OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (266)

La resurrección de Lázaro

Hacia 1480-1490

Liturgia de las Horas

Aix-en-Provence, Francia

Clemente de Alejandría (+ 215/216) [continuación]

1379. ¿Qué rico se salva? (Quis dives salvetur).

No se ha encontrado en Internet este texto en castellano, por lo que lo ofrecemos a continuación.

CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, ¿QUÉ RICO SE SALVA?[1]

Introducción: presentación del problema

   Las exigencias del Evangelio

1.1. Los que ofrecen discursos encomiásticos a los ricos no sólo me parece que deben ser justamente juzgados como aduladores e indignos, como que frecuentemente simulan reconocer lo que no merece ser reconocido, sino también (como) impíos e insidiosos.

1.2. Impíos, ciertamente, porque debiendo alabar y glorificar a Dios, que es el único perfecto y bueno (cf. Mt 5,48; 10,17; Mc 10,18; Lc 18,19), del cual (provienen) todas las cosas y por medio del cual (existe) todo y al cual (se dirige) todo (cf. Rm 11,36), atribuyen lo admirable y el honor a hombres que se agitan en una vida desenfrenada y efímera, y que (es) lo primero sometido al juicio de Dios.

1.3. E insidiosos también, porque (aunque) de suyo la riqueza alcanza para llenar de vanidad las almas de quienes las poseen, para corromperlas y desviarlas del camino (cf. Hch 9,2; 22,4), por medio del cual es posible obtener la salvación; pero ésos aturden las mentes de los ricos excitándolas con los placeres de las alabanzas desmedidads, y procurando que de una vez para siempre desprecien todas las cosas, excepto la riqueza, por la cual son admirados. Según el proverbio, añaden leña al fuego, acumulan infortunio sobre infortunio (cf. Platón, Leyes, II,666 A), acrecientan carga a la riqueza, cargan un peso a otro de naturaleza más grave, cuando sería mejor quitar y recortar, como [si se tratara] de una enfermedad peligrosa y que trae (o: produce) la muerte. Porque al que se exalta y engrandece, le sigue el cambio correspondiente: la humillación (cf. Mt 23,12; Lc 14,11; 18,14; Ez 21,26 LXX) y la caída (cf. Mt 7,27), como lo enseña la palabra divina.

1.4. Pero a mí me parece que el ayudar a los ricos a conquistar el bien y procurarles la salvación por todos los medios posibles, es mucho más humano que el que estén al servicio de la impiedad y alabarlos para (su) mal; por un parte, suplicándolo a Dios, que da esas cosas de manera segura y de buena gana a sus hijos; y en segundo lugar, cuando sus almas por medio de la gracia del Salvador, iluminándolas y conduciéndolas hacia la posesión de la verdad, y sólo el que la alcance y se muestre espléndido con buenas obras lograré el premio de la vida eterna (cf. 1 Co 9,24; Flp 3,14).

1.5. Pero también es necesaria la oración de un alma fuerte y que persevere hasta hasta el último día que ha de durar nuestra vida, y la conducta de una disposición buena y estable (cf. Flp 3,13), y que ha de extenderse a todos los mandamientos del Salvador.

¿Pueden salvarse los ricos?

2.1. Pero quizás no hay simplemente una causa sino varias por las que parece que es más difícil la salvación de los hombres ricos que la de los pobres.

2.2. Porque algunos al escuchar sin más y temerariamente la palabra del Salvador sobre que un camello pasa más fácilmente por el ojo de una aguja que un rico [entre] en el reino de los cielos (cf. Mt 19,22; Mc 10,25; Lc 18,25), desesperando de sí mismos, como si no les fuera posible ser salvados (lit.: vivir), se entregan totalmente al mundo, y permaneciendo colgados a la vida de aquí abajo como (si fuera) la única que les queda, se apartan más allá del camino (= que conduce a la otra vida), sin ocuparse de muchas cosas ni de qué ricos habla el Señor y Maestro, ni de qué manera lo que es imposible para los hombres puede ser posible [para Dios] (cf. Mc 10,27).

