OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (54)

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Milagros de Jesucristo
1305
Evangelio Archesh
Ereván, Matenadaran
Armenia
ORÁCULOS SIBILINOS (continuación)

LIBRO V

La época de los latinos. Los emperadores romanos

(1) Ahora escucha lo que voy a decir sobre la época de los latinos, llena de lamentos. (2) En verdad que, nada más extinguirse los reyes (3) de Egipto, a todos los cuales una misma tierra iba recibiendo en su seno, (4) y después del ciudadano de Pela, (5) al cual había estado todo el Oriente sometido y el Occidente próspero, (6) Babilonia, que entregó su cadáver a Filipo, demostró (7) que su invocación como hijo de Zeus o de Amón no era verdadera; (8) y después del descendiente de la raza y la sangre de Asáraco, (9) que vino de Troya, el cual escindió el impulso del fuego; (10) y después también de muchos caudillos, de varones aguerridos (11) y de los niños inocentes, hijos de la fiera devoradora de ovejas, (12) existirá el primero de todos los caudillos, la suma de cuya letra inicial será de dos veces diez. (13) Con sus campañas guerreras conseguirá un amplio dominio; (14) tendrá su primera letra correspondiente a la decena [Julio César], de suerte que tras él (15) ha de gobernar aquel a quien correspondiere como inicial la primera de las letras (Augusto]; (16) ante él se espantarán Tracia y Sicilia, luego Menfis; (17) Menfis, derribada por la maldad de sus gobernantes (18) y de la mujer no esclavizada, al mar precipitada. (19) Impondrá preceptos a los pueblos y todo lo someterá; (20) después de largo tiempo a otro entregará el mando; (21) éste tendrá la inicial del número trescientos (22) y el querido nombre de un río [Tiberio], (23) y su dominio llegará hasta los persas y Babilonia; su lanza se arrojará entonces contra los medos. (24) Luego mandará aquel que obtenga la inicial correspondiente al número tres [Calígula] (25) y después el que tenga por primera letra la doble decena [Claudio]; (26) él llegará a las extremas aguas del océano (27) tras remover la pleamar bajo los barcos ausonios. (28) El que obtuviere por inicial el número cincuenta será soberano [Nerón], (29) temible serpiente que exhalará guerra gravosa, y que un día, al extender las manos (30) de su raza, la destruirá y todo lo perturbará (31) entre competiciones, carreras, matanzas y toda clase de audacias; (32) cortará el monte que dos mares bañan y con sangre lo mancillará. (33) Sin embargo, él, el destructor, también dejará de ser visto; después retornará, (34) igualándose a un Dios, pero quedará patente que no lo es.

Desde Vespasiano hasta los Antoninos

(35) Después de él tres caudillos se darán mutua muerte [Galba, Otón y Vitelo]. (36) Luego llegará un poderoso aniquilador de hombres piadosos, (37) que lleva en su inicial la clara indicación de las siete decenas [Vespasiano]. (38) A éste le arrebatará el poder el hijo que revela en su inicial la letra del número trescientos [Tito] (39) y después de él será soberano (40) un hombre de cabello ceniza con la inicial del cuatro [Domiciano] (41)y luego un anciano, con el número cincuenta [Nerva]; y luego, tras él, (42) aquel al que correspondió como inicial la letra del trescientos [Trajano], (43) un celta montaraz que pondrá su esfuerzo en la disputa del Oriente (44) y no escapará a su destino afrentoso, sino que lo padecerá. (45) Polvo ajeno ocultará su cadáver, (46) pero tendrá el nombre de la flor de Nemea; tras él otro será el soberano, (47) el varón de cabeza argéntea [Adriano]; tendrá el nombre de un mar: (48) será hombre en todo superior y omnisciente. (49) Bajo tu reinado, ¡oh tú, que en todo eres superior y en todo destacas; tú, el de oscura cabellera!, (50) y bajo el de tus vástagos, sucederá esto todos los días. (51) Tras él tres mandarán, pero el tercero alcanzará tarde el poder [Antonino, Marco Aurelio y Lucio Vero].

Comienza la sección apocalíptica y mesiánica

(52) A mí, tres veces desdichada, me atormenta depositar en mi corazón malas profecías, (53) a mí, de Isis confidente, y el divino himno de oráculos. (54) Primero se lanzarán las mujeres enloquecidas alrededor de los cimientos de tu muy llorado templo (55) y en sus manos dañinas (56) estarás el día en que el Nilo llegue a inundar (57) el país entero de Egipto hasta una altura de dieciséis codos, (58) de suerte que la tierra toda anegue y la riegue toda con su caudal; (59) quedará en silencio el encanto de su tierra y la gloria de su figura.

