OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (52)

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La tentación de Cristo
Segundo cuarto del siglo XIV
The Taymouth Hours
Londres (?)
ORÁCULOS SIBILINOS (continuación)

LIBRO III

Introducción

(1) Altitonante, bienaventurado ser celestial que habitas el lugar edificado sobre los querubines (cf. Sal 79,2; 98,1; Dn 3,55), (2) te suplico, haz que por un instante deje de anunciar mis profecías llenas de verdad, (3) pues ya está fatigado dentro de mí mi espíritu. (4) Pero ¿por qué de nuevo mi corazón se agita y mi ánimo, (5) por látigo azotado, se ve forzado dentro (6) a anunciar mis palabras a todos? He aquí que de nuevo proclamaré todo (7) cuanto Dios me ordena proclamar a los hombres.

Grandeza de Dios, creador del ser humano

(8) Hombres que tienen forma por Dios modelada a su imagen, (9) ¿por qué en vano andan errantes y no siguen el recto camino, (10) en continuo recuerdo de su inmortal creador? (11) Un solo Dios es el monarca inefable que los cielos habita. (12) En sí mismo tiene su origen, ser invisible, el único que todo lo ve (cf. Jb 28,24; Est 5,1; Dt 4,12), (13) el que no hizo mano de escultor ni puede (14) representarlo talla en oro, surgida de humanas artes, ni en marfil. (15) Él por sí mismo dio a conocer que es eterno (16) y que ya antes existía, pero de nuevo también después existirá. (17) Porque ¿quién, que mortal sea, puede ver a Dios con sus ojos? (18) ¿O quién será capaz tan sólo de oír el nombre (19) del gran Dios celestial que rige el universo? (20) Él con su palabra creó todo: el cielo, el mar, (21) el sol infatigable, la luna llena, los astros (22) resplandecientes, a Tetis, madre fuerte, (23) las fuentes y los ríos, el fuego inextinguible, los días, las noches. (24) El mismo, Dios, fue quien formó a Adán, de cuatro letras, (25) el primer hombre creado, y cuyo nombre completaba (26) con el Amanecer, el Día en su mitad, el Anochecer y la Nocturna osa(1). (27) Él también acuñó la forma de los mortales (28) y creó a los animales, los que caminan y los que vuelan.

Insensatez de todos los seres humanos

(29) No honran ni temen a Dios y en vano andan errados: (30) rinden culto a serpientes, a los gatos hacen sacrificios (31) y a imágenes mudas y pétreas estatuas de seres humanos. (32) En templos sin dioses, sentados ante las puertas, (33) aguardan al Dios que ya existe, el que todo vigila, (34) deleitándose con la maldad de las piedras, sin acordarse para nada del juicio (35) del inmortal salvador, que creó cielo y tierra. (36) ¡Ay, raza sanguinaria, engañosa y malvada de impíos (37) y falsos hombres de bífida lengua y de viles, (38) idólatras adúlteros, de mente llena de engaño: (39) en su pecho está el mal, en él se oculta el aguijón de la locura. (40) Para su beneficio, de la rapiña se sirven con desvergonzado ánimo, (41) pues nadie que sea rico y pudiente a otro dará parte, (42) sino que la maldad terrible será siempre propia de todos los mortales. (43) Fidelidad no mantendrá nunca (44) y muchas mujeres viudas amarán ocultamente a otros por ganancia: (45) no conservan la medida de la vida cuando han conseguido un marido.

El juicio de Dios

(46) Pero cuando Roma reine también sobre Egipto, (47) lo que hasta ahora demoró, entonces un reino muy poderoso, (48) de rey inmortal, se aparecerá a los hombres. (49) Y llegará el santo Soberano para someter los cetros de toda la tierra, (50) por todos los siglos del presuroso tiempo (cf. Is 41,2. 25; 44,28; 45,1); (51) entonces será inexorable la cólera contra los hombres del Lacio: (52) tres arrasarán Roma con lamentable destino. (53) Todos los hombres en sus propias moradas perecerán (54) cuando del cielo fluya ígnea catarata. (55) ¡Ay de mí, desdichada! ¿Cuándo llegará ese día (56) y el juicio del inmortal Dios, del gran rey?

El juicio a las ciudades

(57) Están siendo ahora mismo aún levantadas, ciudades, y adornadas todas (58) con templos y estadios, con estatuas (59) de oro, de plata y de piedra, para encaminarlos al amargo día. (60) Porque llegará el momento en que el olor del azufre se extienda (61) entre todos los hombres. Pero contaré, caso por caso, (62) en cuántas ciudades soportarán los mortales la calamidad.

El que viene a engañar: el Anticristo (cf. Mt 24,24; Mc 13,22 ss.; Ap 13,3 s.; 2 Co 6,15)

(63) De entre los sebastenos llegará después Beliar (64) y hará que se levante de los montes la cima, detendrá el mar, (65) el sol ardiente y grande y la brillante luna, (66) a los muertos hará levantarse y dará numerosos signos (67) a los hombres, pero no habrá en él nada que se cumpla, (68) sino que errará y hará errar precisamente a los mortales y a muchos (69) fieles y elegidos hebreos, a los que ley no conocen y a otros (70) hombres que aún no oyeron la palabra de Dios.

La llegada del juicio del gran Dios

(71) Cuando se acerquen las amenazas del gran Dios (72) y su poder flameante a través de la ola marina a tierra llegue, (73) a Beliar consumirá con sus llamas y a los orgullosos hombres, (74) todos cuantos en éste su fe depositaron. (75) Entonces el mundo por manos de mujer (76) se verá gobernado y será obediente en todo. (77) En el momento en que sobre el mundo entero una viuda reine (78) y arroje oro y plata al mar divino, (79) y bronce y hierro de los efímeros mortales (80) al ponto arroje, en ese preciso instante todos los elementos (81) del mundo se quedarán como viudos, cuando Dios, que en los cielos habita, (82) enrolle el cielo igual que se enrolla un papiro (cf. Is 34,4; Ap 6,14); (83) caerá toda la multiforme bóveda celestial sobre la tierra divina (84) y el mar. De fuego destructor fluirá catarata (85) inagotable, que hará arder a la tierra, que hará arder al mar (86) y que la bóveda celestial, los días y la creación misma (87) fundirá en una única masa y lo disgregará hasta su purificación (cf. Gn 19,24-28; Ml 3,3).
(88) Ya no existirán las esferas resplandecientes de los luceros, (89) ni la noche, ni el alba, ni los muchos días de aflicción, (90) ni la primavera, ni el verano, ni el invierno, ni el otoño. (91) Y del gran Dios el juicio llegará en la mitad (92) del gran Eón, cuando todo esto suceda.
(93) ¡Ay, ay de las navegables aguas y de la tierra toda! (94) Al salir el sol, que ya no se volverá a poner, (95) obedecerán al que de nuevo se eleva por todo el mundo; (96) por ello él fue el primero que reconoció también su propia fuerza. (…)

