OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (61)

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Sepultura de Cristo
y santas Mujeres
1286
Leccionario de Het'um II
Erevan, Matenadaran
Armenia
Clemente de Alejandría (+ 215/216)

Información:

http://www.conoze.com/doc.php?doc=3095 (Quasten: noticia biográfica)

http://www.conoze.com/doc.php?doc=3096 (Quasten: escritos)

http://www.conoze.com/doc.php?doc=3097 (Quasten: obras perdidas y transmisión del texto)

http://www.conoze.com/doc.php?doc=3098 (Quasten: aspectos de la teología de Clemente)

http://www.holytrinitymission.org/books/spanish/patrologia_r_trevijano.htm#_Toc45206831 (Trevijano)

1375- Protréptico

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CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, PROTRÉPTICO (EXHORTACIÓN) A LOS GRIEGOS(1)

Capítulo I. Introducción. El canto nuevo, que es el Verbo de Dios, es superior y suplanta a las creencias y a los cultos paganos

Fábulas paganas

1.1. El tebano Anfión y Arión de Metimna fueron expertos cantores ambos (aunque los dos eran un mito: incluso todavía es cantada esta canción en el coro de los griegos), porque con el arte de la música uno sedujo a un pez, mientras que el otro rodeó con una muralla a Tebas. Otro sofista tracio (éste es otro mito griego) domaba las fieras con un simple canto, y con la música trasplantaba los árboles, las encinas.

1.2. Podría mencionarte otro mito análogo a esos y a otro cantor: el de la cigarra de Delfos y a Eunomo de Locros. Una fiesta solemne de los griegos celebraba en Delfos la muerte de una serpiente, mientras era Eunomo quien cantaba el epitafio del reptil. No puedo afirmar si la canción era un himno o un canto fúnebre a la serpiente. Ahora bien, se trataba de un certamen y Eunomo tocaba la cítara en la hora de más calor, cuando las cigarras, abrasadas por el sol, cantaban bajo el follaje en los montes. Pero ciertamente no cantaban al dragón deifico muerto, sino [que entonaban] un canto suelto al Dios sapientísimo, mejor que las coplas de Eunomo. Se le rompió una cuerda [de la cítara] al de Locros [Eunomo], y una cigarra voló sobre el yugo y tintineaba en el instrumento como encima de una rama. El cantor, ajustándose a la melodía de la cigarra, suplió la cuerda que faltaba.

1.3. Ciertamente, la cigarra no fue atraída por el canto de Eunomo, como pretende el mito, erigiendo en Delfos una estatua de bronce a Eunomo con aquella cítara y a la aliada del de Locros; más bien, [la cigarra] voló espontáneamente y cantó con naturalidad. En cambio, a los griegos les parecía que era él quien interpretaba la música.

La novedad del cristianismo

2.1. ¿Cómo, entonces, han creído en fábulas (mitos) sin fundamento, pensando que a las fieras se las apacigua con música? Al parecer, piensan que solamente es engañoso el rostro luminoso de la verdad y que ha sido contemplado con los ojos de la desconfianza. En verdad son divinizados y celebrados, mediante los cultos mistéricos del error, el Citerón, el Helicón, los montes de los odrisios y los lugares tracios para la iniciación mistérica.

2.2. Ciertamente, aunque se trate de una fábula, yo difícilmente puedo soportar tales sucesos enfáticamente narrados; en cambio ustedes convierten las descripciones de los males en dramas y a los actores de los dramas en espectáculos de satisfacción. Ahora bien, encerremos en los envejecidos Helicón y Citerón los dramas y poetas que celebran las Leneas, ya completamente borrachos, quizás coronados con hiedra, desvariando de un modo extraño en la ceremonia de iniciación báquica, con los mismos sátiros y en loco arrebato; por el contrario, hagamos descender desde lo alto de los cielos la verdad junto a la inteligencia más brillante sobre el monte santo de Dios (cf. Ez 28,14) y el sagrado coro profético.