2.3. Pero otros entienden eso correcta y convenientemente, pero sin preocuparse de las obras que conducen a la salvación, no se preparan con las debidas disposiciones para alcanzar lo que esperan.

2.4. Pero yo digo estas cosas a toda clase de ricos que perciben el poder del Salvador y la salvación manifiesta; en cambio, de los no iniciados en la verdad, poco me importa.

Los ricos no están excluidos del reino de los cielos

3.1. Así, por tanto, es necesario que los que muestran que aman la verdad y aman a los hermanos, y no son estimulados arrogantemente por los ricos que han sido llamados (cf. 1 Co 1,2) [a la fe], ni tampoco se echan a sus pies por propia ganancia, en primer lugar conviene que les quiten con la palabra la vacía desesperación y les muestren con la adecuada explicación (lit.: exégesis) de los oráculos del Señor por qué no se les excluye absolutamente de la herencia (cf. Mc 10,17) del reino de los cielos, si obedecen los mandamientos.

3.2. Cuando hayan aprendido cómo tienen un temor imprudente y que si ellos quieren, el Salvador los recibe con alegría, entonces también habrá que instruirles (o: mostrarles) e iniciarlos, para que piensen también por medio de qué obras y disposiciones se obtiene la esperanza, como que no se establece en ellos sin esfuerzo ni, por otra parte, sobreviene al azar.

3.3. No obstante, lo mismo que sucede entre los atletas (cf. 1 Co 9,24-27), para que comparemos lo pequeño y lo perecedero con lo grande e inmortal, así también el que es rico según el mundo (debe) reflexionar sobre lo que le atañe.

3.4. Porque también entre los atletas quien desespera de poder vencer y alcanzar la corona, ni siquiera se inscribe en el certamen (o: lucha); pero el que alimenta en su mente esa esperanza, pero no acepta también las fatigas, los ejercicios y el régimen de comidas, se queda sin corona y fracasa en (sus) esperanzas.

3.5. De igual manera, quien abrase las cosas de la tierra, no (debe) excluirse a sí mismo desde el inicio de las recompensas prometidas por el Salvador, si es creyente y ve la magnificencia del amor a los hombres (filantropía) de Dios; pero, si n0 se ejercita y lucha con fatiga y sudor, tampoco debe esperar conseguir (o: recibir) la corona de la inmortalidad (cf. 1 Co 9,25).

3.6. Por el contrario, debe someterse él mismo al entrenador que (es) el Verbo, al director del certamen, a Cristo. Y para su comida y bebida le darán el Nuevo Testamento del Señor (cf. Lc 22,20; 1 Co 11,25); los ejercicios (serán) los mandamientos; la buena forma y adorno, las buenas disposiciones: caridad, fe, esperanza (cf. 1 Co 13,13), gnosis de la verdad, moderación, mansedumbre, misericordia y modestia, para que, cuando la última trompeta (cf. 1 Co 15,52) dé la señal de la carrera y de la salida de este mundo, como del estadio de esta vida, se presente vencedor con buena conciencia ante el presidente de los juegos, reconociéndose (o: confesándose) digno de la patria de arriba, hacia la que sube en medio de coronas y aclamaciones de los ángeles.

Las palabras del Evangelio

4.1. Así, entonces, el Salvador nos conceda ahora a los que comenzamos el discurso, suministrar la verdad, lo conveniente y saludable a nuestros hermanos, en primer lugar, por lo que respecta a la esperanza misma, y, en segundo lugar, para la consecución de la esperanza.

4.2. Y Él da la gracia a los que están necesitados, enseña a los que lo piden, destruye la ignorancia y expulsa la desesperación, introduciendo de nuevo los mismos discursos sobre los ricos, haciéndoles intérpretes de los mismos y exégetas seguros.

4.3. Puesto que nada hay como oír de nuevo las palabras mismas que precisamente hasta ahora nos han turbado profundamente en los evangelios, por haberlas escuchado de manera infantil, sin examen y equivocadamente.

