OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (29)

Virgen_Maria.jpg
Crucifixión. La Virgen María
El Padre sosteniendo
el cuerpo de Cristo muerto
Primer cuarto del siglo XV
Misal
Colonia (?). Alemania
Melitón de Sardes (segunda mitad del siglo II)

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CPG 1092- Sobre la Pascua

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MELITÓN DE SARDES, ACERCA DE LA PASCUA(1)

Prólogo: Introducción al significado tipológico de la Pascua

(1) El relato del éxodo de los hebreos ha sido leído (cf. Ex 12,1-32), y los términos del misterio han sido explicados en profundidad: cómo el cordero es inmolado y cómo el pueblo es salvado (cf. Ex 12,21. 27).

(2) Entiendan, pues, queridos; así es: nuevo y antiguo, eterno y temporal, corruptible e incorruptible, mortal e inmortal (cf. 1 Co 15,53 ss.): (3) así es el misterio de la pascua; antiguo según la Ley, nuevo según el Logos (cf. Jn 1,16-17; 2 Co 3,1-16); eterno por la gracia; corruptible por la inmolación del cordero, incorruptible por la vida del Señor; mortal por la sepultura en tierra, inmortal por la resurrección de entre los muertos.

(4) Antigua (es) la Ley, nuevo, en cambio, el Logos; temporal la figura, eterna la gracia; corruptible el cordero, incorruptible el Señor; inmolado corno cordero, resucitado como Dios. Porque «cual oveja fue conducido a la inmolación» (Is 53,7; cf. Hch 8,32), pero no era una oveja; y cual cordero sin voz, pero no era un cordero. En efecto, la figura ha pasado y la verdad ha sido encontrada (= realidad)

(5) Porque en lugar del cordero es Dios quien ha venido y en lugar de la oveja un hombre y en el hombre Cristo que contiene todo.

(6) Así pues, la inmolación de la oveja y el rito de la pascua y la letra de la ley han culminado en Cristo Jesús, por el cual sucedió todo en la antigua Ley, y más aún en el nuevo Logos (= Testamento).

(7) En efecto, la Ley se ha convertido en Logos y lo antiguo en nuevo -habiendo salido ambos de Sión y de Jerusalén (cf. Is 2,2 ss.; Mi 4,2)-, y el mandamiento en gracia, y la figura en realidad, y el cordero en Hijo, y la oveja en hombre, y el hombre en Dios.

(8) Porque alumbrado como Hijo, y conducido como cordero, e inmolado como oveja, y sepultado como hombre, resucitó de entre los muertos como Dios, siendo por naturaleza Dios y hombre.

(9) El cual (Cristo) es todo: ley en cuanto que juzga, Logos en cuanto que enseña, gracia en cuanto que salva padre en cuanto que engendra u Hijo en cuanto que es engendrado, oveja en cuanto que sufre, hombre en cuanto que es sepultado, Dios en cuanto que resucita.

(10) Este es Jesús, el Cristo; «a Él la gloria por los siglos. Amén» (2 Tm 4,18; Ga 1,5; cf. 2 P 3,18).

(11) Este es el misterio de la pascua, según ha sido descrito en la Ley como ha sido leído poco ha.


I. La tipología de la Pascua

   A) El relato explicativo del pasaje de Ex. 12,3-28

     1) Repetición abreviada del relato bíblico

Voy a explicar detalladamente las palabras de la Escritura: cómo Dios ordena a Moisés en Egipto, cuando quiere, de una parte someter al faraón bajo el látigo, y de otra parte librar a Israel del látigo por la mano de Moisés.

(12) En efecto, dice: «He aquí que tomarás un cordero sin defecto y sin tacha y al atardecer lo inmolarás con los hijos de Israel, y a la noche lo comerán con prisa, y no romperán ninguno de sus huesos.

(13) Así, dice, harás: en una sola noche lo comeréis por familias y por tribus, ceñidos sus lomos y los bastones en sus manos. Porque esta es la pascua del Señor, memorial eterno para los hijos de Israel.

(14) Habiendo tomado la sangre de la oveja, unten las puertas exteriores de sus casas colocando sobre los montantes de la entrada la señal de la sangre para intimidación del ángel. Porque he aquí que yo heriré a Egipto y en una sola noche será privada de hijos, desde el ganado hasta el hombre» (Ex 12,3-27; cf. 1 P 1,19).

(15) Entonces Moisés, habiendo degollado la oveja y habiendo cumplido de noche el misterio con los hijos de Israel, marcó las puertas de las casas para protección del pueblo y para intimidación del ángel.

     2) Desarrollo retórico de la calamidad

(16) Cuando la oveja es degollada y la pascua es comida y el misterio es cumplido y el pueblo alegrado e Israel marcado, entonces llega el ángel para herir a Egpito, no iniciado en el misterio, ni partícipe de la pascua, ni marcado por la sangre, ni protegido por el espíritu, el enemigo, el incrédulo, (17) en una sola noche, después de herirlo, lo privó de sus hijos. Porque el ángel, habiendo merodeado en torno a Israel y habiéndolo visto marcado con sangre de la oveja, se dirigió contra Egipto y dominó por el luto al Faraón de dura cerviz, después de haberlo envuelto no de un vestido sombrío ni de una capa ruinosa, sino de todo el Egipto totalmente desgarrado, llorando a sus primogénitos.

