OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (33)

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Ascensión de Cristo
y Pentecostés
Último cuarto del siglo XIII
S. Brabant, Países Bajos
TACIANO, DISCURSO CONTRA LOS GRIEGOS (continuación)

Los demonios hacen un vano despliegue de poder

16. Los demonios, que dominan sobre los hombres, no son las almas de los hombres. Porque ¿cómo pueden ser capaces de acción después de muertos? A no ser que se crea que un hombre es, mientras vive, necio y débil, pero, una vez muerto, adquiere un poder más eficaz. Pero ni esto es así, como en otro lugar hemos demostrado, ni es fácil comprender cómo el alma inmortal, impedida por los miembros del cuerpo, se haga más sabia cuando de él se separa. Son los demonios los que por su maldad se ensañan con los hombres, y con variadas y engañosas maquinaciones pervierten los pensamientos de los hombres, ya de suyo inclinados hacía abajo, para hacerlos incapaces de emprender su marcha de ascensión hacia los cielos. Pero ni a nosotros se nos ocultan las cosas del mundo ni a ustedes les ha de ser difícil comprender las divinas, con tal de que a ustedes llegue el poder del que hace inmortales las almas.
    Los demonios también son vistos por los hombres psíquicos (cf. 1 Co 2,14-15), cuando ellos se muestran a sí mismos a los hombres, bien para ser tenidos en algo, bien para hacerles algún daño como a enemigos -pues son amigos de muy malas intenciones-, bien para animar a los que son semejantes a ellos a que les den culto. Si estuviera en su poder, seguramente hubieran echado el cielo abajo, junto con el resto de la creación, mas en realidad ellos no hacen nada de esto porque no tienen el poder; pero con la materia inferior hacen la guerra a la materia semejante a ellos. Si alguien desea, pues, dominarlos, debe rechazar a la materia. Armado con la coraza del espíritu celestial (cf. Ef 6,11 ss.; 1 Ts 5,8), podrá proteger todo lo que esté recubierto por ella.
   Ahora bien, hay enfermedades y desórdenes en nuestra propia materia, y los demonios se los atribuyen siempre que ocurren, y siguen a la enfermedad allí donde ataque. A veces también, sacuden el sistema corporal con un ataque de su propia locura, y luego, profundamente afectados por una palabra del poder de Dios, huyen temerosos y el enfermo queda curado.

Los demonios le prometen la salud a sus devotos

17. Ahora bien, en lo que concierne a las simpatías y antipatías de Demócrito, ¿qué tenemos para decir salvo que, conforme al dicho que es usual, el hombre de Abdera habla como un simplón de dicha ciudad (lit: abderológos)? Del mismo modo que el hombre del cual surge el nombre de la ciudad, el amigo de Heracles (= Hércules), según dicen, fue devorado por los caballos de Diomédes, así también a aquel que se jacta del mago Ostánes se lo entregará para que sea devorado por el fuego eterno el día de la consumación. Y ustedes, si no cesan de reír, sufrirán el mismo castigo que los hechiceros. Por lo tanto, oh Griegos, escúchenme cuando realice mi convocatoria desde la plataforma, y no transfieran su propia irracionalidad al heraldo de la verdad a modo de burla. Una enfermedad no se destruye con la antipatía, ni se cura a un loco usando amuletos. Hay ataques de los demonios, y al enfermo y al que afirma estar enamorado, al que odia y al que busca venganza, los utilizan como sus ayudantes. El modo de su artificio es el siguiente: de la misma manera que los caracteres de las letras y las líneas que se forman a partir de ellas no pueden por sí mismas explicar el significado que tienen por medio de su distribución, sino que los hombres han creado para ellos símbolos para expresar sus pensamientos y, a partir de la naturaleza de estas combinaciones, descubren cómo se ha determinado el significado de la palabra, así también ni las variedades de raíces ni las aplicaciones de nervios y huesos son eficaces por sí mismos; son la materia elemental de la maldad de los demonios, que produce efectos en las áreas en las que han decidido que cada uno de ellos sea individualmente poderoso. Y apenas ven que los hombres han aceptado sus servicios utilizando estos medios, los seducen y los convierten en sus esclavos. ¿Cómo podría considerarse bueno colaborar en actos de adulterio? ¿Cómo puede ser virtuoso acudir en auxilio de quienes odian? ¿O cómo puede ser que se considere correcto atribuir a la materia, en lugar de a Dios, la ayuda brindada a los locos? Su habilidad consiste en alejar a los hombres del servicio de Dios y maquinar para que confíen en las hierbas y raíces. Si Dios hubiera provisto a los hombres de estas cosas concediéndoles sus deseos, hubiera sido responsable de haber creado el mal, y en cambio él mismo creó todo lo que es bueno en algún grado, pero el desenfreno de los demonios utilizó las cosas del mundo para hacer el mal, y esta forma de maldad procede de ellos y no del Dios perfecto. Porque ¿cómo es posible que, no habiendo yo sido absolutamente malo mientras estaba vivo, sin embargo, cuando estoy muerto, sin ninguna colaboración de mi parte, mis restos mortales, que carecen tanto de movimiento como de percepción, puedan hacer algo efecto perceptible? ¿Cómo podrá el que ha sufrido la muerte más digna de compasión ayudar a castigar a alguien? Si él pudiera, preferiría mucho más vengarse de su propio enemigo; ya que, si puede ayudar a otros, mucho más se vengará a sí mismo.