La llegada de Cristo

2.3. Así, siendo ella sobre todo una luz que ilumina y resplandece desde lejos, ilumine por completo a los que se agitan en la tiniebla y libre a los hombres del error extendiendo su mano poderosa, la inteligencia, para su salvación. Éstos, librados y repuestos, después de abandonar el Helicón y el Citerón, habitan en Sión (cf. Hb 12,22): “ciertamente de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor” (Is 2,3; Mi 4,2); el Verbo(2) celestial, el legítimo competidor que es coronado en el teatro del mundo entero.

2.4. Mi Eunomo no entona la melodía de Terpandro ni la de Cepión, ni siquiera la frigia, la lidia o la dórica, sino la canción eterna de la nueva armonía, que lleva el significativo nombre de Dios, el nuevo canto levítico, “que disipa pesar y rencor, haciendo olvidar todos los males” (Homero, Odisea, IV,221). Un dulce y verdadero remedio contra el dolor ha mezclado en su canción.

El Verbo vino a liberar al hombre de la esclavitud del error

3.1. A mí me parece que aquel tracio Orfeo, el tebano y el de Metimna, han sido hombres tales que no son hombres: unos embaucadores que corrompen la vida con el pretexto de la música; poseídos por los demonios mediante un hábil encantamiento para destrucción, celebran orgías violentas, divinizan las ceremonias fúnebres y han sido los primeros en llevar de la mano a los hombres hacia los ídolos; sí, ciertamente, con piedras y maderas, es decir, con estatuas y pinturas, reconstruyen la estupidez de la costumbre, unciendo mediante melodías y encantamientos aquella libertad realmente hermosa de los que habitan bajo el cielo con la extrema esclavitud.

3.2. Sin embargo, mi cantor no es así ni viene sólo para disolver la amarga esclavitud de los demonios que [nos] tiranizan durante mucho tiempo, sino para conducirnos hacia el yugo suave y afable de la piedad (cf. Mt 11,30), y llamar de nuevo hacia los cielos a quienes han estado abandonados en la tierra.

Dios se apiada de la dureza de corazón de los seres humanos

4.1. En efecto, sólo [esa canción] amansó a los animales más temibles que hubo nunca, a los hombres: ciertamente [domesticó] a los hombres ligeros como aves, a los mentirosos como reptiles, a los iracundos como leones, a los voluptuosos como cerdos, a los ladrones como lobos. Ahora bien, los necios son piedras y maderas; incluso más insensible que las piedras es el hombre bañado en la ignorancia.

4.2. Sea nuestro testigo la voz profética, que está de acuerdo con la verdad y compadece a los que se consumen en la ignorancia e insensatez: “Porque Dios puede hacer surgir de estas piedras hijos de Abrahán” (Mt 3,9; Lc 3,7). Al apiadarse de la enorme ignorancia y dureza de corazón de los que eran piedras para la verdad, Él suscitó una semilla de piedad, un soplo de virtud, a partir de aquellas piedras, de las naciones que han creído en las piedras.

La transformación realizada por el Verbo

4.3. Por otra parte, también en otro lugar llamó “raza de víboras” (Mt 3,7; Lc 3,7) a algunos que escupían veneno y a los astutos hipócritas que ponían impedimentos a la justicia; no obstante, si una de estas víboras cambia voluntariamente y sigue al Verbo, se convierte en hombre de Dios (1 Tm 6,11; 2 Tm 3,17). A otros los llama simbólicamente lobos (Mt 7,15), vestidos con piel de oveja, dando a entender que son saqueadores con apariencia de hombres. También a todas estas fieras, las más salvajes, y a los que son como las piedras, el canto celestial los ha transformado en hombres apacibles.

4.4. “Porque también nosotros éramos en otro tiempo insensatos, desobedientes, extraviados, esclavos de las concupiscencias y diversos placeres, viviendo inmersos en la malicia y en la envidia, aborrecibles y odiándonos unos a otros” (Tt 3,3) -como afirma la Escritura apostólica-, “pero cuando apareció la bondad y el amor de Dios, nuestro Salvador, no nos salvó por las obras de justicia que habíamos hecho, sino conforme a su misericordia” (Tt 3,4-5). ¡Mira cuánto pudo la nueva canción! Ha hecho hombres de las piedras y hombres de las fieras. Los que de otro modo estaban muertos, los que realmente no participaban de la vida verdadera, sólo por hacerse oyentes del canto ¡revivieron!