La hora de la décima generación

(97) Pero cuando del gran Dios se cumplan las amenazas (98) que una vez profirió contra los mortales, cuando una torre levantaron (99) en la tierra de Asiria: todos hablaban la misma lengua (100) y querían subir hasta el cielo estrellado (cf. Gn 11,1 ss.); (101) pero en seguida, el Inmortal les envió gran calamidad (102) con sus soplos y a su vez luego los vientos derribaron la gran torre (103) y entre sí los mortales levantaron mutua disputa; (104) por esto los hombres pusieron a la ciudad el nombre de Babilonia; (105) y después que la torre cayó y las lenguas de los hombres (106) con toda clase de sonidos se distorsionaron y a su vez toda (107) la tierra se pobló de mortales que se repartían los reinos, (108) entonces es cuando existió la décima generación de seres humanos, (109) desde que el diluvio cayó sobre los primeros hombres. (110) Y se hicieron con el poder Crono, Titán y Jápeto, (111) hijos excelentes de tierra y cielo (a los que los hombres habían llamado [112] tierra y cielo, al ponerles nombre, [113] porque ellos fueron los más destacados de los seres humanos). (114) Habían echado a suertes para cada uno la tercera parte de la tierra, (115) y cada uno estuvo reinando en su porción y no combatían entre sí, (116) porque habían hecho juramento a su padre y el reparto era justo. (117) Entonces llegó el tiempo del final de la vejez del padre (118) y, naturalmente, murió; y los hijos, (119) cometiendo terrible transgresión de sus juramentos, se lanzaron a una mutua discordia, (120) por ver quién habría de mandar sobre todos los mortales con real honra; (121) combatieron Crono y Titán entre sí; (122) pero Rea, Gea, Afrodita, que ama las coronas, (123) Deméter, Hestia, de hermosas trenzas, y Dione (124) los condujeron de nuevo a la amistad, tras reunir (125) a todos los reyes y hermanos, consanguíneos y otros (126) hombres, que procedían de su misma sangre y de sus mismos padres. (127) Y decidieron que, como rey, Crono sobre todos reinara, (128) ya que era el mayor y más agraciado en su apariencia. (129) A su vez Titán impuso a Crono grandes juramentos: (130) que no habría de criar descendencia alguna de hijos varones, para así reinar (131) él cuando la vejez y la Moira a Crono alcanzaran.

Los inicios de las guerras entre los hombres

(132) Cada vez que Rea paría, junto a ella se sentaban (133) los Titanes y despedazaban a todos los hijos varones, (134) mientras que permitían que las hembras se criaran vivas con su madre. (135) Pero cuando por tercera vez parió la soberana Rea, (136) de su vientre salió primero Hera y, al ver con sus ojos (137) que era descendencia femenina, se marcharon con los suyos aquellos agrestes hombres, (138) los Titanes. Y a continuación Rea parió un hijo varón, (139) al que en seguida, ocultamente y por su cuenta, a Frigia envió para ser criado, (140) tras escoger bajo juramento a tres varones cretenses; (141) por eso le pusieron por nombre Dia (Zeus), porque por mención de otros fue enviado. (142) Del mismo modo envió a Poseidón ocultamente. (143) En tercer lugar, a su vez, a Plutón parió Rea, divina entre las mujeres, (144) al pasar por Dodona, de donde fluían los húmedos caminos (145) del río Europo y hacia el mar corría el agua (146) sin mezclarse con el Peneo, y le llaman Estigio. (147) Pero cuando se enteraron los Titanes de la existencia (148) oculta de estos hijos, siembra de Crono y Rea, su esposa, (149) a sus sesenta hijos reunió Titán, (150) hizo prisioneros a Crono y Rea, su esposa, (151) les ocultó dentro de la tierra y en un recinto los mantenía custodiados. (152) Entonces fue cuando los hijos del poderoso Crono le escucharon (153) y por él promovieron gran guerra y refriega: (154) éste fue el comienzo de la guerra para todos los mortales, (155) puesto que ése fue el primer inicio de guerra para los mortales.

La sucesión de los reinos humanos

(156) Entonces a los Titanes concedió Dios un mal don: (157) toda la descendencia de los Titanes y de Crono (158) se extinguió. Después, con el transcurso del tiempo, (159) hizo surgir el reino de Egipto, luego el de los persas, (160) medos, etíopes y el de Babilonia de Asiria (cf. Dn 7-9), (161) luego el de los macedonios, de nuevo el de Egipto, por fin el de Roma. (162) Y entonces revoloteó en mi pecho el oráculo del gran Dios (163) y me ordenó profetizar por toda (164) la tierra y a los reyes y disponer en sus mentes el futuro. (165) Esto es lo primero que Dios en mi mente depositó: (166) Cuántos reinos de hombres surgirán.

El reinado de Salomón

(167) La casa de Salomón reinará la primera de todas (168) sobre los dueños de Fenicia, de Asia y de otras (169) islas, sobre la raza de los pánfilos, persas, frigios, (170) carios y misios, y sobre la raza de los lidios, dueños de oro.

El reinado de los griegos

(171) Pero luego vendrá el turno de los helenos orgullosos e impíos; (172) después el gran pueblo diverso de Macedonia reinará, (173) quienes llegarán cual temible nube de guerra para los mortales. (174) Sin embargo, el Dios celestial de raíz lo destruirá.

El imperio romano

(175) Pero luego vendrá el comienzo de otro reinado, (176) blanco y con muchas cabezas, procedente del mar occidental, (177) que extenderá su dominio sobre gran parte de la tierra: a muchos hará temblar, (178) a todos los reyes producirá miedo después (179) y también de mucho oro y plata (180) a muchas ciudades despojará (cf. 1 M 8,4); pero de nuevo habrá en la tierra divina (181) oro, y luego también plata y adornos. (182) Y oprimirán a los mortales. Gran decadencia conocerán aquellos hombres, (183) en el momento en que empiecen a dar pruebas de su soberbia injusta: (184) al punto entre ellos se extenderá la fuerza de la impiedad, (185) el varón con el varón tendrá comercio carnal, a sus hijos expondrá (186) en vergonzosas casas, habrá en esos días (187) entre los hombres gran tribulación que conmoverá todo, (188) todo lo destruirá, todo lo llenará de desgracias (189) por ese afán de medrar al que acompaña una vida vergonzosa, por la riqueza producto de viles ganancias, (190) en muchos lugares, pero sobre todo en Macedonia. (191) El odio volverá a despertar y toda clase de engaños conocerán (192) hasta el séptimo reinado que esté en manos (193) de un rey de Egipto, que será de raza helénica.

Predicción de las desgracias que caerán sobre el género humano

(194) Entonces el pueblo del gran Dios de nuevo será fuerte (195) y será los que guíen en la vida a todos los mortales.
(196) Pero, ¿por qué Dios depositó en mi mente también, para que lo anunciara, (197) qué desgracia alcanzará primero a todos los hombres, cuál vendrá después, cuál será la última (198) y cuál será su comienzo? (199) Primero Dios enviará su castigo a los Titanes, (200) que pagarán su pena a los hijos del fuerte Crono, (201) porque en prisión encerraron a Crono y a la ilustre madre de aquéllos. (202) En segundo lugar, a los griegos dominarán las tiranías y los insolentes (203) reyes, orgullosos e impíos, (204) adúlteros y en todo perversos, y los mortales (205) ya no tendrán descanso de la guerra. Los terribles frigios perecerán (206) todos y a Troya el mal alcanzará en ese día. (207) Luego a persas y asirios el mal llegará y (208) a todo Egipto, a Libia y también sobre los etíopes, (209) canos y pánfilos el mal vendrá con rumbo cambiante (210) y sobre todos los mortales. ¿Por qué ahora uno a uno los enumero?

Anuncio de calamidades que caerán sobre Israel

(211) Pero cuando las primeras calamidades se cumplan, al punto alcanzarán (212) las siguientes a los hombres. Y ante todo proclamaré que llegará el mal (213) a los hombres piadosos que habitan alrededor (214) del gran templo de Salomón (215) y que descienden de hombres justos; asimismo también de éstos proclamaré a gritos (216) la tribu, su ascendencia paterna y el pueblo de todos, (217) con toda claridad, a ti, mortal astuto, taimado.