(18) Todo Egipto, en efecto, sumergido en penas y plagas, en lágrimas y golpes de pecho, vino todo enlutado, al Faraón, no sólo en su vestimenta, sino también en su alma, desgarrado no sólo en cuanto a su externo vestir, sino también en cuanto a sus delicados senos.

(19) Y se podía contemplar un espectáculo nuevo: aquí los que se golpeaban el pecho, allí los que exhalaban gritos de dolor, y en medio el faraón en duelo, sentado sobre saco y cenizas, envuelto en una oscuridad que lo embargaba a modo de fúnebre vestido, ceñido por todo Egipto cual si fuera una túnica de luto.

(20) Porque Egipto estaba en torno al faraón como una capa de lamentación. Tal era la túnica tejida para el cuerpo del tirano; tal era el vestido con que el ángel de justicia había vestido al duro faraón: duelo amargo, y oscuridad impenetrable y privación de hijos. Y el ángel dominaba a los primogénitos de Egipto, porque la muerte de los mismos era rápida e insaciable.

(21) Y se podía ver un nuevo trofeo ante los muertos caídos de un solo golpe. Y la derrota de quienes yacían vino a ser alimento de la muerte.

(22) Si escuchan, se asombrarán ante una desgracia inaudita. Esto era, en efecto, lo que embargaba a los egipcios: una noche larga y una oscuridad impenetrable y una muerte vacilante y un ángel exterminador y un infierno engullendo a sus primogénitos.

(23) Pero les queda aún por escuchar lo más inaudito y lo más terrible.
   En la impenetrable oscuridad, la muerte insaciable se escondía; y esta oscuridad, los desgraciados egipcios la palpaban, pero la muerte acechando atrapaba a los primogénitos de los egipcios a las órdenes del ángel.

(24) Si alguno palpaba la oscuridad era conducido a la muerte. Si un primogénito estrechaba en su mano un cuerpo oscuro arrastrando en su alma espanto y temor, gritaba: «¿A quién toca mi mano? ¿A qué especie de oscuridad rodea todo mi cuerpo? Si es mi padre, ¡ayúdame! Si es mi madre, ¡compadécete! Si es mi hermano ¡dime algo! Si es un amigo ¡pórtate bien conmigo! Si es un enemigo ¡apártate! Que yo soy un primogénito».

(25) Pero antes que callara el primogénito, el gran silencio se apoderaba de él diciéndole: «Primogénito, ¡eres mío! Yo estoy destinado para ti, yo, el silencio de la muerte».

(26) Y el primogénito, habiéndose apercibido de la captura de los primogénitos, renegaba de sí mismo para no morir tan cruelmente: «Yo no soy primogénito, he sido engendrado como tercer fruto del matrimonio». Pero (la muerte) no pudiendo ser engañada, atrapaba al primogénito; cabeza en alto caía silenciosamente. De un solo golpe perecía el fruto primogénito de los egipcios: el primer engendrado, el primer nacido, el deseado, el mimado era aplastado en tierra, no sólo el de los hombres, sino también el de los animales irracionales.

(27) En las llanuras del país se escuchaba el alarido de los animales lamentándose sobre sus crías: porque la vaca teniendo un ternero y la yegua un potrillo y las demás bestias pariendo y amamantando se lamentaban amarga y lastimosamente por sus primeras crías.

(28) Hubo lamento y golpe de pecho por la pérdida de los hombres, por la de los primogénitos muertos. Porque todo Egipto apestaba a causa de los cadáveres sin enterrar (cf. Sb 18,12).

(29) Era para ver un espectáculo tan terrible: por parte de los egipcios las madres desmelenadas, los padres perdido el seso, aullando terriblemente en lengua egipcia: «¡Desgraciados de nosotros, que hemos sido privados de nuestros hijos, de nuestro primer retoño, de un solo golpe!». Y se golpeaban el pecho, tocando con sus manos instrumentos sonoros en una danza macabra.

(30) Tal era la desgracia que se enseñoreaba de Egipto: en un instante lo privó de hijos.

     3) Interpretación tipológica: la protección de Israel por la sangre del cordero prefigura la salvación del nuevo pueblo preservado por la sangre de Cristo (cf. Ex 12,13. 23; Sb 18,6-9)

Israel, en cambio, estaba protegido por la inmolación de la oveja, y al mismo tiempo iluminado por la sangre vertida; y la muerte de la oveja resultaba ser una muralla para el pueblo.

(31) ¡Oh misterio sorprendente e inexplicable! La inmolación de la oveja resultó ser salvación de Israel, y la muerte de la oveja llegó a ser vida del pueblo y la sangre intimidó al ángel.

