OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (59)

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Ascensión
851-862
Evangelio de la Reina Mlk'é
San Lazzaro, Biblioteca Mekhitarista
Venecia (Italia)
ORÁCULOS SIBILINOS (continuación)

LIBRO XIII (XI)

Prólogo

(1) Dios me ordena cantar grandes profecías. (2) Dios santo, inmortal, imperecedero, que a los reyes (3) da la fuerza y se la quita, y les fijó el tiempo (4) a la vez que la vida y la destructora muerte. (5) Esto es lo que Dios celestial me incita (6) a anunciar, de mala gana, a los reyes sobre su poder real.

Final del reinado de Alejandro Severo (?)

(7) ... El belicoso Ares la lanza; por él todos mueren, (8) y el que ha nacido inocente da preceptos en las asambleas; (9) porque habrá muchas guerras, combates y matanzas, (10) hambre, peste, seísmos y violentos rayos, (11) muchas incursiones de los asirios por el mundo entero, (12) expolio y profanación de templos.
(13) Y entonces se producirá un levantamiento de los emprendedores persas, (14) al mismo tiempo que de los indios, armenios y árabes; en su derredor (15) merodeará el rey romano, insaciable de guerras, (16) que conducirá a sus lanceros también contra los asirios, un Ares joven.
(17)Hasta el Eufrates de profunda corriente y plateados torbellinos (18) enviará y hará que se extienda su lanza el belicoso Ares, (19) por causa..., puesto que traicionado por un amigo (20) cayó en la línea de combate golpeado por ardiente hierro.

La dinastía de los Gordianos (? 238-244 d. C.)

(21) Inmediatamente después reinará un lancero amante de la púrpura, (22) que -terror de Ares- aparecerá desde Siria y allí, junto con su hijo (23) César, arrasará la tierra entera; un solo nombre (24) tienen ambos: sobre el número vigésimo primero (25) tienen dispuestas cinco centenas. Cuando éstos (26) tomen el mando en las guerras y lleguen a legislar, (27) habrá un descanso de la guerra durante poco tiempo, no durante mucho; (28) pero cuando el lobo preste fiel juramento al rebaño, (29) ante los perros de brillantes dientes, y luego dañe (30) y destroce a las ovejas de vellones de lana y viole los juramentos, (31) también entonces se dirimirá en las guerras una disputa inicua de desmesurados reyes, (32) y los sirios tendrán espantoso final, (33) así como los indios, armenios, árabes, persas y babilonios. (34) Se destruirán entre sí mediante vigorosas contiendas.

La guerra con Persia. Alejandría provee el trigo a Roma

(35) Pero cuando el Ares romano destruya al Ares germano, (36) tras vencerle aniquilador de vidas en el océano, (37) entonces los persas, desmesurados hombres, (38) conocerán una guerra de muchos años, y no obtendrán la victoria, (39) porque así como el pez no nada sobre la punta de la alta roca (40) inaccesible, rodeada de gargantas y batida por el viento, (41) ni la tortuga vuela y el águila no va a nadar al agua, (42) del mismo modo los persas se encontrarán a gran distancia de la victoria (43) en aquel día, mientras que la querida nodriza de los italianos, (44) tendida en la llanura junto a las divinas aguas del Nilo, (45) envíe a Roma, la de las siete colinas, su parte de cosecha. (46) Pero esto está tejido por el destino; por tantos años como espacio (47) asignado de tiempo contuvo en sus números tu nombre, Roma, (48) de buen grado te proporcionará medidas de trigo (49) la divina ciudad grande del caudillo macedonio.

Desgracias de varias ciudades y regiones

(50) Cantaré otro sufrimiento cargado de pesares para los alejandrinos, (51) muertos por causa de la discordia de indecorosos hombres: (52) los varones que antes eran cobardes y débiles (53) añorarán la paz debido a la maldad de sus caudillos.
(54) Llegará sobre los asirios la cólera del gran Dios (55) y los destruirá la corriente torrencial del río que, al llegar (56) a la ciudadela de César, causará perjuicios a los cananeos.
(57) El Píramo inundará la ciudad de Mopso, donde sucumbirán (58) los egeos por la discordia de los soberbios hombres.
(59) ¡Infortunada Antioquía! No te dejará el gravoso Ares (60) cuando la guerra con los asirios te acucie a tu alrededor, (61) porque en tus aposentos habitará un prominente hombre, (62) que guerreará contra todos los persas, lanzadores de flechas (63) y él mismo será descendiente del poderío real de los romanos.
(64) Adórnense ahora, ciudades de los árabes, con templos, estadios, (65) plazas anchas, con riqueza de resplandeciente brillo, (66) con estatuas, , oro, plata y marfil, (67) y por encima de todas, por muy doctas en astronomía que sean, (68) ustedes, Bostra y Filipópolis, lo harán tan sólo para llegar a un gran sufrimiento, (69) porque no les serán útiles las regocijantes circunferencias (70)del círculo del Zodíaco, Crío, Tauro, los Gemelos, (71) ni cuantos astros distribuidores de las estaciones con ellos en el cielo aparecen, (72) desdichada, a los que prestaste gran obediencia, (73) en el momento en que, más adelante, se acerque tu día.
(74) Ahora cantaré para los alejandrinos, amantes de la guerra, (75) las más terribles guerras; perecerá en verdad gran cantidad (76) de ciudadanos, muertos por ciudadanos rivales, (77) al luchar por causa de una dolorosa disputa, y a ambos lados (78) se lanzará Ares, de rostro temible, a contener la guerra. (79) Entonces, a su vez, el valeroso (80) perecerá con engaño junto con su hijo fuerte a causa del rey más anciano.