Hombres justos y rectos

(218) Hay una ciudad... en la tierra de Ur de los Caldeos, (219) de la que procede la raza de los hombres más justos, (220) de recto pensar y ocupados siempre en buenas obras. (221) No les preocupan, en efecto, ni el curso circular del sol y de la luna, (222) ni las ingentes hazañas sobre la tierra, (223) ni la profundidad del mar océano, de azulado brillo. (224) Tampoco les ocupa la interpretación de los estornudos o los auspicios de los augures, (225) ni los adivinos, brujos o encantadores, (226) ni los engaños que hay en las palabras necias de los ventrílocuos. (227) Tampoco practican la adivinación astrológica de los caldeos, (228) ni se dedican a la astronomía; puesto que es un error por naturaleza todo (229) cuanto los insensatos hombres persiguen cada día, (230) sin ejercitar sus almas para ninguna obra útil (cf. Dt 18,10; Lv 19,31; 20,6. 27; Nm 23,23). (231) En verdad que sólo errores enseñaron a los miserables hombres, (231) que han sido origen de muchos males para los mortales sobre la tierra, (232) para apartarles de los buenos caminos y de las acciones justas. (234) Pero éstos practican la justicia y la virtud (235) y no el afán de lucro, que innumerables males engendra (236) para los hombres mortales, guerra y hambre infinitas (cf. 1 Tm 6,10). (237) Entre ellos se da la justa mesura en campos y ciudades (238) y no se roban mutuamente por las noches, (239) ni se llevan los rebaños de vacas, ovejas y cabras, (240) ni arranca el vecino los límites de la tierra del vecino, (241) ni el hombre sobremanera rico al más pobre perjudica, (242) ni a las viudas oprime (cf. Dt 24,17), mas al contrario, las socorre (243) y proporciona siempre pan, vino y aceite; (244) siempre el rico a los que nada tienen (245) están empobrecidos, de su cosecha les envía parte, (246) pues cumplen la palabra del gran Dios, justo himno: (247) el Padre celestial, para todos común, hizo la tierra.

Salida de Egipto. Historia subsiguiente de Israel

(248) Cuando Egipto deje y el camino emprenda (249) el pueblo de las doce tribus, con la ayuda de los guías por Dios enviados, (250) y marche de noche gracias a una columna de fuego (251) y gracias a una columna de nubes camine durante todo el día (cf. Ex 13,21 s.; Sal 77,14; 104,39), (252) le dará como guía a un gran hombre: (253) Moisés, a quien una reina recogió cuando lo halló en las orillas cenagosas, (254) y lo crió y le llamó hijo suyo (cf. Ex 2,5-10). Cuando éste llegó al monte Sinaí (255) al frente del pueblo, que desde Egipto Dios conducía, (256) entonces Dios desde el cielo le dio la ley (cf. Ex 19,1-6), (257) tras escribir en dos tablillas todos los preceptos, (258) y mandó que se cumplieran (cf. Ex 24,12; 31,18; 34,1-4. 27-28; Dt 28,13-15); y que si alguno desobedeciere, (259) pagaría la pena según la ley, bien a manos de mortales (260) o bien, si a escondidas de los hombres lo hiciere, habría de perecer con toda justicia, (261) porque para todos el Padre celestial común creó la tierra, (262) la fidelidad y las más nobles ideas en su pecho. (263) Para ellos solos produce fruto la fértil tierra, (264) el ciento por uno y se cumplen las medidas de Dios. (265) Pero también el mal les llegará y no escaparán (266) de las epidemias. También tú dejarás el bellísimo recinto sagrado y sin duda (267) irás al destierro, porque tu destino es abandonar la tierra santa (cf. Dt 28-30). (268) Serás llevado al país de los asirios (269) y verás a niños inocentes esclavos de los enemigos (cf. Dt 28,49), (270) y también a las mujeres; y todos tus medios de vida y tus riquezas serán destruidos (cf. Dt 4,28; 28,31-35. 38-41. 49-57; 29,21. 27; 2 Cro 29,9; 36,18 ss.; Is 1,7; Lm 1,10-11; 5,13); (271) toda la tierra de ti estará llena y todo el mar, (272) pero todo el mundo dirigirá su odio contra tus costumbres (cf. Dt 28,37. 64-64; Ez 5,14-15). (273) Todo tu país vacío de ti estará, y el altar fortificado (Dt 28,21-24; Is 1,7; 13,20; Jr 49,18; 50,40; Am 4,11; Ez 5,14; Lm 4-5), (274) el templo del gran Dios y los muros grandes, (275) todo por tierra caerá, porque no creíste (276) con toda tu voluntad en la santa ley de Dios inmortal, sino que caíste en el error (277) y adoraste a ídolos indignos, y ni por temor (278) te aviniste a honrar al creador de los dioses y de todos los hombres, (279) sino que honraste ídolos de mortales (cf. Jr 5,19).

Israel en el exilio

(280) Por ello durante siete décadas de años la tierra fructífera (281) estará vacía en su totalidad de ti y también el maravilloso templo (cf. Jr 25,12; 44,22; Ez 13,4; 38,8; 2 R 25; 2 Cro 37,17-20). (282) Sin embargo, te aguarda grandísima gloria, (283) según el designio de Dios y de un mortal (¿Ciro el Grande? Cf. Is 44,26-28). Pero tú, (284) con confianza en las santas leyes del gran Dios, espera (285) el momento en que él levante recta tu fatigada rodilla hasta la luz. (286) Entonces es cuando Dios celestial enviará un rey (287) y juzgará a cada hombre con sangre y brillo de fuego (cf. Is 66,18; Ez 38,22).

Regreso del exilio y reconstrucción del templo (cf. Cf. Gn 49,10; 1 R 11,36; 15,4; Is 4,2; Jr 33,17-21; Ez 29-21; 34,23-24; Za 3,8; 6,12; 12,8; Sal 132,11; 1 M 2,57; Esd 1,3 ss.; 7,14-23; 2 Cro 36,22)

(288) Hay una tribu real, cuya descendencia no cometerá tropiezos (289) y que, con el rodar de los años, (290) reinará y empezará a levantar un nuevo templo de Dios. (291) Todos los reyes de los persas enviarán, en señal de vasallaje, (292) oro, bronce y el hierro, difícil de trabajar. (293) Puesto que Dios en persona enviará un santo ensueño nocturno (294) y en ese momento volverá a existir el templo, como antes existió.

Nueva serie de vaticinios

(295) Cuando mi ánimo concluyó el inspirado himno (296) y supliqué al gran Creador que detuviera esta necesidad, (297) de nuevo la voz del gran Dios se instaló en mi pecho (298) y me ordenó profetizar por toda (299) la tierra y depositar en las mentes de los reyes lo venidero.

Predicciones contra diversos reinos

(300) Primero Dios dispuso mi mente para revelar (301) cuántos penosos sufrimientos él, inmortal, decidió contra Babilonia, (302) porque su gran templo habían destruido (cf. Jr 51,11).

