OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (62)

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Ascensión de Cristo
Entre 1410-1431
Lorenzo Monaco y
colaboradores
Getty Museum
Los Angeles, California
USA
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, PROTRÉPTICO (EXHORTACIÓN) A LOS GRIEGOS (continuación)

Capítulo II. Comienzo de la primera parte (capítulos II al VII): los cultos y los misterios paganos

Crítica de los oráculos y de los nigromantes paganos

11.1. No se ocupen en templos impíos, ni en aberturas abismales llenas de historias inverosímiles, o en las calderas de Tesprotia, en el trípode de Cirra o en el bronce de Dodona; abandonen el añoso tronco de árbol honrado por las arenas desérticas, y el oráculo consumido allí mismo en aquella encina con los envejecidos mitos. Al menos ha enmudecido la fuente de Castalia y la de Colofón, y los restantes arroyos de adivinos han muerto igualmente y se ha demostrado, tarde ciertamente, que estaban llenos de humo, desapareciendo igualmente con los propios mitos.

11.2. Descríbenos también los oráculos no respondidos de la otra adivinación, más bien locura: el de Claros, Delfos, Dídima, Anfiarao, Apolo y Anfíloco, y examina juntamente con ellos, si quieres, a los que observan los prodigios, el vuelo de las aves y a los intérpretes de los sueños, y coloca al mismo tiempo junto al templo de Delfos a los adivinos que se sirven de harina y de cebada para sus vaticinios y a los ventrílocuos, estimados aún por la mayoría (cf. Lv 19,31; 20,6; 1 S 28,7; Is 8,19). Sí, ciertamente; vayan a parar a la tiniebla los santuarios de los egipcios y los lugares de magia negra de los tirrenos.

11.3. Estas locuras son en verdad sutilezas capciosas de hombres incrédulos y casas de juego de un engaño absoluto; compañeros de tal magia son las cabras amaestradas en la adivinanza, y los cuervos adiestrados por hombres para vaticinar respecto de [otros] hombres.

Aberraciones de los misterios paganos

12.1. ¿Y qué, si te enumero los misterios? No parodiaré ciertamente, como dicen de Alcibíades, pero desnudaré muy bien, según la palabra de la verdad, la magia escondida en ellos y a los llamados por sus dioses, cuyas ceremonias místicas haré dar vueltas como en el escenario de la vida para los espectadores de la verdad.

12.2. Unas bacantes celebran orgías al furioso Dioniso (o: Dionisio), realizando el delirio sagrado de comer carne cruda, y distribuyen la carne ritual de las víctimas coronadas con las serpientes, gritando “Eván”, aquella Eva a la que siguió de cerca el error; también es símbolo de las orgías báquicas una serpiente consagrada. Ahora, al menos según la pronunciación exacta de los hebreos, el nombre de Evia, con vocal aspirada, significa una serpiente hembra. Deo y Cora se convirtieron ya en un drama teatral místico y Eleusis celebra con antorchas el error, el rapto y el infortunio de ellas.

Las orgías y los misterios entre los pueblos paganos. Su carácter profundamente dañino

13.1. Me parece que también es necesario dar una etimología a las orgías y los misterios; unas porque provienen de la cólera surgida de Deo contra Zeus, los otros del crimen que sobrevino alrededor de Dioniso; pero si [deriva] de un tal Miunte del Ática, que dice Apolodoro que murió en una cacería, no hay que rechazarlo: sus misterios se parecen a una honra fúnebre.

13.2. También es posible además que consideres los misterios [como] tradiciones, al ser semejantes las letras, porque, entre todos, también son éstos los mitos que cautivan a los tracios más bárbaros, a los frigios más insensatos y a los griegos más supersticiosos.

13.3. Perezca, entonces, el iniciador de esta artimaña en los hombres, ya sea Dárdano, el que manifestó los misterios de la Madre de los dioses, o Etión, el que estableció las orgías y las ceremonias de iniciación de los habitantes de Samotracia, o aquel Midas el frigio, quien aprendió junto al odrisio, y después transmitió un ingenioso engaño a los que le estaban subordinados.

13.4. Ciertamente no me seducirá nunca el isleño chipriota Ciniras, quien trasladó de la noche al día las orgías lascivas de Afrodita, porque quería divinizar a una conciudadana prostituta.

13.5. Otros afirman que Melampo, el hijo de Amitaón, trasladó desde Egipto a Grecia las fiestas de Deo: un duelo cantado con himnos. Yo diría que éstos fueron el principio del mal, los padres de mitos impíos y de una funesta superstición, porque sembraron en la vida los misterios como semillas del mal y de la corrupción.

Desenmascaramiento de los misterios y de los relatos paganos

14.1. Pero en este instante, puesto que es el momento oportuno, demostraré que sus mismas orgías están llenas de engaño y de relatos inverosímiles. Y, si están iniciados en los misterios, se reirán sobre todo ahora de esos sus venerados mitos. Proclamaré abiertamente las cosas secretas, sin avergonzarme de decir lo que ustedes no se avergüenzan de dar culto.

14.2. Ciertamente, la nacida de la espuma del mar y en Chipre (Hesíodo, Theogonía, 196. 199), la amante de Ciniras (me refiero a Afrodita, la enamorada de los genitales masculinos, porque nació de ellos, de aquellos amputados de Urano, lascivos, que después de la amputación cayeron en el mar encrespado [Hesíodo, Theogonía, 188-200]), puesto que Afrodita se ha convertido para ustedes en un digno fruto de las partes impúdicas, y en los ritos de esta diosa marina de la voluptuosidad, como indicio del parto, también a los que se inician en el arte de la fornicación se les entrega un grano de sal y un falo; los iniciados le ofrecen una moneda, como los amantes a una concubina.

Los misterios paganos son una burla

15.1. Los misterios de Deo son también las uniones amorosas de Zeus con la madre Deméter (no sé cómo debo llamarla en adelante, si madre o esposa) y el enojo de Deo, debido al cual se dice que se dio el nombre de Brimó; también existen las súplicas de Zeus, el brebaje de hiel, la extracción del corazón y acciones abominables. Estas cosas consuman los frigios a Atis, Cibeles y los coribantes.