Cristo: “el canto puro”

5.1. Ciertamente también lo dispuso todo con medida y ha dirigido la discordancia de los elementos del mundo hacia una disposición de concierto, para que el cosmos entero realizara una armonía juntamente con él. En efecto, permitió al mar embravecerse, pero le prohibió que invadiera la tierra; a su vez solidificó la tierra, que antes era arrastrada y la fijó como límite del mar (cf. Gn 1,9-10; Jb 38,10-11). Sin duda, suavizó el ímpetu del fuego con el aire, como si templara la armonía dórica con la lidia; también mitigó la rudeza glaciar del viento mezclándola con el fuego, combinando con armonía estos sonidos, que son los primeros de todos.

5.2. Así, el canto puro, soporte del universo entero y armonía de todos los seres, extendiéndose desde el medio hasta los extremos y desde los extremos hasta el medio, ha afinado el conjunto, no según la música tracia, semejante a la de Iubal (cf. Gn 4,21), sino conforme a la voluntad paterna de Dios, anhelada por David (cf. 2 S 7,18-29).

La obra de armonización realizada por el Verbo de Dios

5.3. Ahora bien, el Verbo de Dios, que procede de David y existía antes que él, despreciando la lira y la cítara, instrumentos sin alma, armonizó por medio del Espíritu Santo este mundo y el pequeño universo que es el hombre, su alma y su cuerpo; mediante el instrumento polífono [el Verbo] canta para Dios y acompaña con el instrumento que es el hombre. “Porque tú eres para mí cítara, flauta y templo”. Cítara por la armonía, flauta por el espíritu, templo por la razón, para que aquella [cítara] vibre, la otra [flauta] sople y el otro [templo] haga un sitio al Señor.

5.4. Ciertamente, el rey David, el citarista, al que recordábamos poco antes, nos ha exhortado a la verdad y a retornar de los ídolos; sobre todo impedía cantar himnos a los demonios, ahuyentándolos con su música de verdad, con la cual, cantando él solo, curó a Saúl cuando estuvo poseído por aquel [espíritu] (cf. 1 S 16,23). El Señor, enviando su soplo sobre ese hermoso instrumento que es el hombre, lo hizo según su propia imagen (cf. Gn 1,27). Sin duda, también Él es instrumento armonioso de Dios, bien proporcionado y santo, sabiduría que está por encima de este mundo, Verbo celestial.

Cristo pasó haciendo el bien por esta tierra

6.1. ¿Qué desea el instrumento, el Verbo de Dios, el Señor y el canto nuevo? Abrir los ojos de los ciegos, destapar los oídos de los sordos, conducir hacia la justicia a los lisiados y a los extraviados (cf. Is 29,18; 35,5-6; Mt 11,5; Mc 7,37; Lc 7,22), mostrar a Dios a los hombres insensatos, detener la corrupción, vencer a la muerte y reconciliar con el Padre a los hijos desobedientes.

6.2. El instrumento de Dios ama a ios hombres: el Señor se apiada, educa, estimula, advierte, salva, protege y como recompensa añadida de nuestro aprendizaje promete el reino de los cielos, aprovechándose de nosotros únicamente en eso, en que seamos salvados. En efecto, el mal apacienta la corrupción de los hombres; pero lo mismo que la abeja no maltrata nada de lo existente, la verdad se felicita únicamente de la salvación de los hombres.

La divinidad del Verbo. La novedad de la verdad. Cristo es el “canto nuevo” para los cristianos

6.3. Si tienes la promesa y posees el amor a los hombres, ¡participa de la gracia! Y no pienses que mi nuevo canto salvador es como un utensilio o una casa; ciertamente existía antes del lucero de la mañana (Sal 109[108],3), y “en el principio era el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios” (Jn 1,1).