(32) Dime, ángel, lo que te ha intimidado: ¿la inmolación de la oveja, o la vida del Señor? ¿la muerte de la oveja o el espíritu del Señor?

(33) Es claro que estás intimidado por haber visto el misterio del Señor realizado en la oveja, la vida del Señor en la inmolación de la oveja, la prefiguración del Señor en la muerte de la oveja. Por esto no castigaste a Israel sino que privaste de sus hijos sólo a Egipto.

(34) ¿Cuál es este misterio inesperado: que Egipto haya sido golpeado para su perdición Israel, en cambio, protegido para su salvación? Oigan la dinámica del misterio: (35) lo que se ha dicho y lo que ha ocurrido no es nada, amadísimos, sí se separa de su simbolismo y de su proyecto. Todo lo que se realice y se diga, participa del simbolismo -la palabra, del simbolismo; el hecho, de la prefiguración- para que, así como el hecho se manifiesta por la prefiguración, así también la palabra se ilumine por el simbolismo.

(36) Si no es sobre un modelo, una obra no se construye. ¿O no se ve lo que ha de ser a través de la imagen que prefigura? Por eso el proyecto a realizar se elabora con cera, o con arcilla o con madera: a fin de que se pueda ver lo que va a ser construido más alto en grandeza más fuerte en resistencia y bello de forma y rico en instalación (37) gracias a una pequeña y deleznable maqueta. Pero cuando se ha realizado aquello para lo que (había) sido destinada la figura, entonces, lo que hasta aquí llevaba la imagen del futuro es destruido, por haberse hecho inútil, al haber cedido su imagen a una realidad verdadera. Pues aquello que en otro tiempo era de valor se devalúa una vez aparecido lo que es válido por naturaleza.

(38) Efectivamente a cada cosa su propio tiempo; al modelo su propio tiempo, al material su propio tiempo.
   Haces el modelo de la obra real. Lo deseas porque ves en él la imagen de lo que va a ser. Suministras el material para el modelo. Lo deseas por lo que se va a construir gracias a él.
   Ejecutas la obra, a ella sola la deseas, a ella sola quieres, viendo en ella sola el modelo y el material y la realidad.

     Prefiguraciones del Antiguo Testamento realizadas en el Nuevo Testamento

(39) Pues como sucede en las (realidades) corruptibles, así también ocurre en las incorruptibles; como sucede en las realidades terrestres, así también en las celestiales.
   En efecto, la salvación del Señor y la verdad han sido prefiguradas en el pueblo (de Israel), y las prescripciones del Evangelio han sido proclamadas de antemano por la Ley.

(40) El pueblo, pues, vino a ser como el esbozo de un proyecto, y la Ley como la letra de una parábola, pero el Evangelio víene a ser como explicación y cumplimiento de la Ley y la Iglesia el ámbito de la realización.

(41) El modelo era, pues, valioso antes de la realidad y la parábola admirable antes de la interpretación. Es decir: el pueblo (de Israel) tenía su valor antes que la Iglesia fuese edificada y la Ley era admirable antes de que el Evangelio fuese iluminado.

(42) Pero cuando la Iglesia fue edificada y el Evangelio propuesto, la figura se desvaneció después de transmitir su fuerza a la realidad; y la Ley finalizó después de transmitir su fuerza al Evangelio. Al modo que la figura se desvanece después de transmitir la imagen a la realidad verdadera, y h parábola se desvanece al ser iluminada por la interpretación, (43) así también la Ley fue culminada en su función una vez que el Evangelio fue puesto en luz, y el pueblo se desvaneció una vez que fue erigida la Iglesia, y la figura fue disuelta una vez que el Señor se manifestó, y hoy lo que otrora era valioso se ha devaluado una vez que se ha manifestado lo que es valioso por naturaleza.

(44) Porque preciosa fue entonces la inmolación de la oveja, pero ahora sin valor a causa de la vida del Señor; preciosa la muerte de la oveja, pero ahora sin valor a causa de la salvación del Señor; preciosa la sangre de la oveja, pero ahora sin valor a causa del espíritu del Señor; precioso el cordero mudo, pero ahora sin valor a causa del Hijo irreprochable; precioso el templo de abajo pero ahora sin valor a causa del Cristo de lo alto; (45) preciosa la Jerusalén de abajo, pero ahora sin valor a causa de la Jerusalén de arriba; preciosa la herencia corta, pero ahora sin valor a causa de la gracia amplia.
   Porque no hay ni un solo lugar ni un pequeño fragmento de tierra en el que la gloria de Dios no se haya establecido, sino que a todos los confines de la tierra se ha expandido la gracia divina, y allí ha plantado su tienda el Dios omnipotente; por Jesucristo, que tiene la gloria por los siglos. Amén.

   B) La estructura de la salvación

(46) Han escuchado la explicación de la prefiguración y de su correspondencia; escuchad también la estructura del misterio.
   ¿Qué es la pascua? El vocablo proviene en efecto de lo que ha sucedido: de «pazein» (= haber sufrido) viene «pásjeien» (celebrar la pascua). Aprenden, pues, quién es (47) el paciente, y por qué el Señor aparece sobre la tierra; para que, una vez revestido del que sufre lo eleve hacia las alturas de los cielos.

