OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (55)

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Resurrección de Lázaro
1236
Evangelio
Nueva Julfa, Isfahan
Armenia
ORÁCULOS SIBILINOS (continuación)

LIBRO VI

Himno cristiano

(1) Al gran hijo ilustre del Inmortal desde mi corazón proclamo, (2) a quien el Altísimo Creador concedió obtener su trono (3) antes de ser engendrado (cf. Jn 17,5), ya que, según la carne, se manifestó por segunda vez, (4) cuando se lavó en la desembocadura del río (5) Jordán, el que se mueve con verdoso pie, mientras arrastra las olas. (6) Él será el primero que, tras escapar del fuego, verá la dulce presencia de Dios (7) en espíritu, con blancas alas de paloma (cf. Mt 3,16). (8) Florecerá una flor pura, brotarán arroyos. (9) Mostrará a los hombres los caminos, les mostrará los senderos (10) celestiales; a todos con sabias palabras enseñará. (11) Los conducirá a la justicia y hará creer al pueblo incrédulo (12) con el orgullo de la loable descendencia del Padre celestial. (13) Caminará sobre las olas (cf. Mt 14,25), librará a los hombres de la enfermedad, (14) resucitará a los muertos, apartará de los hombres muchos dolores; (15) una sola bolsa de pan dejará saciados a los hombres, (16) cuando la casa de David haga crecer un vástago (cf. Is 11,1); en su mano estará (17) el mundo entero: la tierra, el cielo y también el mar. (18) Brillará sobre la tierra, como cuando en su primera aparición (19) lo vieron aquellos dos que fueron creados uno del costado del otro (cf. Gn 2,21-23). (20) Esto ocurrirá en el momento en que la tierra se goce con la esperanza del niño.
(21) A ti sola, tierra sodomita (cf. Is 1,10; Ez 16,48-49), te están reservados dolorosos sufrimientos (cf. Ap 11,8), (22) porque tú, hostil a tu Dios, no le reconociste (23) cuando vino a los ojos de los mortales, sino que de espinas (24) le pusiste una corona y le serviste terrible hiel (25) para humillarle (cf. Sal 68,22); su Espíritu ocasionará dolorosos sufrimientos.
(26) ¡Dichosísimo madero, sobre el que Dios fue extendido! (27) No te poseerá la tierra, sino que contemplarás la morada celestial, (28) en el momento en que ¡oh Dios! resplandezca tu ojo de fuego.


LIBRO VII

Predicciones de catástrofes en diferentes lugares

(1) ¡Ay de ti, mísera Rodas! Por ti la primera, por ti lloraré; (2) serás la primera de las ciudades, la primera que perecerás, (3) de hombres privada y carente de recursos.
(4) ¡Delos, tú emprenderás la navegación y, sobre el agua, inestable estarás! (5) ¡Chipre, algún día te destruirán las olas del verdoso mar! (6) ¡Sicilia, te incendiará el fuego ardiente que caerá sobre ti!
(7) Hablo del agua de Dios, temible e invasora; (8) Noé es el único de entre todos los hombres que escapará fugitivo. (9) La tierra flotará, los montes flotarán, y también flotará el cielo. (10) Agua será todo y en las aguas todo perecerá. (11) Pero se detendrán los vientos y habrá una segunda era.
(12) Frigia, serás la primera que vuelvas a brillar sobre la superficie del agua, (13) pero la primera también que negarás a Dios e incurrirás en impiedad, (14) por regocijarte con ídolos mudos: todos ellos, miserable, (15) acabarán contigo en un ciclo de muchos años.
(16) Los etíopes desdichados, sometidos al sufrimiento de lamentables dolores, (17) serán golpeados por espadas, con el cuerpo encorvado de temor.
(18) A la pingüe Egipto, que dedica a sus espigas continuos cuidados, (19) a la que el Nilo, con sus navegables corrientes, siete veces al año suele anegar, (20) la destruirá una revuelta civil; desde entonces sus habitantes, sin esperanza, (21) expulsarán a Apis, al que no fue un Dios para los hombres.
(22) ¡Ay de ti, Laodicea! Tú, que nunca viste a Dios, y mentirás, osada; pero te anegarán las aguas del Lico.