Los demonios engañan, no curan

18. El arte de los medicamentos en todas sus formas se debe al mismo tipo de maquinación artificial. Si alguien se cura por la materia porque confía en ella, se curará mucho mejor si confía en el poder de Dios. Así como los venenos son mezclas materiales, los remedios también son de la misma naturaleza. Podemos rechazar la materia más vil y, sin embargo, en la práctica algunos a menudo se ponen a curar mezclando un mal con otro, usando medios malos para producir el bien. Del mismo modo que un hombre que ha comido con un bandido comparte con él su castigo, por haber compartido su comida, aunque él mismo no sea un bandido, así también el Divino Juez castigará por su asociación al hombre que no es malo en sí mismo pero se junta con malas compañías y las utiliza para fines que supuestamente son buenos. ¿Por qué el hombre que pone su fe en el sistema material es renuente a confiar en Dios? ¿Por qué motivo ustedes no recurren al Señor del poder superior sino que eligen, en cambio, curarse a sí mismos como un perro con pasto, o un ciervo con una serpiente, o un puerco con cangrejos de río, o un león con monos? ¿Por qué, díganme, convierten en dioses a las cosas de este mundo? ¿Por qué se los considera benefactores si curan a su vecino? Sigan el poder del Verbo. Los demonios no curan sino que toman a los hombres prisioneros por medio de artilugios. El muy admirable Justino tenía razón en afirmar que los demonios son como bandidos (pasaje que no se encuentra en las obras conocidas de san Justino); porque del mismo modo que los bandidos tienen el hábito de tomar prisioneros a los hombres y luego liberarlos a sus familias a cambio de un pago, así también aquellos supuestos dioses visitan los cuerpos de los hombres, y luego, en sueños, crean la impresión de su presencia y ordenan a sus víctimas que se presenten públicamente a la vista de todos. Y una vez que han disfrutados sus alabanzas, salen volando de los enfermos poniendo fin a la enfermedad que ellos mismos causaron y restituyendo a los hombres a su primer estado.