15.2. Ellos han divulgado que Zeus, arrancando los testículos de un carnero, como por casualidad los tomó y los arrojó en medio de los senos de Deo, pagando un falso castigo de una forzada relación sexual, como si él mismo se hubiera mutilado.

15.3. Presentados con detalle los símbolos de esta iniciación, sé que moverán a risa, incluso a ustedes que no se reirían por motivos de convicción. “Comí gracias al tímpano y bebí gracias al timbal; llevé los vasos sagrados; penetré en el interior de la cámara nupcial” (Escolio sobre Platón, Gorgias, 497c, bis). ¿Estas cosas no son símbolos de afrenta? ¿No son una burla los misterios?

Impotencia de los dioses paganos

16.1. ¿Y si añadiera lo que queda? En verdad Deméter queda encinta y Cora es alimentada, y de nuevo el mismo Zeus, el que la engendró, se revuelca con Perséfone, su propia hija, después de [hacerlo con] su madre Deo, y olvidado del primer crimen -Zeus fue padre y seductor de una virgen- se unió a ella convertido en serpiente, demostrando él lo que era en realidad.

16.2. Al menos un símbolo de los misterios de las sabacias para los iniciados es el dios a través del seno. Este mismo es una serpiente que se arrastra por el seno de los iniciados, demostración de la impotencia de Zeus.

16.3. También Perséfone da a luz un hijo con forma de toro. Tranquilízate, lo afirma un poeta idólatra: “El toro es padre de la serpiente, y del toro la serpiente, en el monte, boyero, está el aguijón oculto” (¿Rintón de Siracusa?), llamando -pienso yo- aguijón del boyero a la férula con que se coronan los sacerdotes de Baco.

Misterios inhumanos

17.1. ¿Quieres también que te describa la recogida de flores de Perséfone, la canastilla, el rapto por Hades, el resquebrajamiento de la tierra, los cerdos de Eubuleo, que fueron tragados junto con las dos diosas y por esta causa los que actúan como los megarenses arrojan cochinillos en las Tesmoforias? Esta exposición mitológica la festejan las mujeres de forma diversa según la ciudad: son las Tesmoforias, Esciroforias y Arretoforias, que dramatizan de forma diferente el rapto de Perséfone.

17.2. Los misterios de Dioniso son del todo inhumanos. Cuando [Dioniso] aún era un niño, mientras los Curetes bailaban a su alrededor una danza guerrera, se introdujeron con disimulo los Titanes, que lo engañaron con juguetes infantiles y los mismos Titanes lo descuartizaron, a pesar de que era un niñito, como dice el poeta de esta ceremonia religiosa, el tracio Orfeo: “Un trompo, una rueda y unos juguetes articulados, y unas bellas manzanas de oro de las sonoras Hespérides” (Fragmentos Órficos, 34).

El mito dionisíaco

18.1. Para censurarlos, no es inútil presentarles los inútiles símbolos de esta iniciación: una taba, una pelota, un trompo, unas manzanas, un tamboril, un espejo y un vellón de lana. Ciertamente, Atenea, sustrayendo el corazón de Dioniso, fue denominada Palas por el palpitar del corazón. Pero los Titanes, que también lo habían destrozado, colocando una especie de caldero sobre un trípode y arrojando los miembros de Dioniso, inicialmente los colgaron; después, atravesándolos con pequeñas lanzas, los pusieron encima de Hefesto (Homero, Ilíada, II,426).

18.2. Apareciendo luego Zeus (como era dios, al instante recibe allí mismo el olor de la grasa de la carne que estaba cociéndose, cuyo [olor] sus dioses confiesan obtener como homenaje), hiere a los Titanes con un rayo y confía a su hijo Apolo enterrar los miembros de Dioniso. Éste no desobedeció a Zeus y llevándolo hasta el Parnaso deposita el cadáver destrozado.

Los mitos y las aberraciones de los adoradores de la diosa Cibeles (los coribantes)

19.1. Si quieres puedes inspeccionar también las orgías de los coribantes, quienes al matar al tercer hermano, cubrieron ellos mismos la cabeza del muerto con una tela color púrpura, le pusieron una corona y lo enterraron, llevándolo sobre un escudo de bronce al pie del Olimpo. Éstos son los misterios: muertes y enterramientos, por decirlo brevemente.

19.2. Los sacerdotes mismos de estos [misterios], a los cuales llaman jefes de los coribantes los que quieren darles un nombre, añaden prodigios al acontecimiento, al prohibir colocar sobre la mesa perejil con raíz; en efecto, piensan que el perejil ha nacido de la sangre que brota del coribante.

19.3. Ciertamente como las que celebran las fiestas Tesmoforias también procuran no comer las semillas de la granada; en efecto, piensan que de las gotas de sangre de Dioniso caídas en tierra surgieron las granadas.

19.4. Los que llaman cabiros a los coribantes también denuncian la iniciación cabírica; pues esos dos fratricidas recogieron la canastilla en la que se encontraban las partes pudendas de Dioniso y las condujeron hacia Tirrenia, traficantes de una gloriosa mercancía. Allí permanecieron, pues eran fugitivos, y recomendaron a los tirrenos la muy honrada enseñanza de piedad: tributar honores divinos a unas partes pudendas y a una canastilla. Por esta causa, no sin razón, algunos quieren denominar Atis a Dioniso, porque estaba privado de las partes pudendas.

Los misterios escondidos de los atenienses

20.1. Y ¿qué tiene de asombroso el que los tirrenos bárbaros sean así iniciados en placeres vergonzosos, cuando entre los atenienses y el resto de Grecia -me da vergüenza incluso mencionarlo- existe la mitología relativa a Deo repleta de deshonra? En efecto, errante Deo en la búsqueda de su hija Cora, cerca de Eleusis (ésta es una ciudad del Ática) da un rodeo y, afligida, se sienta en un pozo. Aun ahora se prohíbe esto a los que son iniciados, para que no parezca que celebran una fiesta imitando a la que se afligía.