El castigo de Egipto, y la ruina de Menfis

(60) Menfis, tú eres la que más lágrimas derramará por Egipto, (61) puesto que tú, que antes ostentaste magno dominio del país, llegarás a estar (62) llena de sufrimientos, de suerte que gritará incluso el que con el trueno se regocija, (63) desde el cielo con gran voz: “Vigorosa Menfis, (64) tú, que antaño mostrabas gran presunción ante los mezquinos mortales, (65) llorarás dolorida y desdichada, de modo que reconozcas (66) por ti misma al Dios inmortal invisible entre las nubes. (67) ¿Qué se hizo de tu voluntad dominante entre los hombres? (68) Por las locuras que cometiste contra mis hijos, por Dios ungidos, (69) y porque dirigiste tu maldad contra los hombres buenos, (70) por todo ello tendrás una nodriza así como castigo: (71) ya nunca el derecho divino estará claramente de tu parte entre los bienaventurados; (72) de las estrellas has caído, al cielo nunca subirás (cf. Is 14,12)”. (73) Esto me encomendó Díos que anunciara a Egipto (74) en el último instante, cuando existan los hombres más malvados.

Contra la idolatría

(75) Pero padecen su maldad los malvados, mientras aguardan (76) la cólera del Inmortal celestial que hiere con ruidos sordos (77) y, en vez de a Dios, adoran a piedras y monstruos; (78) unas veces son presa de un temor, otras de otro; (79) carecen de lenguaje, de inteligencia, de oído; lo que no me está permitido enumerar; y (80) cada uno de los ídolos ha surgido de las manos de los mortales. (81) Con su propio esfuerzo e insensatos proyectos, (82) los hombres esculpieron dioses de madera y de piedra, (83) de bronce, de oro y de plata; vanos, (84) inánimes, mudos y en fuego fundidos (85) los hicieron, en vano confiados a ellos por obcecación.

Calamidades que caerán sobre Alejandría

(86) Tmúide y Júide: será aplastada y truncada la voluntad (87) de Hércules, de Zeus y del soberano Hermes. (88) Y a ti, Alejandría, ilustre nodriza de ciudades, (89) no te dejarán la guerra ni (la peste), sino que pagarás (9o) el castigo de tu soberbia por cuantas acciones antes cometiste. (91) Callarás durante mucho tiempo y el día del regreso... (92) y ya no verás fluir la exquisita bebida... (93) porque caerá el persa sobre tu suelo como el granizo (94) y destruirá tu país y a sus hombres de malas artes (95) con sangre y cadáveres junto a los enormes altares, (96) un ser de bárbaros sentimientos, violento, víctima de la insensata locura de la sangre abundante, (97) que hará precipitarse sobre ti tu perdición, como una tromba de arena en plena intensidad. (98) Y entonces tú, felicísima entre las ciudades, tendrás que soportar numerosos sufrimientos. (99) Llorará Asia entera por causa de sus dones al caer a tierra, de los cuales (100) se gozó su cabeza por ti coronada.

Anuncios apocalípticos

(101) El que obtuvo la tierra de los persas, él mismo hará la guerra, (102) matará a cada habitante y arrasará todo medio de vida, (103) de suerte que quede la tercera parte para los miserables mortales. (104) De nuevo desde el Occidente volará con salto ligero (105) para sitiar toda la tierra, para asolarla toda. (106) Pero cuando consiga la cima de su poder y audacia impúdica, (107) llegará también con el deseo de arrasar la ciudad de los bienaventurados. (108) Y un rey enviado por Dios contra él (109) matará a todos los grandes reyes y a los mejores hombres. (110) De esa forma hará luego el Inmortal el juicio de los nombres.

Desgracias anunciadas a diversas regiones y ciudades de Oriente

(111) ¡Ay de ti, corazón miserable! ¿Por qué me invitas (112) a revelar a Egipto su dolorosa abundancia de soberanos? (113) Dirígete al Oriente, a las razas insensatas de los persas (114) y aclárales el presente de lo que va a suceder.
(115) La corriente del Éufrates provocará una inundación (116) y destruirá a los persas, íberos, babilonios (117) y a los masagétas, que aman la guerra y en sus arcos confían. (118) El Asia entera, incendiada hasta las islas, enviará su resplandor. (119) Pérgamo, antaño venerable, será arrasada de raíz, (120) y Pítane aparecerá desierta entre los hombres. (121) Lesbos entera se hundirá en los hondos fondos del mar, de suerte que perecerá. (122) Esrnirna, rodando por los abismos, se lamentará (123) y la que antaño fue venerable se consumirá de acuerdo con su nombre. (124) Los bitinios llorarán por su tierra, en ceniza convertida, (125) y por la gran Siria y Fenicia, de numerosas tribus poblada.
(126) ¡Ay de ti, Licia, cuántas desgracias tiene tramadas contra ti (127) el mar, cuando, por propio impulso, invada tu tierra dolorida, (128) de suerte que, con sismo cruel y corrientes amargas, (129) se inunde la tierra firme de Licia, que ya no tiene mirra y que antaño a mirra olía.
(130) También Frigia sentirá terrible cólera a causa de su dolor, (131) por el que vino la madre de Zeus, Rea, y allí esperó. (132) El ponto destruirá a la raza de los tauros y al pueblo bárbaro. (133) Arrasará el suelo de los lápitas en su país; (134) un río de profunda corriente asolará la región de Tesalia: (135) el Peneo, de profundo caudal, las figuras de los animales procedentes de la tierra, (136) mientras que el Epídano afirmará que alguna vez engendrará figuras de animales.

