OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (256)

El bautismo de Cristo

Hacia 1460

Brugge, Bélgica

CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, EXTRACTOS DE TEÓDOTO Y DE LA LLAMADA ESCUELA ORIENTAL EN EL TIEMPO DE VALENTÍN

Segunda sección: Extractos 29-42

   Abismo y Silencio

29.1. El Silencio -dicen-, Madre de todos los seres emitidos por el Abismo, ciertamente nada tenía que decir, guardó silencio sobre el Inexpresable (o: Indecible); pero comprendiendo lo declaró Incomprensible.

El Padre y el Silencio

30.1. Después, olvidándose de la gloria de Dios, dicen manera impíamente que Él sufrió[1].

Puesto que el Padre se compadeció, siendo constante (o: firme) e inexorable por naturaleza -dice Teódoto-, ofreciéndose (o: abandonándose) a sí mismo para que el Silencio comprendiera,

lo que es una pasión [en Él].

30.2. Puesto que la compasión es la pasión de uno a causa de la pasión de otro.

Ciertamente, así es. Y cuando tiene lugar la pasión, el Todo simpatizó (o: se compadeció), [según ellos], para la mejora de quien padecía.

La pasión de la Sabiduría

31.1. Pero si también el [Salvador] que descendió era la buena voluntad del Todo -porque el Pléroma entero estaba en él corporalmente-, también Él mismo sufrió,

mostrando (o: indicando) que también las semillas que hay en Él han padecido juntamente, y que por medio de ellas han padecido el Conjunto (= Pléroma) y el Todo (cf. Col 2,9).

31.2. Pero también los Eones, una vez educados -como dicen- p0r la persuasión del Eón duodécimo (= la Sabiduría), se compadecieron.

31.3. Porque reconocieron que lo que son es por la gracia del Padre (cf. 1 Co 15,10): un Nombre innominable, Forma y Gnosis. Pero el Eón que quería apoderarse de lo que (estaba) por encima de la Gnosis, cayó en la ignorancia y en la deformidad (o: ausencia de forma).

31.4. Como consecuencia también consiguió un vacío de Gnosis, que es la sombra del Nombre y que es el Hijo, Forma de los Eones. Así, según el nombre parcial de los Eones es la pérdida del Nombre.

Cristo, imagen del Pléroma

32.1. Por tanto, aunque existe unidad en el Pléroma, cada uno de los Eones tiene su propio pléroma, su pareja. Ciertamente, lo que sale (o: proviene) de la pareja -dicen- son pléromas; pero lo que proviene de uno solo (son) imágenes.

32.2. Por eso Teódoto llamó a Cristo, que proviene del pensamiento de la Sabiduría, imagen del Pléroma.

32.3. Y (Cristo), abandonando a su Madre (= la Sabiduría) para entrar en el Pléroma, se mezcló tanto con los Todos (= los Eones del Todo), y también con el Paráclito.

Equivocadas interpretaciones de los gnósticos

33.1. Cristo devino verdaderamente hizo hijo adoptivo (cf. Rm 8,15. 23), lo mismo que se hizo Elegido (Lc 23,35; Col 1,15) para los pléromas y Primogénito (Col 1,15; lit.: Primocreado) de las realidades de aquí abajo.

33.2. En verdad, esta doctrina es una mala interpretación de la nuestra, llamando al Salvador “Primogénito” (Col 1,15) a partir de la realidad subyacente; y es como nuestra Raíz y “Cabeza” (Ef 4,15; cf. Ef 1,22; 5,23; Col 1,18); y la Iglesia es su fruto.

33.3. Dicen que cuando Cristo huyó de lo que [le] era impropio y fue restringido en el Pléroma, puesto que provenía del pensamiento materno, la Madre produjo de nuevo al Arconte de la economía salvífica, como tipo de aquel que había huido, por el deseo de quien pensaba que era mejor, puesto que era tipo del Padre de todas las cosas.

33.4. Por eso también [este Arconte] deviene inferior, como que provenía de una pasión del deseo (o: de la concupiscencia). Ciertamente, [la Madre] se disgustó al darse cuenta, como ellos dicen, del apéndice (apotomía).

Los poderes emitidos por la Madre

34.1. Pero también los poderes de la izquierda, emitidos por (la Madre) antes que los de la derecha, no fueron formados por la venida de la Luz (cf. Jn 1,5), sino que los de la izquierda fueron abandonados en el Lugar, para que fueran formados.

34.2. Así, una vez que la Madre haya entrado en el Pléroma con el Hijo y las semillas, entonces el Lugar recibirá la autoridad de la Madre y la posición (o: el orden) que ahora tiene la Madre.

Jesús y los Ángeles

35.1. Jesús, nuestra “Luz” (Jn 1,4; 8,12; 12,46; Is 49,6), como dice el Apóstol [Pablo] se “vació a sí mismo” (Flp 2,7) -es decir, saliendo fuera del Límite, según Teódoto-, puesto que era Ángel del Pléroma, arrastró (o: sacó) consigo mismo a los Ángeles de la semilla superior.

35.2. Y ciertamente, él tiene la redención, como que proviene del Pléroma; pero condujo a los Ángeles para enmienda (o: corrección) de la semilla.

35.3. Porque, como limitados, [los Ángeles] suplican e invocan y retenidos por nosotros, se esfuerzan en entrar, pidiendo perdón para nosotros, para que podamos entrar con ellos.