     1) El pecado en Edén y sus consecuencias, causa de la pasión de Cristo

   Dios, habiendo hecho al principio por el Verbo el cielo y la tierra a y todo cuanto en ellos hay, configuró al hombre de la tierra y en esta forma le infundió un sople vital (cf. Gn 1,1; 2,4-7; Sb 9,1; Sal 32,6; Jn 1,3). Lo colocó en el paraíso, hacia el Este, en Edén, para ser feliz (Gn 2,8). Como ley le propuso este mandamiento: «De todo árbol del paraíso comerán para (su) sustento, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerán, pues el día en que comieren, morirán (Gn 2,16-17).
   Siendo el hombre por naturaleza capaz para el bien y para el mal, (como bola de tierra para semillas de dos caras), escuchó el consejo enemigo y voraz y, habiendo tocado el árbol, transgredió el mandato y desobedeció a Dios. Fue arrojado en consecuencia a este mundo como a una cárcel de condenados (cf. Gn 3; Mt 13,24-30).
   Después que se hizo prolífico y avanzado en años, y habiendo retornado a la tierra por haber gustado del árbol, dejó a sus hijos una herencia (cf. Gn 2,17. 25; 3,16 ss.; 4,1). En efecto, dejó en herencia a sus hijos: no castidad, sino impudor, no incorruptibilidad, sino corruptibilidad, no honor, sino deshonor, no libertad, sino esclavitud, no realeza, sino tiranía, no vida, sino muerte, no salvación, sino perdición.

(50) Inédita y terrible vino a ser efectivamente la perdición de los hombres sobre la tierra. Pues he aquí lo que les ocurrió: eran arrastrados por el pecado tiránico y empujados hacia los ámbitos de las pasiones, donde quedaban inundados por los placeres insaciables: por el adulterio por la fornicación por la impudicia, por el mal deseo, por la avaricia, por los homicidios, por la efusión de sangre, por la tiranía de la maldad, por la tiranía contraria a las leyes.

(51) En efecto, el padre sacó la espada contra su hijo, y el hijo alzó la mano contra el padre, y el impío golpeó los pechos lactantes, y el hermano mató al hermano, y el huésped hizo injusticia al huésped, y el amigo asesinó al amigo, y el hombre degolló al hombre, con mano tiránica.
   Todos, pues, sobre la tierra vinieron a ser; unos, asesinos; otros, fratricidas; otros, parricidas; otros en fin infanticidas.
   Se registró, empero, algo más terrible e inaudito: una madre tocó las carnes que ella había engendrado, tocó a quienes había alimentado a sus pechos, y tragó en sus entrañas al fruto de sus entrañas, y la desventurada madre se convirtió en horrible tumba, al haber devorado al hijo que portara en su seno (cf. Dt 28,53-57).

(52) Todos, pues, sobre la tierra vinieron a ser; unos, asesinos; otros, fratricidas; otros, parricidas; otros en fin infanticidas.
   Se registró, empero, algo más terrible e inaudito: una madre tocó las carnes que ella había engendrado, tocó a quienes había alimentado a sus pechos, y tragó en sus entrañas al fruto de sus entrañas, y la desventurada madre se convirtió en horrible tumba, al haber devorado al hijo que portara en su seno (cf. Dt 28,53-57).

(53) ¡No proseguiré! Pero otras muchas cosas extrañas se registraron más terribles y más impúdicas entre los hombres.
   Un padre (codiciaba) el lecho de su hija, un hijo el de su madre, un hermano el de su hermana, un hombre el de otro hombre, y «cada uno codiciaba la mujer de su vecino» (cf. Jr 5,8).

(54) De esto se regocijaba el pecado. Siendo el colaborador de la muerte, se iba introduciendo el primero en las almas de los hombres y le iba preparando como pasto los cuerpos de los muertos. En toda alma el pecado imprimía su huella y en cuantos la imprimiera debía producirse el final.

(55) Toda carne, pues, iba cayendo bajo el pecado, y todo cuerpo bajo la muerte, y toda alma era expulsada de su morada corporal, y lo que de la tierra había sido tomado a la tierra se iba reduciendo, y lo que había sido donado procedente de Dios se hundía en el Hades, y la disolución de la bella armonía se iba produciendo, y disgregándose el hermoso cuerpo.

(56) Porque el hombre estaba dividido por la muerte. En efecto, un infortunio y una captura extraña lo cercaban. Era arrastrado cautivo por las sombras de la muerte, la imagen del Padre yacía solitaria. Por esta causa el misterio de la pascua se ha realizado a plenitud en el cuerpo del Señor.

     2) Prefiguración y anuncio de la pasión de Cristo, de aquel «que compadece», en la Ley y en los profetas

(57) Pero ya el Señor previamente había dispuesto sus propios sufrimientos en los patriarcas y en los profetas y en todo el pueblo, habiéndolos marcado como con un sello por la Ley y por los profetas (cf. Lc 24,25-27; Hch 3,18; 8,32-35; 17,2). Porque lo que había de suceder de una manera tan nueva y grandiosa, esto precisamente ha sido preparado mucho tiempo antes para que cuando se realizara, obtuviera crédito por haber sido prefigurado con mucha antelación.