Decio (249-251 d. C.)

(81) Después de éste reinará sobre la poderosa y fértil Roma (82) otro soberano valeroso experto en la guerra, (83) que surgirá de entre los dados, con el número trescientos; (84) procederá de la inicial del cuatro y matará a muchos, (85) y entonces el rey aniquilará por completo a todos los hermanos y seres queridos, (86) incluso de los reyes muertos. (87) Al punto habrá saqueo por parte de los fieles (88) y matanzas por causa del rey primero. (89) En el momento en que un hombre de engañosa inteligencia llegue tendido sobre su lecho, (90) un pirata surgido de Siria, un romano desconocido, (91) se acerque con engaño a la raza de los hombres capadocios (92) y en pleno asedio perezca, insaciable de guerra, (93) entonces a ustedes, Tiana y Mázaca, les llegará su conquista; (94) serán sus esclavas y pondrán su cuello bajo su yugo. (95) Siria llorará al morir sus hombres (96) y ni siquiera la Luna defenderá entonces a la santa ciudadela.
(97) Cuando desde Siria se apresure por Selge, (98) fugitivo de los romanos a través de las corrientes del Eufrates, (99) ya no semejante a los romanos, (100) sino a los persas, altivos flechadores, entonces el soberano de los italianos (101) caerá en la línea de batalla golpeado por ardiente hierro, (102) tras dejar sus ornamentos; y además de él perecerán sus hijos.

Treboniano Galo y Volusiano (251-253 d. C.)

(103) Pero cuando otro rey reine en Roma, (104) entonces contra los romanos vendrán unos pueblos inestables, (105) cual pernicioso Ares, con su hijo bastardo, contra los muros de Roma. (106) Entonces se producirá de improviso hambre, peste, violentos rayos, (107) guerras terribles, inestabilidad de las ciudades; (108) los sirios conocerán un final desmesurado, (109) porque les llegará la gran cólera del Altísimo; (110) en seguida habrá un levantamiento de los emperadores persas, (111) y matarán a los romanos los sirios unidos con los persas. (112) Sin embargo, no conquistarán sus leyes por voluntad inspirada por los dioses. (113) ¡Ay, cuántos procedentes del Levante huirán (114) con sus propiedades a reunirse con hombres de extraña lengua! (115) ¡Ay, de cuántos hombres beberá la tierra su sangre oscura! (116) Porque llegará el tiempo aquel en el que los vivos (117) dejarán salir de sus labios bienaventuranzas dirigidas a los muertos, (118) llamarán bella a la muerte y huirán de ellos. (119) Ahora a ti, desdichada Siria, dirijo mis dolorosos lamentos; (120) te llegará también una terrible plaga a manos de hombres lanzadores de flechas, (121) plaga que nunca creíste que te iba a llegar. (122) Llegará también el fugitivo de Roma, blandiendo su gran lanza, (123) tras pasar el Eufrates con muchas miríadas, (124) el cual te abrasará y todo lo trastornará. (125) Desdichada Antioquía, nunca te llamarán ciudad (126) cuando por tu insensatez sucumbas a la lanza; (127) él, cuando haya sometido todo a la rapiña y la devastación, te dejará (128) sin techo y sin morada; cualquiera que te vea romperá al punto en lágrimas. (129) También tú, Hierápolis, serás motivo de triunfo, y tú, Berea. (130) En Calcis aunarán su llanto por las recientes heridas de sus hijos.