Contra Babilonia (cf. Is 13,9. 11. 20; Jr 50,12 ss.; 51,1 ss.; Sal 79,1-2. 3. 10; Ap 16,6; Gn 4,10; 37,26; Is 26,21; Ez 24,7; Jb 16,18; 2 M 8,3)

(303) ¡Ay de ti, Babilonia y raza de hombres asirios! (304) Algún día un clamor llegará a toda esa tierra de pecadores (305) y a todo el país lo destruirá un bélico griterío de mortales (306) y la plaga del gran Dios que conduce los himnos. (307) Porque por los aires, Babilonia, llegará desde arriba contra ti (308) y desde el cielo descenderá, de los santos, contra ti (309) y tus hijos, la cólera eterna y te exterminará, (310) Y entonces será como fuiste antes, como si no hubieras llegado a nacer. (311) Entonces te volverás a llenar de sangre, igual que antes tú misma (312) hiciste derramar la de hombres buenos y justos, (313) sangre que aún ahora clama al elevado cielo.

Contra Egipto

(314) Una gran plaga llegará a tus casas, Egipto, (315) terrible, como nunca antes pensaste que te podría venir. (316) Una espada, en efecto, te atravesará por la mitad, (317) y llegará la dispersión, la muerte y el hambre (318) hasta la séptima generación de reyes, y entonces dejará de existir tu país (cf. Ez 14,17).

Contra Gog, Magog y Libia

(319) ¡Ay de ti, país de Gog y de Magog (cf. Ez 38,2; 39,6), situado entre (320) los ríos etíopes, cuánto caudal de sangre recibirán! (321) Morada del juicio entre los hombres serás llamado (cf. Jl 3,2. 12), y (322) tu tierra regada por muchas aguas, beberá oscura sangre.
(323) ¡Ay de ti, Libia! ¡Ay de la tierra y del mar! (cf. Ap 12,12). (324) Hijas del poniente, ¡a cuán amargo día van a llegar!
(325) Van a llegar a él perseguidas por dura contienda, (326) terrible y cruel; terrible juicio habrá de nuevo, (327) y por fuerza todas irán a la perdición, (328) porque del Inmortal la gran morada aniquilaron (329) y con férreos dientes la devoraron de forma terrible (cf. Dn 7,7). (330) Por ello de cadáveres llena verás tu tierra, (331) unos obra de la guerra y de todas las asechanzas de la divinidad, (332) del hambre y de la peste, otros obra de enemigos de ánimo hostil. (333) Toda tu tierra vacía quedará y abandonadas tus ciudades. (334) En Occidente una estrella brillará, que llamarán cometa, (335) señal de la espada, del hambre y de la muerte para los mortales (cf. Ez 14,21), (336) y de la perdición de los caudillos, hombres grandes y célebres.

La desaparición de grandes y célebres ciudades

(337) Se producirán de nuevo muy grandes señales entre los hombres: (338) el Tanais, de profunda corriente, abandonará la laguna Meótide y (339) a lo largo de su profundo curso se producirá una hendidura (340) de fructífero surco y la corriente, innumerable, ocupará una garganta. (341) Las bocas y abismos se abrirán por completo. Numerosas ciudades (342) se precipitarán en ellos junto con sus habitantes: en Asia, Jaso, (343) Cebrén, Pandonia, Colofón, Éfeso, Nicea, (344) Antioquía, Tanagra, Sinope, Esmirna, Maro, (345) Gaza la muy próspera, Hierápolis, Astipalea; (346) de Europa, Ciagra ilustre, la real Meropea, (347) Antígona, Magnesia, Micenas, toda ella divina.

Contra Egipto y Roma

(348) Has de saber que entonces la maldita raza de Egipto estará cerca de su destrucción, (349) y entonces para los alejandrinos el año precedente será mejor.
(350) De nuevo Asia habrá de recibir de Roma el triple de (351) todas las riquezas que Roma recibió de Asia, su tributaria, (352) y le hará pagar la perniciosa soberbia que mostró contra ella.
(353) Veinte veces más de cuantos, procedentes de Asia, sirvieron como criados en la morada de los ítalos (354) serán los que de éstos trabajen como tales en Asia, (355) inmersos en la pobreza, innumerables pagarán su deuda.
(356) ¡Ay de ti, refinada hija dorada de la Roma latina, (357) virgen, tantas veces embriagada en tus bodas que muchos pretendían (cf. Ap 18,3), (358) celebrarás tu matrimonio como esclava sin adornos. (359) Repetidas veces tu dueño hará cortar tu delicada cabellera (360) o para castigarte te arrojará a la tierra desde el cielo (361) y desde la tierra te levantará de nuevo hasta el cielo, (362) porque los mortales están sometidos a una vida mísera e injusta.

Tiempos de paz, prosperidad y concordia

(363) Será Samos arena, Délos desaparecerá, (364) y Roma será sólo una ruina; se cumplen todas las profecías. (365) Nadie hablará de Esmirna cuando perezca; inicua será, (366) pero por las malvadas decisiones y la maldad de sus gobernantes (cf. Jr 15,4; Pr 11,11). (367) Una paz en calma recorrerá la tierra en Asia; (368) Europa será entonces feliz; un cielo nutricio, (369) durante muchos años, lleno de vigor, sin tormentas ni granizo, (370) producirá toda clase de animales terrestres, tanto las aves como los reptiles. (371) ¡Bienaventurado el hombre o mujer que exista en ese tiempo, (372) mientras tenga agreste morada! (373) Puesto que toda clase de armonía y buena justicia (374) llegará a los hombres desde el cielo estrellado y, junto con ella, (375) aquella que goza de mayor favor entre los mortales, la prudente concordia, (376) así como el amor, la fidelidad, la amistad con los extranjeros. (377) De entre los hombres huirán el desgobierno, la censura, la envidia, la cólera, la insensatez (378) y también huirá la pobreza, así como la necesidad, (379) el crimen, las perniciosas rencillas y las disputas luctuosas, (380) los robos nocturnos y toda clase de mal en esos días.

La llegada de Alejando Magno

(381) Sin embargo, Macedonia engendrará una gran calamidad para Asia, (382) y Europa verá crecer la espiga de un gran dolor, (383) surgida de la raza de un bastardo del Crónida y de la de los esclavos. (384) Aquélla dejará edificada la ciudad de Babilonia, plaza fuerte, (385) y tras ser llamada dueña de cuanta tierra el sol contempla, (386) con fuerte castigo perecerá, (387) sin mantener así un legado entre su posteridad, abundante en errores.
(388) Llegará una vez al próspero suelo de Asia un hombre totalmente desconocido, (389) cubiertos los hombros con purpúreo manto, (390) salvaje, ajeno a la justicia, lleno de fuego, porque en su momento, su despertar (391) como hombre, estuvo marcado por el rayo; Asia entera tendrá funesto yugo, (392) y la tierra beberá abundante lluvia de sangre. (393) Pero aún así, tras desaparecer por completo, Hades le dedicará toda clase de cuidados.
(394) De aquellos cuya raza él mismo quiere aniquilar, (395) de su linaje, surgirá la perdición de su propia raza, (396) habiendo dado una sola raíz que podará el que arruina a los mortales (397) de entre diez cuernos (cf. Dn 7,7); junto a ella plantará otro brote; (398) podará al progenitor guerrero de la raza purpúrea (399) y él mismo perecerá por obra de sus hijos (en fatal perdición bélica por ellos concertada). (400) Y entonces el cuerno de la rama colateral reinará.
(401) La feraz Frigia recibirá al punto un testimonio, (402) en el momento en que la execrable raza de Rea, (403) que hacía brotar en la tierra inagotables retoños con raíces sin sed, (404) se haga invisible por completo en una sola noche, (405) en la ciudad del que sacude la tierra y conmueve su superficie, junto con sus habitantes; (406) a esta ciudad la llamarán alguna vez Dorileo, (407) en memoria de la antigua Frigia, lacrimosa y oscura; (408) esta época llevará el nombre del que conmueve la tierra: (409) hará desaparecer las grutas y destruirá las murallas. (410) Estas señales no las producirá el comienzo de la buena fortuna, sino de la calamidad: (411) la necesidad les hará conocer la guerra de todas las tribus, (412) cuando des al mundo a los Enéadas, sangre de la raza de un autóctono. (413) Pero a continuación serás presa de hombres que te codiciarán. (414) Ilio, te compadezco, porque en Esparta la Erinis (415) hará brotar un bellísimo y magnífico retoño, celebrado siempre, (416) al dejar el disperso mar de Asia y Europa; (417) a ti vendrá a imponerte llantos, quebrantos y lamentos, (418) y una fama que no envejecerá tendrán los acontecimientos venideros.