El emperador Nerón

(137) Por la Hélade, tres veces desdichada, lanzarán sus lamentos los poetas, (138) cuando desde Italia del istmo el tendón golpee (139) el gran rey de la gran Roma, divino varón, (140) a quien, dicen, el propio Zeus engendró, y la soberana Hera. (141) Él será quien, al querer lograr con voz musical aplausos para su dulces himnos, (142) matará a muchos, junto con su madre desdichada. (143) Huirá desde Babilonia, caudillo terrible e impúdico, (144) al que odian todos los mortales y los mejores varones, (145) porque mató a muchos y en el vientre materno puso las manos, (146) contra sus esposas cometió pecado y de seres despreciables había sido creado. (147) Llegará hasta los medos y a los reyes de los persas, (148) a quienes primero añoró y a los que fama legó, (149) escondido con estos malvados al acecho de una nación verdadera. (150) Él fue el que derribó el templo por Dios construido y abrasó a los ciudadanos (151) y a las gentes que en él entraban, a cuantos yo con justicia dediqué himnos; (152) porque al aparecer éste toda la creación se conmovió, (153) los reyes perecieron y aquellos entre los que subsistió el poder (154) aniquilaron a la gran ciudad y a su justo pueblo.

Anuncios de destrucción contra Roma

(155) Pero cuando, a partir del cuarto año, brille la gran estrella, (156) que, sola, toda la tierra arrasará por causa de la honra, (157) que al principio concedieron al soberano Poseidón, (158) llegará desde el cielo una estrella grande hasta el mar divino (cf. Ap 8,10), (159) e incendiará el océano profundo, la propia Babilonia (160) y la tierra de Italia, por la que perecieron numerosos (161) santos y fieles hebreos y el pueblo verdadero.
(162) Entre los malvados mortales tendrás que soportar desdichas, (163) pero permanecerás abandonada por todos los tiempos de la posteridad, (164) permanecerás por toda la eternidad abandonada, (165) llena de odio contra tu terruño, porque te aficionaste a la brujería. (166) En ti se dan los adulterios y la unión ilícita con los jóvenes, (167) ciudad afeminada, injusta, maldita, desdichada entre todas. (168) ¡Ay de ti, ciudad de todo impura de la región del Lacio! (169) Bacante que con víboras te gozas, así te asentarás viuda a la orilla donde (170) el río Tíber te llorará como a su esposa, (171) tú que tienes el corazón de sangre criminal manchado y el ánimo impío, (172) ¿no te has dado cuenta de qué poder tiene Dios y qué te depara? (173) Por el contrario, decías: “Sola estoy y nadie me arrasará”. (174) Pero la verdad es que Dios, que existe siempre, te destruirá a ti y a todos los tuyos (175) y ya no quedará ningún rastro tuyo en aquella tierra, (176) como antaño, cuando el gran Dios te procuró sus honras. (177) Quédate, ilícita, sola y unida al fuego ardiente, (178) ve a habitar al predio tartáreo de Hades, donde la ley no rige (cf. Is 14,15).

Castigos contra Egipto

(179) Ahora de nuevo, Egipto, lamento tu castigo. (180) Menfis, de sufrimientos guía, tú serás golpeada en tu tendón; (181) en ti las pirámides emitirán voz impúdica. (182) Pitón, que con justicia antaño fuiste llamada ambigua, (183) calla eternamente, para que ceses en tu maldad. (184) Soberbia, tesoro de malos sufrimientos, ménade de lamentos llena, (185) de terribles males acuciada, tú que hiciste verter tantas lágrimas, permanecerás viuda por siempre: (186) durante muchos años tú fuiste la única que dominó al mundo. (187) Pero cuando Barce arroje la blanca túnica (188) a la inmundicia, ¡que no exista yo ni nazca! (Homero, Odisea, 18,79).
(189) ¡Tebas! ¿Dónde está tu gran vigor? Un hombre salvaje (190) aniquilará a tu pueblo; y tú tomarás tus pardas vestiduras (191) y te lamentarás, desdichada, sola, y pagarás todas las malas acciones (192) que antes cometiste con desvergonzado ánimo. (193) Y verán su lamentación por causa de sus ilícitas obras.