Sufrimientos que sobrevendrán sobre diversas regiones

(131) ¡Ay de cuantos habitan el escarpado monte Casio (132) y en el Amano y de cuantos el Lico baña, (133) y de todos los Marsios que baña también el Píramo, de plateados remolinos! (134) Porque hasta los límites de Asia extenderán su botín (135) cuando hayan saqueado las ciudades, y de todas arrancarán los ídolos (136) y arrojarán los templos sobre la tierra, de muchos nutricia.
(137) Alguna vez también sobre Galia y Panonia caerá una gran calamidad, (138) y los misios y bitinios, cuando llegue el guerrero.
(139) ¡Ay, lirios, lidos! Vendrá el lobo a lamerles la sangre, (140) cuando los sannos lleguen con Ares, destructor de ciudades, (141) y los carpos se aproximen a luchar contra los ausonios.

Volusiano y Emiliano (253 d. C.)

(142) Entonces el hijo bastardo, llevado por su desvergonzada audacia, (143) matará al rey, pero al instante perecerá él (144) a causa de su impiedad; a continuación reinará otro (145) que llevará la primera letra en sus nombres y de nuevo en seguida sucumbirá (146) con violenta guerra, herido por ardiente hierro.
(147) Y de nuevo el mundo será un caos mientras perezcan los hombres (148) por la peste y la guerra. Los persas de nuevo se lanzarán a la refriega de Ares, (149) porque guardan su rencor contra los ausonios.
(150) Entonces se producirá la huida de los romanos; pero luego (151) llegará un sacerdote, el último de todos, enviado del sol, (152) que surgirá desde Siria, y todas sus acciones las realizará con engaño. (153) Entonces existirá la ciudad del sol, y por ella (154) los persas soportarán las terribles amenazas de los fenicios.

Valeriano y Galieno (253-260 d. C.). Odenato (+ 266/67 d. C.)

(155) En ese momento reinarán sobre los violentos romanos (156) dos soberanos, hombres rápidos en hacer la guerra; uno ostentará (157) el número setenta, el otro será el de la tercera cifra. (158) Entonces, el toro de altiva cerviz, escarbando con sus pezuñas (159) en la tierra y levantando polvo con sus dos cuernos, (160) causará numerosos males al reptil de piel oscura, (161) que al arrastrarse hará un surco con sus escamas; y a continuación, él mismo morirá. (162) Tras él llegará de nuevo otro ciervo de hermosos cuernos, (163) hambriento, que irá por los montes ansioso de llenar su vientre (164) de animales venenosos; entonces vendrá, enviado por el sol, (165) un león terrible y temible, con aliento de abundantes llamas (cf. Dn 8,20 ss.).
(166) Entonces, en verdad, éste a su vez matará, con grande e impúdica audacia, (167) al ciervo veloz de hermosa cornamenta, a la enorme fiera (168) venenosa y temible, que lanza continuos silbidos, (169) y al macho cabrío, de oblicuo caminar, y la gloria le acompañará. (170) Él, sano, incólume, inaccesible, (171) reinará sobre los romanos, y los persas perderán su poderío.

Conclusión

(172) Pero ahora, soberano, rey del mundo, Dios, haz cesar el canto (173) de mis versos y concédeme un amable canto.

LIBRO XIV (XII)

Dios rechaza a quienes sólo buscan el poder

(1) Hombres, ¿por qué en vano, como si fueran inmortales, (2) a pesar de la brevedad de su poderío, tienen sentimientos en exceso altivos (3) y todos quieren reinar sobre los mortales, (4) sin comprender que Dios mismo aborrece el afán de dominio (5) y sobre todo a los reyes insaciables, (6) terribles, impíos, y levanta sobre ellos la oscuridad, (7) porque en vez de las buenas obras y los justos pensamientos (8) prefirieron todos los mantos de purpúreo tejido (9) y no ansían más que guerras, lamentos y matanzas? (10) Breve destino les dará Dios inmortal que en el cielo habita: (11) los aniquilará y en distintos lugares a cada uno matará.

El perro que persigue al león. Odenato y Meonio (= el perro: que lo asesinó)

(12) Pero cuando el matador de toros, seguro de su fuerza, (13) llegue con su abundante melena, espantoso, para matar a todos (14) y golpear a los pastores, ya no les quedará vigor, (15) a no ser que, naturalmente, los perros, por la velocidad de sus patas, a través de los valles, (16) hagan frente a la disputa, ansiosos de salir en persecución: (17) un perro persiguió al león que mataba a los pastores.

Aureolo (? 268 d. C.)

(18) Entonces habrá un soberano de cuatro sílabas, seguro de su fuerza, (19) surgido de la unidad; pero pronto el broncíneo Ares (20) acabará con él mediante las rencillas de los insaciables hombres.

Macriano el Viejo y Macriano el Joven (? 260-261 d. C.)