Visión apocalíptica

(24) El propio Creador, el gran Dios, multiplicará los astros; (25) colgará el eje en el centro del cielo (26) y erigirá un gran motivo de temor para los hombres, visible por su altura: (27) una columna de fuego de grandes dimensiones, cuyas chispas (28) destruirán las razas de los hombres que provocaron perniciosa destrucción. (29) Porque algún día llegará aquella ocasión única en la que los hombres (30) intentarán ganarse el favor de Dios, pero no conseguirán que acaben sus penas (31) sin llegar hasta el fin. Por mediación de la casa de David todo se cumplirá, (32) porque a él el propio Dios le dio y le encomendó el trono. (33) Sus enviados yacerán a sus pies: (34) los que encienden las piras, los que vierten el caudal de los ríos, (35) los que protegen las ciudades y los que envían los vientos. (36) Muchos hombres serán víctimas de una dura vida, (37) que se introducirá en sus almas y trastocará las mentes de los hombres.
(38) Pero cuando de la raíz un nuevo brote haga crecer unos ojos, (39) la creación, que una vez a todos dio alimento abundante..., (40) también esto con el tiempo aumentará. Pero cuando (41) gobiernen otros, los persas, raza de hombres combativos, al punto serán malditos (42) los tálamos de las esposas por causa de su impía raza: (43) porque la madre tendrá a su propio hijo también como esposo; el hijo (44) mancillará a su madre; la hija, acostada sobre su padre, (45) dormirá según esa bárbara costumbre; pero al final, (46) el Ares Romano les mostrará el brillo de sus numerosas lanzas; (47) con sangre de varón mancharán la tierra por extenso. (48) El prócer de Italia escapará entonces del poder de la lanza. (49) Dejarán sobre la tierra la flor con oro grabada, (50) mientras sobresale aquella que lleva siempre la marca de la necesidad.

Desgracias de varias ciudades

(51) Llegará en verdad el día en que todas las tristes y desdichadas (52) mujeres de Troya (Ilios) apuren lamentablemente su enterramiento, no su casamiento; (53) entonces emitirán profundos gemidos las jóvenes, porque a Dios no reconocieron, (54) sino que se dedicaron a hacer sonar los panderos y los castañuelas (crótalos).
(55) Consulta a los adivinos, Colofón: sobre ti pende, inmenso, un terrible fuego.
(56) Tesalia, desdichada joven, ya no te verá la tierra, (57) ni siquiera como ceniza, y navegarás sola, fugitiva del continente. (58) Así, desgraciada, serás un triste deshecho de la guerra, (59) tú, que pereciste presa de los perros, los ríos y las espadas.
(60) Desgraciada Corinto, recibirás en tu seno a Ares insoportable, (61) miserable, y entre ustedes se destruirán. (62) Tiro, cuan grandes daños recibirás tú sola, puesto que, (63) privada de hombres piadosos, te distinguirás por tu poca cordura.

El bautismo de Cristo

(64) ¡Ah, Celesiria! Lugar extremo de los hombres fenicios, (65) para los que vierte sus aguas el mar de Beirut, (66) desdichada, no reconociste a tu Dios, el que una vez se lavó (67) en las corrientes del Jordán y voló el Espíritu en una paloma (cf. Mc 1,9-11); (68) Él, la Palabra, que antes fue creador de la tierra y el cielo estrellado, (69) junto con el Padre y el Espíritu Santo, (70) y tras encarnarse voló raudo a la casa del Padre. (71) El poderoso cielo le levantó tres torres, (72) en las que ahora habitan las jóvenes madres de Dios, (73) la Esperanza, la Piedad y la ansiada Veneración, (74) que no se regocijan con el oro o la plata, sino con las muestras de veneración (75) de los hombres, con sus sacrificios y sus pensamientos llenos de justicia.

Un ritual gnóstico (?)

(76) Harás sacrificios a Dios inmortal, grande y excelso; (77) no fundirás el grano de incienso en el fuego ni degollarás con el (78) cuchillo al cordero de lana espesa, sino que, junto con todos aquellos (79) que llevan tu sangre, tomarás unas aves salvajes (80) y, entre plegarias, las dejarás partir, elevando los ojos al cielo; (81) verterás agua en el fuego puro a la vez que exclamarás así: (82) “Igual que el Padre te engendró como Palabra, así solté yo un ave, (83) veloz Palabra, mensajera de palabras, mientras con aguas santas (84) salpiqué tu bautismo, mediante el cual surgiste del fuego”.

La hospitalidad

(85) No cerrarás la puerta cuando algún otro extranjero (86) llegue a pedirte que le libres de la pobreza y el hambre, (87) sino que tomarás la cabeza de este hombre, la salpicarás con agua y (88) rezarás tres veces; grita entonces con fuerza a tu Dios estas palabras; (89) “No deseo la riqueza; yo, pobre, recibí al pobre”; (90) y en el umbral: “Padre, tú que todo nos lo procuras, escúchame, (91) habrás de dar al que te suplica”; y cuando el hombre haya salido: (92) “No me atribules, sagrada y justa piedad divina, 93 santa grandeza insometible, en la gehenna demostrada; (94) endereza, padre, mi corazón afligido; en ti tengo puestos mis ojos; (95) en ti, inmaculado, a quien manos humanas no construyeron”.

