OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (4)

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Crucifixión
Hacia 1025-1050
De un manuscrito Ottoniano
Mainz o Fulda (Alemania)
Ignacio de Antioquía (obispo de esa sede probablemente entre los años 100 y 117)

Información:


CPG 1025- Siete epístolas genuinas

Traducción castellana: http://escrituras.tripod.com/

Escritos que no pueden considerarse auténticos

CPG 1026- Recensión “larga” de las epístolas.

CPG 1028-1031- Obras espurias.

CPG 1035-1036- Apéndice.


Policarpo de Esmirna (murió muy probablemente el 22 de febrero del año 156)

Información: http://www.conoze.com/doc.php?doc=2992 (Quasten)

CPG 1040- Carta a los Filipenses

Traducción castellana: http://escrituras.tripod.com/


CPG 1042- Obra no auténtica.


CPG 1045- Carta de la Iglesia de Esmirna sobre el martirio de san Policarpo (año 156)

Información: http://www.conoze.com/doc.php?doc=2992#c299 (Quasten)

Traducción castellana: http://escrituras.tripod.com/


Papías de Hierápolis (activo hacia el año 130)

Información: http://www.conoze.com/doc.php?doc=2993 (Quasten)

CPG 1047- Explicación de las sentencias del Señor

Traducción castellana: http://escrituras.tripod.com/


Seudo Bernabé (hacia los años 130-138)

Información:



CPG 1050- Epístola de Bernabé

Traducción castellana: http://escrituras.tripod.com/


Hermas (hacia los años 135-150?)

Información:


CPG 1052- “El Pastor” de Hermas

Traducción castellana: http://escrituras.tripod.com/


Cuadrato (activo entre los años 123-129)

Información:


CPG 1060- Apología (fragmento conservado en la “Historia Eclesiástica” de Eusebio de Cesarea)

«… Las obras de nuestro Salvador estaban siempre presentes, porque eran verdaderas: los que habían sido curados, los resucitados de entre los muertos, los cuales no solamente fueron vistos en el instante de ser curados y de resucitar, sino que también estuvieron siempre presentes, y no sólo mientras vivió el Salvador, sino también después de morir Él, todos vivieron tiempo suficiente de manera que algunos de ellos incluso han llegado hasta nuestros tiempos» (IV,3,2).


Arístides (hacia los años 125-129; o 140-143?)

Información:


CPG 1062- Apología



CPG 1065-1067- Obras falsamente atribuidas a Arístides.

Atenágoras de Atenas (activo en la segunda mitad del siglo II)

Información:


CPG 1070- Súplica en favor de los cristianos

No se ha encontrado en Internet este texto en castellano, por lo que lo ofrecemos a continuación.

ATENÁGORAS: LEGACIÓN EN FAVOR DE LOS CRISTIANOS(1)

A los emperadores Marco Aurelio Antonino y Lucio Aurelio Cómodo, vencedores de los Armenios y de los Sármatas y, lo que es máximo título, filósofos.

Exordio

I. Denuncia de la intolerancia y de la suerte peculiar e injusta reservada a los cristianos; primer catálogo de héroes; el nombre de cristiano; las persecuciones

1. En el imperio de ustedes, oh grandes entre los reyes, unos usan de unas costumbres y leyes y otros de otras, y a nadie se le prohíbe, ni por ley ni por miedo a castigo, amar sus tradiciones patrias, por ridículas que sean. Así, el troyano llama dios a Héctor y adora a Helena, a la que cree Adrastea; el lacedemonio da culto a Agamenón, como si fuera Zeus, y a Filonoe, hija de Tíndaro, bajo el nombre de Enodia; el ateniense sacrifica a Erecteo Poseidón; y a Agraulo y Pandroso celebran los atenienses iniciaciones y misterios, aquellas a quienes se tuvo por sacrílegos por haber abierto la caja. Y en una palabra, los hombres, según las naciones y los pueblos, ofrecen los sacrificios y celebran los misterios que les da la gana. En cuanto a los egipcios, tienen por dioses a los gatos, cocodrilos, serpientes, áspides y perros.