6.4. Ahora bien, el error es antiguo, mientras que la verdad se muestra nueva. En efecto, aunque las cabras de los mitos enseñan que los frigios son antiguos, aunque también los poetas escriben que los arcadios fueron anteriores a la luna, aunque incluso algunos hayan soñado que la tierra de los egipcios fue la primera en alumbrar dioses y hombres, sin embargo, antes de este mundo no existió ninguno de ellos, sino que, antes de la fundación del mundo existimos nosotros (cf. Ef 1,4), los que fuimos engendrados primero por Dios, porque era necesario que viviéramos en Él; nosotros, las figuras racionales del Verbo de Dios, estaremos entre los [más] antiguos gracias a Él, porque “en el principio era el Verbo” (Jn 1,1).

6.5. Pero puesto que el Verbo era el origen, era y también es comienzo divino de todas las cosas; y como ahora recibió el nombre santificado desde antiguo, y digno de poder, Cristo, ha sido llamado canto nuevo para mí.

Cristo es la causa de nuestra felicidad

7.1. Por consiguiente el Verbo, Cristo, es causa no sólo de que nosotros existamos desde antiguo (porque Él estaba en Dios), y de que seamos felices. Ahora este mismo Verbo se ha manifestado a los hombres, el único que es a la vez Dios y hombre, y causa de todos nuestros bienes. Aprendiendo de Él a vivir virtuosamente, somos conducidos a la vida eterna.

7.2. Así decía aquel divino Apóstol del Señor: “Se ha manifestado la gracia de Dios, portadora de salvación para todos los hombres, educándonos para que renunciemos a la impiedad y a las concupiscencias mundanas, y vivamos con prudencia, justicia y piedad en este mundo, aguardando la esperanza bienaventurada y la, manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo” (Tt 2,11-13).

El Salvador preexistente

7.3. Éste es el canto nuevo, la aparición que ha brillado ahora entre nosotros, del Verbo que existía en el principio y del que preexistía; apareció hace un instante el Salvador preexistente, apareció el que se halla en el que existe (cf. Ex 3,14), porque “el Verbo estaba junto a Dios” (Jn 1,1), un maestro, apareció un Verbo por el que se creó todo (cf. Jn 1,3); además, otorgándonos el vivir en el comienzo mediante la creación como un demiurgo, [nos] enseñó a vivir virtuosamente manifestándose como maestro, para luego guiar el coro, como Dios, a la vida eterna".

7.4. No es ahora la primera vez que se lamentó de nuestro error, sino antes, en el principio; en cambio ahora, apareciendo, ha salvado a los que ya perecían. En efecto, la malvada y reptante fiera esclaviza y maltrata incluso ahora seduciendo a los hombres, me parece a mí, vengándose como aquellos bárbaros, que dicen que atan a los prisioneros de guerra a cadáveres, hasta que se descomponen también con ellos.

Uno salva a todos y les llama a la salvación

7.5. Ciertamente este mismo malvado tirano y dragón, a los que ha podido captar desde su nacimiento, tras haberlos ligado estrechamente por la atadura fatal de la superstición a las piedras, maderas, estatuas y algunos ídolos de esa clase, los llevó -esto es lo que se dice- a enterrar vivos sepultándolos con aquellos, hasta que también se corrompieran.

7.6. Así, gracias a uno (puesto que uno fue el que engañó a Eva en el comienzo [cf. Gn 3,1 ss.], pero ahora conduce a la muerte a los demás hombres), uno también es el mismo Señor, nuestro protector y defensor, el que desde el principio nos anunciaba previamente de manera profética, pero que ahora también nos llama ya con claridad a la salvación.

