OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (268)

La Crucifixión y deposición de Cristo

Hacia 1230

Salterio

París

CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, ¿QUÉ RICO SE SALVA?

Primera parte: sobre el uso de las riquezas (continuación)

   Debemos expulsar del alma el amor a las riquezas

11.1. Ahora bien, ¿qué es lo que le empujaba a la fuga y lo hacía desertar del Maestro, de la súplica, de la esperanza, de la vida y de los trabajos realizados? “Vende todo lo que tienes” (Mt 19,21; cf. Mc 10,21).

11.2. ¿Y qué significa esto? No lo que algunos admiten a la ligera: [el Señor] no manda desechar nuestra hacienda y apartarnos de las riquezas, sino expulsar del alma las ideas (dógmata) sobre las riquezas, la simpatía hacia ellas, la excesiva codicia, la apetencia y locura por ellas, las solicitudes y las espinas de la vida, que ahogan la semilla de la vida (cf. Mt 13,22; Mc 4,19; Lc 8,14).

11.3. Porque no es cosa grande ni objeto de admiración el carecer sin motivo de las riquezas, a no ser por causa de la vida [eterna] -puesto que si fuera así, los que no tienen absolutamente nada, sino que están privados y necesitados de lo cotidiano, como los menesterosos tendidos junto a los caminos, “que no conocen a Dios ni la justicia de Dios” (Rm 10,3), por ese mismo hecho de estar en extrema necesidad, de carecer de todo medio de vida y de andar escasos de lo más esencial, serían los más felices, los más amados por Dios y los únicos que poseerían la vida eterna-,

11.4. y no (sería) ninguna novedad renunciar a la riqueza y dársela a los pobres o a la patria (o: a los ancianos), lo cual hicieron muchos antes del descenso del Salvador; unos por la dedicación al estudio o a una sabiduría muerta; otros, por una reputación vacía y por vanagloria, [como] los Anaxágoras, Demócrito y Crates.

La nueva creación: el Hijo de Dios

12.1. ¿Qué es, por tanto, lo que anuncia [el Señor] como nuevo, propio de Dios y lo único que vivifica, que no salvó a los antepasados? Y si la “nueva creación” (Col 1,15; 2 Co 5,17; Ga 6,15), el Hijo de Dios, revela y enseña lo extraordinario, no lo aparente, lo que otros ya han realizado, sino algo distinto de lo significado a través de ello, [algo] más grande, más divino y más perfecto: el desnudar el alma misma y su disposición de las pasiones ocultas que [en ella] subyacen y arrancar de raíz y arrojar lejos las cosas ajenas a la razón. Porque éste (es) el aprendizaje propio del creyente, la enseñanza digna del Salvador.

12.2. Porque los antepasados, despreciando las cosas externas, abandonaron y perdieron (o: destruyeron) las riquezas, pero me parece que también aumentaron las pasiones de sus almas; así, vinieron a dar en soberbia, petulancia, vanagloria y menosprecio de los demás hombres, como si hubieran hecho algo sobrehumano.

12.3. Así, entonces, ¿cómo el Salvador (podía) recomendar a quienes han de vivir para siempre lo que daña y destruye la vida que promete?

12.4. Porque también además sucede esto: es posible que alguno, después de descargar su propiedad, aun así mantenga la codicia y el apetito de las riquezas arraigados y vivos [en su alma]; y puede haber arrojado lejos su hacienda, pero, al carecer y desear lo mismo que abandonó, será doblemente atormentado, tanto por la ausencia de la ayuda como por la compañía del arrepentimiento.

12.5. Porque es quimérico (lit.: inaccesible) e incomprensible que quien carece de lo indispensable para vivir no se abata en (su) mente y trate de ocuparse de lo más importante, mientras intenta hacerse con aquello de cualquier modo y por donde sea.

El buen uso de los bienes materiales

13.1. ¿Y no es más útil lo contrario, poseer lo suficiente, no angustiarse respecto a la hacienda, y socorrer a los que convenga? Puesto que, si nadie tiene nada, ¿qué comunión [de bienes] podría darse entre los hombres?

13.2. ¿Cómo no se encontrarían estas enseñanzas, claramente opuestas y contrarias a todos las demás hermosas enseñanzas del Señor?

13.3. “Háganse amigos con las riquezas injustas, para que, cuando falten, los reciban en las moradas eternas” (Lc 16,9). “Amontonen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre hacen desaparecer, y donde los ladrones no socavan” (Mt 6,20).

13.4. ¿Cómo podría alguien dar de comer a un hambriento, de beber a un sediento, vestir al desnudo y recibir al sin techo (cf. Mt 25,35-43), y a los que no hacen esas cosas les amenaza fuego y tiniebla exterior (cf. Mt 8,12; Lc 13,28), si cada uno estuviera privado de todas esas últimas cosas?