(58) Así también el misterio del Señor -que había sido prefigurado mucho tiempo antes, y hecho visible hoy- obtiene su crédito porque ha sido cumplido, aunque es considerado nuevo para los hombres. En efecto, antiguo y nuevo es el misterio del Señor: antiguo por la figura, nuevo por la gracia. Pero si diriges tu mirada hacia estas figuras verás la verdad a través de su realización.

(59) Pues si quieres que el misterio del Señor aparezca, dirige tu mirada hacia Abel similarmente matado (cf. Gn 4,8), hacia Isaac similarmente atado (cf. Gn 22,9), hacia José similarmente vendido (cf. Gn 37,28), hacia Moisés similarmente abandonado (cf. Ex 2,3), hacia David similarmente perseguido (cf. 1 S 18,6-11. 19-31), hacía los profetas similarmente sufrientes por causa de Cristo (cf. Mt 5,12; 23,31).

(60) Dirige tu mirada también hacia la oveja que fue inmolada en Egipto, hacia aquél que hirió a Egipto y que salvó a Israel por la sangre (cf. Ex 12,3 ss.).

(61) Además, también por la voz de los profetas ha sido anunciado el misterio del Señor. En efecto, Moisés n dice al pueblo: «Verán su vida suspendida ante sus ojos, noche y día, y no creerán en ella» (Dt 28,66).

(62) Y David, a su vez, dice: «¿Para qué se amotinaron las naciones y los pueblos tramaron vanos proyectos? Se pusieron en marcha los reyes de la tierra y los príncipes se confabularon contra el Señor y contra su Ungido» (Sal 2,1-2).

(63) Y Jeremías: «Yo (soy) como cordero inocente conducido para ser inmolado. Maquinaron contra mí maldades diciendo: ¡Ea! metámosle madera en su pan, y extirpémoslo de la tierra de los vivientes, y su nombre ciertamente no será recordado» (Jr 11,19).

(64) Isaías por su parte: «Ha sido conducido como una oveja al matadero, y como cordero sin voz delante del que lo trasquilaba, Él no abre su boca. Su generación ¿quién la narrará?» (Is 53,7-8).

(65) Otras muchas cosas han sido anunciadas por numerosos profetas en vistas al misterio de la pascua, que es Cristo, a quién la gloria por los siglos. Amén.

     3) La realización en la Encarnación y la Pasión

(66) Este es quien, una vez bajado de los cielos a la tierra por el que sufre, y habiéndose revestido de este mismo mediante un seno virgen, y habiendo salido, asumió los padecimientos del que sufre a través de un cuerpo capaz de sufrir y destruyó los sufrimientos de la carne; con su espíritu incapaz de morir mató a la muerte homicida.

(67) Él es, en efecto, quien por haber sido conducido como un cordero e inmolado como una oveja, nos libró de la servidumbre del mundo como de la tierra de Egipto, nos desató los lazos de la esclavitud del demonio como de la mano del faraón, y selló nuestras almas con su propio Espíritu y los miembros de nuestro cuerpo con su propia sangre.

(68) Él es el que cubrió la muerte de vergüenza y quien enlutó al diablo, como Moisés al faraón. Él es quien golpeó la iniquidad y quien privó de descendencia a la injusticia como Moisés a Egipto. El es quien nos arrancó de la esclavitud a la libertad, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, de la tiranía al reino eterno, y quien nos constituyó en sacerdocio nuevo y en pueblo elegido y eterno.

(69) Él es la pascua de nuestra salvación (cf. 1 Co 5,7). Él es quien soporta mucho en muchos. Él es quien fue matado en Abel (cf. Gn 4,8), atado en Isaac (cf. Gn 22,9), mercenario en Jacob (cf. Gn 28,1 ss.), vendido en José (cf. Gn 37,28), abandonado en Moisés (cf. Ex 2,3), inmolado en el cordero (cf. Ex 12,1-28), perseguido en David (cf. 1 S 18,6-11. 19-31; 2 S 15,13 ss.), y deshonrado en los profetas (cf. Mt 5,12; 23,29-35; Hch 7,52).

(70) Él es quien se hizo carne en una virgen (cf. Is 7,14; Mt 1,23. 25; Lc  1,31), quien fue colgado en un madero, quien fue sepultado en tierra, quien resucitó de entre los muertos, quien fue elevado a las alturas de los cielos.

(71) Él es el cordero sin voz, Él es el cordero degollado, Él es el nacido de María, la buena cordera, Él es el elegido del rebaño, el arrastrado a la inmolación, el sacrificado al atardecer, el sepultado al anochecer, el que no fue triturado sobre el madero, el que no se corrompió en la tierra, el que resucitó de entre los muertos y el que resucitó al hombre del fondo de la tumba.