Crítica a Homero

(419) En el futuro habrá un escritor de mentiras, anciano mortal (420) de falsa patria; en sus ojos la luz habrá desaparecido; (421) tendrá gran inteligencia y su palabra en verso acorde con sus pensamientos, (422) con una mezcla de dos nombres. Quieta se denominará (423) a sí mismo y escribirá lo que sucedió en Ilio, no con verdad, (424) sino con claridad, puesto que se apoderará de mis palabras y mis versos; (425) él será el primero que, con sus manos, despliegue mis papiros. (426) Dará gran honra a los héroes de la guerra, cubiertos con casco, (427) a Héctor Priámida, Aquiles Pélida (428) y a los demás que realizaron las hazañas guerreras. (429) Hará también que como dioses los asistan, ([430] porque escribirá toda clase de mentiras), hombres de cabeza hueca. (431) Y morir por Troya, por encima de todo, les traerá amplia gloria; (432) pero también enumerará en compensación sus hazañas.

Vaticinios sobre varias ciudades

(433) Para Libia la raza del Locro engendrará males numerosos. (434) A ti, Calcedón, a quien correspondió un paso por el angosto ponto, (435) también te destruirá, cuando venga, un niño etolio. (436) Cícico, también a ti el mar te arrebatará tu profunda riqueza. (437) También tú, Bizancio, alguna vez soportarás en Asia a Ares (438) y no obtendrás más que lamentos y sangre innumerable.
(439) De tu cima, Cragos, monte de Licia, (440) al abrirse el abismo en la roca, brotará con fragor el agua, (441) hasta que cesen las mánticas señales de Pátara (cf. Hch 21,1).
(442) Cícico, habitante de la Propóntide viticultora, (443) el Ríndaco hará resonar a tu alrededor a la ola encrespada. (444) Y tú, Rodas, durante mucho tiempo escaparás a la esclavitud, (445) luminosa hija y en el futuro tendrás mucha riqueza (446) y en el mar tu poder sobrepasará al de los demás, (447) pero después serás presa de los hombres que te ambicionen (448) por tus bellezas y tu riqueza; terrible yugo en tu cuello se te impondrá.
(449) Luego el terremoto lidio devastará los dominios de Persia, (450) y a Europa y Asia producirá escalofriantes sufrimientos. (451) El destructor rey de los sidonios y la contienda de los demás (452) traerá a los samios por el mar lamentable destrucción. (453) Con la sangre de los hombres que perezcan se llenará de fragor la llanura hasta el mar (454) y las esposas, junto con las jóvenes de brillantes vestidos, (455) lamentarán su propia humillación indecorosa, (456) unas por los cadáveres de los suyos, otras por sus hijos al perecer éstos.
(457) Presagio para Chipre: un sismo destruirá las falanges (458) y numerosas almas serán la unánime posesión de Hades.
(459) Trálide, la vecina de Éfeso, en un terremoto verá desaparecer (460) sus bien construidos muros y su pueblo de hombres de hondo ánimo; (461) una lluvia de agua hirviendo abrirá la tierra, (462) que, grávida, beberá de ella; y habrá olor de azufre.
(463) Samos, llegada la ocasión, levantará moradas palaciegas.
(464) Italia, a ti no te llegará ningún Ares extranjero, (465) sino que a ti, la impúdica y muy llorada, destruirá (466) la indomeñable y muy nombrada sangre de tu propia estirpe. (467) Y tú misma, junto a tus calientes cenizas extendida, (468) harás tu propio expolio con castigo no previsto en tu corazón; (469) no serás madre de héroes, sino nodriza de fieras.
(470) Pero cuando de Italia llegue el varón destructor, (471) en ese momento, Laodicea, al caer derribada, (472) gloriosa ciudad de los carios junto a las espléndidas aguas del Lico, (473) acallarás tus gemidos por tu orgulloso padre.
(474) Los tracios cobrizos emprenderán el camino por el Hemón arriba.
(475) A los campanos les llegará el rechinar de dientes mediante fructífera (476) hambre; y Cirno, tras haber lamentado a su anciano progenitor, (477) y Sardo, por las grandes tempestades del invierno (478) y los golpes de Dios santo, se hundirán en las profundidades del ponto (479) bajo las olas, entre las criaturas marinas. (480) ¡Ay, cuántas vírgenes desposará Hades! (481) ¡Ay, a cuántos jóvenes insepultos prestará cuidados el fondo del mar! (482)¡Ay de los niños inocentes, que flotarán por el mar, y de la profunda riqueza!
(483) La bienaventurada tierra de los misos, un linaje real de repente (484) formará. En verdad que no existirá durante mucho tiempo (485) Cartago. A los gálatas corresponderán lamentables gemidos. (486) También a Ténedo alcanzará el castigo, el último pero el mayor.
(487) Sición la broncínea, con sus clamores, a ti, Corinto, (488) te ensalzará por encima de todo; y parejo grito emitirá la flauta.

Proemio de la última gran división del libro tercero

(489) En el momento en que mi ánimo concluyó el himno inspirado por Dios, (490) de nuevo la voz de Dios grande se alzó al vuelo en mi pecho (491) y me ordenó profetizar por la tierra.

Nueva serie de profecías amenazadoras

(492) ¡Ay de la raza de los fenicios, hombres y mujeres, (493) y todas las ciudades costeras! Ninguna de ustedes (494) se presentará ante la luz del sol en la luz común, (495) y ya no existirá ni fracción de vida (cf. Si 37,25; 41,13) ni tribu alguna (496) a causa de su injusta lengua, y de su vida impía e impura, (497) que pasaron todos abriendo su boca impura: (498) inventaron terribles razones, falsas e injustas, (499) se alzaron delante de Dios, el gran rey, (500) y abrieron con falsedad su repugnante boca; por eso Dios (501) con gran violencia los dominará con sus plagas por toda (502) la tierra y les enviará amargo destino, (503) tras incendiar de raíz las ciudades y numerosos cimientos. (504) ¡Ay de ti, Creta, de dolores llena! Precisamente a ti te alcanzará (505) una plaga que, temible, te devastará eternamente: (506) toda la tierra te volverá a ver convertida en humo (507) y nunca te dejará el fuego durante la eternidad, sino que te consumirás.

Prosiguen las predicciones contra ciudades y pueblos

(508) ¡Ay de ti, Tracia, cómo te verá sometida al yugo de la esclavitud! (509) Cuando los gálatas unidos con los darmánidas (510) se dediquen a devastar la Hélade con sus incursiones, entonces te llegará la desgracia; (511) a una tierra extranjera darás tributo y nada recibirás.
(512) ¡Ay de ti Gog y Magog, junto con todos los que os han de suceder! (513) ¡Cuántos males les va acercando el destino, y a los pueblos de los marsos o los dacios! (514) Numerosos también serán para los hijos de los licios, misos y frigios. (515) Muchas gentes de los pánfilos y lidios sucumbirán, (516) y también de los moros, etíopes y de los pueblos de extraña lengua, (517) capadocios y árabes. (518) ¿Por qué proclamo a cada uno aparte? A todos los pueblos que habitan la tierra (519) el Altísimo enviará terrible plaga.