13.5. Pero ciertamente el mismo [Jesús] fue hospedado por Zaqueo (cf. Lc 19,2-10), Leví (cf. Mc 2,14-15; Lc 5,27-29) y Mateo (cf. Mt 9,9-10), ricos y publicanos, y no les manda que se desprendan de las riquezas, sino que, después de establecer una posesión justa y de rechazar la injusta, anuncia: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (Lc 19,9; cf. Hch 16,31-34).

13.6. Así alaba (el uso) de las posesiones; de modo que también con esta añadidura prescribe la comunión de bienes: dar de beber al sediento, dar pan al hambriento, dar hospitalidad al que no tiene techo y vestir al desnudo (cf. Mt 25,35-46; Is 58,7).

13.7. Pero si no (es) posible colmar estas necesidades sin riquezas y manda desprenderse, de ellas, ¿qué otra cosa haría el Señor si no mandar que se dé y no se dé, alimentar y no alimentar, hospedar y dejar en la calle (lit.: excluir), tener comunión (de bienes) y no tenerla? Esto (sería) lo más absurdo de todo.

Los bienes materiales son sólo instrumentos

14.1. En efecto, no hay que desechar las riquezas que aprovechan también a los vecinos. Son en realidad propiedades porque son adquiridas, y riquezas porque en verdad son útiles y han sido; dispuestas por Dios para utilidad de los hombres; (son) cosas que están al alcance [nuestro] y están destinadas, como una determinada materia o instrumento, para buena utilidad de quienes saben (o: son capaces).

14.2. El instrumento, si se usa con arte (lit.: técnicamente), es provechoso (o: hábil; industrioso); si tú careces de arte, [el instrumento] aprovecha tu torpeza (o: ignorancia), sin (ser) culpable.

14.3. Así también la riqueza es un instrumento. Se la puede usar justamente y para servir a la justicia; quien la utiliza de manera injusta, a su vez descubre un servidor de injusticia, puesto que [la riqueza] por su naturaleza es para servir, no para mandar.

14.4. No hay, por tanto, que responsabilizarla de lo que de suyo no tiene, ni bueno ni malo: no (es) causante, sino que [hay que responsabilizar] a quien puede usar bien o mal de ella, conforme a la elección que realice, según esa (elección) es responsable (o: causante). Y esto es (propio) de la mente humana, que tiene en sí misma un criterio libre y la propia libertad de administrar lo que se le regala.

14.5. En vista, .de lo cual no hay que destruir las riquezas, (sino) más bien las pasiones (o: concupiscencias) del alma, que no permiten que las riquezas (o: posesiones) sean mejor utilizadas, para devenir (un hombre) bueno y verdaderamente noble, que pueda usar esas riquezas correctamente.

14.6. Así, renunciar a todo lo que se posee y el vender todo lo que se tiene, hay que entenderlo como referido a las pasiones del alma.

Renunciar a lo que es nocivo, no a lo que puede ayudar al prójimo

15.1. Por cierto, yo podría decir esto: puesto que las cosas del alma unas son internas y otras externas, y si el alma las usa convenientemente, las cosas parecen también buenas, pero si (las usa) mal, (parecen) malas, ¿el que manda enajenar las posesiones, primero pide renunciar a esas cosas (cf. Mc 10,21) pero que, incluso abandonadas, permanecen las pasiones, o más bien [renunciar a] aquellas que, abandonadas, hacen que también las riquezas sean útiles?

15.2. Ciertamente, el que desecha la opulencia mundana puede también (ser) rico de pasiones, y no (estando) presente la materia; porque la disposición (sigue) trabajando en lo suyo y ahoga la razón, la oprime y perturba con sus habituales apetitos; así, entonces, de nada le aprovecha ser pobre de posesiones al que es rico en pasiones.

15.3. Seguramente no tiró lo que debía rechazar, sino lo indiferente; y mientras se privó de lo que podía servir, encendió la materia innata de la maldad con la carestía de los bienes externos.

15.4. Así, por tanto, hay que renunciar a las posesiones nocivas, no a lo que puede ayudar a los demás, si uno conoce el uso debido.

15.5. Y reporta utilidad lo que se administra con prudencia, templanza y piedad, pero hay que rechazar lo nocivo; ahora bien los bienes externos no son nocivos.

15.6. Por consiguiente, el Señor también recomienda el uso de los bienes externos, mandando desprendernos no de los medios para vivir, sino del mal uso de esos medios; y eso eran las enfermedades y pasiones del alma.