II) Negativa de Israel. Reproches

(72) Él es quien fue muerto. Y ¿dónde fue muerto? En medio de Jerusalén. ¿Por qué? Porque curó a los lisiados, porque limpió a los leprosos, porque condujo los ciegos a la luz, porque resucitó a los muertos. Por esto padeció.
   Está escrito en algún lugar de la Ley y de los Profetas: «Me han devuelto males por bienes y han puesto en abandono mi alma, habiendo maquinado contra mí malamente diciendo: Atemos al justo, porque nos resulta embarazoso» (Sal 34,12; Is 3,10).

     a) El Crimen inaudito

(73) ¿Por qué Israel, has cometido este crimen inaudito? Deshonraste a quien te honró, despreciaste a quien te apreció, renegaste de quien te confesó, repudiaste a quien te proclamó, asesinaste a quien te dio la vida. ¿Qué has hecho, Israel? ¿O no se ha escrito para ti: «No verterás la sangre inocente, no sea que mueras miserablemente» (Jr 7,6; 22,3)?
   Yo, en efecto, dice Israel, maté al Señor ¿Por qué? Porque convenía que él sufriera. Te has equivocado, Israel, elaborando tales sofismas sobre la inmolación del Señor.

(75) Convenía que Él padeciese, pero no por tu incumbencia, convenía que Él fuese deshonrado, pero no por ti, convenía que Él fuese juzgado, pero no por ti, convenía que fuera suspendido, pero no por tu mano.

(76) He aquí, Israel, las palabras que hubieras debido decir a Dios: «Oh Señor, si convenía que tu Hijo padeciese y es esta tu voluntad, padezca, pero no bajo mi incumbencia, padezca a manos de hombres de otras razas, sea juzgado por los incircuncisos. Sea clavado por una mano tirana, pero no por mi» (cf. Mt 26,42; Jn 18,31; 19,6s.; Mt 12,9-13).

(77) Pero tú, Israel, no dijiste esto a Dios, ni te has purificado ante el Señor, ni te has intimidado por sus obras.

(78) No te han intimidado la mano desecada que se volvió sana para el cuerpo (cf. Mt 12,9-12), ni los ojos de los enfermos reabiertos por su mano (cf. Mt 9,27-31; 11,5), ni los cuerpos paralizados enderezados  por su voz (cf. Lc 5,18-26), ni te ha intimidado el más inaudito milagro, un hombre muerto resucitado del sepulcro después de cuatro días (cf. Jn 11,1-44).

(79) Por el contrario, tú desdeñaste todo esto. Cuando la inmolación del Señor al atardecer preparaste clavos puntiagudos y falsos testigos, cuerdas, látigos, vinagre, hiel, espada y aflicción como para un bandido sanguinario. Porque habiendo dado látigos a su cuerpo y espinas a su cabeza, ataste también sus preciosas manos, que te configuraron de la tierra, y diste de beber hiel a su preciosa boca que te había infundido la vida (cf. Mt 27,26 ss.; Jn 19,2; Sal 68,22), y enviaste a la muerte al Señor el día de la Gran Fiesta.

(80) Tú estabas en deleites, Él en cambio hambriento. Tú bebías vino y comías pan, Él en cambio vinagre y hiel. Tú estabas radiante en tu rostro, Él en cambio mustio. Tú estabas regocijándote, Él en cambio afligido. Tú entonabas salmos, Él en cambio estaba siendo condenado. Tú dabas órdenes, Él en cambio estaba clavado. Tú danzabas, Él en cambio estaba sepultado. Tú estabas reclinado sobre blando lecho, Él en cambio en una tumba y en un ataúd.

     b) Injusticia e ingratitud de Israel

(81) ¡Oh Israel criminal! ¿Y por qué has cometido esta injusticia inaudita de precipitar a tu Señor en sufrimientos sin nombre, a tu Dueño, a quien te formó, a quien te creó, a quien te honró, a quien te llamó Israel? (cf. Mi 6,3-4).

(82) Tú, en cambio, no has sido encontrado «Israel», porque tú no has visto a Dios (cf. Gn 32,31; 35,10); tú no has reconocido al Señor; tú no has sabido, oh Israel, que éste es el Primogénito de Dios (cf. Hb 1,6), el que fue engendrado antes del lucero del alba, el que hizo surgir la luz, el que hizo brillar el día, el que separó las tinieblas, el que fijó un primer límite, el que suspendió la tierra, el que desecó el abismo, el que desplegó el firmamento, el que organizó el mundo, (83) el que combinó los astros en el cielo, el que hizo brillar los luceros (cf. Gn 1,2 ss.; Sal 135,6-9), el que creó los ángeles en el cielo, el que allí fijó los tronos  (cf. Col 1,16), el que modeló al hombre sobre la tierra (cf. Gn 2,7).
   Éste es el que te acogió, el que te guió, de Adán a Noé, de Noé a Abrahán, de Abrahán a Isaac y Jacob y a los doce Patriarcas.