Crítica de la filosofía, los oráculos y la mitología

19. Pero ustedes, que no tienen comprensión de estas cosas, apréndanlas de nosotros que las sabemos, cuando dicen que desprecian la muerte y practican la frugalidad. Porque sus filósofos están tan lejos de semejante ascesis, que algunos reciben anualmente del emperador romano seiscientas monedas de oro, que no tienen otra finalidad útil sino que ni su misma larga barba la lleven gratis. Por lo menos, Crescente, el que puso su nido en la gran ciudad (cf. Platón, Leyes XII,949C), sobrepujaba a todos en pederastía y era muy adicto a la avaricia; el que aconsejaba despreciar la muerte, de tal manera la temía él mismo, que maquinó dársela a Justino, y lo mismo también a mí, como si fuera un mal, porque, predicando aquél la verdad, desenmascaraba a los filósofos como unos glotones y embaucadores (cf. Justino, Apología, II,8[9]). ¿Y quién debía acusar al filósofo, sino precisamente ustedes? De ahí que si dicen, coincidiendo con nuestras doctrinas, que no hay que temer la muerte, como Anaxarco, no busquen la muerte por una loca pasión de fama, sino háganse despreciadores de la muerte por motivo del conocimiento de Dios. Porque la estructura del mundo es buena, pero la conducta que en él se lleva es mala; y es fácil ver cómo en la asamblea pública buscan los aplausos los que no conocen a Dios. ¿Qué es la adivinación? ¿Cómo te dejas extraviar por ella? Es tu servidora para obtener ventajas mundanas. Quieres hacer la guerra y tomas a Apolo por consejero de tus matanzas. Quieres raptar a una doncella y te propones que venga en tu ayuda el poder demoníaco. Estás enfermo por culpa tuya, y como Agamenón pedía diez consejeros (cf. Homero, Ilíada, 2,372), así quieres que estén a tu lado otros tantos dioses. Una mujer que bebe agua se enloquece y por los perfumes del incienso sale de sí misma, y tú dices que adivina. Profeta fue Apolo y maestro de adivinos, y, sin embargo, Dafne lo engañó. Dime esto: ¿conque una encina adivina y unos pájaros predicen el futuro, y tú estás por debajo de plantas y de pájaros? Luego sería bueno que tú te convirtieras en un árbol profético y tomaras las alas de los pájaros del aire. El que te hace avaro, ése también te vaticina sobre enriquecerte; el que suscita sediciones y batallas, ése mismo te profetiza la victoria de la guerra. Si te hicieres superior a tus pasiones, despreciarás todo lo que hay en el mundo.
   Tales somos nosotros y no deben aborrecernos, sino más bien, desechados los demonios, seguir al único Dios. Todo fue hecho por El, y sin Él nada fue hecho (Jn 1,3); y sí en lo creado hay algo perjudicial, ello ha sobrevenido por nuestros pecados. Puedo demostrarles toda la economía de ello; ustedes escúchenme, y el que me crea lo comprenderá.

La caída y el fin del mundo

20. Aun cuando te cures por medicamentos (sólo por cortesía te lo concedo), tienes también que dar testimonio a Dios. Porque todavía nos arrastra hacia abajo el mundo, y mi debilidad me empuja hacia la materia. Las alas del alma son el espíritu perfecto, pero el alma fue arrojada fuera por el pecado, quedó aleteando como un polluelo y cayó por la tierra, y, por haber perdido la convivencia celestial, deseó la convivencia de las cosas inferiores. Porque fueron arrojados de su morada los demonios y aquellos creados primero desterrados; aquellos fueron expulsados del cielo; éstos, pero no de tierra como ésta, sino de otra de mejor constitución. Y es menester que nosotros, anhelando en adelante nuestra antigua condición, rechacemos todo lo que nos resulte impedimento para recuperarlo. Porque no es infinito el cielo, oh hombre, sino finito y limitado; pero lo que está más allá de él son mundos (eones) mejores, que no sufren la variedad de estaciones, por las que se producen toda suerte de enfermedades. Allí se goza de un completo buen clima, de día que no tiene término y de luz inaccesible a los hombres de aquí bajo. Ahora bien, los que compusieron las geografías describieron las regiones, según lo que es posible al hombre; pero de los lugares del más allá, como no eran capaces de explicarlos, por no caer bajo la observación, afirmaron que había flujos y reflujos; de los mares, unos dijeron que eran algosos, otros barrosos; de los lugares, unos abrasados por el calor, otros helados por el frío. Pero nosotros hemos aprendido lo que ignorábamos de los profetas, los cuales estaban persuadidos que el espíritu juntamente con el alma obtendría la vestidura celestial de la mortalidad, es decir, la inmortalidad (cf. 2 Co 5,2-4); y así predijeron lo que las otras almas no sabían. Es posible, sin embargo, a todo el que de sí mismo se despoja, poseer ese sobre adorno del espíritu y volver al primitivo parentesco con él.