Anuncio de calamidades (cf. Dt 28,49)

(520) Cuando sobre los helenos venga un numeroso pueblo bárbaro, (521) acabará con muchas cabezas de hombres escogidos; (522) muchas lustrosas ovejas de los mortales serán aniquiladas, (523) y rebaños de caballos, mulos y vacas de hondo mugido; (524) casas bien construidas en el fuego arderán sin ley; (525) conducirán por la fuerza a muchos seres esclavizados a otra tierra, (526) también a los niños y a las mujeres de vestido ceñido a la cintura, (527) delicadas, expulsadas de los aposentos, que caerán por causa de sus pies antes hechos a la molicie (cf. Dt 28,56); (528) se les verá entre cadenas, sometidos a los enemigos de lengua extraña, (529) víctimas de toda clase de terribles afrentas; no tendrán (530) quien les dé una leve protección de la guerra ni un defensor de su vida. (531) Verán al enemigo disfrutar de sus propiedades y de toda su riqueza, (532) y sentirán el temblor en las rodillas. (533) Huirán cien, pero uno sólo les matará a todos (cf. Dt 32,30; Is 30,17); (534) cinco removerán profunda cólera; y éstos, (535) vergonzosamente confundidos entre sí en la guerra y la terrible contienda, (536) ocasionarán a los enemigos gozo y a los helenos consternación.

Amonestaciones dirigidas los griegos

(537) Así, pues, el yugo de la esclavitud dominará toda la Hélade; (538) sobre todos los mortales igualmente caerán la guerra y la peste; (539) de bronce hará Dios que sea el cielo grande en lo alto (cf. Lv 26,19; Dt 28,23), (540) sequía enviará sobre la tierra toda y a ella la hará de hierro. (541) Después los mortales llorarán todos, terriblemente, (542) la falta de siembra y de arado (cf. Sal 104,32); y hará posarse fuego sobre la tierra, (543) como un gran velamen, aquel que creó el cielo y la tierra; (544) de todos los hombres la tercera parte seguirá existiendo (cf. Ap 9,15. 18).
(545) Di, Hélade, ¿por qué has depositado tu confianza en caudillos (546) mortales que no pueden huir del final de la muerte? (547) ¿Con qué fin proporcionas dones vanos a los muertos (548) y sacrificas a los ídolos? ¿Quién hizo descarriarse tu mente (549) para que realizaras esos actos y te apartaras de la contemplación de Dios poderoso? [Pero ¿por qué echar en cara a los mortales esas deformaciones?] (550) Venera el nombre del que todo creó y en ningún momento lo desatiendas: (551) se han sucedido mil años y otros cinco siglos (552) a partir del reinado de los muy poderosos reyes (553) de los helenos, cuyo caudillaje trajo las primeras desgracias a los mortales, (554) porque dedicaron a los difuntos numerosas imágenes de dioses mortales, (555) por lo que dieron crédito a vanas creencias (cf. Sb 13,10; 14,12).

La manifestación del Dios verdadero

(556) Pero cuando les llegue la cólera del poderoso Dios, (557) en ese momento reconocerán el rostro de Dios poderoso. (558) Todas las almas de los hombres, entre grandes lamentos, (559) levantando sus manos rectas hacia el ancho cielo, (560) comenzarán a invocar como protector al gran rey (561) y a buscar un defensor de su gran cólera, quienquiera que sea (cf. Sb 18,20-24).

Una raza de hombres pecadores

(562) Pero, ven, aprende esto y deposítalo en tu mente; (563) cuántos sufrimientos sobrevendrán con el curso de los años. (564) Por los sacrificios que la Hélade hizo de bueyes y toros de hondo mugido, (565) aportando toda clase de ofrendas al templo de Dios poderoso, (566) escapará de la guerra de funesto estrépito así como del miedo (567) y de la peste, y se sustraerá al yugo servil de nuevo. (568) Pero existirá una raza de hombres impíos, (569) hasta el momento en que el día predestinado inicie ese final, (570) porque no podrán sacrificar a Dios hasta que todo suceda; (571) sólo cuanto fuere voluntad de Dios no quedará incumplido, (572) sino que una poderosa necesidad de que todo se lleve a cabo apremiará.

El pueblo elegido: Israel

(573) La santa raza de hombres piadosos seguirá existiendo, (574) postrados ante la voluntad y el pensamiento del Altísimo; (575) ellos colmarán de honores al templo del gran Dios, (576) mediante libaciones, grasa, y además con sagradas hecatombes, (577) con sacrificios de toros bien alimentados, y de carneros crecidos, (578) con holocausto piadoso de toda clase de pingües rebaños de primíparas ovejas (579) y de corderos sobre el gran altar (cf. Lv 23,13. 18. 37; Nm 6,15. 17; 1 Cro 29,21). (580) Obtenida dentro de la justicia de la ley del Altísimo, (581) habitarán ciudades felices y fértiles campos; (582) enaltecidos por el Inmortal como profetas, (583) vendrán a traer gran gozo a todos los mortales. (584) Sólo a ellos, en efecto, concedió Dios grande y prudente decisión, (585) fe y el mejor pensamiento en su corazón; (586) ellos no honran, movidos por vanos engaños ni las obras de los hombres, (587) áureas o broncíneas, de plata o marfil, (588) ni las imágenes de madera o piedra de dioses ya muertos, (589) estatuas de barro coloreadas de bermellón, pinturas que reproducen figuras, (590) como acostumbran los mortales con vacía voluntad; (591) por el contrario, levantan hacia el cielo sus brazos santos, (592) sin dejar de purificar con agua su piel desde que abandonan el lecho madrugadores; (593) y honran sólo al Inmortal que eternamente nos protege (594) y, en segundo lugar, a sus padres; por encima de todos (595) los hombres tienen el pensamiento puesto en el santo lecho (596) y no se unen impuramente con muchachos, (597) ni cayeron en cuantas violaciones de la ley santa del inmortal Dios (598) cometieron los fenicios, egipcios y latinos, (599) la ancha Hélade y muchos otros pueblos: (600) persas, gálatas y toda Asia. (601) Por ello el Inmortal impondrá a todos los mortales (602) ruina, hambre, sufrimientos y lamentos, (603) guerra, peste y dolores que traerán lágrimas; (604) porque al Inmortal Creador de todos los hombres (605) no quisieron honrar con religiosa piedad y honraron con veneración a ídolos (606) hechos con las manos, que los propios hombres repudiarán (607) y en las hendiduras de las rocas los arrojarán por ser su deshonra, (608) cuando un joven, rey de Egipto, el séptimo (609) contando desde la dominación de los helenos, reine en su propia tierra, (610) de la que serán dueños los macedonios, hombres innumerables; (611) y cuando venga desde Asia un gran rey, águila ardiente, (612) que cubrirá toda la tierra de infantes y jinetes; (613) conmoverá todo y todo lo llenará de desgracias; (614) expulsará a la dinastía de Egipto y, (615) tras hacer suyas todas las propiedades, emprenderá el camino sobre el amplio dorso del mar (cf. Dn 11,40 ss.). (616) Entonces doblarán ante Dios, gran rey (617) inmortal, su blanca rodilla sobre la tierra que a muchos alimenta; (618) las obras hechas con las manos caerán todas en la llama del fuego (cf. Is 2,18-20; Jr 51,17-19; Sb 14,8-11; Tb 13,12-13; 14,6; Za 13,2). (619) Y entonces infundirá Dios a los hombres gran gozo, (620) porque la tierra, los árboles e innumerables rebaños de ovejas (621) darán a los mortales el verdadero fruto (622) de vino, miel dulce, blanca leche y (623) trigo, que es lo mejor de todo para los mortales.