4.4. «Cuando salía Él hacia el camino, se acercó uno y, arrodillado ante él, le dijo:

4.5. “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?”. Y Jesús le dijo: “¿Por qué dices bueno? Nadie es bueno sino uno, Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre”.

4.6. Y aquél, respondiendo, le dije: “Todo esto lo he guardado desde mi juventud”. Y Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: “Una cosa te falta: si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo, y después sígueme”.

4.7. Pero él, afligido por estas palabras, se marchó triste, porque tenía muchas riquezas y campos.

4.8. Y Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: “¡Qué difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!”.

4.9. Los discípulos se quedaron impresionados por sus palabras. Pero hablando de nuevo Jesús, les dice: “Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios a los que confían en las riquezas! Más fácilmente pasará un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de Dios”. Y ellos se quedaron aún más asombrados y decían: “Entonces, ¿quién puede salvarse?”. Jesús, mirándolos, les dijo: “Lo que es imposible para los hombres, para Dios es posible”.

4.10. Comenzó Pedro a decirle: “Mira que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Respondiendo Jesús, dice: “En verdad les digo que quien haya dejado casa (lit.: lo propio), hijos, hermanos y riquezas por mí y por el Evangelio, recibirá cien veces más. Ahora en este tiempo ¿para qué [desea) (tener) campos, riquezas, casas y hermanos con persecuciones? En el tiempo futuro está la vida eterna. Y los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros”» (Mc 10.17-31 [con algunas variantes]).

La peculiar enseñanza del Salvador

5.1. Estas cosas están escritas en el evangelio según Marcos; y también en todos los otros [evangelios] reconocidos (cf. Mt 19,16-30; Lc 18,18-30), con pocos cambios en cada una de las expresiones, pero todas muestran la misma concordancia (lit.: sinfonía) en el espíritu (o: intención).

5.2. Pero (es) necesario saber que el Salvador claramente no enseña al estilo humano, sino que enseña todo a los suyos con divina y misteriosa (lit.: mística) sabiduría, para que no oigamos esas palabras de manera literal (lit.: carnalmente), sino para descubrir y aprender con la conveniente investigación e inteligencia su sentido oculto.

5.3. Porque también aquellas (manifestaciones) enigmáticas (suyas), que parece fueron explicadas por el Señor a sus discípulos, (se ve) ahora que para ser descubiertas necesitan de un examen en nada inferior, sino mayor también ahora, amplificado por el exceso de sabiduría en ellos.

5.4. Pero también puesto que lo que parece que Él ofreció a los suyos y a los que por Él llamó hijos del reino (cf. Mt 8,12; 13,38), necesita aún de mayor cuidado, en realidad quizá porque parece que lo expuso sencillamente, y por eso mismo no provocó explicación alguna de los oyentes, puesto que llevaba hacia el fin total de la salvación, y ha de examinarse con la profundidad admirable y supracelestial de la inteligencia, (y) no es conveniente aceptarla superficialmente con los oídos, sino llevando la mente hasta el espíritu mismo del Salvador y a lo secreto del pensamiento.



[1] Texto griego en: Clemens Alexandrinus. Dritter Band. Stromata Buch VII und VIII. Excerpta ex Theodoto. Eclogae Propheticae. Quis Dives Salvetur. Fragmente, Leipzig, J. C. Hinrichs’sche Buchhandlung, 1909, pp. 159 ss. (Die griechischen christlichen Schriftsteller der ernsten drei Jahrhunderte, 17); Sources Chrétiennes, n. 537, Paris, Eds. Du Cerf, 2011, pp. 100 ss.; y en la colección Fuentes Patrísticas (= FP), n. 24, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 2010, pp. 228 ss. En líneas generales, seguimos esta traducción castellana, pero con algunas modificaciones, y añadiendo subtítulos. Cf. también: http://mercure.fltr.ucl.ac.be/Hodoi/concordances/clemens_alex_riche_sauve/ (texto griego con traducción francesa).