OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (79)

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El arresto de Cristo en el huerto
Hacia 1450
Antifonario italiano
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, EL PEDAGOGO

LIBRO PRIMERO (conclusión)

Capítulo XIII: La acción buena es la que está en conformidad con la recta razón; el pecado, en cambio, es un acto contrario a la razón (o: al Verbo)[1]

La virtud es sinfónica con el Verbo

101.1. Todo acto contrario a la recta razón (Verbo) es un pecado. Así es como los filósofos estiman que deben definirse las pasiones más generales: la concupiscencia, un apetito que no obedece a la razón; el temor, una inclinación que no obedece a la razón; el placer es una exaltación del alma que no obedece a la razón; la tristeza, una contracción (sístole) del alma que no obedece a la razón. Si la desobediencia a la razón genera los pecados, ¿cómo no concluir necesariamente que la obediencia al Verbo, que llamamos fe, engendra lo que llamamos el deber?

101.2. La virtud, en efecto, es una disposición del alma que sintoniza con la razón (lit.: “que es sinfónica con el Verbo”), a lo largo de toda la vida. Y, lo que es más importante, a la misma filosofía se la define como una búsqueda de la recta razón. De donde se sigue que toda falta cometida por un extravío, se llama también pecado.

101.3. Así, cuando el primer hombre pecó y desobedeció a Dios, al instante “se hizo semejante -dice (la Escritura)- a las bestias” (Sal 48 [49],13. 21). El hombre que ha pecado contra el Verbo (la razón) ha sido considerado con toda justicia como irracional, y comparado con las bestias.

El cristiano debe seguir la voluntad de Dios y de Cristo

102.1. Por eso dice la Sabiduría: “El libidinoso y adúltero es un caballo en celo” (Si 33,6), comparándolo a un animal irracional; y añade: “Relincha cuando se le quiere montar” (Si 33,6). El hombre -dice- ya no habla; porque no es ya racional el que comete una falta contra la razón (Verbo), sino un animal irracional, entregado a los apetitos desordenados, donde se asientan todos los placeres.

102.2. Los discípulos de los estoicos denominan a la acción recta, realizada por obediencia al Verbo, “lo conveniente” y “lo debido”. Lo debido es lo conveniente, y la obediencia se funda en los preceptos; éstos, que se identifican con los mandamientos, tiene como objetivo la verdad y conducen hasta la última cosa apetecida, que es concebido como fin. Así, el fin de la religión es el reposo eterno en Dios, y nuestro fin es el principio de la eternidad.

102.3. El acto virtuoso, inspirado por la religión, cumple el deber por medio de las obras; por eso, lógicamente, los deberes consisten en obras y no en palabras. El comportamiento propio del cristianismo es la actividad del alma racional (conforme al Verbo), acorde con el buen juicio y con el deseo de la verdad, realizada por medio del cuerpo, a ella unido y compañero suyo en la lucha.

La pedagogía divina está ordenada a nuestra salvación

103.1. Este conjunto está formado por los preceptos del Señor, que, siendo instrucciones divinas, han sido consignadas por escrito como mandamientos espirituales, útiles para nosotros mismos y para nuestros prójimos. Estos preceptos vuelven de rebote hacia nosotros, como vuelve la pelota hacia el que la lanzó. Así entonces, según la pedagogía divina, los deberes son necesarios: han sido prescritos por Dios y están ordenados a nuestra salvación.

103.2. Por lo demás, entre las cosas necesarias, algunas lo son solamente para nuestra vida de aquí; otras nos dan alas para volar desde aquí a la vida feliz de allá arriba; de la misma manera, entre los deberes, unos se ordenan a esta vida y otros a la vida feliz. Los que están prescritos para la vida común (o: pagana), son bien conocidos por la mayoría; pero los que se ordenan a la vida feliz y de los que depende la vida eterna de allá arriba, podemos describirlos sumariamente, recogiéndolos de las mismas Escrituras.
(1) El lector notará inmediatamente el carácter filosófico de este capítulo, que presenta una moral de corte “intelectualista”, al punto de comprometer, al menos en apariencia, la inspiración propiamente cristiana. El término lógos significa casi siempre, a un mismo tiempo, la razón, humana y filosófica, y el Verbo divino. Así, Clemente trata de pasar de una moral filosófica, estoica, a la revelación de un cristianismo ya implícito en esa misma moral.