OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (69)

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San Clemente de Alejandría
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Clemente de Alejandría (+ 215/216) [continuación]

1376- El Pedagogo (Paedagogus)

No se ha encontrado en Internet este texto en castellano, por lo que lo ofrecemos a continuación.

CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, EL PEDAGOGO(1)

LIBRO PRIMERO

Capítulo I: ¿Qué promete el Pedagogo?

   Introducción

1.1. Hemos establecido para ustedes, hijos míos, una base de verdad, fundamento inquebrantable de conocimiento del sagrado templo del gran Dios (cf. Dt 10,17; 1 Co 3,10-17; 6,19; 2 Co 6,16; Ef 2,20-21; 2 Tm 2,19; Tt 2,13); una bella exhortación, una apetencia de vida eterna que se alcanza por una obediencia digna del Verbo(2) (cf. Rm 5,19) y que ha sido fundamentada en el terreno de la inteligencia.
   De las tres cosas que hay en el hombre: costumbres, acciones y pasiones (cf. Aristóteles, Poética, 1447 A 28), el Verbo protréptico se ha encargado de las costumbres; guía de la religión, permanece como substrato al edificio de la fe, cual quilla de una nave. Gracias a Él abjuramos gozosos de nuestras viejas creencias, y nos rejuvenecemos para alcanzar la salvación, cantando con el profeta: “Qué bueno es Dios para Israel, para los que tienen un corazón recto” (Sal 72 [73],1).

El Verbo Pedagogo

1.2. Un Verbo preside también nuestras acciones: el Verbo Consejero; y un Verbo cura nuestras pasiones: el Verbo Consolador. Pero es siempre el mismo Verbo, el que arranca al hombre de sus costumbres naturales y mundanas, y el que, como pedagogo, lo conduce a la única salvación de la fe en Dios.

1.3. Pues bien, el guía celestial, el Verbo, recibía el nombre de protréptico puesto que nos exhortaba a la salvación -ésta es la denominación especial que recibe el Verbo en cargado de estimularnos, tomando el todo el nombre de la parte-; toda religión es, en efecto, protréptica, ya que genera en la mente la apetencia de la vida presente y de la futura.

1.4. Pero ahora, actuando sucesivamente en calidad de terapeuta y de consejero, aconseja al que previamente ha convertido y, lo que es más importante, promete la curación de nuestras pasiones. Démosle, entonces, el único nombre que naturalmente le corresponde: el de Pedagogo. El Pedagogo es educador práctico, no teórico; su objetivo es la mejora del alma, no la instrucción; es guía de una vida virtuosa, no erudita.

El Verbo Maestro y el Verbo Pedagogo

2.1. El mismo Verbo es también maestro, pero no lo es todavía. El Verbo Maestro expone y revela las verdades doctrinales; el Pedagogo, en cambio, en tanto que práctico, nos ha exhortado primero a llevar una vida moral, y nos invita ya a poner en práctica nuestros deberes dictando los preceptos que deben guardarse intactos y mostrando a los hombres del mañana el ejemplo de quienes antes han errado su camino.

2.2. Ambos métodos son altamente eficaces: uno conduce a la obediencia; es el género parenético; el otro, que reviste la forma del ejemplo, se subdivide, a su vez -paralelamente-, en dos modos de proceder: consiste uno en que imitemos el bien y lo elijamos; el otro, en que nos apartemos de los malos ejemplos rechazándolos.

Los enfermos del alma necesitan un Pedagogo

3.1. De esto se sigue la curación de las pasiones. El Pedagogo, con ejemplos consoladores, fortalece el alma; y, como si de dulces remedios se tratara, con sus preceptos, llenos de calor humano, cuida a los enfermos conduciéndoles hacia el perfecto conocimiento de la verdad. Salud y conocimiento no son lo mismo; aquélla se obtiene por la curación, éste, en cambio, por el estudio.

3.2. Un enfermo no podría asimilar nada de las enseñanzas hasta que no estuviera completamente restablecido; la prescripción que se dicta a los que aprenden no tiene el mismo carácter que la que se da a los que están enfermos: a los primeros, se les administra para su conocimiento; a los segundos, para su curación.