2. Todo eso lo toleran ustedes y sus leyes; pues consideran impío y sacrílego no creer en absoluto en Dios; pero necesario, que cada uno tenga los dioses que quiera, a fin de que por el temor de la divinidad se abstenga de cometer impiedades. A nosotros, en cambio, -si bien nos les ofende, como al vulgo, de sólo oírlo-, se nos aborrece por el solo nombre, siendo así que no son los nombres merecedores de odio, sino que la injusticia solamente merece pena y castigo. De ahí que admirando su suavidad y mansedumbre, su amor a la paz y humanidad en todo, los particulares son regidos por leyes iguales, y las ciudades, según su dignidad, participan también de igual honor, y la tierra entera goza, gracias a la sabiduría de ustedes, de una profunda paz

3. Nosotros, en cambio, los que somos llamados cristianos, al no tener también providencia de nosotros, permiten que sin cometer injusticia alguna, antes bien, portándonos, como la continuación de nuestro discurso demostrará, más piadosa y justamente que nadie, no sólo respecto a la divinidad, sino también con relación al imperio de ustedes, permiten, digo, que seamos acosados, maltratados y perseguidos, sin otro motivo para que el vulgo nos combata, sino nuestro solo nombre (cf. Mc 13,13; Mt 10,22). Sin embargo, nos atrevemos a manifestarles nuestra vida y doctrina, y por nuestro discurso de comprenderán que sufrimos sin causa y contra toda ley y razón, y les suplicamos que también sobre nosotros pongan alguna atención, para que dejemos de ser víctimas de los delatores.

4. Porque no es pérdida de dinero lo que nos viene de nuestros perseguidores, no es deshonor en el disfrute de nuestros derechos ciudadanos, no es el daño en alguna de las demás cosas menores; pues todo eso lo menospreciamos, por muy importante que al vulgo le parezca, nosotros que hemos aprendido no sólo a no herir al que nos hiere, sino a no perseguir en justicia a quienes nos roban y saquean; más bien, a quien nos abofetea una mejilla, debemos volverle la otra, y a quien nos quita la túnica, darle el manto (cf. Mt 5,40; Lc 6,29); contra lo que atentan, al renunciar nosotros a las riquezas, es contra nuestros cuerpos y contra nuestras almas, al esparcir muchedumbre de acusaciones, que a nosotros no nos tocan ni por sospecha; sí a los que la propalan y a los de su casta.

II. Llamado a la justicia y a la imparcialidad; el nombre de cristiano

1. Si alguno es capaz de convencernos de haber cometido una injusticia pequeña o grande, no rehuimos el castigo, antes pedimos se nos aplique el que hubiere de más áspero y cruel; pero si nuestra acusación no pasa del nombre, y por lo menos hasta el día de hoy lo que sobre nosotros propalan no es sino vulgar y estúpido rumor de las gentes, y ningún cristiano se ha demostrado haya cometido un crimen, asunto de ustedes es ya, como príncipes máximos, humanísimos y amiguísimos del saber, rechazar de nosotros por ley la calumnia, a fin de que como toda la tierra, individuos y ciudades, goza del beneficio de ustedes, también nosotros les podamos dar las gracias, glorificándolos por haber dejado de ser calumniados.

2. En efecto, no dice con su justicia que, cuando se acusa a otros, no se los condena antes de ser convictos; en nosotros, empero, puede más el nombre que las pruebas del juicio, pues los jueces no tratan de averiguar si el acusado cometió crimen alguno, sino que se insolentan, como si fuera un crimen, contra el solo nombre. Ahora bien, un nombre, en sí y por sí, no puede considerarse ni bueno ni malo; sino que parece bueno o malo según sean buenas o malas las acciones que se le supongan.