(21) Después reinarán otros dos caudillos, (22) ambos del número cuarenta; durante el mandato será (23) grande la paz del mundo en todos los pueblos, (24) y también la legalidad y la justicia; pero a su vez unos hombres de empenachado casco, (25) a la búsqueda de oro y plata, (26) los tomarán entre sus manos y los matarán sin piedad por esa razón.

El procónsul de Acaya, Valente (? 261 d. C.)

(27) Y entonces de nuevo reinará un terrible lancero joven, (28) soberano del número setenta, ardiente destructor de vidas, (29) que sin piedad entregará al pueblo de Roma a manos del ejército, (30) para ser asesinado con crueldad por la cólera de sus reyes, (31) y derribará toda la ilustre ciudad de los latinos. (32) Ya no será posible ver ni oír a Roma tal (33) como anteayer la vio el caminante, (34) porque todo yacerá en el polvo y no se librará ninguna de sus construcciones. (35) Él bajará del cielo en todo su esplendor (36) y enviará a los hombres relámpagos y rayos desde el cielo, (37) Dios inmortal; a unos los matará (38) con rayos ardientes, a otros con rayos fríos. (39) Entonces matarán al maldito soberano impúdico (40) los inocentes latinos de Roma, de la fuerte Roma. (41) El polvo no le envolverá ligero cuando esté muerto, (42) sino que será juguete de los perros, las aves de rapiña y los lobos, (43) porque aniquiló al pueblo de Ares guerrero.

Macrino (? 217-218 d. C.)

(44) Después de éste reinará otro hombre ilustre, del número cuarenta, (45) vencedor sobre los partos y germanos, (46) que acabará con las terribles fieras homicidas (47) que continuamente recorren las corrientes del océano y del Eufrates. (48) Y entonces es cuando Roma volverá a ser como antes era.

Quintilio (o Quintilo ? 270 d. C.)

(49) Mas una vez que se halle el gran lobo en su propio terreno, (50) cuando desde Oriente haya venido como soberano, a continuación morirá (51) vencido en violenta guerra con agudo bronce.

Aureliano (? 270-275)

(52) Entonces reinará sobre los soberbios romanos (53) otro aguerrido Ares, proclamado desde Asiria, (54) el de la letra inicial, y con guerras someterá todo (55) y, al mismo tiempo, a los ejércitos demostrará su mando (56) e impondrá preceptos; pero pronto el broncíneo Ares (57) le matará cuando caiga en manos de taimados ejércitos.

Aquiles, Leliano (o Loliano) y Tétrico (? 269-274)

(58) Tras él reinarán tres de soberbio corazón, (59) uno con la cifra de la unidad, otro con el de las tres decenas (60) y el otro soberano participará del trescientos; (61) desdichados, que amontonarán oro y plata en fuego abundante, (62) estatuas de templos construidas con las manos, (63) entregarán riquezas a los ejércitos armados, por la victoria, (64) y repartirán tesoros abundantes y excelentes. (65) Con infame avidez destruirán por igual (66) a los partos flechadores, los del Eufrates de profunda corriente, (67) a los odiosos medos, a los masagetas, guerreros de delicada cabellera (68) y a los persas, pueblo portador de aljaba. (69) Pero cuando el rey sucumba a su propio destino, (70) deje el cetro real a sus hijos más jóvenes (71) y suplique justicia, ellos al punto se olvidarán de los mandatos de su padre, (72) armarán sus manos para la guerra (73) y se lanzarán a la disputa por el poder real.
(74) Y entonces, de entre los tres terceros, otro soberano, esta vez solo, (75) reinará, y pronto contemplará el final predestinado, por la lanza herido.
(76) Después de él muchos perecerán luego, uno tras otro, (77) fuertes y mortales, por el poder real.

Diocleciano (? 284-305 d. C.)

(78) Uno sólo, valiente, reinará sobre los violentos romanos, (79) venerable soberano, del número cuatro, y todo lo dispondrá con justicia.

Guerras en diversas regiones

(80) Y entonces Fenicia tendrá guerras y rencillas, (81) en el momento en que se acerquen las hordas de los persas flechadores, (82) ¡ay, cuánta ruina provocarán los hombres de bárbaro lenguaje! (83) Sidón, Trípoli y Berito [Beirut], la altiva, (84) se verán unas a otras entre sangre y cadáveres.
(85) ¡Desdichada Laodicea! Tú provocarás a tu alrededor una gran (86) guerra inútil por causa de la impiedad de los hombres.
(87) ¡Ay, infortunados tirios! Recogerán la mala cosecha (88) cuando el sol que ilumina a los mortales en pleno día los abandone (89) y no aparezca su disco, y caerán gotas sobre la tierra, (90) abundantes y compactas, desde el cielo, sangrientas. (91) Entonces morirá el rey traicionado por sus amigos. (92) Tras él, muchos caudillos sin vergüenza (93) promoverán funesta disputa y se matarán entre sí.