Anuncios contra otras ciudades y pueblos

(194) A Siena la destruirá un gran varón etíope; (195) Téuquira, habitarán por la fuerza los indios de negra piel. (196) Pentápolis, tú llorarás y te destruirá un hombre de gran fuerza. (197) Libia, digna de todo lamento, ¿quién enunciará tus calamidades? (198) ¿Qué mortal derramará por ti, Cirene, lágrimas de compasión? (199) No interrumpirás tu treno dolorido con ocasión de tu destrucción. (200) Entre los briges y galos, ricos en oro, (201) habrá un océano resonante lleno de sangre abundante, (202) porque también ellos provocaron la maldad entre los hijos de Dios, (203) cuando el rey fenicio de los sidonios (204) condujo una gran multitud de galos desde Siria. Y a ti te matará, (205) Ravena, a ti, y al crimen te conducirá.
(206) ¡Indios, no confíen; ni ustedes, etíopes animosos! (207) Porque cuando la rueda del Eje, Capricornio (208) y Tauro en Géminis, envuelvan el centro del cielo, (209) al subir Virgo; y cuando el sol, tras ajustar en su frente (210) el ceñidor, guíe todo en derredor la bóveda celestial, (211) habrá un gran incendio etéreo por la tierra, (212) y será nueva la naturaleza de las estrellas en contienda, de suerte que perezca (213) entre fuego y lamentos toda la tierra de los etíopes.

Desgracia de Corinto

(214) Llora también tú, Corinto, la triste destrucción que en ti habrá; (215) porque cuando las tres hermanas Moiras, que tejen con trenzados hilos, (216) se lleven sobre la tierra al que huye con engaño por la orilla del istmo, (217) hasta que lo contemplen todos, (218) a él que antaño partió la piedra con muy dúctil bronce, (219) destruirá y conmoverá tu tierra, según está preestablecido. (220) Porque a éste concedió Dios una fuerza para hacerlo, (221) cual no tuvo antes ninguno de entre todos los reyes; (222) primero arrancará con una hoz de las tres cabezas las raíces (cf. Dn 8) (223) con gran fuerza y las dará a probar a los otros, (224) de suerte que coman las carnes de los progenitores del rey impuro. (225) Porque a todos los hombres aguardan sangre y temores (226) por causa de la gran ciudad y del pueblo justo, (227) salvado en todo tiempo, al que daba especial protección la providencia.

Anuncio mesiánico

(228) Inestable y malintencionado, de malos hados rodeado, (229) comienzo de las fatigas y poderoso límite para los hombres (230) de la creación, destruida y salvada de nuevo por las Moiras, (231) soberbio, causante de desdichas y gran sufrimiento para los hombres, (232) ¿qué mortal te deseó?, ¿quién en su interior no se irritó contigo? (233) Por tí cierto rey acabó con su piadosa vida al caer destronado; (234) A todo lo administraste mal, todo lo inundaste de maldad. (235) Y por ti se separaron los hermosos repliegues del mundo. (236) ¡Ser inestable, pon ese último pretexto, si quieres, para nuestra discordia! (237) ¿Cómo? ¿Qué dices? Te persuadiré, y si en ti hallo algún reproche, lo proclamaré. (238) Hubo una vez entre los hombres un brillante resplandor del sol, (239) cuando sembró sus rayos para acompañar la libación de los profetas. (240) Una lengua que destilaba una hermosa bebida de miel, (241) la mostraba y proyectaba sobre todos los mortales, y la luz del día para todos salía; (242) por esto, ¡oh tú, hombre de poca voluntad, causante de los mayores males!, (243) la espada y el duelo llegarán ese día. (244) ¡Oh tú, comienzo de las fatigas y poderoso límite para los hombres (245) de la creación, destruida y salvada de nuevo por las Moiras, (246) escucha tú, sufrimiento para los hombres, el amargo rumor disonante!

El pueblo de Israel

(247) Pero cuando la tierra de Persia se vea lejos de la guerra, (248) la peste y la lamentación, entonces, en ese día, surgirá (249) la divina y celestial raza de los judíos bienaventurados, (250) que habitan alrededor de la ciudad de Dios tierra adentro, (251) hasta que, tras circundar a Jope con un gran muro, (252) se eleven a las alturas hasta las sombrías nubes. (253) Ya no emitirá la trompeta su sonido de fragor guerrero, (254) tampoco perecerán entre las enloquecidas manos enemigas, (255) sino que quedarán en pie para la eternidad los trofeos de la victoria sobre los malvados.

Nuevo anuncio mesiánico

(256) De nuevo vendrá desde el aire un varón extraordinario, (257) que sus manos desplegó sobre la madera de abundante fruto, (258) el mejor de los hebreos, que el sol una vez detuvo (259) clamando con bellas palabras y labios santos (cf. Ex 17,12; Jos 10,12; Ignacio de Antioquía, Carta a los Esmirniotas, 1,2).