3.3. Así como los enfermos del cuerpo necesitan un médico, del mismo modo los enfermos del alma precisan de un Pedagogo, para que sane nuestras pasiones. Luego acudiremos al maestro, que nos guiará en la tarea de purificar nuestra alma para la adquisición del conocimiento y para que sea capaz de recibir la revelación del Verbo. De esta manera, el Verbo -que ama plenamente a los hombres-, solícito de que alcancemos gradualmente la salvación, realiza en nosotros un hermoso y eficaz programa educativo: primero, nos exhorta; luego, nos educa como un pedagogo; finalmente, nos enseña.

Capítulo II: A causa de nuestros pecados necesitamos la dirección del Pedagogo

   El Verbo es el Hijo de Dios

4.1. El Pedagogo, hijos míos, es semejante a Dios, su Padre, de quien es Hijo, sin pecado, irreprochable y sin pasiones en su alma; Dios sin mancha en forma de hombre (cf. Flp 2,7), servidor de la voluntad del Padre, Verbo-Dios (cf. Jn 1,1), que está en el Padre (cf. Jn 10,38), que está a la derecha del Padre (cf. Hch 7,55; Sal 109 [110],1), Dios, también por su figura [humana] (cf. Flp 2,6).

4.2. Es para nosotros la imagen (eikon) sin defecto (cf. Gn 1,26); y debemos procurar con todo empeño que nuestra alma se le parezca. Él, totalmente libre de pasiones humanas, es el único juez, por ser el único impecable. Nosotros, en cambio, debemos esforzarnos, en la medida que podamos, por pecar lo menos posible, porque nada es tan apremiante como alejarnos, en primer lugar, de las pasiones y enfermedades, y evitar después la recaída en el hábito de pecar.

4.3 Lo mejor es, sin duda, no cometer de ningún modo la más leve falta: lo que afirmamos, ciertamente, ser exclusivo de Dios; en segundo lugar, no cometer ningún tipo de pecado deliberado, lo que es propio del sabio; en tercer lugar, no caer en demasiadas faltas involuntarias (cf. 1 Jn 5,16-17), lo que es propio de los que reciben una noble educación. Finalmente, propongámonos permanecer en el pecado el menor tiempo posible, ya que es saludable que los que han sido llamados a la conversión renueven su lucha.

El Verbo-Pedagogo nos dirige para apartarnos del pecado

5.1. Me parece que el Pedagogo habló muy bien por boca de Moisés: “Si alguno muere repentinamente cerca de él, su cabeza consagrada quedará al punto mancillada y deberá rasurarse” (Nm 6,9). Al decir “muerte repentina”, se refiere al pecado involuntario. Y su mancha, dice, ensucia el alma. Por eso sugiere el remedio de que se rasure rápidamente la cabeza; y exhorta a cortar los cabellos de la ignorancia que oscurecen la razón, para que, al quedar libre de la densa espesura que es el mal, la inteligencia, que tiene su sede en el cerebro, retorne al arrepentimiento.

5.2. Un poco más adelante añade: “Los días precedentes eran irracionales” (Nm 6,12 LXX); esto se refiere claramente a los pecados cometidos contra razón. A la falta involuntaria la llamó “una muerte repentina”; al pecado, “un acto irracional”. Por eso el Verbo-Pedagogo tiene la misión de dirigirnos, para apartarnos del pecado “irracional”.

5.3. Considera ahora este pasaje de la Escritura: “Por eso, he aquí lo que dice el Señor” (Jr 7,20; cf. Ez 13,13. 20). En el pasaje que sigue se pone claramente de manifiesto lo que es el pecado anterior, ya que sigue el justo juicio; esto está muy claro por lo que dicen los profetas: Si no hubieses pecado, no habrías sido objeto de estas amenazas, y “por eso, he aquí lo que dice el Señor” (Is 30,12), o bien: “Puesto que no han escuchado estas palabras (1 S 28,18; cf. Dt 8,20), he aquí lo que dice el Señor” (Jr 7,32; 16,14; 19,6). Éste es, sin duda, el motivo de la profecía: la obediencia y la desobediencia; la primera, para que nos salvemos, y la segunda, para ser educados.