Eugenio (? 392-394 d. C.)

(94) Existirá a su vez un honroso caudillo de gran sagacidad, (95) con el nombre del número cinco, seguro de sus grandes ejércitos, (96) al que los mortales amarán por causa del poder real; (97) poseedor de noble nombre, a nobles obras se dedicará. (98) La señal será temible; durante su dominio, (99) entre Tauro y el nevado Amano (100) una sola ciudad de la tierra de los cilicios perecerá, (101) hermosa y fuerte, con un río de profundo ímpetu. (102) A su vez muchos sismos habrá en la Propóntide y en las tierras frigias; (103) y el ilustre rey perderá la vida por obra de su propio destino (104) a causa de una enfermedad consuntiva mortal.

Teodosio y Graciano (? 367-395 d. C.)

(105) Reinarán tras él dos reyes soberanos, (106) el uno con la inicial del número trescientos, el otro del tres; (107) por ello a muchos aniquilará en nombre de la ciudad, (108) a causa del poderoso reino de Roma, la de las siete colinas. (109) Entonces al Senado le llegará la desgracia y no escapará (110) a la cólera del rey, que descargará su animosidad contra él. (111) Se producirá una señal entre todos los mortales: (112) serán más frecuentes las lluvias y nevadas, el granizo (113) destruirá los frutos de las cosechas sobre la tierra infinita. (114) Pero ellos mismos, a su vez, caerán sometidos en las guerras (115) al violento Ares, por causa de la contienda de los italianos.
(116) Y entonces, a su vez, reinará otro rey, conocedor de recursos, (117) que reunirá a todos los ejércitos y repartirá riquezas (118) a los coraceros gracias a la guerra; pero luego (119) el Nilo, hasta Libia, rica en espigas, en el continente, (120) inundará durante dos años la negra llanura de Egipto (121) y la tierra de labranza; el hambre se apoderará de todo, (122) y también la guerra, los piratas, los crímenes y los homicidios; (123) muchas ciudades, por hombres guerreros (124) derribadas, sucumbirán a manos del ejército (125) y él mismo caerá entregado al ardiente hierro.

Teodosio el Joven (? 408-450 d. C.)

(126) Tras éste reinará sobre los romanos, hombres violentos, (127) aquel al que correspondió la inicial del número trescientos; (128) extenderá su lanza destructora de vidas sobre los armenios, (129) partos, asirios y los persas, duros en las guerras. (130) Y entonces llegará la fundación de Roma, la de resplandecientes construcciones, (131) levantada con adornos de oro, electro, (132) plata y marfil; (133) un numeroso pueblo, procedente de todo el Oriente y del próspero Occidente, (134) habitará en ella; el rey impondrá sobre ésta otras leyes (135) y después a su vez en una isla infinita (136) le recibirá la muerte maldita y el violento destino.

El emperador León I (? 457-474 d. C.)

(137) Reinará otro hombre, el de las diez tríadas, semejante a una fiera (138) melenuda espantosa, que será de linaje descendiente de los helenos. (139) Entonces la ciudad de Ftía que a muchos alimenta, la de los molosos (140) y la ilustre Larisa y sobre las colinas del Peneo...

Nuevas guerras y signos

(141) Entonces se producirá el levantamiento de Escitia, criadora de caballos. (142) Una terrible guerra tendrá lugar en las aguas de la laguna Meótide, (143) en la desembocadura, junto a la boca más extrema de la fuente (144) del Fasis, de húmeda cabellera, por el prado de asfódelos. (145) Muchos caerán bajo los poderosos enemigos. (146) ¡Ay infortunados! ¡A cuántos arrebatará con el bronce Ares! (147) Y entonces es cuando el rey, tras aniquilar a la raza escita, (148) morirá de acuerdo con su propio destino, consumida ya su vida.

Trescilas (¿Drescilas?)

(149) Después reinará otro hombre terrible, que llevará la indicación del cuatro (15o) al que todos aquellos armenios que beben el muy grueso (151) hielo de la caudalosa corriente del Araxes, (152) temerán en las guerras, e incluso los aguerridos persas. (253) Entre los habitantes de la Cólquida y los vigorosos pelasgos (254) se producirán guerras terribles y matanzas.
(155) La tierra frigia y las ciudades de la tierra propóntide (156) desenvainarán sus espadas de dos filos (157) y se asestarán mutuos golpes por causa de sus dolorosas impiedades.
(158) Entonces es cuando Dios mostrará a los mortales una señal (159) desde el cielo con el curso de los años: (160) un murciélago, prodigio de la futura guerra funesta. (161) Y entonces es cuando el rey no escapará a las manos del ejército, (162) sino que morirá sometido por una mano con ardiente hierro.