El premio para quienes pusieron su esperanza en el único Dios verdadero

(260) No atormentes más tu ánimo en tu pecho, bienaventurada, (261) de linaje divino, llena de riqueza, única flor anhelada, (262) luz bondadosa, venerable fin, anhelada pureza, (263) Judea llena de gracia, hermosa ciudad, cuyos himnos inspira Dios. (264) Ya no danzará como bacante alrededor de tu tierra el pie impuro (265) de los helenos, que tiene en su corazón conciencia de una misma ley divina, (266) sino que sus ilustres hijos te colmarán de honores (267) y con ayuda de las musas santas levantarán la mesa de las ofrendas (268) con toda clase de sacrificios y entre oraciones que merezca la honra divina; (269) cuantos por la agobiante estrechez soportaron padecimientos, (270) disfrutarán de mayores y más gozosos bienes con toda justicia. (271) Pero los malos, que esparcieron por el aire su lengua impía, (272) dejarán de hablar unos contra otros (273) y se ocultarán hasta que se transforme el mundo. (274) Caerá desde las nubes una lluvia de fuego ardiente (275) y ya los mortales no podrán hacer fructificar la espiga espléndida que surge de la tierra; (276) todo quedará sin sembrar ni arar, hasta que los hombres mortales conozcan (277) al soberano de todos, Dios inmortal que siempre existe (278) y ya no adoren a seres mortales, (279) ni a perros ni a buitres, como Egipto les enseñó (280) a venerar con sus bocas insensatas y labios necios. (281) Sólo la tierra santa de los piadosos producirá todo esto; (282) de la piedra meliflua y de la fuente brotará un arroyo (283) y leche inmortal para todos los justos, (284) porque depositaron sus esperanzas en un solo Dios creador, el único que está por encima de todos, (285) con gran piedad y fe.

Anuncio de infortunios para Asia

(286) Pero ¿por qué me encomienda esto mi mente sabia? (287) Ahora es a ti, infortunada Asia, a quien lamento con dolor, (288) y a la raza de jonios, carios y lidios, ricos en odio. (289) ¡Ay de ti, Sardes! ¡Ay de ti, muy deseada Trales (o Tralles)! (290) ¡Ay de ti, Laodicea, hermosa ciudad! ¡Ay, como van a perecer (291) destruidas por terremotos y transformadas en polvo! (292) A la tierra oscura de Asia y a la raza de los lidios, ricos en oro... (293) El templo de Artemisa erigido en Éfeso, (294) se precipitará un día entre abismos y sismos al mar divino (295) derribado, igual que las naves se hunden con las tempestades. (296) Tendida en el suelo se lamentará un día Éfeso llorando junto a la orilla (297) y buscando el templo ya no habitado. (298) Entonces, irritado, Dios imperecedero que los cielos habita, (299) desde el cielo lanzará una tormenta de fuego contra la cabeza impura (300) y en vez de invierno habrá verano en ese día. (301) entonces después sobrevendrá a los mortales..., (302) porque aquel que de lo alto lanza sus rayos destruirá a todos los desvergonzados, (303) con truenos, relámpagos y rayos ardientes (304) destinados a los hombres hostiles, y así acabará con los impíos, (305) de suerte que queden sobre la tierra más cadáveres que granos de arena.

La desgracia que caerá sobre otras ciudades de Asia. Judea bendecida por Dios

(306) Porque llegará también Esmirna, para llorar a su poeta (= Homero), (307) hasta las puertas de Éfeso y ella misma llegará a perecer.
(308) Cime, la necia, junto con sus arroyos por Dios inspirados, (309) arrojada entre las manos de hombres ateos, inicuos e impíos, (310) ya no lanzará tales palabras contra el aire, (311) sino que permanecerá cadáver entre arroyos agitados por el oleaje. (312) Y entonces gemirán al unísono a la espera del desastre. (313) Será visto con una marca, fruto de sus esfuerzos, (314) el pueblo rebelde de los cimeos y su tribu desvergonzada. (315) Después, cuando se lamenten por su tierra maldita reducida a cenizas, (316) conocerá Lesbos la eterna destrucción por obra del Eridano.
(317) ¡Ay de ti, Corcira, hermosa dudad; concluye tu festejo! (318) Y tú también, Hierápolis, única tierra a la que Plutón se unió, (319) tendrás, según tu deseo, un lugar lleno de lágrimas, (320) cuando por tierra te derrumbes junto a las corrientes del Termodonte.
(321) Pétrea Trípolis, junto a las aguas del Meandro, (322) a quien la suerte asignó a las olas nocturnas, junto a la orilla del mar; (323) por completo te destruirán el deseo y la providencia de Dios.
(324) Y porque, la tierra vecina de Febo no quiso elegir, (325) a Mileto refinada la destruirá una lluvia de fuego que vendrá de lo alto, (326) porque prefirió el doloso canto de Febo (327) a lo que es ocupación de hombres sabios y prudente decisión. (328) Muéstrate propicio, tú que todo lo creaste, con la blanda tierra de fruto abundante, (329) Judea la grande, para que tus pensamientos conozcamos. (330) Porque ésta es la primera tierra que tú, Dios, reconociste entre las muestras de tu gracia (331) como destinada a que pareciera a todos los mortales que era la primera de esas gracias (332) y te prestaran atención, según les confió Dios.