Exhortación a la conversión, y adorar al Dios verdadero

(624) Pero tú, mortal de mente retorcida, no te retrases con vacilaciones; (625) al contrario, da la vuelta, regresa de tu errar y hazte propicio a Dios. (626) Hazle sacrificios de centenares de toros, de ovejas primíparas (627) y de cabras en el curso circular de las estaciones. (628) Suplícale a él, Dios inmortal, a ver si se apiada de ti, (629) pues sólo Él es Dios y no existe ningún otro (cf. Dt 4,35; 32,39; Is 43,10; 45,5. 6. 15. 18; 2 M 7,37). (630) Honra a la justicia y a nadie oprimas, (631) porque estos mandatos da a los cobardes mortales el Inmortal. (632) Tú guárdate de la cólera del gran Dios (633) cuando sobre todos los mortales caiga la muerte que trae la peste (634) y, domeñados, encuentren terrible justicia; (635) cuando el rey al rey capture y conquiste su país; (636) cuando las naciones arrasen a las naciones y a las tribus sus señores (cf. Mt 24,7); (637) cuando todos los caudillos huyan a otra tierra, (638) y cambien la tierra a sus habitantes, y el poderío bárbaro (639) asolé la Hélade toda, deje exhausta (640) de su riqueza a la fértil tierra y se enfrenten entre sí (641) en disputa por causa del oro y la plata; (642) el afán de riquezas se dedicará a apacentar desdichas para las ciudades, (643) en país ajeno todos estarán insepultos; (644) los buitres y fieras salvajes de la tierra (645) destrozarán sus carnes; una vez que esto se cumpla, (646) la tierra ingente consumirá los despojos de los mortales y (647) ella quedará sin siembra y sin arado en su totalidad, (648) anunciando, desdichada, la inmundicia de innúmeros hombres.
[...] (649) Durante una gran extensión de tiempo, con el correr de los años, (650) escudos pequeños y grandes como puertas, jabalinas y toda suerte de armas; (651) porque ni siquiera la madera se cortará del árbol para que brille el fuego (cf. Ez 39,9-10).

La llegada del Mesías

(652) Entonces desde donde sale el sol Dios enviará a un rey (653) que librará de la guerra perniciosa a toda la tierra: (654) a unos dará muerte, a otros les hará cumplir sus juramentos fidedignos. (655) Pero no por propia voluntad hará todo esto, (656) sino por obediencia a los nobles mandatos de Dios poderoso.
(657) A su vez el pueblo del gran Dios estará cargado con bellísima riqueza, (658) con oro, plata y purpúreo adorno; (659) y la tierra fructífera y el mar, (660) de bienes rebosantes se verán. Y comenzarán los reyes (661) a sentir mutuo rencor, para reducir los males de su ira; (662) la envidia no resulta ningún bien para los cobardes mortales.

Anuncio del asedio de Jerusalén (cf. Ez 38,20 ss.; Jdt 2,8)

(663) Pero de nuevo los reyes de las naciones contra esta tierra (664) se lanzarán unidos y lograrán su propia perdición, (665) pues pretenderán aniquilar (666) el recinto del gran Dios y a los mejores hombres en el momento en que lleguen a la tierra; (667) harán sacrificios alrededor de la ciudad los despreciables reyes, (668) con su propio trono cada uno y su pueblo indócil (cf. Jr 1,15). (669) Entonces Dios, con gran voz, hablará a cada (670) pueblo ignorante y de mente vana, y tendrá lugar su juicio, (671) por obra del gran Dios y todos perecerán (672) por mano inmortal; del cielo caerán (673) espadas de fuego sobre la tierra; luces, resplandores (674) vendrán en toda su magnitud a esparcir su luz en medio de los hombres. (675) La tierra, de todos progenitora, se verá agitada en aquellos días (676) por mano inmortal (cf. Sal 17,80; Is 19,20; Ez 38,19), y los peces que el mar pueblan, (677) todos los animales de la tierra y las innumerables razas de aves, (678) todas las almas de los hombres y todo el mar (679) se estremecerán ante el inmortal rostro y tendrán miedo. (680) Quebrará las inaccesibles cimas de los montes y las enormes montañas, (681) y se aparecerá a todos el oscuro Erebo. (682) Las tenebrosas gargantas en los altos montes (683) estarán llenas de cadáveres; por las piedras fluirá (684) sangre y todos los torrentes llenarán la llanura. (685) Los muros bien construidos por los hombres hostiles caerán todos por tierra, (686) porque no reconocieron la ley (687) ni el juicio del gran Dios, sino que con insensato ánimo (688) todos se precipitaron y levantaron sus lanzas contra el templo. (689) Juzgará Dios a todos con la guerra, la espada, (690) el fuego y la lluvia que todo lo inunda. Caerá (691) azufre del cielo, y también pedrisco y granizo (692) abundante y duro; la muerte alcanzará al cuadrúpedo. (693) Y entonces conocerán a Dios inmortal, que así juzga (cf. Ez 38,23); (694) los lamentos y el griterío se extenderán por la tierra infinita (695) al morir los hombres; todos mudos (696) se bañarán en sangre; beberá la tierra, también ella, (697) la sangre de los que perezcan; las fieras se hartarán de sus carnes (cf. Ez 39,4-5; Sb 4,19).

Veracidad de las profecías

(698) El, Dios grande y eterno, me dijo que hiciera todas estas (699) profecías, y no quedarán sin cumplir, (700) ni carecerá de final lo que en mi corazón depositare, (701) porque el espíritu de Dios se extiende sin falsedad por el mundo (cf. Nm 23,19; 1 S 15,29; Ez 24,14).

Tiempo de paz y bienestar

(702) Los hijos del gran Dios vivirán todos alrededor del templo en paz, (703) gozándose en aquello (704) que les conceda el creador y justiciero monarca, (705) porque Él sólo les protegerá y asistirá con gran poder, (706) con una especie de muro de fuego ardiendo en derredor (cf. Za 2,9). (707) Sin guerras vivirán en sus ciudades y en los campos, (708) puesto que no les tocará la mano de la guerra mala (709) y Él mismo será su mejor defensor inmortal y la mano del que es santo (cf. Ex 14,24; Is 41,10; 2 M 8,24-36). (710) Entonces, en verdad, las islas y todas las ciudades dirán: (711) “Cuánto ama el Inmortal a estos hombres”, (712) porque todos serán sus aliados y les ayudarán: (713) el cielo, el sol, por Dios conducido, y la luna (cf. Sal 121,5-6; Hb 3,10-11). (714) (La tierra, de todos progenitora, se verá agitada por aquellos días). (715) Dulces saldrán de sus bocas las palabras en los himnos: (716) “Vengan aquí; caídos todos sobre la tierra supliquemos (717) al inmortal rey (cf. Sal 94,6), Dios grande y eterno (cf. Sal 71,10; Is 24,15; 41,1; 42,10). (718) Vayamos en procesión al templo, puesto que es el único soberano; (719) meditemos todos la ley del altísimo Dios, (720) que es la más justa de todas sobre la tierra. (721) Nosotros nos habíamos salido, descarriados, del inmortal sendero, (722) y honrábamos obras hechas con las manos, con insensato ánimo: (723) ídolos y estatuas de hombres difuntos”. (724) Estos gritos lanzarán las almas de los hombres fieles. (725) “Acudan a la manera del pueblo de Dios, caídos de bruces (726) deleitemos con himnos a Dios creador en nuestras casas”, (727) al tiempo que conseguirán para sí las armas de los enemigos por toda la tierra durante una extensión (728) de siete siglos con el correr de los años, (729) escudos pequeños y grandes como puertas, yelmos y toda clase de armas, (730) y un gran número de arcos y flechas injustas; (731) puesto que ni siquiera la madera se cortará del árbol para que brille el fuego (cf. Sal 95—100).