(84) Éste es el que te condujo a Egipto, el que te protegió, el que allí te alimentó con solicitud. Este es el que te iluminó con una columna de fuego, y el que te cubrió con una nube, el que abrió el mar Rojo, y el que te condujo a través de él, y el que dispersó a tu enemigo (Ex 12 ss.).

(85) Éste es el que te dio el maná desde el cielo, el que  te dio de beber de una roca, el que te dio la Ley en el Horeb, el que  te dio en herencia la tierra (prometida) [cf. Ex 16 ss.], el que te envió los profetas, el que suscitó tus reyes.

(86) Éste es el que viene a ti, el que alivió a los tuyos que padecían, el que resucitó tus muertos. Éste es contra el que tú te comportaste impíamente, Éste es contra el que tú te comportaste injustamente, Éste es a quien tú asesinaste, Éste es a quien tú ajustaste por unas monedas de plata, después de haber exigido de él los didracmas por su cabeza (cf. Mt 26,14-15; Mt 17,24-27).

     c) Alegato contra Israel

(87) ¡Oh ingrato Israel, ven aquí y sé juzgado en mí presencia de tu ingratitud! (cf. Jr 2,4-13). ¿Cuánto has estimado su dirección? ¿Cuánto has estimado la elección de tus padres? (cf. Gn 12,1 ss.). ¿Cuánto has estimado el descenso de Egipto y la subsistencia allí gracias al buen José? (cf. Gn 37-48). ¿Cuánto has estimado las diez plagas? (cf. Ex 7,14—12,36). ¿Cuánto has estimado la columna (de fuego) nocturna y la nube diurna y el paso del mar Rojo? ¿Cuánto has estimado el don del maná del cielo y la provisión de agua brotando de la roca y la promulgación de la Ley en Horeb y la herencia ele la tierra, y los dones de allí? (cf. Ex 13 ss.; Jos 11,23; Sal 77,55; 135,21s.).

(89) ¿Cuánto has estimado a los pacientes a quienes Él curó estando presente? ¡Tenme en estima, pues, la mano seca que Él restituyó al cuero!

(90) ¡Tenme en estima a los ciegos de nacimiento a quienes Él, con una palabra, volvió a la luz! ¡Tenme en estima a los muertos sepultados, a quienes Él resucitó de la tumba teniendo ya tres o cuatro días! (cf. Mt 9,27 ss.; 11,5; 15,30; Jn 9,1 ss.; 11,1 ss.). Inapreciables son los dones que Él te ha hecho. Y tú, lejos de honrarlo, no le has testimoniado a cambio sino ingratitud: devolviéndole mal por bien y aflicción por alegría y muerte por vida, (91) [a Él] por quien hubiera convenido incluso que tú murieras.

     d) Los paganos lo tratan mejor

   Porque sí el rey de una nación es capturado por los enemigos, por él se emprende una guerra, por él se rompe un muro, por él se destruye un pueblo, por él se envían rescates, por él se despachan embajadas a fin de ser recuperado, a fin de que o sea devuelto a la vida o, si ha muerto, sea sepultado.

(92) Tú por el contrario llevaste el voto contra tu Señor. En efecto, Aquel ante quien las naciones se prosternaban, y los incircuncisos admiraban, y los extranjeros glorificaban, por el que el propio Pilato se lavó las manos (cf. Mt 27,24), a Éste has matado en la Gran Fiesta.

     e) Las hierbas amargas, figura del castigo de Israel

(93) He aquí, pues, por qué la fiesta de los ácimos te es amarga, según está escrito para ti: «Comerás los ácimos con hierbas amargas» (Ex 12,8). Amargos para ti los clavos que tú afilaste, amarga, para ti la lengua que tú aguzaste, amargos para ti los falsos testimonios que presentaste, amargas para ti las cuerdas que preparaste, amargos para ti los látigos que entretejiste, amargo para ti Judas a quien pagaste a sueldo, amargo para ti Herodes a quien obedeciste, amargo para ti Caifás de  quien te fiaste, amarga para ti la hiel que preparaste, amargo para ti el vinagre que cultivaste, amarga para ti la espina que recogiste, amargas para ti las manos que ensangrentaste. Mataste a tu Señor en medio de Jerusalén.

     f) Invitación a las naciones para contemplar la muerte de Cristo

(94) Escuchen todas las familias de los pueblos y vean: Un homicidio inaudito ha tenido lugar en medio de Jerusalén, en la ciudad de la Ley, en la ciudad de los hebreos, en la ciudad de los profetas, en la ciudad considerada justa, ¿Y quién ha sido asesinado? ¿Y quién es el asesino? Me avergüenzo de decirlo, pero me siento obligado a hablar. Si el homicidio hubiera acaecido de noche o si la matanza hubiera sucedido en desierto, cómodo sería callar; ahora bien, en medio de la plaza y de la ciudad, en medio de la ciudad, a la vista de todos, allí se perpetró la muerte injusta del Justo.