Nepos (¿Julio Nepote? 474-475 d. C.)

(163) Tras él reinará de nuevo otro, con el número cincuenta, (164) surgido desde Asia. Terrible espanto, luchador con la lanza; (165) provocará una guerra también contra las ilustres murallas de Roma, (166) y contra los habitantes de la Cólquida, los aurigas y agatirsos, bebedores de leche, (167) en el Ponto Euxino, en el arenoso golfo de Tracia. (168) Y entonces es cuando el rey no escapará a las manos del ejército, (169) ya que incluso, una vez muerto, destrozarán su cadáver; (170) muerto el rey, la gloriosa Roma se quedará desierta (171) y morirán muchas gentes.

Una sucesión de tiranos

(172) Entonces reinará, a su vez, el que provenga de la inmensa Egipto, (173) temible y terrible, y destruirá a los aguerridos partos, (174) a los medos, germanos, a los habitantes del Bósforo, a los agatirsos, (175) británicos, permanios, a los íberos portadores de aljaba, (176) a los retorcidos maságetas y a los orgullosos persas.
(177) Y entonces el ilustre hombre dirigirá su atención a toda la Hélade (178) lleno de odio contra Escitia y el Cáucaso azotado por el viento. (179) Y la señal será violenta: durante su dominio (180) se levantarán del cielo, por el mediodía y por donde brilla la osa, unas coronas (181) en todo semejantes a estrellas brillantes. (182) Entonces dejará el poder real a su hijo, (183) el de la letra inicial, una vez que, según su destino propio, (184) se encamine a la morada de Hades el amable rey.
(185) Pero cuando reine en la tierra de Roma su hijo, (186) el señalado por la inicial del uno, (187) habrá por toda la tierra una gran paz, muy deseada; (188) éste será el rey al que los latinos aprecien gracias a la honra de su padre: (189) cuando se apresure a partir, por Oriente y Occidente (190) los romanos lo retendrán como soberano, aunque no quiera, en su morada (191) de Roma, porque en el ánimo de todos creció la estima (192) por causa del rey, del ilustre caudillo. (193) Pero, transcurrido muy poco tiempo, le arrebatará de la vida (194) la muerte destructora, abandonado a su propio destino.
(195) A continuación, otros fuertes guerreros (196) se causarán mutuas heridas, al provocar funesta disputa, (197) y no habitarán un palacio real, sino propio de tiranos. (198) Numerosas acciones funestas llevarán a cabo en todo el mundo, (199) pero sobre todo contra los romanos, hasta el tercer Dioniso, (200) hasta que desde Egipto, cubierto con el casco, llegue un Ares, (201) al que designan con un cambio de nombre, rey Dioniso. (202) Pero cuando el sangriento león y la sangrienta leona (203) rasguen las ilustres vestiduras purpúreas del rey, (204) pondrán sus garras en el pulmón del pujante reinado; (205) y entonces un soberano puro, el que obtuvo la primera letra, (206) tras victoriosa alternativa sobre los caudillos hostiles, (207) dejará que sean pasto de los perros y de las aves de rapiña.

Caída y restauración de Roma. Desgracias para los griegos

(208) ¡Ay de ti, ciudad por el fuego consumida, vigorosa Roma, (209) cuánto tienes que padecer cuando todo esto suceda! (210) Sin embargo, un gran rey, el muy ilustre, después (211) te hará despertar entre oro, electro, plata y marfil, (212) toda entera, y serás en el mundo la primera, (213) por tus riquezas, templos, plazas, tesoros y estadios. (214) Entonces volverás a ser para todos la luz, como lo fuiste antes. (215) ¡Ay, desdichados cécropes [atenienses], cadmeos [tesbanos] y laconios [espartanos], (216) que habitan alrededor del Peneo y de Moloso, de frondosos juncales, (217) de Trica, Dodona e Itomo, de elevada edificación; (218) de la garganta de Pieria, alrededor de la gran elevación del Olimpo, (219) y del Osa, Larisa y Calidón, la de altas puertas!

Nueva gran señal de Dios

(220) Pero cuando Dios transmita su gran señal a los mortales (221) (una tenebrosa oscuridad en pleno día alrededor del mundo), (222) también entonces a ti, rey, te llegará el final y no podrás escapar (223) del agudo dardo de tu hermano, arrojado contra ti.