Exhortación a la conversión de los paganos

(732) Tú, desdichada Hélade, deja de tener sentimientos sobremanera orgullosos; (733) suplica al Inmortal magnánimo y sé precavida; (734) envía sobre esta ciudad a tu pueblo irreflexivo, (735) que está alejado de la santa tierra del que es grande. (736) No muevas a Camarina como de su guarida a la pantera, (737) porque inmóvil es mejor, no vayas a atraerte a cambio el mal (cf. Os 13,7-8). (738) Apártate, no mantengas en tu pecho tu soberbio (739) ánimo desmedido: destínalo a la lucha violenta; (740) sirve a Dios grande, para participar de estas cosas (741) cuando alcance ese cumplimiento el día predestinado (742) y llegue hasta los mortales el juicio del inmortal Dios.

Tiempos de prosperidad para la humanidad

(743) Llegará sobre los hombres el gran juicio y también su poder, (744) porque la tierra, que todo produce, dará ilimitado a los mortales (745) el mejor fruto de trigo, vino y aceite; asimismo, (746) procedente del cielo, una grata bebida de miel dulce, (747) árboles y el fruto de sus altas copas, lustrosos rebaños, (748) vacas, corderos, descendencia de las ovejas, y cabritos, que son de las cabras; (749) hará brotar dulces fuentes de blanca leche; (750) de nuevo estarán llenas de bienes las ciudades y los fértiles campos; (751) ni la espada ni la refriega recorrerán la tierra; (752) ni ésta se volverá a conmover entre profundos lamentos; (753) ni tampoco habrá de nuevo guerra sobre la tierra ni sequía, (754) ni volverá el hambre, ni el granizo, que destroza los frutos. (755) Por el contrario, habrá una gran paz por toda la tierra (756) y el rey será amigo del rey hasta el fin de los tiempos, y el Inmortal (757) en el cielo estrellado hará que se cumpla (758) una ley común para los hombres por toda la tierra, (759) por cuantos actos han cometido los cobardes mortales; (760) puesto que Él es el único Dios y no hay ningún otro; (761) también Él con fuego abrasará a la raza de hombres crueles.

Necesidad de observar los mandamientos

(762) Pero despierten su corazón en su pecho, (763) huyan de los cultos impíos, sirvan al que vive; (764) guárdate del adulterio y del lecho del varón; (765) cría tu propia descendencia de hijos y no la mates, (766) porque el Inmortal dejará caer su ira sobre el que cometiere esos pecados.

Un reino eterno

(767) Y entonces hará nacer un reino para la eternidad, (768) destinado a todos los hombres, santa ley que antaño concedió (769) a los piadosos, a todos los cuales prometió abrir la tierra (770) y el universo, las puertas de los bienaventurados, así como toda clase de gozos, (771) un espíritu inmortal y eterna alegría. (772) De todos los lugares de la tierra llevarán incienso y regalos a la morada (773) del gran Dios; y ya no estará al alcance de los hombres, (774) incluso de los venideros, conocer otra morada (775) que no sea la que Dios concedió a los hombres fieles para que la honraran, (776) porque los mortales le llaman hijo del gran Dios. (777) Todos los senderos de la llanura, las escarpadas alturas, (778) los montes elevados y las acerbas olas del mar (779) se harán transitables y navegables por entonces (cf. Is 40,3 s.), (780) porque toda la paz de los buenos llegará sobre la tierra. (781) Pero los profetas de Dios poderoso arrebatarán su espada, (782) porque ellos serán los jueces de los mortales y sus reyes justos. (783) Habrá también riqueza justa entre los hombres. (784) Así, en efecto, será el juicio del gran Dios y también su poder.

La creación reconciliada (cf. Is 11,6-9)

(785) Alégrate, muchacha, y regocíjate, porque te concedió (786) el gozo de la eternidad aquel que creó el cielo y la tierra. (787) En ti habitará y tuya será la luz inmortal. (788) Los lobos y los corderos en los montes juntos comerán (789) el pasto, las panteras se alimentarán junto con los cabritos, (790) los osos se albergarán con los terneros que viven de los pastos (791) y el carnívoro león comerá paja en el pesebre (792) como la vaca, y los niños, aun los más pequeños, los llevarán atados, (793) porque hará inocuas a las fieras sobre la tierra. (794) Las serpientes, junto con los áspides, dormirán con las criaturas (795) y no les harán daño, porque la mano de Dios estará sobre ellas.

Señales de la llegada del fin del mundo

(796) Una señal muy clara te revelaré para que comprendas (797) cuándo llegará el fin de todo sobre la tierra: (798) será en el momento en que en el cielo estrellado (799) se vean por la noche unas espadas hacia poniente y hacia levante (800) y al punto también una nube de polvo (cf. Dt 28,24) se abalance desde el cielo (801) sobre la tierra toda y desaparezca todo el brillo del sol (802) al mediodía y los rayos de la luna (803) serán visibles (cf. Jl 2,10; 3,15), y de repente caigan sobre la tierra (804) gotas de sangre y piedras como señal (cf. Ha 2,11; Lc 19,40); (805) y en una nube vean un combate de infantes y jinetes (806) como una cacería de fieras (cf. 2 M 5,2), semejante a las brumas, (807) entonces será el fin que Dios, que el cielo habita, dará a la guerra. (808) Pero es preciso que todos hagan sacrificios al gran rey. (809) Tras dejar los grandes muros babilónicos de Asiria, (810) por aguijón enloquecida, he venido a revelar (811) con mis profecías a todos los mortales las indicaciones de Dios, como fuego enviado contra la Hélade, (812) de modo que yo profetice para los mortales los enigmas divinos. (813) Y los mortales en la Hélade dirán que soy de otra patria: (814) impúdica nacida en Eritrea. Estos dirán (815) que soy la enloquecida y embustera Sibila, hija de Circe y de padre desconocido. (816) Pero cuando todo suceda, (817) entonces se acordarán de mí y ya nadie (818) me llamará loca, sino profetisa de Dios poderoso.

Conclusión

(819) Porque en verdad Él no me reveló lo que antes a mis progenitores; (820) lo que primero sucedió, Dios me lo enumeró; (821) lo que después sucederá Dios lo depositó en mi mente, (822) de forma que yo profetice lo futuro y lo pasado (823) y lo revele a los mortales. Porque cuando el mundo estaba inundado (824) por las aguas, también quedó un solo hombre de probada bondad, (825) navegando en casa de madera sobre las aguas (826) junto con las fieras y las aves, para que de nuevo se poblara el mundo (cf. Gn 7,7 ss.); (827) de éste fui yo la nuera y de su sangre me hice, (828) del hombre al que acontecieron los primeros hechos, y los últimos todos me fueron mostrados, (829) de modo que toda la verdad quede dicha por boca mía.
(1) Literalmente el texto griego dice: “levante, poniente, mediodía y osa”.