OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (58)

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Cristo se aparece a los Apóstoles
después de su resurrección
1268. Evangelio
Washington, USA
ORÁCULOS SIBILINOS (continuación)

LIBRO XII (X)

Apogeo de Roma. El César Augusto

(1) Vamos, ahora escucha tú de mí lo que voy a decir sobre la época de los latinos, llena de lamentos; (2) en verdad que, nada más extinguirse los reyes (3) de Egipto, a todos los cuales por igual la tierra fue acogiendo en su seno, (4) y después del ciudadano de Pela, al cual había estado todo (5) el Oriente sometido y el Occidente próspero, (6) del que Babilonia, que entregó su cadáver a Filipo, demostró (7) que su invocación como hijo de Zeus o de Ammón no era verdadera; (8) y después del descendiente de la raza y la sangre de Asáraco, (9) que vino de Troya, el cual escindió el impulso del fuego; (10) y después también de muchos caudillos, de varones aguerridos (11) y de otros ingenuos, hijos de la fiera devoradora de ovejas; (12) y después de pasar seis centenares de años (13) más dos décadas bajo la dictadura de Roma, (14) entonces el primero de todos los caudillos procedente del mar occidental será (15) el soberano de Roma, sobremanera vigoroso y combativo, (16) a quien correspondió la primera de las letras y que una vez que te haya apartado (17) de Ares homicida, a ti, la adornada de frutos, te inmovilizará. (18) Pagarás la afrenta que ocasionaste por propia voluntad, (19) pues él, aguerrido, demostrará su primacía en las guerras; (20) ante él se doblegarán Tracia y Sicilia, después Menfis (21) (Menfis, derribada por la maldad de sus soberanos [22] y de la mujer nunca esclavizada caída bajo la lanza); (23) impondrá preceptos a los pueblos y todo lo someterá; (24) rodeado de poderosa fama tendrá durante mucho tiempo el poder de los cetros, (25) porque nunca ningún otro rey -portador de cetro- de los romanos (26) podrá reinar por un corto espacio de tiempo más que él, ni siquiera una hora, (27) porque Dios le concedió su total anuencia. (28) Y es sabido que reveló gloriosos (29) tiempos divinos y nos mostró las señales que a ellas se referían.

¿Una interpolación cristiana? (versos 30-33). Muerte de Augusto (14 d. C.)

(30) Pero cuando el astro brillante, en todo igual al sol, (31) aparezca desde el cielo al mediodía, (32) entonces a escondidas llegará la Palabra del Altísimo (33) para traernos su carne a semejanza de la de los mortales; pero con su ayuda (34) se acrecentará el poderío de Roma y de los gloriosos latinos, (35) y luego el propio gran rey morirá por obra de su particular destino, (36) después de traspasar a otro su poder real.

Tiberio (14-37 d. C.)

(37) Después de éste, otro hombre, vigoroso lancero, (38) reinará: purpúreo manto cubrirá sus hombros (39) y será él, el del número trescientos, en la primera letra, (40) el que aniquile a la vez a los medos y a los partos flechadores (41) y él mismo arrasará a la ciudad de altas puertas con su poderío; (42) sobre la ciudad de Egipto el infortunio llegará, así como sobre los asirios, (43) colcos, los aurigas (heníocos) y los germanos que habitan junto a las corrientes del Rin, (44) sobre sus arenosas riberas. (45) Él destruirá también después, a la de altas puertas, (46) la ciudad cercana al Eridano que alimenta funesto rencor. (47) Y entonces caerá golpeado por ardiente hierro.

Calígula (37-41 d. C.)