20.2. Los hijos de la tierra habitaban Eleusis en ese momento; sus nombres eran Baubó, Disaules, Triptólemo, Eumolpo y Eubuleo. Triptólemo era boyero, Eumolpo pastor y Eubuleo porquerizo. De ellos florecieron en Atenas la raza de los eumólpidas y la sacerdotal de los céricos.

20.3. Así (en efecto, no dejaré de decirlo), la [diosa] Baubó, recibiendo como huésped a Deo, le ofreció un brebaje, pero rechazándolo no quiso recibirlo ni beber (puesto que estaba de luto) y Baubó, quedando muy afligida, porque ahora era despreciada, descubre las partes pudendas y se exhibe a la diosa. Como la [diosa] Deo se divierte con el espectáculo, aunque con esfuerzo, también acepta entonces la bebida, encantada con tal visión.

Los relatos órficos

21.1. Éstos son los misterios escondidos de los atenienses. Estos mismos los consigna también Orfeo. Te ofreceré los relatos mismos de Orfeo, para que tengas al iniciador de los misterios como testigo de la desvergüenza: “Hablando así, se subió el manto y mostró toda una imagen inconveniente del cuerpo; era el niño Yaco que reía, golpeando con la mano por debajo del seno de Baubó. Y cuando sonrió la diosa, sonrió dentro de su corazón, y aceptó el multicolor vaso, en el que se hallaba un brebaje” (Fragmentos Órficos, 215).

21.2. Ésta es la señal convenida en los misterios eleusianos: “Ayuné, bebí el brebaje, tomé del cesto y, después de manipularlo, lo trasladé a una canasta y de la canasta a una canastilla” (Homero, Ilíada, II,547). ¡Hermosos espectáculos dignos de una diosa!

Iniciaciones profanas y ceremonias deshonrosas entre los griegos

22.1. Por consiguiente, son ceremonias dignas de la noche, del fuego y del pueblo magnánimo (Homero, Ilíada, II,547); mejor, del pueblo frívolo de los erecteidas, juntamente también con los otros griegos, “a los que después de morir les aguardan cosas inesperadas” (Heráclito, Fragmentos, 27).

22.2. ¿Para quiénes profetiza el efesio Heráclito? “Para los que deambulan por la noche, para los magos, las bacantes, las lenesas y los iniciados” (Heráclito, Fragmentos, 14); a éstos les amenazan las cosas posteriores a la muerte; a éstos les vaticina el fuego; “porque se consagran con impiedad a lo que los hombres sancionan como misterios” (Heráclito, Fragmentos, 14).

22.3. Sin duda, los misterios de la serpiente son una costumbre y suposición inútiles y un engañoso tributo de honores divinos; en realidad se inician en los misterios con iniciaciones profanas y ceremonias deshonrosas, por la piedad bastarda de los que suplican.

22.4. Así son también los cestos místicos. En efecto, es necesario poner al desnudo sus cosas sagradas y declarar lo indecible. ¿Esas cosas no son pasteles de sésamo y miel, en forma piramidal y esférica, galletas para los sacrificios con varios salientes, granos de sal y una serpiente, el símbolo ritual de Dioniso Basareo? Además de eso, ¿acaso no hay también granadas, ramas de higuera, cañahejas, hiedras y además también pastillitas y adormideras? ¡Ésos son sus objetos sagrados!

22.5. Y aún más, los símbolos inefables de Temis son orégano, una antorcha, una espada y un peine de mujer, que es referir eufemística y misteriosamente al miembro femenino.

22.6. ¡Oh descaro manifiesto! Antiguamente la noche silenciosa era para los hombres sensatos una tapadera del placer; en cambio ahora la noche es para los iniciados la que hace elocuente la tentación de la incontinencia, y la llama de una antorcha sonroja a las pasiones.

22.7. Apaga, hierofanta, la llama; respeta, portador, las antorchas. Tu luz avergüenza a Iaco. Permite que los misterios sean escondidos en la noche. Honra las orgías en la oscuridad. El fuego no disimula, ordena avergonzar y castigar.

Los dioses paganos no existen

23.1. Éstos son los misterios de los ateos; llamo con razón ateos a esos que han ignorado al que es realmente Dios, y adoran desvergonzadamente a un niño destrozado por unos Titanes, a una mujer que está de luto y a unos miembros que no se pueden nombrar verdaderamente por pudor; están poseídos por una doble impiedad: la primera porque ignoran a Dios, no reconociendo al que realmente es Dios; y la segunda por este otro error, al pensar que existen los que en realidad no existen, y por llamar dioses a esos que no lo son en realidad y, sobre todo, que no existen y que no son más que un simple nombre.

23.2. Por eso, el Apóstol nos convence diciendo: “También eran ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Ef 2,12).

Algunos sin conocer la verdad, sospecharon de los mitos paganos

24.1. Muchas cosas buenas sucedieron con el rey de los escitas, el cual era algún tiempo Anacarsis. Éste atravesó con una flecha a un ciudadano suyo que imitaba entre los escitas una ceremonia religiosa de los cícicos en honor de la madre de los dioses, mientras tocaba un tímpano, hacía resonar el címbalo y colgaba del cuello las figurillas sacerdotales de los limosneros de Cibeles, por haberse convertido en un cobarde entre los griegos y maestro para los demás escitas de la enfermedad del afeminamiento.

24.2. Por ello (pues no hay que ocultarlo jamás) me admira con qué motivo han llamado ateos a Evémeros de Agrigento, a Nicanor de Chipre, a un tal Diágoras y a Hipón de Melos, y con éstos a aquel de Cirene (de nombre Teodoro) y a otros muchos que han vivido con sensatez y han contemplado con más agudeza que el resto de los hombres el error referente a esos dioses; aunque no conocieron la verdad misma, sin embargo sospecharon el error, lo cual hace germinar una semilla no pequeña, que vivifica el fuego del entendimiento hacia la verdad.