Las obras del Verbo en la historia de salvación

8.1. Así, entonces, obedeciendo al precepto apostólico, evitemos al príncipe del poder del aire, del espíritu que ahora actúa en los hijos de la desobediencia (Ef 2,2), y corramos al Salvador, al Señor, el que también ahora y siempre exhorta a la salvación, por medio de prodigios y señales en Egipto (cf. Ex 7,3; Hc 7,36), y en el desierto por medio de la zarza (cf. Ex 3,2) y de la nube (cf. Ex 13,21), que a manera de una sirvienta acompañaba a los hebreos por gracia de su amor al hombre.

8.2. Con este temor exhortaba a los [hombres] de duro corazón; pero también por medio del sapientísimo Moisés y del amante de la verdad, Isaías, y de todo el coro profético vuelve hacia el Verbo, del modo más lógico, a los que tienen oídos; alguna vez desprecia y otras veces también amenaza; incluso a algunos hombres les llora; a otros les canta, como el buen médico que aplica los emplastos a los cuerpos enfermos, haciendo masajes a unos, dando lociones a otros, abriendo con el bisturí a unos, cauterizando a otros, y a veces también amputando, si aún es posible sanar al hombre en algún miembro o parte.

El amor del Señor por el género humano es compasivo

8.3. El Salvador es elocuente e ingenioso respecto a la salvación de los hombres (cf. Hb 1,1): rechazando advierte, amonestando duramente convierte, lamentándose se compadece, salmodiando invita, habla por medio de la zarza (cf. Ex 3,2) (aquellos [hombres] tenían necesidad de señales y prodigios [cf. Jn 4,48]), y con el fuego asusta a los hombres, encendiendo la llamita de una columna, ejemplo de gracia y temor a la vez: si obedeces, [tendrás] la luz, si desobedeces, el fuego. Ahora bien, puesto que la carne es de más valor que una columna y una zarza, después de aquello gritan unos profetas; es el Señor mismo el que habla en Isaías, Él mismo en Elías, Él mismo en boca de [los demás] profetas.

8.4. Pero tú, en cambio, si no crees en los profetas y consideras una fábula tanto a esos hombres como al fuego, el mismo Señor te dirá que, “existiendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a la cual aferrarse, sino que se anonadó a sí mismo” (Flp 2,6-7), Él, que es Dios compasivo y desea ardientemente salvar al hombre. Incluso el mismo Verbo te habla con claridad, llenando de vergüenza la incredulidad de ustedes; sí, lo afirmo, el Verbo de Dios se ha hecho hombre, para que también tú, que eres hombre, aprendas cómo en verdad un hombre puede un día lle gar a ser Dios.

Juan Bautista

9.1. ¿Acaso no es absurdo, amigos, que Dios nos estimule siempre a la virtud, y que nosotros evitemos la ayuda y aplacemos la salvación? ¿Quizás no invita a la salvación también Juan [Bautista], quien viene a ser todo él una voz protréptica? Por lo tanto preguntémosle: “¿Quién eres entre los hombres?” (Homero, Odisea, I,170). Dirá que no es Elias y negará ser Cristo; reconocerá que es una voz que grita en el desierto (cf. Jn 1,20-23). En realidad, ¿quién es Juan? Para resumirlo con una imagen -permítaseme decirlo-, es una voz del Verbo que exhorta gritando en el desierto. ¿Qué gritas, voz? “Dínoslo también a nosotros” (Homero, Odisea, I,10). “Hagan rectos los caminos del Señor” (Mt 3,3; Mc 1,3; Lc 3,4; Jn 1,23; Is 40,3).

9.2. Juan es precursor y voz predecesora del Verbo, voz es timuladora,  que predispone para la salvación, voz que incita hacia la herencia de los cielos; por ella, la estéril y solitaria no será ya infecunda (cf. Is 54,1; Ga 4,27). Una voz de ángel me predijo el embarazo; aquella voz también era precursora del Señor, por que anunció una buena noticia a una mujer estéril (cf. Lc 1,7. 13. 19), lo mismo que Juan al desierto.

El Verbo regala a los creyentes la vida eterna

9.3. Por la voz del Verbo la [mujer] estéril es feliz de tener hijos y el desierto produce frutos; las dos voces precursoras del Señor, la del ángel y la de Juan, me insinúan la salvación que encierran, para que, manifestado el Verbo, recibamos el fruto del feliz alumbramiento: la vida eterna.