(48) Reinará a su vez después otro varón trenzador de engaños, (49) el que obtuvo el número tres y su nombre (50) lo indicará su inicial; reunirá oro abundante (51) y no conocerá hartazgo de su mucha riqueza, sino que, desvergonzadamente, (52) aumentará sus rapiñas y lo depositará bajo tierra todo. (53) Habrá paz y Ares pondrá fin a las guerras. (54) Causará numerosas destrucciones por su enorme confianza en las adivinaciones, (55) para conservar su vida y recursos; pero sobre él (56) llegará la mayor señal: del cielo fluirán (57) sangrientas gotas cuando esté muriendo el rey. (58) Cometerá numerosas iniquidades e impondrá (59) dolores alrededor del cuello, de los romanos, en las adivinaciones confiado. (60) Cortará las cabezas del Senado. El hambre hará presa (61) en los habitantes de la Campania, en tracios, macedonios e italianos; (62) Egipto sola alimentará a múltiples pueblos, (63), una vez haya burlado a la doncella en su misterio, (64) el propio soberano la matará con engaño; entonces los ciudadanos, (65) apesadumbrados, la enterrarán; todos dejarán caer sobre el caudillo su cólera (66) y con engaño lo destruirán. (67) En plena flor del poder de Roma, a manos de poderosos perecerá.

Claudio (41-54 d. C.)

(68) De nuevo reinará otro soberano, el de la doble decena; (69) entonces las guerras y dolorosas aflicciones llegarán a los sármatas, (70) y también a los tracios y a los tribalos, que manejan la jabalina; (71) a todos aniquilará el Ares romano. Durante su mandato (72) se producirá una temible señal (73) sobre la tierra de los italianos y panonios: (74) al sol lo envolverá una noche oscura a la hora del mediodía (75) y pétrea lluvia caerá del cielo; después (76) el fuerte y pleiteador soberano de los italianos (77) irá a la mansión de Hades sometido a su particular destino.

Nerón (54-68 d. C.)

(78) Volverá a venir otro hombre, el del número cincuenta, (79) espantoso y terrible; a muchos hombres destruirá, (80) procedentes de todas las ciudades, que llegaron a ser los mejores por su prosperidad; (81) cual terrible serpiente de la naturaleza será la concisa palabra del que algún día (82) extenderá sus manos soberanas, matará, llevará a cabo muchas (83) competiciones, carreras, matanzas e innumerables osadías; (84) dividirá el monte bicúspide y lo salpicará de sangre. (85) Pero los italianos tendrán un destructor no visto, (86) que se hará a sí mismo igual a un dios y demostrará tener el beneplácito del pueblo. (87) Pero habrá una profunda paz bajo su imperio. (88) Temblarán los hombres; tras removerla bajo los ausonios (89) empujará el agua, fuera de su lugar, lejos de las corrientes del océano. (90) Con la mirada atenta en torno a sí establecerá muy numerosos certámenes para el pueblo (91) y él mismo participará como competidor (92) con su voz y su lira, acompañando con las cuerdas su canto; (93) por último, a su vez dejará el poder real para ir al destierro, (94) y, al morir, pagará con dureza todas sus fechorías.

Galba, Otón y Vitelio (68-69 d. C.)

(93) Tras él reinarán tres: a dos de los soberanos les corresponderá en sus nombres (94) el número setenta y a uno entre ellos (95) la tercera cifra; y uno tras otro perecerán (96) por Ares violento, a manos del ejército.

Vespasiano (69-79 d. C.)

(99) Luego uno de entre los piadosos llegará como destructor, (100) un gran soberano de hombres, varón de violento ánimo, un Ares blandiendo la lanza, (101) que mostrará como inicial el séptuplo de la décima cifra; (102) destruirá Fenicia y aniquilará a Siria; (103) también llegará la espada sobre la tierra de Salomón, (104) hasta el extremo del cóncavo mar de Tiberíades. (105) ¡Ay de ti, Fenicia, cuántas penalidades soportarás tú, la de las graves penas! (106) Serás presa de tornadizos vientos y todos los pueblos te pisotearán. (107) ¡Ay! Sobre los asirios llegarás y verás a los hijos inocentes (108) sometidos a la esclavitud de los enemigos, (109) junto con las esposas y todos los bienes, y perderás tu riqueza; (110) porque sobrevendrá la cólera de Dios, la que da graves aflicciones, (111) porque no guardaron su ley, sino que rindieron culto a todos (112) los ídolos con indecorosas prácticas. (113) Y habrá muchas guerras, combates y matanzas, (114) hambre, peste e inestabilidad de las ciudades. (115) Pero al llegar al límite de su vida el venerable rey aguerrido, (116) en demostración de su propio valor, caerá, sometido a guerrero destino.