Crítica de la mitología. Defensa de la Encarnación

21. Porque no estamos locos, oh helenos, ni predicamos tonterías, cuando anunciamos que Dios apareció en forma humana. Ustedes, que nos insultan, comparen sus mitos con nuestras narraciones. Deífobo, como cuentan, era la misma Atenea, para burlar a Héctor (cf. Homero, Ilíada 22,226-227). Por Admeto, Febo, el de la larga cabellera, se dedicó a apacentar bueyes de retorcido paso; y la esposa de Zeus se presentó a Sémele como una mujer anciana. Los que en tales cuentos se entretienen, ¿cómo pueden burlarse de nosotros? Murió su (dios) Asclepio, y el que en una sola noche violó en Tespias a cincuenta doncellas, murió entregándose a sí mismo por pasto de las llamas (Hércules; cf. Pausanias, Descripción de Grecia, IX,27,7). Prometeo, encadenado en el Cáucaso, sufre el castigo por el beneficio hecho a los hombres. Envidioso es, según ustedes, Zeus, y manda un sueño engañoso cuando quiere perder a los hombres (cf. Esquilo, Prometeo encadenado, 231-233, 485-486). Por lo tanto, miren a sus propios recuerdos y acéptennos por lo menos por inventar fábulas semejantes a las de ustedes. Nosotros no somos insensatos; pero ustedes dicen necedades. Si sostienen que los dioses tienen origen, afirman también que son mortales. ¿Cómo es que ahora ya no concibe Hera? ¿Es que se ha hecho vieja, o ella no tiene quien se los venga a anunciar? Créanme ahora a mí, oh helenos, y dejen de explicar alegóricamente sus mitos y sus dioses. Porque si tratan de hacer eso, sus dioses son destruidos no sólo por nosotros, sino también por ustedes. Porque o los demonios son como ustedes los describen, y entonces son de condición perversa; o, trasladados a un plano más natural, ya no son seres sobrehumanos, como ustedes los presentan; y adorar la sustancia de elementos materiales, ni yo me persuadiría jamás a ello, ni trataría jamás de persuadir a mi prójimo. Metrodoro de Lámpsaco, en su libro sobre Homero, discute con harta necedad, reduciéndolo todo a alegoría. Porque allí dice que ni Hera ni Atenas ni Zeus son los que piensan los que les levantan templos y santuarios, sino fuerzas de la naturaleza y ordenaciones de los elementos. Y de la misma naturaleza dirán que son, lógicamente, Héctor, Aquiles y Agamenón, en una palabra, los griegos y bárbaros todos juntamente con Helena y Paris. Sólo fueron incluidos en el poema por la disposición de la composición, no porque ninguno de estos seres humanos haya jamás existido. Advierto que todo esto lo he adelantado por necesidad de la argumentación, pues de suyo no es ni reverente comparar nuestra idea de Dios con los que se revuelcan en el fango de la materia.

Contra el teatro, la danza y la mímica

22. ¿Cuál es la calidad de sus enseñanzas? Sus festivales oficiales son ridículos, y celebrados en honor de los perversos demonios, conducen a los hombres al deshonor. He visto muchas veces a cierto hombre, y viéndole me maravillé, pero tras maravillarme, lo desprecié, cómo era uno por dentro y mentía por fuera lo que no era: en extremo afeminado y realizando todo tipo de delicados gestos; unas veces le relampagueaban los ojos, otras gesticulaba ágilmente con las manos; ora hacía el loco con su máscara de barro, ora se convertía en Afrodita o en Apolo. Él solo era el acusador de todos los dioses, el compendio de la superstición, detractor del heroísmo, actor de asesinatos, intérprete de adulterios, depósito de locuras, maestro de pervertidos, instigador de condenaciones a muerte; ¡y a tal hombre lo vi aclamado por todos! Pero yo volví la espalda al que en todo era embustero: en su ateísmo, en sus representaciones y en su persona. Ustedes, empero, se dejan cautivar por tales gentes y ultrajan a los que no toman parte en sus entretenimientos. Yo no quiero estar parado con la boca abierta cuando canta un coro, ni deseo imitar las payasadas de alguien que gesticula y se retuerce de una forma antinatural. ¿Qué extravagancia no se inventa y representa entre ustedes? Resoplan, usan un lenguaje insensato y sus posturas son obscenas; sus hijas y sus hijos están contemplando a los que dan lecciones en la escena sobre cómo se ha de cometer un adulterio. Bonitas salas de audición las de ustedes, que pregonan cuanto de pecaminoso se practica a la sombra de la noche, y divierten a la audiencia con deshonrosos discursos. Buenos son también sus poetas, embusteros, que con sus sutiles juegos de palabras engañan a quienes los escuchan.