9.4. Así, uniendo las dos voces en una, la Escritura lo aclara todo: “Escuche la que no dio a luz; prorrumpa en canto la que no tuvo do lores de parto, porque son más los hijos de la solitaria que los de la que tiene marido” (Is 54,1; cf. 1 S 2,5; Sal 113[112],9). Un ángel nos anunció la buena nueva, Juan nos estimuló a conocer al labrador, a buscar al marido.

5. En efecto, es único y el mismo el esposo de la estéril, el labrador del desierto y el que llenó de poder divino tanto a la [mujer] estéril como al desierto. Puesto que son muchos los hijos de la bien nacida, pero por su incredulidad estaba sin hijos la mujer hebrea -desde eí principio con muchos hijos-, la estéril recibe al esposo y el desierto al labrador; en seguida, mediante el Verbo ambas son madres: uno de frutos y la otra de creyentes; no obstante, para los infieles aún sobrevive una [mujer] estéril y un desierto.

El Verbo nos revela los secretos proféticos. Cristo es la puerta

10.1. Juan, el heraldo del Verbo, exhorta de este modo a estar preparados para la venida de Dios'22, de Cristo, y esto era lo que insinuaba el silencio de Zacarías, porque esperaba con paciencia el fruto precursor de Cristo (cf. Lc 1,20 ss.), para que la luz de la verdad, el Verbo, resolviera el silencio misterioso de los secretos proféticos, y lo transformase en buena noticia.

10.2. Pero sí tú deseas ver realmente a Dios, participa en los sacrificios dignos de Dios, no te corones con hojas de laurel, ni con cintas de lana o púrpura, sino con justicia, y rodeado con las hojas de la continencia; busca por todos los medios a Cristo: “Porque yo soy la puerta” (Jn 10,7. 9), afirma en algún sitio; a los que queremos entender a Dios conviene que la conozcamos, para que nos abra de una vez todas las puertas de los cielos.

10.3. Ciertamente las puertas del Verbo son razonables y se abren con la llave de la fe: “Nadie conoce a Dios sino el Hijo y a quien el Hijo se lo revele” (Mt 11,27). Sé bien que el que abre una puerta, cerrada hasta ahora, a continuación revela las cosas que hay dentro y muestra las que ni siquiera era posible conocer antes, excepto las enviadas por medio de Cristo, únicamente a través del cual se contempla a Dios.
(1) Para el texto griego de esta obra hemos consultado las siguientes ediciones: Clemens Alexandrinus. Erster Band. Protrepticus und Paedagogus, Leipzig, J. C. Hinrichs'sche Buchhandlung, 1905, pp. 1 ss. (Die griechischen christlichen Schriftsteller der ernsten drei Jahrhunderte, 12); Clément d’Alexandrie. Le Protreptique, Paris, Eds. du Cerf, 21949, pp. 51 ss. (Sources Chrétiennes, 2); Clemente de Alejandría. El Protréptico, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 2008, pp. 56 ss. (Fuentes Patrísticas, 21). Para la traducción castellana seguimos a: Clemente de Alejandría. Protréptico, Madrid, Ed. Gredos, 1994 (Biblioteca clásica Gredos, 199); y principalmente: Clemente de Alejandría. El Protréptico, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 2008 (Fuentes Patrísticas, 21). Los subtítulos son nuestros. Hemos visto asimismo la versión italiana de Q. Cataudella, Clemente Alessandrino. Protreptico ai Greci, Torino, Società Editrice Internazionale, 1940 (Corona Patrum Salesiana, Serie greca, 3), disponible ahora en Internet: http://www.monasterovirtuale.it/home/la-patristica/clemente-alessandrino-proteptico-ai-greci.html.
(2) Habitualmente he preferido traducir Logos con la palabra castellana Verbo. Aunque no es una opción exenta de dificultades, creo que es la más conveniente en el caso de la obra presente.