Transición

(117) Reinarán después otros dos soberanos, (118) que venerarán la memoria de su padre, el gran rey, (119) y dejarán numerosas pruebas de su fama entre los guerreros que combaten cuerpo a cuerpo.

Tito (79-81 d. C.)

(120) Uno de ellos será un poderoso y noble hombre (121) y tendrá el nombre del trescientos; pero éste (122) sucumbirá con engaño, tendido entre el ejército, (123) herido en suelo romano por bronce de doble filo.

Domiciano (81-96 d. C.) y Nerva (96-98 d. C.)

(124) Después de éste, otro hombre, vigoroso lancero, (125) con la inicial del cuatro, regirá el gran reino; (126) le amarán todos los mortales sobre la tierra infinita. (127) Entonces habrá una pausa de la guerra por el mundo entero. (128) Desde Occidente hasta donde sale la aurora, (129) todos serán sus esclavos de buen grado y no por fuerza, (130) y las ciudades, por propia iniciativa, serán sus súbditas y estarán por él subyugadas, (131) puesto que gran gloria le proporcionará (132) el celestial Sebaot, Dios imperecedero que el cielo habita. (133) Y entonces el hambre mermará Panonia y toda la tierra celta, (134) y extenderá su destrucción sobre unos y otros. (135) Los asirios, a los que baña el Orontes, conocerán (136) fundaciones, fasto y más de lo nunca visto. (137) El gran rey los estimará y amará (138) por encima de los demás ciudadanos. Pero él mismo recibirá (139) una gran herida en medio del pecho: (140) al llegar al final de su vida, sorprendido con engaño por un amigo, (141) dentro de la gran mansión divina de su poder real, (142) caerá herido. Tras él será soberano un venerable mortal, (143) con el número cincuenta, que provocará una matanza (144) superior a todas, de numerosos habitantes ciudadanos de Roma. (145) Sin embargo, poco durará su mandato, puesto que por causa del anterior rey (146) irá a la mansión de Hades herido a continuación.

Trajano (98-117 d. C.) y Adriano (117-138 d. C.)

(147) Inmediatamente después, otro rey y vigoroso lancero, (148) al que corresponde la letra inicial del número trescientos, (149) reinará y arrasará la tierra, por esencia muy variada, de los tracios, (150) así como a los germanos que habitan los bárbaros confines del Rin (151) y a los iberos lanzadores de flechas. (152) Al punto, sobre los judíos caerá otra tremenda calamidad (153) y Fenicia tras ellos beberá una lluvia de sangre; (154) los muros de los asirios sucumbirán bajo numerosos enemigos (155) y de nuevo los aniquilará un guerrero destructor de vidas. (156) Luego vendrán las amenazas de Dios poderoso, (157) terremotos, gran hambre por toda la tierra, (158) nevadas fuera de su estación y también violentos rayos. (159) Y entonces el gran rey, el celta montaraz, a causa de la contienda de Ares, (160) al ir presuroso a la disputa del combate, (161) no escapará a su destino indecoroso, sino que perecerá; (162) polvo ajeno ocultará su cadáver, de una tierra de (163) nombre de flor; tras él reinará (164) otro hombre de plateada cabeza, que tendrá el nombre del mar (165) y lo ostentará en la letra inicial, Ares tetrasílabo. (166) Éste dedicará templos en todas las ciudades (167) mientras vaya observando el mundo con su pie, reunirá dones (168) y proporcionará a muchos oro y ámbar abundante; (169) entrará en posesión de todos los misterios de los magos, (170) que sacará de los santuarios; (171) en verdad que el rayo [... ] dará a los hombres un soberano mucho mejor, (172) y se producirá una larga paz cuando exista este rey; (173) será un cantor de brillante voz, (174) partícipe de los preceptos legales y justo administrador de la ley; (175) pero él mismo sucumbirá, cuando le llegue el descanso que le traerá su destino.