3. Ustedes saben esto mejor que nadie, como formados que están en la filosofía y en toda cultura. Por eso, incluso los que son juzgados delante de ustedes, aunque se los acuse de los mayores crímenes, están confiados, y, sabiendo que ustedes examinan su vida y no atacan sus nombres, si son vacíos, ni atienden a las acusaciones, si son falsas, con el mismo ánimo reciben la sentencia absolutoria que la condenatoria.

4. Pues también nosotros reclamamos el derecho común, es decir, que no se nos aborrezca y castigue porque nos llamemos cristianos -¿qué tiene que ver, en definitiva, el nombre con la maldad?-, sino que cada uno sea juzgado por lo que se le acusa, y se nos absuelva, si deshacemos las acusaciones; o se nos castigue, si somos convictos de maldad; que no se nos juzgue, en fin, por el nombre, sino por el delito, pues ningún cristiano es malo, si no es que fingidamente profesa la fe.

5. Así vemos que se procede con los filósofos. Ninguno, antes del juicio, por el solo hecho de su ciencia o profesión, le parece ya al juez ser bueno o malo, sino que, si se le convence de injusto, se le castiga, sin que por ello se haga a la filosofía acusación alguna, pues el malo es el que no la profesa como es de ley; pero la ciencia no tiene culpa; y si se defiende de las acusaciones, se le absuelve. Procédase de igual modo con nosotros. Examínese la vida de los que son acusados y déjese el nombre libre de toda acusación.

6. Necesario me parece, oh máximos emperadores, rogarles al empezar la defensa de nuestra doctrina que se muestren oyentes ecuánimes y no se dejen llevar de prejuicio alguno, arrastrados por los vulgares e irracionales rumores, sino que apliquen también a nuestra doctrina su amor al saber y a la verdad. De este modo, ustedes no pecarán por ignorancia, y nosotros, libres de los estúpidos cuentos del vulgo, dejaremos de ser combatidos.

III. Las tres acusaciones: ateísmo, antropofagia, incesto

1. Tres son las acusaciones que se propalan contra nosotros: el ateísmo, los convites de Tieste y las uniones edípeas. Pues bien, si eso es verdad, no perdonen ninguna familia, castiguen esos crímenes, extermínenos de raíz con nuestras mujeres e hijos, si es que hay entre los hombres quien viva al modo de las bestias. Porque incluso las bestias no atacan a los de su especie, y se unen entre sí por ley de naturaleza, y en solo un tiempo, el de la generación, y no por disolución, y conocen, en fin, a quienes les hace un beneficio. Si alguno, pues, es más feroz que las mismas fieras, ¿qué castigo habrá que corresponda a tantos crímenes?

2. Pero si ello es puro cuento y calumnias vacías, pues es de razón natural que el vicio se oponga a la virtud y de ley divina que los contrarios pugnen entre sí, y ustedes son testigos de que nosotros no cometemos ninguno de esos crímenes, al mandarnos (solamente) no confesar nuestra fe; a ustedes toca ya hacer una investigación sobre nuestra vida y doctrinas, sobre nuestra lealtad y obediencia a su casa y al Imperio, y así concedernos, en fin, a nosotros lo mismo que a los que nos persiguen; porque nosotros los venceremos, dispuestos como estamos a dar intrépidamente hasta nuestras vidas por la verdad.

Nota:

(1) Cf. Padres Apostólicos y Apologistas Griegos (S. II). Introducción, notas y versión española por Daniel Ruiz Bueno, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2002, pp. 1347 ss. (BAC 629). Presentamos una versión revisada y confrontada con el texto griego editado en la colección “Sources Chrétiennes”, n. 379, Paris, Eds. du Cerf, 1992, pp. 70 ss. La abreviatura: Diels-Kranz remite a: Die Fragmente der Vorsokratiker, Berlin 1952; Nauck a: Tragicorum Graecorum Fragmenta, Hilsdesheim 1962 (2da. edición); Merkelbach-West a: Fragmenta Hesiodea, Oxford 1967.