Nuevas predicciones de desgracias

(96) Cerdeña (Sardo), ahora tú, grávida, te transformarás en ceniza. (97) Y ya no existirá la isla, cuando llegue el décimo período. (98) Navegarán en tu busca por las aguas cuando ya no existas (99) y los alciones emitirán por ti doloroso lamento.
(100) Abrupta Migdonia, inhóspita antorcha del mar, (101) te enorgullecerás durante una era, pero durante la eternidad toda tú te verás aniquilada (102) por una brisa caliente y enloquecerás entre numerosos dolores.
(103) Tierra celta, en tu monte, junto al inaccesible Alpes (Alpis), (104) la arena formará un montón profundo sobre ti entera; ya no darás ningún tributo, (105) ni espigas, ni pasto; estarás siempre toda desierta de pueblos (106) y, con una gruesa capa de cristales de hielo sobre ti, (107) pagarás la afrenta que no meditaste, tú, impura.
(108) Roma, la de fuerte ánimo, después de la lanza Macedonia, (109) refulgirás hasta el Olimpo; pero Dios te hará por completo ignorada, (110) cuando tú creas poder permanecer firme ante una mirada más poderosa; (111) entonces te gritaré así: (112) “Al morir hablarás, entre brillantes resplandores; (113) por segunda vez, Roma, me dispongo a llamarte de nuevo, sí, por segunda vez”.
(114) Por un instante, Siria desdichada, te dirijo mis dolorosos lamentos.
(115) Tebas la de funestas decisiones, un triste son (116) de música de flauta te seguirá, la trompeta emitirá un triste sonido (117) y verás cómo perece toda tu tierra.

Visión apocalíptica de resonancias gnósticas

(118) ¡Ay de ti, desdichado, ay de ti, maligno mar! (119) Todo tú serás devorado por el fuego y con tu salitre destruirás al pueblo, (120) porque habrá sobre la tierra tanto fuego enloquecido (121) como agua, que se extenderá y destruirá toda la tierra. (122) Incendiará los montes, quemará los ríos y vaciará los arroyos. (123) El mundo ya no será mundo al perecer sus habitantes. (124) Cuando sientan el terrible abrasamiento, entonces, desdichados, dirigirán sus ojos (125) al cielo, que ya no estará cargado de estrellas, sino atormentado por el fuego, (126) y no perecerán rápidamente: muertos sólo en la carne, (127) abrasándose en su espíritu por los años de la eternidad, (128) entre durísimas pruebas verán que la ley de Dios (129) no es eludible y, víctima de la violencia, (130) por la clase de dios que osó recibir sobre sus altares, (131) engañada contemplará el humo cargado de dolores a través del aire. [No obedeció los nobles designios de Dios poderoso]. (132) Soportarán fatigas en exceso aquellos que por ganancia (133) emitan vergonzosas profecías por alargar los malos tiempos. (134) Aquellos que se vistan con velludas pieles de ovejas (135) serán falsos hebreos, linaje que no obtuvieron por sí mismos; (136) por el contrario, dedicados a la charlatanería y a buscar ganancia en los dolores, (137) no cambiarán su vida ni lograrán persuadir a los justos (138) que dedican a Dios, en su corazón, fidelísimas súplicas propiciatorias. (139) Pero en el tercer lote, del ciclo de años de la tercera (140) ogdóada, se verá de nuevo otro mundo. (141) Habrá sobre la tierra por doquier noche larga y odiosa. (142) Y entonces el terrible olor a azufre se extenderá en derredor (143) anunciando la muerte, cuando aquéllos perezcan (144) entre tinieblas y plagas; entonces creará él la mente pura (145) de los hombres y restaurará tu raza, como antes fue. (146) Ya nadie trazará profundo surco con curvo arado; (147) los bueyes no hundirán en la tierra el hierro enderezador; (148) ya no habrá sarmientos ni espigas, sino que todos a una (149) comerán con blancos dientes el maná cubierto de rocío. (150) Con ellos estará entonces también Dios, que les enseñará, (151) igual que a mí, mísera. Porque, ¡cuántas malas acciones cometí antes (152) consciente! y otros muchos errores cometí por descuido. (153) Innumerables lechos conocí, pero ningún matrimonio me interesó. (154) A todos llevé yo, la más incrédula, el santo juramento. (155) Rechacé a los necesitados y, aunque penetré entre (156) en el bien trazado surco, no comprendí la palabra de Dios. (157) Por ello el fuego me comerá, porque ni siquiera (158) yo viviré, sino que me destruirá el tiempo de la desdicha en un lugar en que (159) los hombres se acercarán a darme sepultura (160) junto al mar, o me matarán con piedras, puesto que abandoné al hijo amado (161) por hablar de mi padre. ¡Ojalá me lapiden! ¡Sí, lapídenme todos! (162) Porque así pagaré mis culpas y pondré mis ojos fijos en el cielo.