Acciones de los tracios. Desgracia del Helesponto y de Italia

(333) Deseo yo, triplemente desdichada, contemplar las obras de los tracios (334) y el muro de los dos mares arrastrado por Ares entre el polvo, (335) como un río sobre el [ave] somorgujo (o somormujo) saciada de peces.
(336) ¡Sufrido Helesponto! Alguna vez te uncirá el hijo de los asirios: (337) la batalla emprendida contra ti acabará con el poderoso vigor de los tracios. (338) El rey egipcio capturará Babilonia (339) y una región bárbara echará por tierra el vigor de sus caudillos. (340) Los lidios y gálatas, los panfilios junto con los pisidios, (341) todos a una, vencerán, armados con la maldita discordia.
(342) Italia triplemente desdichada, te quedarás desierta, sin que te lloren, (343) en la tierra florida, hasta perecer como dañina fiera mordedora.

La hegemonía y el juicio del Dios verdadero

(344) Algún día por el aire, en el cielo estrellado, desde lo alto, se podrá oír (345) un estrépito a la manera de un trueno, la voz de Dios. (346) Ni del mismo sol existirán ya las llamas imperecederas, (347) ni la brillante luz de la luna volverá a existir (348) en el extremo del tiempo, cuando Dios despliegue su hegemonía. (349) Todo será negrura y la oscuridad se extenderá por la tierra, (350) ciegos estarán los hombres y los animales dañinos, y se oirán gemidos. (351) Ese día durará mucho tiempo, de modo que se comprenda (352) que Él, Dios, es el soberano que todo lo observa desde el cielo. (353) Él no sentirá entonces ninguna compasión por los hombres hostiles, (354) que se dedican a sacrificar rebaños de corderos, ovejas y toros mugientes, (355) de terneros grandes de cuernos áureos, (356) para los inánimes Hermes y los pétreos dioses. (357) Que la ley que domine sea la sabiduría y la opinión de los justos; (358) para que nunca, irritado, Dios inmortal aniquile (359) a toda la raza mortal y la tribu sin vergüenza de los hombres, (360) es menester amar a Dios, creador sabio que siempre existe.

Signos de los últimos tiempos

(361) Habrá en los últimos tiempos, cuando la luna se extinga, (362) una guerra que extenderá su locura por el mundo, basada en la astucia con engaños. (363) Llegará desde los límites de la tierra el varón matricida (= Nerón), (364) fugitivo y albergando en su mente agudos proyectos; (365) él destruirá toda la tierra, todo lo dominará (366) y todos sus pensamientos serán más cuerdos que los de todos los mortales. (367) En aquella cuya gracia hizo perder, hará presa al instante; (368) a muchos hombres llevará a la perdición, y a todos los grandes tiranos; (369) a todos los abrasará, como nunca otro lo hizo; (370) pero a los que estén caídos los hará levantarse con celo. (371) De Occidente se extenderá una gran guerra sobre los hombres, (372) y correrá la sangre por las vertientes hasta los ríos de profunda corriente. (373) De Macedonia la cólera se verterá por la llanura; (374) traerá una alianza para el pueblo, pero para el rey la destrucción. (375) Y entonces una brisa invernal soplará sobre la tierra (376) y la llanura de nuevo se llenará de guerra mala. (377) Fuego desde las llanuras celestiales lloverá sobre los mortales, (378) fuego y sangre, agua, rayos, oscuridad, noche celestial, (379) destrucción en la guerra y tinieblas para cubrir las matanzas: (380) a todos matarán; a los reyes y a los mejores hombres. (381) Así se terminará con la dolorosa destrucción de la guerra (382) y ya nadie con su espada luchará ni con hierro (383) ni tampoco con flechas, porque no les estará permitido. (384) Paz logrará el pueblo sabio, el que sobrevivió, (385) en la maldad probado, para que luego se regocijara.

Invectivas contra Roma

(386) Matricidas, contengan su osadía y su audacia malhechora, (387) ustedes que antaño frecuentaban el lecho de las muchachas sin pudor (388) y en los burdeles hicieron prostitutas a las que antes eran puras, (389) con soberbia, indolencia y desvergüenza, que tantos males trae. (Roma)... (390) porque en ti la madre con su hijo tuvo unión ilícita (391) y la hija con su padre se unió como esposa; (392) en ti también los reyes mancillaron su boca desdichada, (393) en ti sostuvieron coito con los animales los hombres malvados.