El fratricida. Tiempos difíciles en la tierra

(224) Entonces reinará de nuevo un hombre destructor de vidas, inagotable y ardiente, (225) descendiente de la raza del rey, que tendrá el linaje de Egipto, (226) más joven, pero más noble que su hermano de sangre, (227) que obtuvo por suerte como letra inicial la del número ochenta. (228) Y entonces todo el mundo recibirá en su seno la cólera de Dios inmortal, (229) que al alma trae dolores, como castigo. (230) Padecerán, en efecto, los efímeros mortales (231) hambre, peste, guerras y matanzas; (232) sobrevendrá una oscuridad inagotable sobre la tierra, madre de los pueblos; (233) correrán tiempos inestables; del cielo llegará la irreductible cólera, (234) terremotos, rayos ardientes, (235) pétreas lluvias y gotas secas. (236) Se agitarán las abruptas cimas de la tierra de Frigia, (237) se agitarán los pies de los montes de Escitia, temblarán las ciudades, (238) temblará toda la tierra del país de la Hélade junto con aquéllas. (239) Muchas ciudades, cuando Dios descargue su violenta animosidad, (240) caerán derribadas por ardientes rayos (241) y truenos y no será posible escapar de su cólera ni esquivarla. (242) Entonces también caerá el rey, derribado por las manos de su ejército (243) como ninguno lo fue por sus propios hombres.
(244) Tras él muchos hombres del Lacio se levantarán, (245) con los hombros cubiertos por purpúrea túnica, (246) los cuales desearán conseguir por sorteo el poder real.

Anastasio (? 491-518 d. C.), Aquiles (?) y Basilisco (?)

(247) Entonces tres reyes se presentarán ante los ilustres muros de Roma, (248) dos que ostentarán el primer número (249) y uno que tendrá, cual ningún otro, la discordia por sobrenombre. (250) Cuidarán ellos a Roma y al mundo entero, (251) preocupados por la humanidad; pero no llevarán su obra a cabo, (252) porque Dios no se muestra por naturaleza propicio al mundo ni será (253) benévolo con los hombres, porque cometieron muchas acciones malas. (254) Por ello dirigirá contra los reyes su ánimo indignado, (255) mucho peor que el de los leopardos y lobos: sin consideración (256) los tomarán con sus propias manos los coraceros y, (257) dominados, sin escapatoria, cobardes como mujeres, (258) matarán a estos caudillos sobre sus propios cetros. (259) ¡Ay desdichados hombres destacados de la gloriosísima Roma! (260) Perecerán confiados en engañosos juramentos.

Tiempo de revueltas armadas. El juicio de Dios

(261) Y entonces muchos hombres conseguirán el poder, con la lanza, no según el orden establecido, (262) ansiosos de arrebatar el derecho de sucesión (263) a costa de la sangre de los primogénitos...
(264) La divinidad, en primer lugar, no soportará tan lamentable situación (265) y destruirá a todos los hombres por sus propias obras.
(266) Pero de nuevo hará ir a los que tienen impuro ánimo (267) al juicio, a todos aquellos que dejaron malvados testimonios. (268) Ellos se percatarán, al lanzarse unos contra otros, (269) de que se precipitan al juicio de su maldad.
Todos los astros se precipitarán proa al mar, (270) muchos astros, uno tras otro, y los hombres llamarán “cometa que lanza rayos” a la estrella que será señal (271) de las numerosas calamidades que se avecinan, guerra y discordia.
... (272) Cuando reúna muchos oráculos acerca de las islas, (273) y les revele la batalla, con los extranjeros, la discordia (274) dolorosa; y el castigo santo (275) ordenará reunir rápidamente trigo y cebada en las casas de Roma (276) para que consiga abundancia el que se dé prisa para los doce meses. (277) Desdichada será la ciudad en esos días, (278) pero al punto volverá a ser feliz durante no poco tiempo. (279) Estará en calma cuando pierda su poder. (280) Entonces el linaje de los latinos será el último que reine (281) y el reino tras él volverá a brotar: (282) los hijos y la descendencia de sus hijos permanecerá inconmovible, (283) pues será reconocida por él, ya que Dios mismo reinará.

Egipto

(284) Hay un amado país, nodriza de los hombres, (285) situado en la llanura, y a su alrededor el Nilo le delimita (286) todo, proporcionando recursos a Libia y a Etiopía, (287) y los sirios procedentes unos de un lugar, otros de otro, (288) cada día arrebatan todo el botín de esta tierra, que tendrá (289) un gran rey, soberano ilustre de sus hijos, que enviará a los hombres, (290) con terrible intención en todos los asuntos más terribles, (291) a un defensor poderoso de toda la orgullosa Italia; (292) pero cuando de Asiria venga sobre el mar de color de vino (293) y aniquile a los fenicios en sus casas, (294) para acabar con la guerra funesta y la maldita discordia, (295) de los dos reinos del país habrá un solo soberano.