24.3. Ciertamente uno de esos recomendaba a los egipcios: “Si piensan que son dioses, no se lamenten, ni se golpeen el pecho (por ellos); pero si les lloran, entonces no consideren que son dioses” (Jenófanes, Testimonios, 13).

4. Otro, recogiendo un Heracles [o: Hércules] de madera (mientras cocinaba algo en casa, lo cual es verosímil), dijo: “Ea, Heracles; ahora es ya el momento de que nos ayudes, como a Euristeo, a realizar este decimotercer trabajo y a preparar a Diágoras el alimento” (Herodoto, Historias, IV,76); y así lo arrojó al fuego como leña.

Contra el politeísmo

25.1. En verdad, ateísmo y superstición son cimas de ignorancia; hay que procurar permanecer fuera de ellos. ¿No ves al hierofanta de la verdad, a Moisés, que prohibió participar en la asamblea a un eunuco, un castrado, e incluso al hijo de una prostituta? (cf. Dt 23,1-2).

25.2. Con los dos primeros da a entender la conducta atea, la que está privada de la fuerza divina y fecunda; mediante el tercero que queda [da a entender] al que invoca a muchos dioses falsos en lugar del único Dios verdadero, lo mismo que el hijo de una prostituta demanda a muchos padres por desconocimiento del verdadero padre.

Predisposición del hombre hacia el conocimiento de Dios

25.3. Existía una innata relación antigua del cielo con los hombres, que aunque obnubilada por ignorancia, sin embargo en algún sitio salió repentinamente de la tiniebla y se hizo resplandeciente, como aquello que dice uno: “¿Ves el cielo infinito en lo alto, y a la tierra rodeada por doquier con húmedos brazos?” (Eurípides, Fragmentos, 941). Y también: “Oh soporte de la tierra, que tienes un trono sobre ella; quién seas tú, es difícil de examinar” (Eurípides, Troyanas, 884-885). Y otras cosas parecidas cantan los discípulos de los poetas.

25. 4. Sin embargo son pensamientos engañosos, verdaderamente perniciosos y que apartan del camino recto; desviaron de la casa del cielo a la planta celestial (Platón, Timeo, 90 A), al hombre, y lo arrojaron sobre la tierra, persuadiéndole a adherirse a figuras de tierra.

Siete modos de inventar dioses

26.1. Ciertamente unos, engañados en seguida respecto a la contemplación del cielo y confiando en la sola capacidad de ver, al contemplar los movimientos de los astros, se llenaron de admiración y los divinizaron, llamando a los astros dioses a partir del verbo correr, y adoraron el sol, como los indios, y la luna, como los frigios.

26.2. Otros, cosechando frutos cultivados de los que brotan de la tierra, llamaron al trigo Deo, como los atenienses, y a la viña Dioniso, como los tebanos.

26.3. Otros, fijándose en las expiaciones del mal divinizaron los castigos incluso adorando las desgracias. De ahí que los poetas inventaran en torno al teatro las Erinias, las Euménides, las Palamneas, las Prostropeas e incluso las Aíastoreas.

26.4. También ahora algunos filósofos, siguiendo a los poetas, personifican las clases de pasiones que hay en ustedes: Fobos, Eros, Jara y Elpis, sin duda lo mismo que también el antiguo Epiménides erigió altares en Atenas a la Hibris y a Anaides.

26.5. Otros, apoyándose en los mismos sucesos, son divinizados por los hombres y representados con cuerpo humano; así Dike, Cloto, Laquesis, Átropos, Eimarmene, Auxó y Taló, las atenienses.

26.6. Hay una sexta manera de introducir el engaño, de inventar dioses, según la cual se enumeran doce divinidades, de las que Hesíodo canta el nacimiento en su “Teogonía”, y Homero menciona esas divinidades muchas veces.

26.7. Falta una última manera (porque hay en total siete maneras), la originada por el beneficio divino proporcionado a los hombres. En efecto, al no conocer al dios benefactor, imaginaron unos determinados salvadores: a los Dioscuros, a Heracles que alejaba los males, y a un Asclepio médico.

Los cristianos hemos sido arrancados del error y caminamos en la verdad

27.1. Ciertamente éstos son los deslices y las nocivas digresiones de la verdad; lanzan desde lo alto del cielo al hombre y lo hacen caer en un abismo. Pero quiero mostrarles de cerca a los mismos dioses, quiénes son y si existen, para que alguna vez pongan ya fin al engaño y de nuevo vuelvan al cielo.

27.2. “En verdad éramos hijos de la ira como los demás; pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, aunque estábamos muertos por nuestros pecados, nos dio vida en Cristo” (Ef 2,3-5). “Ciertamente, la palabra de Dios es viva” (Hb 4,12) y quien ha sido sepultado con Cristo es elevado hasta Dios (cf. Rm 6,4; Col 2,12). Los aún incrédulos son llamados hijos de la ira, porque se alimentan de ella (cf. Ef 2,3). En cambio nosotros no somos ya criaturas de la ira, porque hemos sido arrancados del error y nos lanzamos hacia la verdad.

27.3. De esta manera nosotros, los que fuimos hijos de la iniquidad en otro tiempo, hemos llegado a ser ahora hijos de Dios por el amor del Verbo al hombre. Pero a vosotros también os insinúa vuestro poeta Empédocles de Agrigento: “Puesto que están inquietos por penosas desgracias, nunca aliviarán el corazón de infelices aflicciones” (Empedócles, Fragmentos, 145).

27.4. Así entonces, la mayor parte de lo relacionado con sus dioses han sido fábulas e invenciones; y otras cosas que se supone han sucedido, ésas se han escrito respecto de hombres que han vivido vergonzosa e impúdicamente: “Caminan con orgullo y locura, y abandonando un sendero directo y en línea recta, marchan a través del de cardos y espinos. ¿Por qué vagan, mortales? Descansen, insolentes; abandonen la oscuridad de la noche y tomen la luz” (Oráculos Sibilinos, fragmentos, 1,23.25. 27).

5. Esto es lo que nos recomiendan las profecías y los poemas de la Sibila. Y nos recomienda también la verdad, desnudando de estas máscaras horribles y espantosas a la multitud de dioses, y refutando esas creaciones imaginarias con otras semejantes.

