OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (257)

Jesús llama a Pedro y Andrés

1389-1404

Bologna, Italia

CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, EXTRACTOS DE TEÓDOTO Y DE LA LLAMADA ESCUELA ORIENTAL EN EL TIEMPO DE VALENTÍN

Tercera sección: Extractos 43-65

   Jesucristo Salvador

43.1. Por consiguiente, dicen que los de la derecha conocían los nombres de Jesús y de Cristo, incluso antes de la venida; pero no conocían el poder de la señal [de la Cruz].

43.2. Y cuando el Padre concedió toda la autoridad (cf. Mt 28,18; Jn 13,3) y también el Pléroma consintió, fue enviado (o: emitido) “el Ángel del consejo” (Is 9,5). Y se originó la Cabeza de todas las cosas (cf. Col 1,19) después del Padre:

43.3. “Porque en Él fueron creadas todas las cosas, las visibles y las invisibles, Tronos, Principados, Dominaciones” (Col 1,16), Divinidades y Ministerios.

43.4. “Y por eso Dios lo exaltó y le dio el Nombre sobre todo nombre, para que toda rodilla se doble y toda lengua confiese que el Salvador Jesucristo (es) Señor de la gloria” (Flp 2,9-11), el mismo que subió y que descendió.

43.5. “¿Y qué significa subió, sino que también descendió? El que descendió a las regiones inferiores de la tierra, también subió por encima de los cielos” (Ef 4,9-10; cf. Jn 31,13).

La Sabiduría adoró a Cristo

44.1. Pero la Sabiduría vio que era semejante a la Luz que la había abandonado, reconoció [a Cristo], se acercó, se alegró y lo adoró (o: se postró). Pero al contemplar a los Ángeles masculinos que habían sido enviados con Él, (ella) sintió vergüenza y se puso un velo.

44.2. Por este misterio Pablo ordena a las mujeres “mostrar sobre su cabeza la señal de sumisión por razón de los Ángeles” (1 Co 11,10).

La epifanía del Salvador

45.1. Así, por tanto, a continuación el Salvador concedió a la Sabiduría la forma gnóstica (lit.: según la gnosis) y la curación de sus pasiones (o: concupiscencias), mostrando, a partir del Padre ingénito, (los misterios que están) en el Pléroma y (los ocurridos) hasta ella misma.

45.2. Y separadas las pasiones de quien las padeció (o: sufrió) la constituyó impasible, y al separar las pasiones las mantuvo en guardia; y no las dispersó como las de aquella que estaba dentro [del Pléroma], sino que las llevó al estado de sustancia, a ellas y a las de la segunda disposición.

45.3. De esta manera, mediante la epifanía del Salvador, nace la Sabiduría impasible, y son creados los elementos exteriores [al Pléroma]: “Porque todo se hizo por medio de Él, y sin Él no se hizo nada” (Jn 1,4).

Las pasiones transformadas en materia incorporal

46.1. Así, primero tomó esos elementos de una pasión incorporal y accidental y los transformó en una materia todavía incorporal, y de la misma manera en compuestos (o: composiciones) y cuerpos.

46.2. Porque no era posible transformar (lit.: hacer) las pasiones directamente en una sustancia; así dotó a los cuerpos con unas propiedades convenientes según su naturaleza.

El Salvador es el primer Demiurgo

47.1. Por tanto, el Salvador devino el primer Demiurgo universal; en segundo lugar, “la Sabiduría edificó su casa, y la asentó sobre siete columnas” (Pr 9,1).

47.2. Y antes de todo emitió al Dios [psíquico], imagen del Padre, por medio del cual hizo “el cielo y la tierra” (Gn 1,1); es decir, “los seres celestiales y terrestres” (Flp 2,10), los de la derecha y los de la izquierda.

47.3. Éste mismo [Dios], como imagen del Padre, deviene padre y emite al primer (ser) psíquico, a Cristo, imagen del Hijo; a continuación [emite] a los Arcángeles, imágenes de los Eones; después a los Ángeles [imágenes] de los Arcángeles, de una sustancia psíquica y luminosa, de la que dice la palabra profética: “Y el Espíritu de Dios aleteaba (lit.: era llevado) sobre la superficie de las aguas” (Gn 1,2), según la unión de las dos sustancias hechas por Él (= el Demiurgo), diciendo que lo puro era puesto encima, y lo pesado y material, lo fangoso (o: sucio) y espeso era puesto debajo.

47.4. Pero también se insinúa (o: se da a entender) que al principio esa [combinación] era incorporal, al decir que era “invisible” (Gn 1,2); con todo, no era invisible para cualquier hombre, que todavía no existía, ni tampoco para Dios, porque lo había creado; pero declaró de alguna manera que era informe, sin imagen (o: amorfo) y sin figura.

Lo informe es conducido a la forma

48.1. Y separando el Demiurgo lo puro de lo pesado, como si percibiera la naturaleza de cada uno (de esos elementos), hizo la luz (cf. Gn 1,3); es decir, los manifestó y trajo ante la luz y la forma (cf. Gn 1,4), (puesto que) la luz del sol y la del cielo las hizo mucho después (cf. Gn 1,14 ss.).

48.2. E hizo desde lo material (un elemento) a partir de la tristeza, creando sustancialmente “los Espíritus malignos contra los que tenemos que luchar” (Ef 6,12; se trata de los demonios); por eso dice el Apóstol [Pablo]: “Y no entristezcan al Espíritu Santo de Dios en el que han sido sellados” (Ef 4,30).