Los Alejandrinos

(296) Ahora cantaré el final lleno de sufrimientos que aguarda a los alejandrinos: (297) los bárbaros habitarán la sagrada Egipto, ilesa e inconmovible, (298) cuando la envidia llegue de fuera, pero cuando Dios cambie las circunstancias... (299) y transforme el verano en invierno, entonces se cumplirán todas las profecías.

Destrucción y esclavitud

(300) Sin embargo, cuando tres niños obtengan la victoria olímpica y (301) aunque no se comprendan, cuando pronuncie él los oráculos gloriosos (302) y haga las primeras purificaciones con la sangre del cuadrúpedo lechal, (303) que entonces el Altísimo envíe el terrible destino, (304) puesto que (ya no) dirigirá contra todos su gran lanza funesta: (305) correrá entonces por el polvo mucha sangre bárbara, (306) cuando la ciudad se vea destruida por hostiles extranjeros. (307) ¡Feliz el que esté muerto y feliz el que no tenga hijos! (308) Porque pondrá su cuello bajo el yugo servil (309) aquel que dio su nombre al caudillaje de la libertad, (310) aquel que fue célebre otrora por sus retorcidas decisiones. (311) Tal es la esclavitud que este soberano impondrá por doquier.

Los Sicilianos

(312) Entonces llegará en seguida el ejército de los sicilianos, funesto, (313) y producirá espanto, cuando se acerque el pueblo bárbaro en masa; (314) una vez que hagan crecer el fruto, roturarán los campos. (315) A éstos les devolverá Dios, que en las alturas lanza sus rayos, mal por bien; (316) el extranjero dará al extranjero continua provisión de odioso oro.

Enloquecidas disputas

(317) Pero una vez que todos contemplen la sangre del león (318) carnívoro y la sanguinaria leona se lance sobre su cuerpo (319) por la cabeza, arrojará de él su cetro. (320) Como cuando en un grato banquete participan todos (321) los pueblos de Egipto, y llevan a cabo acciones violentas, (322) y el uno aparta al otro y se produce entre ellos mucho griterío, (323) del mismo modo también caerá sobre los hombres el espanto de la (324) enloquecida disputa y perecerán también muchos, (325) dándose muerte entre sí en violenta refriega.

El gran carnero

(326) Y entonces llegará cubierto con azuladas escamas; (327) llegarán otros dos dioses que compartirán la insensatez, (328) y tras ellos, en tercer lugar, un gran carnero, procedente de Cirene, (329) que ya mencioné antes, cuando huía de la batalla junto a las corrientes del Nilo; (330) pero ni aun así llegarán todos al final del impracticable camino.

Segunda guerra en Egipto

(331) Con el paso circular de largos años, (332) habrá épocas de gran calma; pero luego (333) tendrán de nuevo en Egipto una segunda guerra (334) y habrá una batalla naval, pero no conseguirán la victoria. (335) ¡Desdichados! Se producirá la muerte de la insigne ciudad (336) y el despojo en las guerras tendrá lugar no por largo tiempo. (337) Entonces los hombres que comparten los límites de una gran extensión de tierra, (338) huirán acobardados, y se llevarán a sus canosos padres; (339) y de nuevo tendrán enfrentamientos con el hijo, y obtendrán una gran victoria; (340) matarán a los judíos, hombres capaces de soportar la guerra, (341) rechazándolos hasta el canoso mar con sus guerras, (342) pastores ambos, por la patria y los progenitores. (343) Muertos tendrán una descendencia de triunfantes hombres. (344) ¡Ay cuántos guerreros nadarán alrededor de las olas! (345) Pues muchos yacerán sobre las arenosas riberas; (346) sus rubias cabezas caerán bajo los alados egipcios; (347) entonces es cuando irá tras la sangre mortal de los árabes.

Promesa de una época de felicidad

(348) Mas cuando los lobos se unan con juramentos de fidelidad a los perros (349) en una isla rodeada por el mar, entonces tendrá lugar el levantamiento de torres (350) y los hombres habitarán la ciudad que mucho sufrió, (351) porque ya no existirá el engañoso oro ni la plata, (352) ni la posesión de tierra ni la esclavitud llena de esfuerzos, (353) sino que el gozoso pueblo tendrá un solo amor y un solo modo de vida; (354) todo será común e igual y única la luz de la vida. (355) En la tierra la maldad se hundirá en el mar divino. (356) Y entonces estará cerca la cosecha de los mortales: (357) sobre ellos yace la poderosa necesidad de que eso se cumpla. (358) Entonces no podrá decir ningún caminante, al encontrarse con otro, (359) que alguna vez se extinguirá la raza de los mortales, aunque vayan pereciendo.

Conclusión

(360) Entonces el pueblo santo tendrá en su poder los cetros de toda la tierra (361) por todos los siglos junto con sus vigorosos padres.