La dinastía de los Antoninos. Antonino Pío (138-161 d. C.), Marco Aurelio (161-180 d. C.) y Cómodo (180-192 d. C.)

(176) Tras él tres reinarán, y el tercero que ejerza el poder más tarde (177) es el que tiene las tres decenas; pero de nuevo reinará (178) otro caudillo de la primera unidad y tras él otro soberano, (179) el de las siete decenas; ésos tendrán nombres nobles. (180) También ellos matarán a hombres de muy diverso color: (181) britanos, moros, los grandes dacios y los árabes. (182) Pero cuando perezca el más joven de éstos, (183) entonces sobre Partia de nuevo llegará el terrible Ares, (184) el que antes asestó su herida, y hasta el fin la arrasará. (185) Entonces el propio soberano perecerá bajo engañosa fiera, (186) cuando ejercite sus manos; éste será el pretexto de su muerte. (187) Tras él reinará otro hombre de gran sabiduría, (188) con el nombre del primer rey poderoso (189) de la primera unidad; y será bueno y grande. (190) Levará a cabo, el poderoso, muchas empresas para los grandes latinos, (191) por causa de la memoria de su padre; al instante adornará los muros de Roma (192) con oro, plata y marfil, (193) cuando se presente en las plazas y templos con un poderoso hombre. (194) Alguna vez les brotará a los romanos la espiga (195) de la más terrible herida de las guerras; y arrasará toda la tierra (196) de los germanos, cuando la gran señal de Dios (197) desde el cielo aparezca y a los hombres de casco broncíneo (198) salve por la piedad de su rey, (199) porque Dios celestial le prestará su mayor atención en todo: (200) cuando lo pida hará que llueva fuera de ocasión agua pluvial. (201) Pero cuando se cumpla lo que predije, (202) también entonces la gloriosa dignidad real del gran caudillo (203) piadoso llegará a faltar con el curso de los años. (204) Cuando llegue al límite de su vida, tras proclamar el (205) ascenso al trono de su hijo, morirá sometido a su propio destino, (206) y, tras dejar el poder real a un soberano rubio, (207) el que tenga el nombre de las dos decenas (208) recibirá el mando como rey nacido del linaje de su padre. (209) Este hombre dominará todo con sobrado entendimiento, (210) emulará al muy aguerrido y violento Hércules, (211) será el primero con sus poderosas armas (212) y conseguirá la mayor gloria en las cacerías y en la equitación; (213) sólo su propia vida será por completo segura, (214) pero se producirá una temible señal durante su reinado: (215) sobre el suelo de Roma se extenderá una nube y una niebla, (216) de modo que ningún mortal podrá ver a su prójimo. (217) Y a un mismo tiempo se producirán guerras y dolorosos sufrimientos (218) cuando el propio soberano, de amor enloquecido, en estado de delirio, (219) llegue a avergonzar su propio linaje, (220) en uniones no meditadas, sin pudor, con ocasión de impíos himeneos. (221) Entonces, oculto en su soledad, el gran hombre destructor, (222) entre coléricas promesas, amontonará desgracias en el baño, (224) hombre homicida, prisionero de engañoso destino.

La época de las guerras civiles. Pértinax (193 d. C.)

(224) Has de saber que entonces estará cerca el tiempo de la destrucción de Roma, (225) por la envidia de su poderío; muchos perecerán (226) en la morada de Palas a manos de Ares. (227) Entonces Roma enviudará y pagará (228) cuantas acciones antes cometió ella sola en numerosas guerras.
(229) Me llora el corazón, sí, llora mi corazón dentro de mí. (230) Porque, desde que el primer rey de la altiva Roma, (231) él sólo dio noble ley a los hombres que habitan la tierra (232) y la palabra del gran Dios inmortal vino a la tierra, (233) hasta el fin del decimonoveno reinado (234) se cumplirá un tiempo de dos veces cien, dos veces veinte, dos veces dos años (235) y seis meses más; después al linaje... (236) viuda el vigésimo rey cuando en tu mansión (237) vierta su sangre, alcanzado por el agudo bronce de la espada, (238) aquel que tiene el nombre cuya inicial señala la cifra del año ochenta (239) y gravosa vejez; dejará viuda (240) en poco tiempo, cuando surjan muchos rivales, (241) se produzcan numerosos derrumbamientos, crímenes, matanzas, (242) nocivas discordias y lamentos por causa de la victoria (243) de la soberanía, y muchos caballos y hombres, en confuso tropel, (244) caerán al suelo muertos en las guerras.