Las creaciones imaginarias de la mitología pagana

28.1. Así, por ejemplo, hay quienes consignan tres Zeus: el [hijo] de Éter en Arcadia y los otros dos hijos de Crono, de los cuales uno estaba en Creta y otro en Arcadia también.

28.2. Otros suponen cinco Ateneas: la de Hefesto, la ateniense; la del Nilo, la egipcia; la tercera es la de Crono, la inventora de la guerra; la cuarta, la de Zeus, a quien los mesenios llaman Corifasia por la madre; y sobre todas está la [hija] de Palante y de Titán, hija del Océano, la que inmoló sacrílegamente a su padre y se adornó con la piel paterna como con un vellocino.

28.3. Ciertamente, Aristóteles menciona a un primer Apolo al hijo de Hefesto y Atenea (luego Atenea ya no era virgen); un segundo al hijo del coribante en Creta; el tercero al hijo de Zeus, y un cuarto al arcadio hijo de Sileno. Este es llamado Nomio entre los arcadios; además de éstos enumera al libio, el hijo de Aramón. Y el gramático Dídimo añade a éstos un sexto, el de Magnesia.

28.4. ¿Cuántos Apolos hay también ahora, innumerables hombres mortales y destinados a morir, llamados de modo semejante a esos [dioses] antes aludidos?

Los dioses paganos no son más que invenciones humanas

29.1. ¿Pero y si te mencionara a los muchos Asclepios, los numerosos Hermes o los mitológicos Hefesto? ¿Acaso no pareceré que soy también pesado al inundar sus oídos con otros muchos nombres? No obstante, sus mismas patrias, oficios, vidas e incluso las sepulturas explican que son hombres.

29.2. Ares, el honrado entre los poetas como sigue: “Ares, Ares, peste de hombres, asesino, destructor de murallas” (Homero, Ilíada, V,31. 455), éste “inconstante” (Homero, Ilíada, V,831) y “malévolo” (Homero, Ilíada, XXIV,365) era de Esparta, como dice Epicarmo; en cambio, Sófocles lo conoce tracio y otros de Arcadia.

29.3. Homero dice [de él] que estuvo encarcelado durante trece meses: “Ares sufrió, cuando Oto y el poderoso Epialtes, hijos de Aloeo, lo ataron con una fuerte cadena; estuvo recluido en una prisión de bronce durante trece meses” (Homero, Ilíada, V,385-387).

29.4. ¡Muchos bienes obtengan los carios que le sacrifican los perros! Y los escitas no cesen de inmolarles los asnos, como dicen Apolodoro y Calímaco: “Febo se levantó con los sacrificios hiperbóreos de los asnos” (Calímaco, Fragmentos, 492). Éste mismo [dice] en otro lugar: “Los pingües sacrificios de asnos agradan a Febo” (Calímaco, Aetia, 186).

29.5. Hefesto, al que Zeus arrojó del Olimpo, cayendo desde la casa divina (Homero, Ilíada, I,591) en Lemnos, trabajó el bronce; mutilado de ambos pies, sin embargo caminaba ágilmente con unas piernas delgadas (Homero, Ilíada, XVIII,411).

Actividades de los falsos dioses

30.1. También tienes entre los dioses un médico, no sólo un herrero; el médico era amante del dinero, de nombre Asclepio. Y te presentaré a su poeta, el beocio Píndaro: “También lo sedujo con magnífica paga, surgiendo oro en sus manos; pero con su mano el hijo de Crono, sacando el aliento de su pecho, lo lanzó rápidamente, y un ardiente rayo [le] infligió la muerte” (Píndaro, Pythia, 3,97. 100-105).

30.2. También Eurípides [dice]: “En efecto, Zeus es el causante de que matara a mi hijo Asclepio, al arrojarle el rayo a los pechos” (Eurípides, Alceste, 3-4). Así, éste yace fulminado en los confines de Cinosuria.

30.3. Filócoro dice que Poseidón es honrado como médico en Teños, que Sicilia está situada encima de Crono y que allí se le dio sepultura.

30.4. Patroclo el turio y Sófocles el joven narran en algunas tragedias la historia de los Dioscuros; estos Dioscuros fueron hombres destinados a morir, si se confía en Homero, que ha dicho: “A éstos los retuvo ya la tierra fecunda, allá en Lacedemonia, en la querida tierra, patria” (Homero, Ilíada, III,243-244).

30.5. Añade también el que escribió los poemas cipriacos: “Cástor era mortal y le fueron marcados los destinos de la muerte; sin embargo, Pólux era inmortal, vástago de Ares” (Kypria fragmenta, 8).

La historia de las Musas

31.1. Ahora ciudades enteras consagran templos a las Musas, a las que Alcmán dice hijas de Zeus y de Mnemosine, y los demás poetas y escritores divinizan y veneran, cuando en realidad fueron sirvientas misias que adquirió Megaclo, la hija de Macar.

31.2. Este Macar era rey de Lesbos y peleaba siempre con su mujer, pero Megaclo se inclinaba a favor de su madre. ¿Y qué hizo? Compra una cantidad de estas esclavas misias y las llama Moisas conforme al dialecto eolio.

31.3. Les enseñó a cantar y acompañar cadenciosamente con la cítara las hazañas antiguas. Tocando ellas sin interrupción y cantando tan bellamente aplacaron a Macar y lo apartaron de la cólera.

31.4. Por este favor Megaclo las talló en bronce como testimonio de gratitud para con su madre, y ordenó que se veneraran en todos los templos. Tales son las Musas; su historia se encuentra en el lesbio Mirsilo.

La intemperancia de los dioses paganos

32.1. Por consiguiente, escuchen los amores de sus dioses, las extrañas fábulas de su intemperancia, sus heridas, encarcelamientos, risas y peleas, e incluso también esclavitudes y banquetes, abrazos y después lágrimas, pasiones y placeres lascivos.