Destrucción del templo de Jerusalén

(394) ¡Cállate, deplorable, maldita ciudad, entregada a la orgía! (395) Nunca más en tu nombre las jóvenes doncellas (396) prenderán el fuego divino en la madera que gusta alimentarlo. (397) Está apagada en ti la morada antaño añorada, (398) cuando por segunda vez acabo de ver la ruina de tu morada (399) abatida y su consunción en el fuego, provocada por mano impura; (400) tu morada, siempre floreciente, templo visitante de Dios, (401) de los santos nacido y que siempre es imperecedero, (402) esperado de alma y cuerpo...

Destrucción de Jerusalén por el emperador Tito

(403) Porque ningún sabio escultor creó entre ellos, sin cuidado, un dios sin inteligencia, (404) de tierra invisible ni de piedra, (405) y no se veneró el adorno de oro, engaño de las almas. (406) Por el contrario, honraron a Dios como gran creador de todos los seres por él inspirados, (407) con sacrificios santos y hecatombes. (408) Pero ahora surgió un rey desconocido e impuro (409) que la ciudad derribó y la dejó sin reconstruir, (410) junto con una gran multitud y hombres ilustres. (411) Pero él pereció tras poner el pie en inmortal tierra firme, (412) y ya sobre los hombres no se formó una señal tal (413) como para que otros decidieran arrasar la gran ciudad.

Oráculo mesiánico

(414) Llegó de las celestiales superficies un hombre bienaventurado, (415) con un cetro en sus manos, que Dios le confió, (416) y a todos dominó con acierto y a todos los buenos (417) devolvió la riqueza que habían obtenido los anteriores hombres. (418) Arrancó de sus fundamentos la ciudad entera entre fuego abundante (419) e incendió las comarcas habitadas por los mortales que antes fueron malhechores. (420) A la ciudad que fue el anhelo de Dios, la hizo (421) más luminosa que los astros, el sol y la luna, (422) le impuso adornos y creó su santa morada, (423) hecha carne bella y hermosísima, (424) y construyó, con una altura de muchos estadios, una torre grande e infinita, (425) que tocaba las propias nubes y a todos era visible, (426) de modo que todos los fieles y todos los justos contemplaran (427) la gloria de Dios invisible, anhelada figura. (428) Oriente y Occidente elevaron himnos de gloria a Dios, (429) porque ya no existe la soberbia entre los míseros mortales, (430) ni adulterios, ni la ilícita Ciprina (o Cipris) con los muchachos. (431) Ni crimen ni tumulto, sino rivalidad justa entre todos. (432) Es en los últimos tiempos de los santos cuando lleva esto a cabo (433) el Dios que truena desde lo alto, creador del magnífico templo. (434) ¡Ay de ti, Babilonia, de áureo trono, de áurea sandalia! (435) Tú que durante muchos años fuiste el único reino que dominó al mundo, (436) antaño grande y de todos metrópoli, ya no seguirás edificada (437) sobre montes dorados y las corrientes del Éufrates; (438) te verás derribada por el fragor de un sismo; los terribles partos (439) te hicieron por completo impotente. (440) Contén tu boca con un bozal, impura raza de los caldeos; no preguntes ni intentes (441) saber cómo gobernarás a los persas ni cómo dominarás a los medos, (442) puesto que por causa del poderío que tú tuviste, como rehenes (443) enviaste a Roma incluso a los que en Asia servían a sueldo. (444) Por ello tú misma, reina prudente, vendrás al juicio (445) de los adversarios, por los que enviaste el rescate (446) y, en vez de palabras retorcidas, dedicarás amargas palabras a los enemigos.

Anuncio de varias desgracias

(447) Al final de los tiempos se volverá un día seco el río profundo (448) y ya nunca se dedicarán las naves a navegar hasta Italia; (449) y Asia, la grande, la muy desdichada, será entonces sólo agua (450) y Creta una llanura. Chipre conocerá una gran calamidad (451) y Pafo lamentará su terrible destino, de modo que comprenda (452) que también Salamina, gran ciudad, sufrió una gran calamidad; (453) ahora el continente estará de nuevo sin fruto en las riberas. (454) Una plaga no pequeña de langosta asolará la tierra de Chipre. (455) Contemplarán a Tiro, malditos mortales, con lágrimas en los ojos. (456) Fenicia, terrible cólera te aguarda, hasta que te llegue (457) la caída fatal, de modo que te lloren verdaderamente las sirenas.

Guerras y derramamiento de sangre

(458) Sucederá en la quinta generación, cuando cese la perdición (459) de Egipto, en el momento en que se unan entre sí los reyes desvergonzados; (460) las razas de los panfilos irán a Egipto a establecerse. (461) En Macedonia, en Asia y entre los licios (462) habrá una guerra que extenderá su locura por el mundo, que hará verter mucha sangre en el polvo, (463) a la que pondrán fin el rey de Roma y los soberanos de Occidente.
(464) Cuando la tormenta invernal descargue, abundante en nieve, (465) al helarse el gran río y las lagunas enormes, (466) al punto las hordas de los bárbaros se encaminarán a la tierra de Asia, (467) y destruirán a la raza de los terribles tracios como a un ser débil. (468) Entonces los mortales, capaces de comerse el corazón, se comerán a sus progenitores, (469) por el hambre acosados, y los devorarán como alimento permitido. (470) De todas las madrigueras saldrán las fieras a comer a la mesa; (471) ellas y las aves se comerán a todos los mortales (472) y el océano, a consecuencia de la guerra, se llenará (473) con las sangrantes carnes y la sangre de los insensatos. (474) Serán tan pocos los que queden luego sobre la tierra, (475) que se conocerá el número de hombres y la cantidad de mujeres.