Didio Juliano (193 d. C.)

(245) Y entonces llegará otro hombre que tendrá el número diez (246) como inicial de su nombre, causará muchos (247) dolores y lamentos y a muchos aniquilará; (248) fugaz será también su suerte y caerá herido (249) por el hierro ardiente en violenta guerra.

Pescenio Níger (193-194/195 d. C.)

250 Llegará otro guerrero, el del número cincuenta, (251) para conquistar el poder, atraído desde el Oriente. (252) E incluso hasta Tracia llegará, belicoso Ares; (253) huirá después y llegará hasta la llanura de los bitinios (254) y el suelo de los cilicios; pero el broncíneo Ares, que el ánimo destruye, (255) le traerá rápida destrucción en las llanuras asirias.

Septimio Severo (193-211 d. C.), Heliogábalo (218-222 d. C.) y Alejandro Severo (222-235 d. C.)

(256) Entonces un hombre conocedor de engañosos recursos para lograr el poder, (257) hombre de taimados proyectos, vendrá atraído desde Occidente (258) y tendrá un nombre con la inicial del número doscientos; (259) con mucho más ardor entablará una guerra para lograr el poder real, (260) tras reunir a todos los ejércitos contra los hombres asirios, (261) y todo lo someterá. (262) Su gran poder dominará sobre los romanos; en su mente (263) habrá abundantes recursos y la cólera del destructivo Ares. (264) Terrible serpiente y en la guerra aplastante: él matará a todos (265) los hombres que habitan sobre la tierra, de altivo linaje, (266) y tras matar a los nobles por su riqueza, igual que un astro, (267) y de arrasar la tierra entera de los hombres muertos..., (268) lo depositará en Oriente. Y conocerán toda clase de engaños. (269) Entonces será el momento de que un inocente César con él reine, (270) cuyo nombre tendrá la letra inicial del violento caudillo macedonio. (271) Tras sustraerse al combate surgido a su alrededor (272) escapará al engaño escabroso del rey venidero (273) en el seno del ejército. Pero el que gobierna con bárbaras costumbres, (274) el servidor del templo, de repente (275) perecerá domeñado por el ardiente hierro en violenta guerra; (276) incluso, ya muerto, el pueblo lo destrozará. (277) Y entonces, los reyes de los persas se volverán a levantar (278) y... el Ares romano al caudillo romano. (279) Frigia, en ovejas rica, resonará con sismos. (280) ¡Ay de ti, Laodicea! ¡Ay de ti, desdichada Hierápolis! (281) Ustedes fueron las primeras a las que la tierra recibió con sus fauces abiertas. (282) De Roma... desmesurados Aus... (283) todo cuanto... (284) lamentara... al perecer los hombres (285) a manos de Ares; funesto será el destino (286) de tus hombres; pero después, por el camino de Oriente, (287) raudo para contemplar Italia, (288) desnudo perecerá con ardiente hierro, tras atraerse el odio provocado por su madre.

Felicidad de los que veneren al Dios verdadero

(289) Porque las horas todo..., pero otro conseguirá (290) de ardiente..., pero esto no todos a la vez lo saben; (291) puesto que no está todo al alcance de todos; y sólo llegarán a disfrutarlo (292) los que con Dios tengan trato porque se olvidaron de los ídolos.

Conclusión

(293) Y ahora, soberano del mundo, rey de toda la realeza, (294) intacto, inmortal, ya que tú en mi corazón depositaste (295) voz inmortal, detén mis palabras, porque no sé (296) lo que digo, ya que tú eres el que en mí todo proclamas. (297) Concédeme una pequeña pausa y contén el amable canto (298) de mi corazón, puesto que ya está desfallecido dentro de mí (299) por las divinas profecías, por predecir los reales poderíos.