48.3. Y otro [elemento] tomado del temor, [creando] las fieras salvajes; lo que (hizo) a partir del terror (o: pavor, estupor) y de la indigencia (son los elementos) del mundo (cf. Col 2,8. 20).

48.4. Y el fuego está suspendido, está difundido y se esconde en los tres elementos [del mundo]; se enciende por ellos y muere con ellos, no teniendo ningún lugar designado para sí mismo, como también los otros elementos de los que se crean las composiciones [de los cuerpos].

La ignorancia del Demiurgo

49.1. Y puesto que [el Demiurgo] no sabía que Ella (= la Sabiduría) actuaba por medio de él, pensaba que creaba por su propio poder, como que por naturaleza (era) amante del trabajo; por ello dijo el Apóstol [Pablo]: “Se ve sometida [la creación] a la vanidad del mundo, no voluntariamente, sino por causa de quien la ha sometido, con la esperanza de que también será liberada” (Rm 8,20-21), cuando sean reunidas las semillas de Dios (cf. Mt 13,30; 3,12; Lc 3,17; Jn 4,36).

49.2. Y un signo especial de su falta de voluntad (es hacer) bendito el (día) sábado y defender el descanso de sus fatigas (cf. Gn 2,3).

La formación del ser humano

50.1. “Tomando polvo de la tierra” (Gn 2,7a), no de la tierra seca, sino una parte de la materia múltiple y variada (cf. Ef 3,10), formó un alma terrena y material, irracional y consubstancial a la de las bestias: éste es el hombre “según la imagen” (Gn 1,26a).

50.2. (El hombre) “según la semejanza” (Gn 1,26b) del Creador mismo es aquél sobre el que “insufló” (Gn 2,7a) y sembró, infundiendo por medio de los Ángeles algo consubstancial a Él mismo.

50.3. Como es invisible e incorporal, llamó a la sustancia (del hombre) “aliento de vida” (Gn 2,7b); pero en cuanto que la formó es “ser viviente” (Gn 2,7c; cf. 1 Co 15,45), lo cual es así, y lo proclama Él mismo en las Escrituras proféticas.

El hombre psíquico

51.1. Así, por tanto, hay un hombre en el hombre, el psíquico en el terrestre, sin (ser) una parte unida a [otra] parte, sino un todo [unido] a otro por el poder inenarrable (o: indecible) de Dios. De ahí que [el hombre] esté formado en el Paraíso, en el cuarto cielo.

51.2. Porque la carne terrestre no asciende, sino que el alma material era como una carne (del alma divina). Eso es lo que significa: “Esto sí que es ahora hueso de mis huesos” (Gn 2,23a), que se refiere al alma divina, oculta en la carne, sólida, impasible y con mucha fuerza; “y carne de mi carne” (Gn 2,23b), [se refiere] al alma material, cuerpo del alma divina.

51.3. Sobre estas dos [almas] también dice el Salvador: “Hay que temer al que puede hacer perder el alma y a este cuerpo psíquico en la Gehenna” (Mt 10,28).

Textos del Nuevo Testamento y del Génesis sobre “los dos hombres”

52.1. El Salvador llamó a ese (elemento) carnal “adversario” (Mt 5,25; Lc 12,58; cf. 1 P 5,8), y Pablo: “Ley que lucha contra la ley de mi espíritu” (Rm 7,23). También el Salvador aconseja “atarlo y como de un hombre fuerte despojarlo de sus bienes” (Mt 12,29), es decir, del (hombre) que hace la guerra al alma celeste; y aconseja liberarse (o: alejarse) de él en el camino, para que no seamos arrojados en prisión y al castigo (cf. Lc 12,58; Mt 5,25).

52.2. E igualmente también [exhorta] a ser “benévolo” (Mt 5,25a) para con él, sin alimentarlo ni hacerle frente con la licencia de los pecados, sino aquí (y) ahora ocasionándole la muerte, y produciendo su desaparición (lit.: extinción), para que con esta separación (o: disolución) pueda ser secretamente dispersado y evaporado; no sea que, recibiendo alguna consistencia en sí mismo, tenga la fuerza de resistir en su paso a través del fuego.

“Adán tuvo la semilla espiritual”

53.1. Este [hombre] (=el material o hílico) es llamado “cizaña” (Mt 13,25), (porque) crece con el alma, con la buena semilla (cf. Mt 13,25). También aquél [hombre hílico] es llamado simiente del Diablo (cf. Jn 8,44), como consubstancial con él y serpiente (cf. Gn 3,15), recalcitrante y ladrón (cf. Jn 10,1), porque ataca a la cabeza del rey.

53.2. Pero Adán, tuvo en el alma la semilla espiritual, sembrada en él ocultamente por la Sabiduría; “promulgada -dice [Pablo]- por medio de Ángeles por mano de un Mediador; pero un mediador no es (mediador) de uno solo; y Dios es uno solo” (Ga 3,19-20).

53.3. Así, entonces, “por medio de Ángeles” masculinos son suministradas las semillas, aquellas que habían sido emitidas por la Sabiduría para la generación, de modo que le fuera posible existir.

 

53.4. Porque lo mismo que el Demiurgo, movido ocultamente por la Sabiduría, piensa que se mueve por sí mismo, así, también los hombres.

 

53.5. Por tanto, la Sabiduría emitió la primera semilla espiritual que hay en Adán, para que el hueso -el alma racional y celestial- no estuviera vacío, sino lleno de médula espiritual.