Contra los espectáculos de gladiadores

23. Vi también a hombres que por los ejercicios de entrenamiento se convirtieron en pesos pesados, que llevaban por todas partes la carga de sus carnes. A éstos se les ofrecen premios y coronas; y los jueces (agonotetas) de los combates los incitan a competir no en acción alguna buena, sino en luchas violentas, siendo coronado el que mejor golpea. Estos son los males menores; lo más grave, ¿quién no vacilará en declararlo? Hay quienes de tal manera se han entregado a la ociosidad, que llegan hasta venderse a sí mismos para ser matados; el pobre se vende a sí mismo y el rico compra a los que le han de matar. Los espectadores toman asiento, y los gladiadores luchan cuerpo a cuerpo, sin objeto ninguno, y nadie hay que baje a ayudarles. ¿Son esta clase de celebraciones de ustedes algo bueno? El hombre preeminente entre ustedes reúne su ejército de asesinos y anuncia públicamente que va a alimentar a una tropa de bandidos: luego los bandidos mismos salen de su casa, y todos corren al espectáculo, primero para ser jueces de la maldad del presidente de los juegos (agonoteta), y después, de los gladiadores mismos. Y el que no pudo asistir a la matanza, se enoja por no haber sido condenado a ser espectador de actos perversos y sangrientos. Sacrifican animales para comer su carne y compran hombres para procurar al alma una carnicería humana, saciándola con los más impíos derramamientos de sangre. Ahora bien, el salteador mata para robar; pero el rico compra a gladiadores sólo para matar.

Contra el teatro dramático y la música

24. ¿En qué contribuye para mi bien ese actor que en la tragedia de Eurípides representa, furioso, el matricidio de Alcmeón? No guarda ni su propia figura, abre desmesuradamente la boca, blande la espada vociferando y rugiendo, vestido con un muy extravagante atuendo. Afuera con las fábulas de Hegesias y de Menandro, versificador que usó la misma lengua. ¿Por qué quedarme yo con la boca abierta ante Pythias el flautista? ¿O como Aristoxeno, conmoverme por el tebano Antigenides? Todas esas inutilidades se las cedemos; ustedes también o creen en nuestras doctrinas o, imitándonos a nosotros, abandónenlas.

Contra la filosofía, la mitología y la ignorancia pagana

25. ¿Qué hacen de grande y admirable sus filósofos? Llevan desnudo uno de los hombros, usan larga cabellera, se dejan crecer la barba, llevan uñas de fieras; dicen que no tienen necesidad de nada, cuando, como Proteo, necesitan del curtidor para la bolsa, del tejedor para el manto, del leñador para el bastón, de los ricos y del cocinero para su glotonería. Tú, hombre que imitas al perro, no conoces a Dios y por eso te pasas a la imitación de las criaturas irracionales; haces un gran ruido en público argumentando tu caso con verosimilitud, y si no obtienes nada te desatas en insultos, la filosofía se convierte para ti en un arte para obtener dinero. Tú sigues las doctrinas de Platón, entonces el Epicúreo sofista se te opone con voz estridente. Quieres seguir a Aristóteles, y un discípulo de Demócrito te cubre de improperios. Pitágoras afirma haber sido Euforbo y ser el heredero de la doctrina de Ferécides, mientras Aristóteles niega la inmortalidad del alma. Ustedes, entre quienes se suceden contradictorias doctrinas, combaten, los discordes, contra los entre sí concordes. Hay quien dice que el Dios perfecto es cuerpo, yo, que incorpóreo; que el mundo es indestructible; yo, que destructible; que la conflagración universal sucede periódicamente; yo, que de una sola vez; que nuestros jueces son Minos y Radamante; yo, que Dios mismo; que sólo el alma recibirá la inmortalidad; yo, que la carne también con ella.
   ¿En qué los dañamos, oh helenos? ¿Por qué aborrecen, como a los más abominables, a los que seguimos al Verbo de Dios? No se da entre nosotros la antropofagia, los que de ello están informados, son falsos testigos. Entre ustedes Pélope es puesto para cena de los dioses, no obstante ser querido de Poseidón, Crono se come a sus propios hijos y Zeus se engulle a Metis.