32.2. Llámame a Poseidón y al coro de las corrompidas por él mismo: a Anfitrite, Amimone, Alope, Melanipa, Alcíone, Hipotoe, Quione y otras muchas, en las cuales, incluso siendo tantas, las pasiones de su Poseidón eran insaciables.

32.3. Llámame también a Apolo; éste es el mismo Febo, adivino sagrado y buen consejero; pero no dice esto Esterope, ni Etusa, ni Arsinoe, ni Zeuxipe, ni Protoe, ni Marpesa, ni Hipsipila; en efecto, también Dafne fue la única que escapó del adivino y de su violencia.

32.4. Sobre todo que venga el mismo Zeus, “el padre de hombres y dioses” (Homero, Ilíada, I,544), según ustedes; tanto se entregó a los placeres del amor, que las deseaba a todas y satisfacía su deseo con todas. Por lo menos se hartaba de mujeres no menos que el macho cabrío de los cemuitos [se saturaba] de cabras.

Los ilícitos amores de los dioses

33.1. Homero, también son admirables tus poemas: “Decía, y con sus negras cejas el Cronida asintió; entonces los cabellos inmortales ondearon sobre la cabeza del inmortal soberano; el gran Olimpo tembló” (Homero, Ilíada, I,528-530).

33.2. Imaginas, Homero, un Zeus imponente y le atribuyes una inclinación venerable. No obstante, hombre, si mostraras solamente el cinturón bordado, Zeus quedaría confundido y la cabellera deshonrada.

33.3. ¡Cuánta desvergüenza ha celebrado ese Zeus, llevando una vida afeminada tantas noches con Alcmena! En efecto, las nueve noches no resultaron largas al intemperante (al contrario, toda la vida era poca para la incontinencia), con el fin de que engendrara para nosotros al dios que aleja los males.

33.4. El hijo de Zeus, Heracles, hijo de Zeus en verdad, el que nació de la larga noche, el que durante mucho tiempo se fatigó para realizar los doce trabajos, sin embargo, en una sola noche violó a las cincuenta hijas de Testio, convirtiéndose al mismo tiempo en adúltero y esposo de tan numerosas vírgenes. Ciertamente no sin razón los poetas le llaman pernicioso y malvado (Homero, Ilíada, V,403). Pero sería mucho relatar sus adulterios de todo género y las pederastias.

33.5. En efecto, sus dioses ni siquiera se mantuvieron alejados de los niños: uno fue amante de Hile, otro de Jacinto, otro de Pélope, otro de Crisipo y otro de Ganimedes.

33.6. Sus mujeres deberían adorar a estos dioses y pedir les que los maridos fueran como ellos, así de moderados, para que fueran semejantes a los dioses emulando las mismas cosas; sus hijos deberían acostumbrarse a venerarlos, para también llegar a ser hombres formados, tomando a los dioses como claros ejemplos de adulterio.

33.7. Ahora bien, tal vez no sean los dioses varones los únicos que se lanzan a los placeres del amor: “Pero las diosas, más femeninas, quedaron cada una en su casa por pudor” (Homero Odisea, VIII,324), dice Homero, avergonzadas las diosas por su mayor dignidad, al ver que Afrodita había sido seducida.

33.8. Ellas, prisioneras en el adulterio, viven desenfrenadamente con mayor apasionamiento: Eos con Titón, Selene con Endimión, Nereida con Éaco, Tetis con Peleo, Deméter con Jasón y Ferefata con Adonis.

33.9. Y Afrodita, violada por Ares, fue en busca de Ciniras, se casó con Anquises, cautivó a Faetón y se enamoró de Adonis, rivalizó con la de los ojos grandes, y las diosas, una vez que se quitaron los vestidos por una manzana, se presentaron desnudas ante un pastor, para ver cuál de ellas le parecía hermosa.

Certámenes vergonzosos en que participan los dioses paganos

34.1. ¡Ea! Examinemos también en seguida los certámenes y terminemos con esos juegos fúnebres, los Ístmicos, Nemeos, Píticos y especialmente los Olímpicos. En Delfos se venera al dragón Pitón y la fiesta lúdica de la serpiente se llama Pítica. En el Istmo el mar arrojó un excremento lastimoso y los [juegos] ístmicos lloran a Melicertes. En Nemea se rinden las últimas honras a otro niño, Arquémoros, y el epitafio del niño da el nombre a los [juegos] Nemeos. En Delfos tienen, hombres de toda Grecia, el sepulcro de un frigio, conductor de un carro, y las ofrendas funerarias de Pélope -los juegos Olímpicos- se las apropia el Zeus de Fidias. En verdad, los misterios eran, como parece, los certámenes en los que se luchaba junto a los cadáveres, lo mismo también que los oráculos, y ambos fueron declarados de dominio público.

34.2. En cambio, los misterios [celebrados] en Agra y los de Halimonte en el Ática quedaron limitados a los atenienses; pero los certámenes son ya una vergüenza mundial y los falos consagrados a Dioniso, propagados a la vida de mala manera.

34.3. En efecto, Dioniso, ignorando el camino, anhelaba bajar hasta el Hades, pero uno, de nombre Prósimno, promete decírselo, no sin recompensa; pero la recompensa no era perfecta, aunque sí para Dioniso: un placer amoroso era la merced, la recompensa que Dioniso le concedía. La petición le fue hecha al dios complaciente y promete concedérsela, si regresa, confirmando su promesa con juramento.

34.4. Una vez conocido [el camino], se alejó; de nuevo regresó y no encuentra a Prósimno (porque había muerto). Dionisos, cumpliendo la promesa al amante, se lanzó sobre el sepulcro y tuvo deseos de goces impuros. Cortando una rama de higuera al azar, procura una especie de miembro viril y se sienta encima de la rama, para cumplir la promesa con el muerto.

34.5. Un recuerdo misterioso de esta pasión son los falos levantados a Dioniso en las ciudades: “Si no hicieran una procesión a Dioniso y no entonaran una canción a las partes pudendas, se realizarían hechos aún más vergonzosos -dice Heráclito-; el mismo Hades es también Dionisos, por el cual enloquecen y celebran las fiestas del lagar” (Heráclito, Fragmentos, 15), no por la embriaguez del cuerpo, como pienso yo, cuanto por la reprensible acción sagrada de la desvergüenza.