Luz de esperanza para los hombres rectos

(476) Innumerables lamentos dejará escapar la mísera raza humana al final, (477) cuando el sol se ponga para ya no volver a salir (478) y se quede en el océano, para sumergirse en sus aguas, (479) porque de muchos mortales contempló las maldades impías. (480) La luna desaparecerá del gran cielo (481) y densas tinieblas ocultarán los repliegues del mundo (482) por segunda vez; pero luego la luz de Dios será el guía (483) de los hombres buenos, de cuantos elevaron a Dios sus himnos.

Caída de Isis y Serapis

(484) Isis, diosa tres veces desdichada, (485) te quedarás sobre las corrientes del Nilo sola, bacante muda sobre las orillas del Aqueronte (486) y ya no perdurará recuerdo tuyo en parte alguna de la tierra. (487) También tú, Serapis, levantada sobre numerosas piedras brillantes, (488) conocerás tu terrible caída en Egipto, perra tres veces desdichada, (489) y cuantos egipcios padecieron tu nostalgia, todos (490) te llorarán con dolor cuando hagan un sitio en su corazón al Dios imperecedero; (491) reconocerán tu nada cuantos elevaron a Dios sus himnos.

Invitación a adorar al Dios eterno y creador

(492) Alguna vez dirá uno de los sacerdotes, un varón con túnica de lino: (493) Vamos, levantemos un hermoso templo a Dios verdadero; (494) ¡ea!, cambiemos la terrible ley heredada de nuestros antepasados, (495) por la cual ellos a los dioses de piedra y arcilla (496) hicieron procesiones y sacrificios sin saber lo que hacían.
(497) Demos la vuelta a nuestras almas con himnos al Dios imperecedero, (498) al propio creador, al que es eterno, (499) al soberano de todos, al verdadero, al rey, (500) al que alimenta las almas, al relampagueante, a Dios grande que siempre existe”.
(501) Y entonces en Egipto habrá un gran templo santo y allí presentará sus sacrificios el pueblo creado por Dios (cf. Is 19,19 ss.). (502) A lo largo de cuantas generaciones sea venerado Dios en el recinto sagrado, (503) durante todas ellas concederá a los hombres disponer de recursos.

Castigo contra los que no cumplieron los preceptos de Dios

(504) Pero cuando, después de dejar a las desvergonzadas tribus de los tribalos, (505) los etíopes se queden en Egipto, para labrar su tierra, (506) iniciarán sus actos de maldad, para que suceda lo que será lo último, (507) pues derribarán el gran templo de la tierra egipcia; (508) allí Dios hará llover sobre la tierra su terrible cólera contra ellos, (509) de suerte que perezcan todos los malvados y todos los impíos. (510) Y ya no habrá ninguna consideración hacia aquella tierra, (511) porque no guardaron los preceptos que Dios les confío.
(512) Al brillar el sol, vieron su amenaza en las estrellas (513) y, entre relámpagos, la terrible cólera de la luna; (514) las estrellas estaban preñadas de guerra y Dios las empujó a combatir. (515) En vez del sol, largas llamas contendían. (517) El anillo de la luna se tornó bicorne; (516) el Lucífero sostuvo la batalla, subido sobre el lomo del León(1); (518) Capricornio golpeó el tendón del joven Tauro, (519) y Tauro dejó a Capricornio sin el día del regreso. (520) Orion alejó a Libra para que nunca ya se quedara; (521) la Virgen, situada en Aries, cambió su suerte con la de los Gemelos; (522) la Pléyade ya no brillaba, y la Serpiente rechazó su zona, (523) pero los Peces se introdujeron en el círculo del León; (524) el Cangrejo no permaneció en su sitio, porque tuvo miedo de Orion; (525) el Escorpión hizo pasar su cola a través del agreste León (526) y la Canícula se escurrió de la llama del sol; (527) la fuerza del poderoso Brillante (Faeno = el sol) prendió fuego al Acuario. (528) El propio cielo se puso en movimiento, hasta que agitó a los contendientes; (529) e irritado los arrojó derribados por tierra. (530) Entonces, rápidamente, tras golpear sobre los baños del océano, (531) prendieron fuego a toda la tierra; y los cielos se quedaron sin estrellas.

Nota:

(1) Se mantiene el orden de los versos que se encuentra en la ed. del texto griego (GCS, p. 129).