35.4. Porque quizás, teniendo necesidad de nosotros para poder entrar, ya que sin nosotros no tienen libertad para [entrar] -porque la Madre tampoco ha entrado sin nosotros, dicen-, con razón suplican por nosotros.

Hacia la unidad

36.1. Sin duda, nuestros Ángeles han sido emitidos en la unidad -dicen [los valentinianos]-, siendo uno (= con el Salvador), como que provienen de uno.

36.2. Pero puesto que nosotros existimos en la división, por eso Jesús fue bautizado, para que lo indiviso se dividiera, hasta que nos una a nosotros con aquellos [Ángeles] en el Pléroma; para que nosotros, los muchos, deviniéramos uno (cf. Jn 11. 21-22), todos unidos (lit.: mezclados) en el uno que fue dividido por nosotros.

“El edificio de la tiniebla”

37.1. Según los valentinianos, entre los descendientes de Adán, unos -ciertamente, los Justos-, haciendo camino a través de las cosas creadas, han sido retenidos en el Lugar; pero otros (han sido retenidos) en el edificio de la tiniebla que está a la izquierda, experimentando (o: teniendo) la sensación del fuego.

El velo del templo y el santo de los santos

38.1. Un río de fuego sale de debajo del trono (cf. Dn 7,9-8) del Lugar y fluye hacia el vacío de lo creado, que es la Gehenna y que no se llena, aunque el fuego fluya desde la creación. Pero también el Lugar mismo es ígneo.

38.2. Por eso -dice [Teódoto]- tiene un velo, para que las cosas (o: las cosas pneumáticas) no puedan ser consumidas por su mirada. Y sólo el Arcángel puede entrar en él, y a su imagen también el sumo sacerdote entraba una sola vez al año en el santo de los santos (cf. Hb 9,7).

38.3. De ahí que también Jesús fuera llamado para ayudar a sentarse (cf. Sal 109 [110],1) en el Lugar, para que los espirituales permanecieran y no se levantaran antes que Él, y para someter al Lugar y procurar a la semilla un camino hacia el Pléroma.

La actividad de la Madre

39.1. La Madre, después de emitir al Cristo total y de haber sido abandonada por Él, ya no emitió en adelante nada entero, sino que retuvo junto a ella los elementos posibles; de modo que, aunque ella había emitido los elementos angélicos del Lugar y de los llamados, los retuvo junto a ella misma, (en tanto) que los elementos angélicos de los elegidos habían sido emitidos anteriormente por el Varón.

Las semillas de la Iglesia

40.1. Porque los elementos de la derecha han sido producidos por la Madre antes de la petición de la Luz; pero las semillas de la Iglesia lo han sido después de la petición de la Luz, cuando los elementos angélicos de las semillas fueron emitidos por el Varón.

Sobre las semillas pneumáticas

41.1. Las semillas superiores (o: diferentes) -dice [Teódoto]- no son producidas ni como una pasión -porque también habrían sido destruidas las semillas de las que derivaban-, ni como una creación, sino como hijos.

41.2. Porque, cuando la creación fue acabada (o: conformada, perfeccionada), también las semillas habrían sido completadas con ella. Por eso también [las semillas] tienen una afinidad con la Luz (cf. Jn 1,4), es decir, con Jesús, el primer [elemento] que Cristo produjo, suplicándolo a los Eones. En (Cristo), en la medida de lo posible, han sido filtradas también las semillas, entrando con Él en el Pléroma. Por ello se dice con razón que la Iglesia fue elegida antes de la fundación del mundo (cf. Ef 1,4-12; Rm 8,28; Mt 25,34). (Por tanto), hemos sido reunidos con Él al principio -afirman- y hemos sido manifestados.

41.3. Por eso el Salvador dice: “Alumbre la luz de ustedes” (Mt 5,16), refiriéndose a la Luz que apareció y dio forma, sobre cual dice el Apóstol [Juan]: “La que ilumina a todo Hombre, que viene a este mundo” (Jn 1,9; cf. 1 Jn 2,8), al [Hombre] de la semilla superior.

41.4. Porque, cuando el Hombre fue iluminado, entonces vino al mundo, es decir, se hizo perfecto a sí mismo, apartando de sí las pasiones (o: concupiscencias) que lo obscurecían y se habían mezclado con él. También el Demiurgo tuvo en su pensamiento a Adán, (y) no lo presentó hasta el final de la creación (cf. Gn 1,26).

La señal de la Cruz

42.1. La Cruz es la señal del Límite en el Pléroma, puesto que separa a los infieles de los creyentes, como el Límite separa al mundo del Pléroma.

42.2. Por eso también Jesús, por medio de esa señal [de la Cruz] que lleva sobre sus hombros, introduce las semillas en el Pléroma. Porque Jesús es llamado hombros de la semilla, pero la cabeza (es) Cristo (cf. Ef 1,22; 4,15; 5,23; Col 1,18).

42.3. De ahí que se diga: “El que no carga con su Cruz y viene detrás de mí, no es mi hermano” (Mt 10,38; Lc 14,27; cf. Mt 16,24; Mc 8,34; Lc 9,23). Así, por tanto, [Cristo] levantó el cuerpo de Jesús, que era consubstancial a la Iglesia.



[1] Es dudosa la atribución de este comentario y del siguiente (también en cursiva) a Clemente.