vida eterna.

26.5. Por tanto, en una palabra, ¿qué riqueza debería entonces alzarse de la tierra, si es compañera y protectora mortal?

25.6. Ahora bien, si alguien puede doblegar internamente (lit.: pasar por adentro) el poder de las riquezas, pensar y ser sobrio con moderación, y buscar sólo a Dios, respirar a Dios y ser conciudadano de Dios, ése se presenta pobre a los mandamientos, libre, invicto (o: invencible), sano e incorruptible (o: invulnerable) ante las riquezas.

26.7. Pero si no [es así], antes entrará un camello por el ojo de una aguja que un rico alcance el reino de los cielos (cf. Mc 10,25).

26.8. Ciertamente, (puede) que el camello signifique también algo más elevado al pasar antes que el rico por un camino estrecho y angosto (cf. Mt 7,14), lo cual entraña un misterio del Salvador que hay que aprender en la “Explicación sobre los principios y la la teología” (= parece que se trata de una obra de Clemente que no llegó hasta nosotros).