Los dioses sirven a los hombres

35.1. Con razón esos dioses de ustedes se han convertido en esclavos de pasiones; puesto que incluso antes que los denominados ilotas, entre los lacedemonios, Apolo soportó el yugo de la esclavitud con Admeto en Feres, Heracles con Onfale en Sardes; a Laomedonte sirvieron Poseidón y Apolo, como un servidor inútil, porque ciertamente no pudieron obtener la libertad de su primer amo. También entonces fue construida la muralla de Troya para el Frigio.

35.2 Homero no se avergüenza al decir que Atenea aparecía junto a Odiseo sosteniendo una lámpara de oro (Homero, Odisea, XIX,34) en las manos; hemos conocido bien que Afrodita, come una criadita intemperante, lleva el asiento a Helena y lo coloca enfrente del seductor, de esta manera le induce a la relación sexual.

35.3. Paniasis cuenta también que además de éstos, otros muchos dioses sirvieron a hombres, escribiéndolo así: “Fue esclava Deméter, fue esclavo el famoso Hefesto, fue esclavo Poseidón, fue esclavo Apolo, el de arco de plata; estuvieron al servicio de un varón mortal durante un año; y fue esclavo Ares, el de alma ardiente, por orden de su padre” (Paniasis, Heracles, 16,1-4), y lo que sigue a eso.

Los dioses paganos no son inmortales

36.1. Por consiguiente, con razón son presentados sus dioses amantes y apasionados, que tienen idénticas pasiones que los hombres y en todo se comportan de la misma manera. “En efecto, sin duda poseen un cuerpo mortal” (Homero, Ilíada, XXI,568). Homero lo prueba con mucha exactitud al presentar a Afrodita dando grandes y agudos gritos por culpa de una herida, y describe también al mismo Ares, el más belicoso, herido en el costado por Diomedes.

36.2. También Poíemón dice que Atenea fue traspasada por Omito. Sí, ciertamente, también Homero dice que Edoneo222 fue herido por una flecha de Heracles, y Paniasis cuenta lo mismo de Helio Augias. El mismo Paniasis cuenta también que Hera, la que preside los matrimonios, fue herida por Heracles en la arenosa Pilos (Paniasis, Fragmentos épicos, 24). También Sosibio dice que Heracles fue herido por los Hipocoontes en la mano.

36.3. Si hay heridas, hay también sangre; en efecto, el icor (= la sangre de los dioses) poético es más fétido que la sangre, pues se piensa que el icor es la putrefacción de la sangre. Ciertamente hay que prestarles atenciones y alimentos, porque necesitan de ellos.

36.4. Por eso existen banquetes, borracheras, risas y relaciones sexuales; si fueran inmortales, si estuvieran libres de necesidades y si existieran sin envejecer, no mantendrían relaciones al estilo humano, ni tendrían hijos, ni dormirían.

36.5. El mismo Zeus, invitado por el arcadio Licaón, participó con los etíopes de un banquete humano, misántropo e impío; al menos comió carne humana, sin quererlo. En efecto, Zeus desconocía que su anfitrión Licaón, el arcadio, había matado a su propio hijo (su nombre era Níctimo) y lo había preparado al fuego para Zeus.

Los dioses paganos son meras creaciones literarias

37.1. ¡Excelente Zeus, el adivino, el hospitalario, el protector de los que suplican, el afectuoso, el vaticinador de presagios y el vengador de crímenes! Mejor el injusto, el ilegal, el sin ley, el sacrilego, el inhumano, el violento, el corruptor, el adúltero y el apasionado. Pero existía entonces, cuando había uno semejante, cuando existía un hombre; en cambio ahora me parece que incluso sus mitos ya han envejecido.

37.2. Zeus ya no es una serpiente, ni un cisne, ni un águila, ni un hombre voluptuoso; no es un dios que vuela, no es pederasta, no ama, no hace violencia, aunque también ahora hay muchas y hermosas mujeres, que son más bellas que Leda y más atractivas que Sémele; y jóvenes más hermosos y sociables que el boyero de Frigia.

37.3. ¿Dónde está ahora aquel águila? ¿Dónde el cisne? ¿Dónde el mismo Zeus? Ha envejecido con la pluma; en efecto, ciertamente no se arrepiente de sus amoríos, ni aprende a ser sensato. El mito es desnudado para ustedes: murió Leda, murió el cisne, murió el águila. ¿Buscas tú a Zeus? No espíes al cielo sino a la tierra.

37.4. El cretense te lo explicará, en cuya tierra está enterrado; Calímaco [dice] en los himnos: “Oh soberano, tu tumba la han construido cretenses” (Calímaco, In Iovem, 8-9). Así pues, Zeus murió (no te enfades) como Leda, como el cisne, como el águila, como el hombre erótico, como la serpiente.

Son dioses sin vida, de madera y piedra

38.1. Incluso parece que ahora los mismos supersticiosos han comprendido, ciertamente a disgusto, su error respecto a los dioses: “no proceden de una antigua encina, ni de una roca” (Homero, Odisea, XIX,163), sino que “son linaje humano” (Homero, Odisea, IV,63); pero un poco después se convertirán en árboles y piedras.

38.2. En efecto, Estáfilo cuenta que en Esparta se venera a un Zeus Agamenón; Fanocles, en su libro “Los amores” o “Los hermosos”, dice que Agamenón, el rey de los griegos, erigió un templo a Afrodita Arginnos en honor de su amante Arginnos.

38.3. Los arcadios ruegan a Ártemis, denominada Estrangulada, según dice Calímaco en “Las causas”. También Condilitis [dice] que en Metimna se venera a otra Ártemis. Existe también en la Laconia un templo de otra Ártemis Podagra, según dice Sosibio.

38.4. Polemón conoció una estatua de Apolo, el de la boca abierta, y otra también de Apolo, el goloso; que se venera en Élide. Allí los éleos ofrecen sacrificios a Zeus, el que espanta las moscas; los romanos a Heracles, el que espanta las moscas, a Piretos y a Fobos, a los que inscriben como compañeros de Heracles.