(95) Y así es elevado sobre un madero y se pone una inscripción delante señalando al asesinado (cf. Jn 19,9s.; Mc 15,26). ¿Quién es éste? Cosa dura de decir, pero no decirlo es cosa mucho más temible. Pero escuchad temblando en presencia de aquel por quien la tierra tiembla.

(96) El que suspendió la tierra es suspendido en alto, el que fijó los cielos es fijado (en la cruz), el que consolidó todo es retenido sobre el madero, el que es dueño de todo es ultrajado, Dios ha sido asesinado. El rey de Israel ha sido descartado por una mano israelita.

(97) ¡Oh asesinato inaudito! ¡Oh injusticia jamás vista! El Señor ha cambiado en su aspecto, desnudo su cuerpo, y ni siquiera ha sido juzgado digno de un vestido que impidiera su visión. Por eso los astros se trastornaron y el día se oscureció con ellos para ocultar al que estaba desnudo sobre el madero, para ensombrecer no el cuerpo del Señor, sino los ojos de estos hombres.

(98) En efecto, no temblando el pueblo, tembló la tierra; no sobrecogido de terror el pueblo, se sobrecogieron los cielos; no desgarrando el pueblo sus vestidos, el ángel se desgarró; no lamentándose el pueblo, «el Señor tronó desde el cielo y el Altísimo dio una voz» (Sal 17,14).

     g) La actitud de Israel, prueba de su rechazo

(99) He aquí por qué Israel, delante del Señor no temblaste, delante del Señor no te atemorizaste, delante del Señor no te lamentaste, delante de tus primogénitos lanzaste gritos de dolor, delante del Señor colgado tú no te desgarraste, delante de los tuyos asesinados te desgarraste.
   Abandonaste al Señor, no fuiste encontrado por Él. Aniquilaste al Señor, fuiste atropellado por tierra.

(100) Y tú yaces muerto; y mientras que Él resucitó de entre los muertos y subió a lo más alto de los cielos (cf. Mc 16,19; Hch 1,2. 11. 22; Rm 8,34).


Epílogo

     a) Triunfo de Cristo resucitado

   Como Señor, que habiendo revestido al hombre, y habiendo sufrido a causa del que sufría, y habiendo sido atado a causa del que estaba detenido, y habiendo sido juzgado a causa del culpable, y habiendo sido sepultado a causa del que estaba sepultado, (101) resucitó de entre los muertos y profirió en voz alta: «“¿Quién disputará contra mí? ¡Que se ponga frente a mí!” (Is 50,8-9; cf. Mi 6,1 ss.). A Yo que he rescatado al condenado a; Yo que he vivificado la muerte; Yo que he resucitado al sepultado.¿Quién es mi contradictor?».

(102) «Yo, dice él, el Cristo, Yo, el que destruí la muerte, y triunfé del enemigo, y pisoteé el infierno, y amordacé al fuerte, y arrebaté al hombre a las cumbres de los cielos. Yo, dice, el Cristo».

     b) Llamada a las naciones para recibir el perdón de los pecados

(103) «Vengan, pues, todas las familias de los hombres amasadas en pecado y reciban el perdón de los pecados. Porque yo soy su perdón, yo la pascua de la salvación, yo el cordero inmolado por ustedes, yo su rescate, yo su vida, yo su resurrección, yo su luz, yo su salvación, yo su rey. Yo los conduzco hasta las cumbres de los cielos. Yo les mostraré al Padre que existe desde los siglos. Yo los resucitaré por mi diestra».

     c) Apoteosis final de Cristo, Creador, Salvador, Juez y Dios

(104) Éste es el que hizo el cielo y la tierra, el que formó al principio al hombre, el que fue anunciado por la Ley y los profetas, el que se encarnó en una Virgen, el que fue colgado en un madero, el que fue sepultado en tierra, el que resucitó de entre los muertos, el que subió a las alturas de los cielos, el que está sentado a la derecha del Padre, el que tiene el poder de juzgar y de salvar todo, por quien el Padre hizo cuanto existe desde el principio hasta los siglos.

(105) Éste es «el Alfa y la Omega» (Ap 1,8; 21,6; 22,13), este es «el principio y el fin» (Ap 21,6; 22,13), principio inexplicable y fin incomprensible.
   «Éste es el Cristo» (Jn 7,26. 41; Hch 9,22), éste es el rey, éste es Jesús! Éste es el estratega, éste es el Señor, éste es el que resucitó de entre los muertos, éste es el que está sentado a la derecha del Padre, Él lleva al Padre y es llevado por el Padre, «a Él la gloria y el poder por los siglos. Amén» (Ap 1,6).

[Paz a quien escribió y a quien leyó y a quienes aman al Señor en simplicidad de corazón]
(1) Seguimos la edición, pero con ciertas variantes, y traducción castellana, de J. Ibáñez Ibáñez y F. Mendoza Ruiz, Melitón de Sardes. Homilía sobre la Pascua, Pamplona, Eds. Universidad de Navarra, 1975, pp. 142 ss. (Biblioteca de Teología). Cf. asimismo la ed. de O. Perler en la colección de Sources chrétiennes, n. 123, Paris 1966, pp. 60 ss.