El Verbo es el único médico de las debilidades humanas

6.1. Así que el Verbo, nuestro Pedagogo, es, por sus exhortaciones, quien cura las pasiones antinaturales de nuestra alma. La curación de las enfermedades del cuerpo se llama propiamente medicina, y es un arte que enseña la sabiduría humana. Pero el Verbo del Padre es el único médico de las debilidades humanas; es médico y mago santo del alma enferma. Está escrito: “Salva, Dios mío, a tu siervo que en ti confía. Ten piedad de mí, Señor, porque a ti clamaré todo el día” (Sal 85 [86],2-3).

6.2. “La medicina, según Demócrito, cura las enfermedades del cuerpo, pero la sabiduría libera al alma de sus afecciones” (Demócrito, Fragmentos, 31). El buen Pedagogo, que es la sabiduría, el Verbo del Padre, el que ha creado al hombre, cuida de la totalidad de su criatura, y cura su alma y su cuerpo como médico total de la humanidad.

6.3. El Salvador dice al paralítico: “Levántate, toma la camilla sobre la que estás tendido y vete a casa” (Mt 9,6; Mc 2,11; Lc 5,24); e inmediatamente, el que estaba sin fuerzas, recuperó su fuerza. Y al muerto le dijo: “Lázaro, sal afuera” (Jn 11,43); y el muerto salió de su tumba, tal como estaba antes de morir, preparándose así para la resurrección.

6.4. Cura, en verdad, igualmente al alma en sí misma con sus preceptos y sus gracias. Con los consejos tal vez la curación se demora, pero, generoso en gracias, nos dice a nosotros pecadores: “Tus pecados te son perdonados” (Lc 5,20. 23; 7,47. 48).

6.5. Nosotros, por un acto simultáneo a su pensamiento, nos convertimos en niños (cf. Mt 21,16), participando, merced a su poder ordenador, del rango más privilegiado y seguro. Dicho poder ordenador se ocupa, en primer lugar, del mundo y del cielo, de las órbitas del sol y del curso de los demás astros, y todo ello en función del hombre; luego se ocupa del hombre mismo, en torno al cual despliega toda su solicitud.

6.6. Considerando al hombre como su obra suprema, puso su alma bajo la dirección de la prudencia y de la templanza y dotó al cuerpo de belleza y armonía. Y en las acciones humanas inspiró (cf. Gn 2,7) la rectitud y buen orden propio de ellas.
(1) Texto griego en: Clemens Alexandrinus. Erster Band. Protrepticus und Paedagogus, Leipzig, J. C. Hinrichs'sche Buchhandlung, 1905, pp. 89 ss. (Die griechischen christlichen Schriftsteller der ernsten drei Jahrhunderte, 12); Clément d’Alexandrie. Le Pedagogue. Livre I, Paris, Eds. du Cerf, 1960, pp. 106 ss. (Sources Chrétiennes, 70); Clément d’Alexandrie. Le Pedagogue. Livre II, Paris, Eds. du Cerf, 1965, pp. 8 ss. (Sources Chrétiennes, 108); Clément d’Alexandrie. Le Pedagogue. Livre III, Paris, Eds. du Cerf, 1970, pp. 10 ss. (Sources Chrétiennes, 158); Clemente de Alejandría. El Pedagogo, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 1994, pp. 66 ss. (Fuentes Patrísticas, 5). Para la traducción castellana seguimos principalmente a: Clemente de Alejandría. El Pedagogo, Madrid, Ed. Gredos, 1988 (Biblioteca clásica Gredos, 118); pero confrontándola con: Clemente de Alejandría. El Pedagogo, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 1994 (Fuentes Patrísticas, 5). La mayor parte de los subtítulos dentro de cada capítulo son nuestros.
(2) Habitualmente traducimos el vocablo Lógos, o sus compuestos (como es el caso presente), por Verbo. Se trata de una opción discutible, pero que facilita la lectura de quienes no frecuentan habitualmente los textos patrísticos.