38.5. Y olvido a los argivos y laconios; unos y otros tributan honores a Afrodita, la profanadora de sepulcros, y los espartanos dan culto a Ártemis, la de la tortuga, puesto que el escupir lo llaman “chelúttein”.

La adoración de los dioses falsos es una desgracia para el género humano

39.1. ¿Piensas que nosotros hemos inscrito fraudulentamente estas cosas para ganarte? Parece que no reconoces a tus escritores, a los que yo llamo como testigos contra tu incredulidad, porque han llenado de una burla atea, oh infelices, toda la vida de ustedes verdaderamente insoportable.

39.2. En realidad, ¿no se ha rendido honor a un Zeus calvo en Argos, y a otro vengador en Chipre? ¿Acaso los argivos no ofrecían sacrificios a Afrodita Peribaso, los atenienses a una cortesana y los siracusanos a una “de bellas nalgas”, a la que el poeta Nicandro llamó en alguna parte “la bien fortificada”?

39.3. No hablo ya de Dioniso el libertino; los siciones adoran a este Dioniso y le encargan de las partes íntimas femeninas, venerando corno guardián de la vergüenza al que es causa primera de la insolencia. Así son sus dioses y así son también ellos mismos, que se divierten con los dioses, pero sobre todo se engañan y se maltratan a sí mismos.

39.4. De alguna manera, ¿no son mejores los egipcios, quienes por pueblos y ciudades adoran a animales irracionales, que los griegos que honran a tales dioses? En verdad los animales, aunque son fieras, sin embargo no son adúlteros, ni lujuriosos, ni persiguen un solo placer contra la naturaleza. En cambio, los otros ¿por qué hay que decir aún cómo son, una vez que se les ha refutado suficientemente?

39.5. No obstante, los egipcios, que ahora he recordado, están divididos según sus propios cultos; de ellos, los sienitas adoran al pez phagro; los que viven en Elefantina al mayote (otro pez); los oxirrincitas al pez que lleva el mismo nombre que su tierra; incluso los heracleopolitas al icneumón, los saítas y tebanos a la oveja, los de Licópolis al lobo, los de la ciudad de los perros al perro, los de Menfis a Apis y los de Mendes al macho cabrío.

La absurda veneración de animales irracionales

39.6. En cambio, ustedes, que en todo son mejores que los egipcios (temo decir peores), y que no cesan de reírse cada día de los egipcios, ¿de qué clase son también respecto a los animales irracionales? Entre ustedes, los tesalios honran a las cigüeñas por costumbre; los tebanos a las comadrejas a causa del nacimiento de Heracles. ¿Y qué [honran] además los tesalios? Cuentan que veneran a las hormigas, porque han sabido que Zeus se hizo semejante a una hormiga para unirse a Eurimedusa, la hija de Cletor, y engendrar a Mirmidón.

39.7. Polemón narra que los habitantes de Tróade veneran a los ratones del país, a los que llaman “esminteos”, porque carcomieron los arcos de los enemigos; también a Apolo le apodaron Esminteo a partir de aquellos ratones.

39.8. Heraclides, en las “Fundaciones de santuarios en Acarnania”, afirma que se inmolaba un buey a las moscas, donde se encuentra el cabo de Accio y el templo de Apolo Accio.

39.9. No me olvidaré de los samios (Euforión afirma que los samios veneran una oveja), ni de los sirios que habitan Fenicia, de los cuales, unos veneran las palomas y otros los peces, así como veneran singularmente los éleos a Zeus.

Los dioses paganos son ambiciosos y malvados

40.1. ¡Bien! Puesto que no son dioses los que adoran, nuevamente me parece que hay que examinar si en realidad existen demonios que puedan ser catalogados de segundo orden, como ustedes dicen. Por consiguiente, si son divinidades, son ambiciosas y malvadas.

40.2. En efecto, es posible encontrar también demonios locales que reciben honor abiertamente en las ciudades: a Menedemo entre los citnios, a Calistágoras entre los tenios, a Anio entre los delios y a Astrábaco entre los laconios. También en Falero se honra a un cierto héroe en la popa. Y la Pitia ordenó a los habitantes de Platea que ofrecieran sacrificios a Andrócrates, a Demócrates, a Cicleo y a Leucón, cuando tuvieron lugar las Guerras Médicas.

Los dioses paganos no buscan el bien de los hombres

41.1. Hay también quien ha visto a otros muchos demonios: “Tres mil son sobre la tierra fértil los demonios inmortales, guardianes de los hombres mortales” (Hesíodo, Opera et dies, 252-253).

41.2. Beocio, no te opongas a manifestar quiénes son los guardianes. Es evidente que ésos y los que reciben más honor que ésos, las grandes divinidades: Apolo, Ártemis, Leto, Deméter, Core, Plutón, Heracles y el mismo Zeus. Pero no vigilan para que no nos escapemos, habitante de Ascra, sino justamente para que no pequemos, ¡ciertamente, ellos que no tienen experiencia de pecados! Aquí hay que responder de manera proverbial: “Un padre que no se deja reprender, regaña a su hijo” (Anónimo, Fragmentos, 1257).

41.3. En verdad, si también éstos son guardianes, no están apasionados hacia la benevolencia por ustedes, sino que, reteniendo su propia perdición, persiguen la vida como los aduladores, seducidos por el humo. Estos mismos demonios confiesan públicamente su glotonería, diciendo: “De la libación y grasa de víctimas recibimos nuestra honra” (Homero, Ilíada, IV,49).

41.4. Si los dioses egipcios tuvieran voz, como los gatos o las comadrejas, ¿qué otra voz proferirían sino la homérica y poética, la amiga de la grasa de las víctimas y del arte culinario?

Conclusión del capítulo segundo

Tales son, ciertamente, sus demonios y los dioses, y también hay algunos llamados semidioses, como los mulos. No, en efecto, ¡no tienen escasez de nombres para la uniones de la impiedad!